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La historia de Los Beatles colombianos

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Por: Ángela Lizcano

¿Conoces la leyenda de los Beatles colombianos? La historia del rock local es también la historia de Los Yetis, pero musicalizada con una bomba atómica a gogó.

 
Este icónico libro de Los Yetis, una de las bandas más importantes enla historia del rock en Colombia, del reconocido escritor, periodista y crítico musical, Diego Londoño, presenta su segunda edición aumentada, con fotografías y banda sonora.
 
Los relatos y crónicas sobre qué fue el Milo a Go Gó o la historia de cómo nació el primer encuentro del rock y el jipismo en Colombia, el Festival Ancón, nuestro Woodstock criollo, y la manera en que Juancho, desde la disolución de Los Yetis en 1968, ha mantenido viva la chispa del grupo, son fundamentales en su intención de conservar el legado cultural del rock nacional y su transmisión a las nuevas generaciones.
 
Es por eso que Jacobo Celnik dice en el prólogo: “Celebro la iniciativa del periodista Diego Londoño por mantener viva la historia de laprimera banda de rock de Medellín, y de paso ayudar a reconstruir el rompecabezas imposible de la historia de nuestro rock”.
 
Los Yetis es publicado por Nueve Editores
@nueveeditores 

Quinientos libros de editoriales independientes colombianas circularán en Madrid

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Gracias al proyecto La Ruta Iberoamericana del Libro, que se realiza hace tres años en el marco de Noviembre Independiente, quinientos libros de las editoriales independientes colombianas circularán en siete librerías de la capital española en los próximos meses.

La Ruta Iberoamericana del Libro tiene como objetivo facilitar el intercambio y circulación de libros, autores y editores independientes en librerías de otros países. En sus primeras dos ediciones, ese intercambio literario llegó hasta Perú, México, Argentina, Brasil, Chile y Ecuador. Para este año, los libros llegarán a Madrid, a propósito de la planeada participación de Colombia como invitado de honor a su Feria del Libro.

La Ruta Iberoamericana del Libro que se desarrolla virtualmente del 4 al 6 de noviembre a través del Canal de YouTube de la Cámara Colombiana del Libro, ha incluido charlas que abordan temas que ayudan a analizar el futuro de la edición independiente en el idioma español, con invitados de México, Argentina, Uruguay, Chile y España, quienes desde sus orillas también están trabajando por la edición independiente en sus países.


Programación:

Jueves, 5 de noviembre

9:00 a.m. a 10:00 a.m.

Juntos hacemos más: colectivos de libreros en el panorama internacional actual

Claudia Batista, de la Red de Librerías Independientes de México; Fabio Costa Caimi, director de la Asociación de Librerías independientes de Chile; y, Álvaro y Cristina, libreros de La puerta de Tannhäuser, miembros de la Asociación de librerías españolas La Conspiración de la Pólvora, conversan sobre su trabajo como gestores de redes colaborativas entre los libreros de sus países, las dificultades y ventajas que hay en dicha labor y sus proyectos.

Estarán acompañados por el librero colombiano Santiago Aguirre, de la Librería Garabato y presidente de la Asociación Colombiana de Libreros Independientes ACLI.

11:00 a.m. a 12:00 m.

¿Cómo funcionan las redes de editoriales Independientes?

En esta charla magistral, Paulo Slachevsky, director de la RedH de Chile, perteneciente a la Alianza Internacional de Editores Independientes; Carlos Vela, presidente de editoriales Independientes del Perú (EIP) y editorial Peso Pluma; y Marcos Almada, director de la Cooperativa de editoriales Independientes de Argentina- La Coop., hablarán sobre el funcionamiento de las redes de trabajo de las editoriales de sus países, sobre las dificultades y ventajas que hay en dicha labor y acerca de sus proyectos a futuro. Estarán acompañados por el librero colombiano Valentín Ortiz, expresidente de la Asociación Colombiana de Libreros Independientes ACLI.

1:00 p.m. a 2:00 p.m.

Experiencias de coedición

En esta charla magistral, Constanza Brunet, editora de Marea editorial; Manuel Borrás, de editorial Pre-Textos; y Gustavo Mauricio García, editor colombiano de Ícono editorial, conversan sobre las experiencias de coedición, el trabajo mancomunado que requieren este tipo de proyectos y sus ideas editoriales futuras, acompañados por Luis Rocca, editor colombiano del Taller de Edición Rocca.

Viernes, 6 de noviembre

9:00 a.m. a 10:00 a.m.

¿Qué significa ser independiente?: lo estético, económico e ideológico

El editor de la editorial Godot, Víctor Malumián; la editora Denise Griffith, de Liberoamérica (Argentina); Mishad Orlandini, del Proyecto Alas de Barrilete; y la editora colombiana Catalina González, de Luna Libros, reflexionan sobre las diferentes maneras de ver la independencia, desde lo estético, lo económico y lo ideológico. Estarán acompañados por el editor Sergio Escobar, de La Diligencia Libros.

10:00 a.m. a 11:00 a.m.

La ley del precio único: ¿Qué implicaciones tiene para libreros y editores independientes?

La librera colombiana Ana María Aragón, de Casa Tomada Libros Café, dialoga con el especialista francés Rodolphe Sellier, sobre la Ley Lang, una estrategia de fortalecimiento del sector editorial, necesaria para favorecer la competencia ética entre distribuidores y librerías, y cómo fue la experiencia en Francia, país pionero en implementar la ley de precio único en el mundo.

 ***

Noviembre Independiente es un evento organizado por la Cámara Colombiana del Libro y el Instituto Distrital de las Artes, Idartes, en alianza con la Asociación Colombiana de Libreros Independientes -ACLI- y que tiene como principal objetivo visibilizar el trabajo y la oferta de los editores y libreros independientes en el país. Desde hace tres años, este festival se ha consolidado como un espacio de divulgación y promoción de la producción editorial independiente, así como de quienes forman parte de este circuito cultural.

 

Consulte toda la programación de Noviembre Independiente:  https://camlibro.com.co/noviembreindependiente/


Jésica Gorosito: “Gané no sentirme un bicho raro”

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Un café en Buenos Aires con Jésica Gorosito, creadora de la comunidad lectora Lectodependiente

Por: Pablo Hernán Di Marco* / Argentina 

El furor de los booktagrammers es tan grande que por momentos se vuelve abrumador. Sin embargo, algunos de ellos, en base a un trabajo dedicado, han logrado destacarse y lograr una personalidad definida. Jésica Gorosito y sus seguidores conforman una comunidad lectora curiosa y exigente para quienes recomendar una novela es solo el primer escalón de infinidad de actividades, entre ellas un muy activo Club de lectura. Para analizar todo lo que rodea a Lectodependiente nos encontramos con Jésica una soleada tarde de octubre. Y entre cafés e inevitables intercambios de libros, comenzamos a conversar.    

—Contame, Jésica: ¿cómo nace Lectodependiente?

JG: Lectodependiente nace de mi necesidad de llevar registro de mis lecturas, y a la vez compartir algunas de ellas a modo de reseña. En mi cuenta personal subía cuestiones relacionadas a la literatura, pero sentía que abrumaba, por lo que me pareció bien armar un espacio exclusivo para los libros.

—¿Por qué creés que las cuentas que recomiendan libros hallaron su espacio en un red social orientada a la imagen como Instagram y no a una orientada a la palabra como Facebook?

JG: Siento que todo va evolucionando y cambiando. En el caso de las redes, mucho público de Facebook migró a Instagram, y ahí permanece. Uno se adapta a esas cuestiones. Particularmente Instagram me resulta amigable en cuanto a sus funciones, y la imagen que acompaña al texto le da un plus. Es más atractiva a la hora de mostrar.

—Tiempo atrás eras “tan solo” una apasionada de la lectura que le recomendaba libros a sus amigos. Hoy estás al frente de una cuenta de Instagram con miles de seguidores. ¿Qué ganaste y qué perdiste de esos primeros tiempos a hoy?

JG: Gané haber descubierto autores, editoriales, títulos increíbles, y amigos con los que hablar de mil cosas (pero sobretodo de literatura). Gané no sentirme un bicho raro. Gané la cercanía con autores, poder charlar o debatir mediante mensajes o comentarios, la buena onda de muchos, como vos, por ejemplo. Gané haber sido convocada como jurado en un concurso de reseñas, lo que fue una experiencia hermosa que trae detrás la confianza en mi criterio lector, que significa muchísimo para mí. Gané el nacimiento de un Club de lectura que amo cada día más, que editoriales, autores y suscripciones literarias me envíen sus libros para leer. ¡Y sobre todo gané los mejores seguidores que existen! Son siempre tan buena onda y son los culpables de que siga dando lo mejor de mí en la cuenta.

—¿Y qué perdiste?

JG: Lo que perdí es espacio, jaja. Si antes los libros estaban presentes en mi vida, ahora mucho más, y se nota, más en un departamento pequeño, pero hasta a esa pérdida de espacio la celebro. Ahora me pasa que cuando termino una lectura puedo elegir la siguiente entre varias opciones posibles y eso es un privilegio enorme que agradezco muchísimo.

—Antes dijiste algo que me llamó la atención: “Gané no sentirme un bicho raro”. Es un sentimiento frecuente. Son muchos los lectores que en algún momento de su vida ocultaron su amor a los libros para no ser vistos justamente como “bichos raros”. Lo mismo a veces les pasa a quienes comienzan a escribir: prefieren ocultarlo para no ser tildados de presuntuosos, o quién sabe qué.

JG: Es tal cual, Pablo.

—Las editoriales suelen enviarte presentes y versiones lujosas de sus mejores publicaciones. ¿En algún momento sentiste que esas atenciones te quitaban independencia a la hora de opinar con libertad sobre esos libros?

JG: En un principio sí, sentía que al recién arrancar no podía negarme y tenía que decir que sí a todo, pero en un momento me dije que no era ese el espíritu de la cuenta, así que ahora aclaro que en historias muestro y agradezco todo, pero que para saber si un libro me gusta como para reseñarlo lo tengo que leer primero.


—¿Por qué creés que hay tan pocos bookstagrammers hombres?

JG: Es una pregunta que también me hago seguido. No sólo bookstagrammers, sino también consumidores del contenido. Si mal no recuerdo, solamente un 25/30% del total son hombres. ¡Vengan, que los esperamos con buenas lecturas!

—¿No creés que los bookstagramemrs le dan demasiada importancia a la cantidad de libros que leen al año? Como si estuviesen todo el tiempo apurados, sin espacio para la pausa y la reflexión.

JG: Puede ser, pero no lo veo como algo malo mientras sirva para promover la lectura. Si ya se convierte en algo tedioso o se toma como obligación pierde la cualidad más importante, para mí, que es placer y disfrute de tan bella actividad.

—Hay algo que noté no en Lectodependiente pero si en otras cuentas. Hay muchos posteos de bookstagrammers que tienen, en mayor parte, comentarios de bookstagrammers. ¿No hay algo de endogamia en eso? ¿O es tan solo un modo de apoyarse?

JG: En algunos casos siento que sí, tal vez por haber formado amistad o algún tipo de vínculo. También la realidad es que los algoritmos de Instagram no siempre funcionan bien y los comentarios, aunque sólo sean por buena onda, ayudan a generar visibilidad.

—Antes mencionaste el Club de lectura de Lectodependiente. Hablame de eso.

JG: Amo cuando me preguntan por el Club de lectura porque se dio todo de una forma inimaginable. A Belu (@beliteraria en instragram) la conocí después de que ganara un sorteo que organicé a principios de año.

—Te interrumpo un segundo. Justo ayer vi en tu cuenta de instagram una conversación preciosa que tuviste con Belu, en la que analizaron al detalle y durante una hora uno de los libros de cuentos de Alejandra Kamiya. Perdón, seguí contándome del Club de lectura.

JG: ¡Qué bueno que la hayas disfrutado! La cuestión es que me junté con Belu para entregarle el premio y merendamos juntas. Nos seguíamos porque ambas hacemos reseñas, pero no habíamos hablado demasiado hasta ese entonces. Era la primera vez que ambas nos juntábamos con alguien de la comunidad bookstagrammer. De entrada vi que estábamos leyendo el mismo libro, así que…

—¿Me contás qué libro era? Mi curiosidad lectora no me perdonará no hacerte esta pregunta.

JG: Jaja, te entiendo en un 100%. Era Nuestra parte de noche de Mariana Enríquez. Así que arrancamos charlando de eso y, entre limonadas, no paramos de hablar. Me pasó que sentí un flechazo de amistad, de pensar “me gustaría que seamos amigas”. Y al final de ese encuentro nos despedimos con la idea de empezar un Club de lectura juntas. Conseguimos lugar físico para llevar a cabo los encuentros, teníamos todo planeado, pero la pandemia no lo permitió, así que nos amoldamos a los nuevos tiempos: elegimos un libro por mes y lo debatimos en un vivo de Instagram. Estamos pensando en sumar otra plataforma que sea más interactiva y tenemos un montón de ideas a futuro. A todo esto, nunca nos volvimos a ver presencialmente, pero ya llevamos tres clubes y una amistad que se sigue afianzando.

—¿Hasta acá qué libros leyeron en el Club?

JG: El  primero fue La guerra no tiene rostro de mujer de Svetlana Alexiévich, el segundo Las cosas que perdimos en el fuego de Mariana Enríquez, y el tercero Antártida de Klaire Keegan.

—No leí ninguno de los tres, así que ya mismo tomo nota. ¿Cuáles son los próximos proyectos que tenés en relación a Lectodependiente?

JG: Este año me había puesto una meta de seguidores que ya la superé. Puede que me digan que no es más que un número pero, no hay que negarlo, sirve para dar mayor visibilidad a lo que hago. Todos los sábados armo una trivia: Lectonario, donde doy una palabra y cuatro posibles definiciones. Y los participantes deben elegir la que consideren correcta. Son palabras inusuales que saco de mis lecturas y también colaboraciones de mis seguidores, que ven alguna palabra rara y me la envían. Es de mis momentos favoritos de la semana porque me divierto un montón con los mensajes y ocurrencias, y me encuentro con muchas demostraciones de afecto y agradecimiento, que es la mejor parte, además de que aprendemos mientras nos divertimos. También pretendo seguir con el club de lectura e ir ampliándolo. Con Belu somos máquinas de pensar ideas, así que no nos aburrimos con eso y ya tenemos varias cosas en mente. Lo más importante es que la gente se sume y se quede, que disfrute del contenido, y seguir fiel a lo que quiero mostrar y priorizar.


—¿Cuáles son tus librerías favoritas?

JG: Qué difícil, Pablo… porque no tengo una de cabecera, pero puedo decir que Mendel libros me atendió más que bien cuando hice un pedido, El Aleph de Flores tiene de todo y me encanta, y a la sucursal de Rosario suelo ir (o solía, cuando se podía viajar) con mi papá, así que le tengo mucho cariño.

—Los viajes suelen ser inspiradores, y vos a principios de año viajaste nada menos que a Japón. ¿Qué significó ese viaje para la Jésica lectora?

JG: Fue increíble. Me armé una selección de libros de autores japoneses o que transcurran en Japón y me los llevé. Les hice fotos en lugares que se nombraban o que se relacionaban con su contenido, y encontrarme en los mismos sitios que se describían en las páginas de esos libros o sentir lo que los protagonistas sentían, fue mágico. Fue otro tipo de acercamiento a la cultura, a su pasado, a sus costumbres, a la gente, incluso a la comida. Me encantó hacerlo y voy a aplicarlo de ahora en más a cualquier destino al que vaya.

Vamos con la última pregunta, Jésica: te regalo la posibilidad de invitar a tomar un café a cualquier artista de cualquier época. Contame quién sería.

JG: Siguiendo con el mundo literario, se me ocurre Evaristo Carriego, poeta argentino nacido a fines del siglo XIX. Si alguno no lo conoce, que vaya a leerlo que no se va a arrepentir.

—¿A qué bar lo llevarías a Carriego?

JG: Buscaría algún bodegón donde comer rico y abundante, o una milonga donde hacerlo escuchar el tema “A Evaristo Carriego”, uno de los tangos más bellos que escuché en mi vida.

—Y entre milongas y vinos, ¿qué pregunta le harías?

JG: Carriego murió muy joven, a los veintinueve años, pero su poesía es tremendamente cruda, va directo al hueso y toca temas sensibles. Cuando uno lo lee piensa que el autor debió vivir hasta los cien años para escribir de esa manera, que pasó por miles de experiencias. Por eso le preguntaría de dónde sacó esa inspiración para su escritura y que lo llevó a elegir ese tipo de poesía.

 

- Quienes quieran ser parte de las muchas y ricas actividades literarias que se llevan a cabo en la comunidad lectora de Jésica Gorosito, están invitados a sumarse en Instagram a @lectodependiente.




*Pablo Hernán Di Marco.  Desde Buenos Aires trabaja vía internet en la corrección de estilo de cuentos y novelas. Autor, entre otras novelas Las horas derramadasTríptico del desamparo. Colaborador literario de la revista Libros & Letras 

El escritor español José Vázquez publica su primera novela

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Bajo el título de Si no te veo en 25 horas, me muero, el autor publica bajo el sello de Huso Editorial.

Por: Ahinoa García

Estamos ante la primera novela de un escritor que se desnuda en cada página y, sin permiso ni piedad, nos vuelve cómplices y testigos de una historia que nos mantiene expectantes desde el primer párrafo. Que nos atrapa, nos excita, nos expone y nos vulnera.

Si no te veo en 25 horas me muero es una de esas historias que nos toman de la mano, despacio, y nos arrastran hacia los bordes. Hacia el mismo abismo que las libera, las justifica y las contiene, dejándonos expectantes; confundidos, y sin llegar a entender si nos encontramos frente a una certeza, una sentencia o una ¿amenaza? que nos transforma en rehenes de nosotros mismos.

Y este es, quizás, uno de los mayores logros de José Vázquez como narrador: saber cómo y de qué manera tensar cada uno de los hilos que atraviesan estas páginas con la única intención de enmarañarnos los sentidos, los prejuicios y los miedos.

Sexo, política y poder. Drogas, amor y deseo. Cine. La doble vida de un cantante famoso, y una periodista que, entre otras cosas, se obsesiona con encontrar la ¿verdad? que se oculta debajo de los disfraces que todos nos ponemos, de la manera más inútil, para que el dolor no se nos haga carne.

La industria del cine como escenografía, puesta en escena y telón.  Los sueños de los artistas atravesados por los intereses personales de los políticos de turno. La falsa modestia, la doble moral, y la perversión que se esconde detrás de todas esas manos extendidas que solo funcionan como ancla y anzuelo.

Dueño de una prosa tan particular como inconfundible y con una capacidad admirable para resolver diálogos, crear atmósferas y describir escenas, José Vázquez, en esta novela, nos deja sin excusas. Nos regala la posibilidad de leer un libro y mirar una película al mismo tiempo. Nos quita la presión de tener que elegir.

En la víspera de la gala de los premios de cine más importantes del país, el cantante Daniel Cabrera nominado a la mejor canción—, presa de una angustia inexplicable, publica en las redes sociales una foto con un mensaje que lo convierte rápidamente en tendencia, desatando la curiosidad de miles de seguidores. Su camello de cinco años atrás —un hombre tan excéntrico como entrañable, que se comunica a través de frases de películas— reaparece en su vida, y una periodista extranjera que cubre la gala del cine, y que fantasea sexualmente con el cantante, lo persigue para entrevistarlo. Ambos lo acompañarán en la trepidante cuenta atrás que serán para Daniel las horas previas al evento…

 

José Vázquez estudió Ciencias de la Información en Santiago de Compostela y ha colaborado con diversos medios (Radio Ser Vigo, La Opinión de A Coruña, Taller de Editores, Tierravoz). Con la editorial Puntos Suspensivos coordinó y dirigió, durante tres años, la revista de periodismo social La Contraportada, que posteriormente evolucionó a un periódico del mismo nombre, de la mano de la Asociación Ye Too Ponese. Con esta organización, de la que es voluntario, ha desarrollado diferentes proyectos sociales y culturales. Ha publicado cuentos y colaborado en el guión de varios cortos, entre ellos, “Los superhéroes no pagan impuestos”. Si no te veo en 25 horas, me muero, es su primera novela. 

Julio Paredes, Premio Nacional de Novela 2020

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Julio Parades. Foto: Cortesía Ministerio de Cultura



“Es una novela con un trabajo metaliterario sutil, en la que se habla, de manera metafórica, sobre el oficio de escribir mientras se cuenta la historia”, destacó el jurado del premio al elegir a la novela Aves inmóviles (Alfaguara), del escritor bogotano Julio Paredes, como la ganadora del Premio Nacional de Novela 2020 que entrega el Ministerio de Cultura y que está dotado de $60 millones de pesos.

Tras conocer la noticia, Paredes afirmó que “Este es un reconocimiento muy importante para el oficio, para lo que yo vengo trabajando hace varios años. También por el nivel que tiene y por el tipo de novelas publicadas durante los dos últimos años por distintas editoriales. Por otro lado, considero que no solo es fundamental el reconocimiento, sino que también es una manera para convencerse de seguir adelante”.

El jurado, conformado por la escritora argentina Claudia Piñeiro, la escritora colombiana Pilar Quintana y el académico colombiano Mario Barrero, resaltó que Aves inmóviles “construye un universo ficcional autónomo, con una muy bien lograda construcción de la voz narrativa, de los personajes, de la intriga vital del narrador. En ese ámbito se produce una reflexión sobre la profesión del personaje que es, a la vez, un ejercicio literario que se pregunta por las posibilidades de la creación estética”. Es una novela con un trabajo metaliterario sutil, en la que se habla, de manera metafórica, sobre el oficio de escribir mientras se cuenta la historia”.

La novela cuenta la historia de un taxidermista que recibe el encargo de embalsamar un caballo de paso fino. Ese encargo y la sospecha de sufrir una enfermedad terminal, generan una serie de reflexiones sobre su vida, sus relaciones y su familia. Es una obra en la que la inminencia de la muerte detona la necesidad de contar la historia.

El jurado también destacó las calidad de las novelas finalistas que competían por el premio: Cómo maté a mi padre, de Sara Jaramillo Klinkert;Dos aguas, de Esteban Duperly, El médico de Pérgamo, de Orlando Mejía Rivera y Guayacanal, de William Ospina.


Julio Paredes ha publicado los libros de cuentos Salón Júpiter y otros cuentos (1994), Guía para extraviados (1997), Asuntos familiares (2000), Artículos propios (2011), Escena en un bosque (2011), Antología nocturna (2013) y Relatos impares (2018); tres novelas: La celda sumergida (2003) y Cinco tardes con Simenon (2003), reeditada en 2014 con el título Encuentro en Lieja, y Veintinueve cartas. Una autobiografía en silencio (2016); la biografía Eugène Delacroix, El artista de la Libertad (2005). Ha traducido más de veinte títulos, entre ficción y ensayo.

El ganador del Premio Nacional de Novela Publicada 2020 de MinCultura, fue director editorial de libros de referencia —enciclopedias y diccionarios temáticos— para Editorial Norma, entre 1995 y 1999; coordinador editorial del programa Libro al viento, entre el 2006 y 2012, para la Alcaldía Mayor de Bogotá. Parte de su obra ha sido traducida al inglés, francés, italiano y árabe. Ha sido profesor de cátedra en la Universidad de los Andes y en la Universidad Javeriana. Trabajó como tutor en la Maestría de Escrituras Creativas de la Universidad Nacional de Colombia y en el programa de creación de la Universidad Central. Entre 2011 y 2013 fue director editorial del Instituto Caro y Cuervo. Desde 2013 hasta la fecha es el Editor General de la Universidad de los Andes.

 

Sobre el Premio Nacional de Novela 2020

Entre las 72 novelas recibidas, este año se habilitaron 57 obras concursantes para el premio, todas ellas escritas por autores colombianos y publicadas, en su primera edición, entre el 2018 y 2019. Las otras cuatro novelas finalistas fueron Dos aguas (Angosta), de Esteban Duperly; Guayacanal (Literatura Random House), de William Ospina; Cómo maté a mi padre (Angosta), de Sara Jaramillo; y El médico de Pérgamo (Universidad de Caldas), de Orlando Mejía Rivera.

El Premio Nacional de Literatura del Ministerio de Cultura, que se entrega un año al género de novela y al siguiente al de poesía, tuvo como ganador en el año 2018, a Roberto Burgos Cantor, y en 2016, a Octavio Escobar Giraldo.

 

La Memoria donde ardía de Socorro Venegas

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Un libro lleno de historias que desgarran y dejan huella en el lector, retazos que vuelven después de concluida la lectura.

 

Por: Pablo Concha*

Dos desconocidos, una viuda reciente y un hombre que perdió a su familia, se encargan cada uno de la mudanza del otro para evitar sentir “la voraz memoria de los objetos”. Una niña que, instigada por su mamá, busca a su padre cada mañana en las cantinas del barrio. Una mujer a punto de dar a luz que recibe de su amante una serie de correos que contienen pedazos de un oscuro lienzo. Un par de niños enfermos terminales que se acompañan y se dan ánimo. Una mujer que es incapaz, por más empeño que ponga en ello, de derramar una lágrima por su esposo muerto. Unos niños ciegos que, poco a poco y sin explicación, van invadiendo una escuela primaria y la forma cómo reaccionan los otros ante este ultraje. Una mujer que huye de su hijo recién nacido y de su vida a bordo de un tren en mitad de la noche. Historias como estas son las que van a encontrar los lectores que ingresen a La memoria donde ardía de la escritora mexicana Socorro Venegas, publicado por la editorial independiente española Páginas de Espuma.

“¿Estaremos hechos más de lo que olvidamos que de aquello que recordamos?” La memoria, la depresión posparto, la viudez, lo horrible y desesperante de no sentir amor por un recién nacido, el tormento de los recuerdos suscitados por los objetos, las vivencias asociadas a ellos, son los temas que transitan por esta colección de diecinueve relatos cortos que hunden al lector en el dolor, en la incomprensión de unas situaciones y en las epifanías resultantes.


La memoria donde ardía es un libro corto, más grande por dentro que por fuera, lleno de historias que desgarran y dejan huella en el lector, retazos que vuelven después de concluida la lectura.


Venegasva directo a la situación dramática y la presenta sin rodeos, utilizando una prosa poética y a la vez directa, precisa, que causa una curiosa sensación en el lector: la tristeza de contemplar una bella obra que muestra una realidad dura pero real. El contraste entre esas emociones opuestas, el descubrimiento de que la redención duele, el lenguaje que abre puertas. La memoria donde ardía es un libro corto, más grande por dentro que por fuera, lleno de historias que desgarran y dejan huella en el lector, retazos que vuelven después de concluida la lectura.

Un tema esencial que es retratado con una honestidad implacable es la maternidad y toda la incomodidad que provoca. ¿Y si una madre no siente ese amor o bondad infinitos hacia su hijo recién nacido? ¿Cómo se puede llenar ese hueco que queda después del parto? ¿Cómo ve la sociedad a una madre que no disfruta estar con su hijo y que ni siquiera puede amamantarlo? La protagonista del relato “Vía láctea” lo manifiesta de forma efectiva al decir: “¿Sabe? El dolor es algo misterioso. No termina con el parto. Es infinito”. Varios cuentos abordan estas preguntas en torno a la maternidad y su problemática e incomprensión: “El nadador infinito”, “La gestación”, “Anagnórisis”, “El hueco” y “Real de catorce” se adentran en la psique de algunas mujeres que experimentan esta vivencia de una forma opuesta –y acaso más real– a la comúnmente retratada. Otra preocupación fundamental de la autora es lo difícil de continuar la vida luego de la pérdida del cónyuge y este asunto, con algunas variaciones, se muestra en relatos como “Pertenencias”, “La memoria donde ardía”, “Historia de una lágrima” y “La música de mi esfera”.


(...) es una obra nostálgica que examina las heridas del pasado atentamente e invita a los personajes –en su mayoría mujeres– a estrechar el dolor de esa pérdida, la pena que detiene la respiración, para de alguna manera superar esa situación y poder seguir adelante, seguir sobreviviendo.


La memoria donde ardíaes una obra nostálgica que examina las heridas del pasado atentamente e invita a los personajes –en su mayoría mujeres– a estrechar el dolor de esa pérdida, la pena que detiene la respiración, para de alguna manera superar esa situación y poder seguir adelante, seguir sobreviviendo. Es un libro que se suma al impresionante catálogo de la editorial Páginas de Espuma, especialista en publicar cuentos y que tiene en su catálogo a otros autores como Samanta Schweblin, Andrés Neuman, Eloy Tizón, Guadalupe Nettel, Antonio Ortuño y María Fernanda Ampuero, entre otros.

Esta obra es distribuida en Colombia por Plaza & Janes editores y está disponible en las principales librerías del país. 

 

 

*Pablo Concha es un escritor colombiano, autor de los libros de cuentos Otra Luz y La piel de las pesadillasy colaborador literario en Libros & Letras y otros medios culturales.

Un corazón demasiado grande y la presentación de la escritora Eider Rodríguez al público

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Un corazón demasiado grande, el libro de presentación de la escritora española Eider Rodríguez al gran público. 

 

Por Pablo Concha*


Si muchos no reconocen o identifican su nombre, no se preocupen, la autora es poco conocida en Colombia. Este libro contiene los seis relatos que componen originalmente Un corazón demasiado grande (Random House, 2019), el libro más reciente de la escritora, más una sección titulada «Otros relatos», donde encontramos una selección de 14 de sus mejores cuentos, publicados originalmente en euskera (idioma hablado en el País Vasco y en la zona vascófona de Navarra y en unas partes de Francia), en los últimos quince años.

La mayoría de estos cuentos se desarrollan en Hendaya (donde reside Rodríguez) y tratan, en mayor o menor medida, de las razones o sentimientos detrás de lo que las personas deciden mostrar a los demás, de lo que comparten con los otros. En sus palabras: «relatos que habitan una zona fronteriza entre lo sano y lo insano». Una mujer acepta la incómoda tarea de cuidar a su ex marido, enfermo terminal, a pesar de llevar veinte años separados y sin apenas haber intercambiado un mínimo contacto en ese tiempo. Una mujer joven guarda en una pecera el mioma extirpado de su útero y empieza a observar los curiosos y peculiares cambios que experimenta. Unos vecinos solo se relacionan a través del comportamiento de sus gatos. Una mujer contacta a un experto para que la ayude a ejecutar su suicidio. Una joven observa el nacimiento de la demencia en su madre y la asume de manera estoica. Una actriz siente que su carrera, y su vida entera, han terminado después de dar a luz.


«(...) se mueve en una geografía diferente, tanto externa como interna, al explorar la importancia de las fronteras físicas y psicológicas y la manera como estas afectan el comportamiento»


Esta antología de cuentos de Eider Rodríguez es un interesante punto de partida en la obra de una escritora que no estaba en el radar de la mayoría de lectores, y que se mueve en una geografía diferente, tanto externa como interna, al explorar la importancia de las fronteras físicas y psicológicas y la manera como estas afectan el comportamiento. El desgaste del vínculo del matrimonio: «Tras trece años no sé si es mi marido o mi primo». La falta de entusiasmo y el amor infinito después de dar a luz: «Desde que parí no me he curado. Y lo que es peor, no creo que vaya a curarme. Soy crónica». El cansancio ante la vida: «Imposible negar que me siento engañada. ¿Es esto la vida? ¿Esto es todo? ¿Tanta vuelta para esto?».

La escritora, también docente de literatura en la universidad del País Vasco, es la creadora, entre otros títulos, de Y poco después ahora (2007), Carne (2007) y Un montón de gatos (2010).

Un corazón demasiado grande es un libro sincero, que muestra la belleza y el dolor de la existencia, la contradicción entre las emociones, y la realidad sin filtros, con historias que parten de situaciones cotidianas, normales, pero que experimentan giros que nos obligan a examinar aspectos incómodos de las relaciones personales. Uno de sus mayores logros es que muestra la complejidad de nuestras emociones con pocas palabras. Hay líneas que duele leer por lo reales y descarnadas que son.

Los mejores cuentos: «Un corazón demasiado grande», «Hierba recién cortada», «Paisajes», «Gatos», «La muela», «Preferiría no tener que mentir», «Viaje a la semilla» y «La semilla».


«Uno de sus mayores logros es que muestra la complejidad de nuestras emociones con pocas palabras. Hay líneas que duele leer por lo reales y descarnadas que son.»



*Pablo Concha. Escritor colombiano, autor de los libros de cuentos Otra Luz La piel de las pesadillas y colaborador literario en Libros & Letras y otros medios culturales.

Relato: Abismos en el espejo

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Por: Angélica Villalba Cárdenas*


4:00 a.m. Suena el despertador y he dormido poco. Abro los ojos y veo el horario de hoy, las citas del día. Salto de la cama al clóset, busco los tenis y prendo el computador. Tengo 45 minutos para terminar la rutina, 44 para ser exacta, porque me demoré 59 segundos en escoger los zapatos apropiados para hacer cardio. Entreno como bestia, mientras miro el espejo y otra vez, las piernas heridas con rasguños subiendo desde los tobillos hasta las rodillas. Son unas líneas finas, rojas y desordenadas. Desconozco quién me lastima, pero no tengo tiempo de averiguarlo.

Las pulsaciones aparecen en el reloj digital: 120 por minuto ¡Maldita sea! El corazón traiciona hasta a los que se jactan de tener el control de su vida, estoy segura, por eso pongo las manos sobre el pecho para detener ese huracán cardíaco. Me aplico la crema hidratante sobre los arañazos de mis piernas, ahora convertidos en delgadas costras y siento como arde la piel desde adentro. Cierro los ojos para manejar el dolor, disminuirlo, transformarlo en una sensación placentera.

Intento peinarme, pero la impaciencia cae en forma de pelo negro sobre el piso del baño. Luego descubro espacios vacíos en mi cabeza. Estos círculos son abismos hacia el interior de mi cordura. A veces pienso que las frustraciones y envidia de algunos compañeros de trabajo quieren lastimarme. De ahí los rasguños… 

 

"Al terminar la mañana, mi cara es gobernada por una sonrisa de dientes afilados, iguales a los de un tiburón hambriento de prestigio."



Sé que debo llegar a la oficina temprano para organizar la presentación. Me hago una moña para disimular miradas y rumores. Ya en el carro repaso el discurso, memorizo algunas frases, las más importantes para darle dramatismo a la presentación. Conduzco muy rápido por la autopista, no lo hago porque esté retrasada, es otra persona quien hunde el acelerador.

Tengo tres reuniones con clientes y proveedores, una tras otra, sin descanso. Al terminar la mañana, mi cara es gobernada por una sonrisa de dientes afilados, iguales a los de un tiburón hambriento de prestigio. Mis jefes aplauden los cinco negocios cerrados y, de nuevo, soy la estrella de la firma; sin embargo, siento el vacío, la nada. Entonces, un impulso me lleva hasta el espejo, de cuerpo completo, ubicado en el baño del último piso de la empresa. El lugar oculto, íntimo, mío.

Bajo el pantalón para verme los arañazos y ahora suben, en líneas rectas, por mis muslos. Luego suelto la moña y el reflejo muestra nuevos abismos, por eso, saco del bolso la afeitadora que compré hace unos días en el supermercado y, al moverla, disfruto el paso de la cuchilla sobre el cuero cabelludo.  El pelo débil cae al piso, despacio, como un perdedor. Al mismo tiempo, ella, la locura, me susurra al oído: “Este es el precio del éxito, qué más da”.



Ilustración Sofía Solórzano (@sofiaenletras)
 
*Angélica Villalba Cárdenas. Periodista. Ganadora del Primer concurso de relato y poesía creativa Libros & Letras. (
angelicavillalbac)


Luz Mary Giraldo: “Adoraría que estos tomos sean vistos como una carta de presentación de nuestra historia literaria”

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Luz Mary Giraldo. Foto: Archivo autora.     

Presentación del tomo III de Cuentos y relatos de la literatura colombiana


Por: Pablo Hernán Di Marco*


Suelo olvidar cómo me llegaron muchos de mis libros, incluso muchos de mis libros más queridos. ¿Los compré? ¿Me los regalaron? ¿Se trasladaron a mi biblioteca de modo misterioso? Sin embargo recuerdo muy bien el momento en que Cuentos y relatos de la literatura colombiana llegó a mi vida. Fue en 2014, durante una tarde ardiente en Neiva. Luz Mary Giraldo—antóloga del libro— me entregó ambos tomos como quien entrega un tesoro, y me dijo: “Yo sé que tú sabrás valorarlos”. Comencé a leerlos durante mi vuelo de regreso desde Bogotá hacia Buenos Aires, y no logré desprenderme de ellos por varias semanas. Más allá de mi amor por Rivera, Isaacs y García Márquez, confieso que recién logré comprender la compleja hondura de la literatura colombiana a partir de la lectura de esos dos tomos.


Por lo tanto fue grande mi felicidad cuando el mes pasado Luz Mary me contó que en cuestión de días llegaría a librerías el esperado tomo III de esa antología. Y había más: Luz me invitaba a moderar la presentación virtual organizada por Fondo de Cultura Económica en las que nos acompañarían dos de los escritores que integran la antología, Alejandra Jaramillo y Guido Tamayo.


Lo que debió ser una presentación formal, devino en una conversación amena y entretenida que giró en torno a lo que representa esta trilogía a la que me animé a definir como “la gran novela colombiana”. Les comparto algunos pasajes de nuestra charla:  

 

Pablo Di Marco: ¿Si hoy tenemos la posibilidad de reunimos en torno a este tomo III es porque antes tuvimos un tomo I y II. ¿Cómo nació este proyecto, Luz?

Luz Mary Giraldo: Nació por el interés de Juan Camilo Sierra, que hacia 2002 me preguntó si deseaba hacer una antología de cuento colombiano contemporáneo. Yo acababa de publicar antologías con Seix Barral y Alfaguara, y hacia fines de los 90’ también había publicado con Fondo de Cultura Económica en México una antología llamada Nuevo cuento colombiano. Cuando Juan Camilo me propuso esta nueva aventura yo la acepté, pero en el proceso nos dimos cuenta que no valía la pena limitarnos a autores contemporáneos, sino que había que mirar para atrás. Y decidí empezar como lo hacen todas las historias de la literatura: con mitos, con textos que llamamos de tradición arcaica, y de ahí pasé a los relatos de la colonia, después a los relatos costumbristas del siglo XIX, y al fin abordé el siglo XX. El tomo I llega a su clímax con Gabriel García Márquez. A partir del tomo II me topé con el desafío de organizar la multiplicidad de voces destacadas que surgió a partir de García Márquez.

PHD: Y así llegamos al tomo que hoy nos convoca.

Luz Mary: El tomo III retoma el tomo II, y lo actualiza con autores que ya estaban establecidos durante la confección de aquel tomo, más algunos recientes y otros nacidos incluso en los años 90’. Este tomo III dialoga perfectamente con el tomo II y establece vínculos y rupturas con el tomo I. No sobra decir que este tercer tomo se hizo realidad gracias al equipo actual de Fondo de Cultura Económica en Colombia, y su directora Gabriela Rocca.

PHD: Ya que estamos hablando de diálogo y ruptura, díganme, Alejandra y Guido: ¿en qué se asemeja y diferencia la escritura de ustedes con aquellos cuentos que encontramos en los dos tomos anteriores?

Guido Tamayo: A mí me sorprende la cantidad de buenos cuentistas tanto como el modo en que conviven generaciones tan distintas. Dentro de esta diversidad no es sencillo ubicarse. Desde lo temático yo me siento cercano a la línea de la violencia intrafamiliar, de las familias disfuncionales. La tradición de estos cuentistas tiene una diversidad impresionante. El pasado cuentístico de la literatura colombiana resulta insuficiente para explicar las propuestas de estos nuevos autores. Acá encontramos una literatura universal alimentada también por el comic, la televisión, el cine, la literatura existencial, el horror… Este tomo III me hace sentir contemporáneo de un buen número de cuentistas a los que quisiera ser capaz de copiar un poco.


El pasado cuentístico de la literatura colombiana resulta insuficiente para explicar las propuestas de estos nuevos autores”


Alejandra Jaramillo: Estoy fascinada tras leer los cuentos de este tomo III. Su lectura me despierta el deseo de salir corriendo a dictar un curso sobre literatura colombiana basado en este tomo. Tú Pablo me preguntas sobre las diferencias. Voy a nombrarte algunas características que encuentro interesantes de este libro: uno es que el cuento actual pareciera no buscar la esfericidad sino algo más amorfo. Encuentro muchos textos que apelan al vacío como forma. Y también encuentro otros cuentos que buscan la acumulación, ese es un tipo de cuento que a mí me encanta, creo que tiene que ver con lo que Alice Munroha hecho con todos nosotros. La literatura se construye de a muchas manos, y Luz Mary ha sido capaz de llevar la literatura contemporánea colombiana a las universidades.

PHD: Y Luz lo hace sin esa solemnidad tan usual en el ambiente literario, sin esa pomposidad que lo único que logra es alejar al otro. Luz, a partir de una sonrisa, a partir de un modo ameno de decir las cosas, atrae, tiende puentes.

Alejandra Jaramillo: Así es, Pablo. Otra característica de estos nuevos cuentos es que no encuentro una presencia tan abrumadora del conflicto armado y de la violencia colombiana. Y eso me parece interesante y a su vez me da miedo. Porque, ¿qué nos está pasando? Pareciera que todos nos soltamos de ese tema. Es un momento de pensar otra vez nuevas formas de contar.


“La literatura se construye de a muchas manos, y Luz Mary ha sido capaz de llevar la literatura contemporánea colombiana a las universidades.”


Guido Tamayo: Esa ausencia a escribir sobre el conflicto armado se ha desplazado a otras violencias que son por supuesto ecos de la gran violencia histórica colombiana. Ya no se pone el foco en el conflicto armado sino en violencias soterradas, más sutiles pero no menos espantosas. También noto una despreocupación de los nuevos autores por la historia única, se busca no contar solo una historia, y también noto un gran cambio en los finales de los cuentos. El final del cuento ya no le pertenece solo al autor sino también al lector. El silencio cada vez ocupa más espacios en el nuevo cuento. El cuentista ha aprendido a callar, a darle mayor participación al lector.

Alejandra Jaramillo: Y hoy, que la literatura pareciera esforzarse por ser políticamente correcta, me encanta que haya tantos cuentos que busquen incomodar.

PHD: Cepeda Samudio, Mutis, García Márquez… ser incluido en esta antología es un orgullo pero también una responsabilidad. Si yo fuese parte de esta trilogía, más allá de sentirme halagado, también  sentiría que debo ser capaz de heredar un legado así de rico.

Guido Tamayo: Es así, sin dudas. Pero deseo aclarar que hay una parte de esa herencia que me interesa mucho, y hay otra parte de la que me voy a liberar. Uno debe asumir la responsabilidad de seleccionar su herencia, y eso hago. Y no olvido que esa herencia no es solo colombiana sino también mexicana, argentina, peruana, chilena… Porque por fortuna esa cuestión restrictiva tan típica colombiana va quedando atrás.

Luz Mary: Quisiera agregar algo para complementar lo que dijo Guido. Durante los cinco años de trabajo que me llevó la preparación de este tomo III, me preocupaba que estos cuentos fuesen más allá de los temas nacionales. Yo deseaba que en este tomo se encuentren ecos no solo de literaturas latinoamericanas como las que menciona Guido, sino también de otras, como por ejemplo la sajona.

PHD: Los escritores son imprescindibles. Pero también sabemos que son seres sensibles, egocéntricos e inseguros. Luz, ¿cómo te manejaste con las tristezas y reclamos de los escritores que se quedaron fuera de la antología?

Luz Mary: Cómo me estoy manejando, querrás decir. La respuesta es simple: estoy acostumbrada. No son pocos los autores que me reclaman por qué no han sido incluidos. Hay que entender que toda antología es personal, y es tan grande la cantidad de escritores que es imposible contenerlos a todos. Nadie está excluido de mis trabajos y mis lecturas, tan solo he debido dejar a algunos de lado simplemente porque no cabían dentro de lo que yo me proponía hacer. Hay que entender que cada cual tiene su propio criterio, y yo tengo el mío. Por supuesto que me quedaron buenos autores fuera, pero nadie me puede acusar de que yo no he escarbado y trabajado lo suficiente. Pero ya mismo estoy preparando una nueva antología, y no para darle contentillo a quienes se quedaron afuera sino brindarle espacio a nuevas tendencias que existen dentro  de la literatura colombiana.


“No son pocos los autores que me reclaman por qué no han sido incluidos. Hay que entender que toda antología es personal, y es tan grande la cantidad de escritores que es imposible contenerlos a todos.”


Alejandra Jaramillo: Es importante diferenciar que una cosa es la selección de una entidad oficial o el catálogo de una entidad pública, y otra cosa es la selección de una antóloga como Luz Mary. Ella no debiera darle cuenta a nadie de su proceso de selección. A veces creo que a Luz se le cae duro porque no hay tantas personas que realicen antologías de este tipo. Si tuviéramos más personas haciendo esta labor podríamos tener una conversación entre diferentes antólogos. No sé Pablo si has conversado de esto con Luz Mary, pero durante los últimos veinte años la literatura colombiana ha sumado una gran cantidad de nuevos escritores. Las maestrías en escritura creativa y los programas de creación literaria han creado un auténtico boom de la literatura colombiana. Y todo eso me hace pensar lo difícil es para Luz Mary poder decidir a quién incluir en cada antología.

PHD: Te cuento algo, Alejandra. Con Luz tenemos un amor en común: Joan Manuel Serrat. Y el catalán dice en uno de sus versos: “De lejos dicen que se ve más claro”. Desde mi distante Buenos Aires yo les puedo asegurar que la literatura colombiana hoy hierve, vive, brota. Eso es significativo, y no sucede en todas partes.

Luz Mary: Es cierto. Y, ¿saben una cosa? Yo amo a estos libros así como amo el trabajo de los autores incluidos en cada uno de ellos. Cada vez que viajo a algún país llevo varios juegos de esta antología. Llego a destino, abro las maletas, saco mi ropa, y de inmediato saco varios de estos tomos. Y los hago circular. Y lo hago porque considero que estos libros pueden ser una carta de presentación de nuestra literatura y de nuestros autores en todas partes del mundo.

PHD: Es lo que hiciste conmigo cuando nos conocimos en 2014. Me entregaste los dos primeros tomos de esta antología como quien entrega un tesoro. Cambiemos de tema: quienes aspiramos a ser buenos lectores sabemos que todo libro contiene a una historia principal, y también a una historia solo en apariencia secundaria, que se va desenvolviendo con el correr de las páginas. Luz, más allá de la calidad literaria, ¿qué une a los tres tomos?

Luz Mary: En los dos primeros tomos late mi deseo de mostrar quiénes éramos y dónde estábamos. Y a partir este tercer tomo surge la certeza de saber que abandonamos la regionalidad para volvernos más universales.  

Guido Tamayo: Hay una universalidad natural en este tomo III. Yo diría que este tomo confirma que los autores que lo integran ya no son solo colombianos sino universales.

PHD: Para ir cerrando me gustaría señalar algo que tal vez pueda parecer una locura: yo creo que esta trilogía de cuentos y relatos bien puede ser vista como la gran novela colombiana. Una novela caleidoscópica que en la introducción del tomo I nos habla de los relatos de la tradición arcaica y en el desenlace del tomo III nos acerca a autores nacidos en los 90’.

Luz Mary: Me halaga lo que dices.

Guido Tamayo: Propongo hacer una nueva presentación en casa de Pablo, así también conversamos sobre cuento argentino.

Luz Mary: ¡Nos vamos todos a Buenos Aires!

PHD: Están todos invitados. Es más, yo creo que debiéramos salir los cuatro de gira, bien podríamos presentar este libro por Colombia, México, Argentina, Chile… ¿Quisieras decir algo más, Luz?

Luz Mary: Quisiera decir que esta antología me hace feliz. Adoraría que estos tomos sean vistos como una carta de presentación de lo que somos, una carta de presentación de nuestra historia literaria y por ende de la historia de este país. Y quisiera dedicar esta publicación a mis colegas y a la gran cantidad de estudiantes que me acompañaron a lo largo de toda mi vida.


“(…) este tomo confirma que los autores que lo integran ya no son solo colombianos sino universales


El tomo III de Cuentos y relatos de la literatura colombiana (Fondo de Cultura Económica) se encuentra a la venta en librerías de toda Colombia. Y próximamente llegará a librerías de México, Argentina y Chile.


*Pablo Hernán Di Marco.  Desde Buenos Aires trabaja vía internet en la corrección de estilo de cuentos y novelas. Autor, entre otras novelas Las horas derramadasTríptico del desamparo. Colaborador literario de la revista Libros & Letras 

Lorenzo Morales publica libro y realiza exposición sobre las formas de vida en Bogotá

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Lorenzo Morales.  

“Quería entender a los otros, a partir del hecho de estar con ellos”

Conversación con el periodista, investigador y profesor asociado del Centro de Estudios en Periodismo – CEPER de la Universidad de los Andes sobre las crónicas que inspiraron un libro y la nueva exposición temporal del Museo de Bogotá.

Vista desde la calle durante la temporada de invierno, una lámpara encendida en cualquier casa de Nueva York despertaba la curiosidad de Lorenzo Morales por saber quién vivía en ese lugar, por qué lo habitaba, de dónde venía y cuál era su vida.

Ahí, dice él, “surgió el germen de atravesar ventanas y entrar a las casas” para hacer esas preguntas, aunque encontró respuestas lejos de la ciudad donde trabajó como reportero político en el diario La Prensay en la National Public Radio. Bogotá le ofreció a Lorenzo Morales, de 2016 a 2020, treinta hogares que le abrieron las puertas en diferentes localidades de la ciudad, ocupados por personas que no saben qué es una temporada de nieve, pero buscan resguardarse del frío todos los días, y algunas que atesoran el recuerdo de la brisa marina, entre muchas otras.

Las crónicas que surgieron del recorrido de Morales, en el cual lo acompañaron Juanita Escobar, Nadège Mazars, Miguel Winograd y Mateo Pérez (su equipo de fotógrafos), inspiraron la exposición “Adentro. Formas de vida en Bogotá”, que el Museo de Bogotá tendrá abierta al público del 22 de noviembre de 2020 a junio de 2021, y que la Universidad de los Andes y el Instituto Distrital de Patrimonio Cultural – IDPC presentarán en un libro que lleva el mismo nombre de la exposición. 

Aunque no entramos a su casa, dialogamos con Lorenzo Morales sobre el género de la crónica, la empatía y acerca de lo que se privilegia y se margina al narrar Bogotá.

Museo de Bogotá:¿Por qué fijarse en unas casas para contar las historias de quienes las habitan?

Lorenzo Morales:Nuestras casas dicen mucho de nosotros. En ellas están encerradas nuestras vidas. Incluso lo que vamos dejando atrás, a veces queda guardado en la casa: un mueble, un libro, un cuadro, una mesa o una silla que tiene una historia. Y aunque esa ya no sea nuestra vida, la seguimos atesorando. Eso era lo que quería mirar y entender. Además, siempre he tenido ese espíritu fisgón que me deja la inquietud sobre cómo viven las personas.  

MdB:¿De qué le sirvió ese espíritu fisgón para este proyecto?

LM:Fisgoneo con el ánimo de conocer a los demás, no como el simple “chismógrafo” o el voyerista que se quiere asomar por una rendija, sino pasar un tiempo con las personas y conocerlas, por supuesto de manera fugaz. Lo que traté con estas visitas siempre fue entender cómo la gente se relaciona con el espacio en el que vive. Creo que algunas historias están más enfocadas en las personas y fue más difícil relacionarlas del todo con sus espacios, pero hay otras que tienen como eje la casa misma. En todas las historias, la inquietud fue la de siempre: de qué manera el lugar en el que vivimos dice algo de nosotros, pero también cómo nosotros convertimos ese lugar en lo que es.

MdB: ¿Y por qué recurrir a la crónica para contar esas historias?

LM:La crónica me permitió generar esa sensación doméstica de sentirse en casa. Además, era el género que más flexibilidad me daba para contar historias pues nunca sabía yo del todo con qué me iba a encontrar. A las familias que entrevisté no las conocía, entonces siempre había una dosis de incertidumbre y la crónica permite escoger estilos: en algunas de las historias que escribí soy el narrador, en otras dejo que los personajes narren, algunas son más poéticas y otras crónicas son más secas y directas, en un lenguaje más periodístico. Tal vez mi propia fatiga salvó a lector de tener treinta crónicas que fueran iguales, aunque las historias fueran diferentes. Eso significa que hay una cierta variedad en el tono y en el estilo, porque yo también me cansaba de hacer lo mismo en cada casa. Además, hay que tener en cuenta que en este proyecto tardé cuatro años y en ese tiempo un autor cambia y la huella de eso queda en el resultado final.

MdB: ¿Cuál es la ventaja de trabajar el periodismo con la calma que usted tuvo para la creación de estas crónicas?

LM:Yo he trabajado también en lugares con un ritmo más acelerado y debo decir que, aunque se sufre, hay una cierta gratificación del día a día. En Nueva York trabajaba en un diario que tenía un ritmo bastante intenso, por ejemplo. Pero cuando uno busca hacer algo más que simplemente dar una noticia y quiere contar de forma más profunda la historia de alguien, se necesita un ritmo diferente. Los periodistas podemos ser un poco atropellados con nuestros personajes o con nuestras fuentes y creo que eso hubiera sido contraproducente para este proyecto. Yo quería entender a los otros, a partir del hecho de estar con ellos y dedicarles tiempo. Esa es una de las claves de la crónica: estar ahí y pasar tiempo.

MdB: En esos cuatro años que dedicó a su trabajo, ¿qué puede decir del pasado reciente de Bogotá y de su presente?

LM:Si se trata de cambios, los vi, pero no tanto porque la ciudad se transformara, sino porque hicimos un esfuerzo de ir a los barrios y localidades fuera de nuestros recorridos habituales. Puede que sea la de otros, pero de nuestra Bogotá [la de los fotógrafos y Lorenzo Morales] no lo eran. Fue un descubrimiento de una nueva ciudad. 

MdB: Por cierto, cuando se narra Bogotá, ¿cree que hay sectores que se privilegien sobre otros? ¿Hay lugares de Bogotá que estén marginados de ser narrados, inclusive con sus habitantes?

LM:Son preguntas que me inquietan como periodista, porque en general creo que la producción de información tiene unos polos muy marcados de dónde se origina esa información: en Colombia surge de las grandes ciudades y hay unos territorios inmensos donde no hay medios de comunicación, como diarios o emisoras, con los que podamos conocer las historias de esos lugares. De hecho, a escala de ciudad se repite lo mismo que en el país: hay zonas que tienen mayor cubrimiento que otras. Tal vez depende de la ubicación de las sedes de los periódicos o las emisoras y de los recorridos mismos de los reporteros. Inevitablemente, en una ciudad de más de 8’000.000 de habitantes, no podemos estar en todas partes y hay una tendencia a cubrir más unas áreas y dejar por fuera otras. Un caso evidente en las crónicas es Sumapaz, se nos olvida que es parte de la ciudad por su condición rural y no hay nadie que le cuente al resto de la ciudad lo que pasa en la localidad. Es una ciudad olvidada y perdida para las grandes narrativas de Bogotá. Lo mismo pasa con las élites: el periodismo cuenta muy poco el privilegio. Yo busqué hacerlo en las crónicas.


"El libro uno puede recorrerlo sentado. En este caso, pensé la publicación como un recorrido que llevara al lector a las casas más pequeñas y luego a las más grandes, en parte porque me parecía interesante que se rompiera el prejuicio de la casa pequeña habitada por el más pobre y la más grande ocupada por el más rico." 


MdB: ¿Qué similitud puede encontrar usted entre un libro y un museo?

LM:En que ambos son un recorrido. El museo plantea una experiencia con todo el cuerpo: entras a una sala, luego a otra, caminas por el museo, te detienes a mirar. El libro uno puede recorrerlo sentado. En este caso, pensé la publicación como un recorrido que llevara al lector a las casas más pequeñas y luego a las más grandes, en parte porque me parecía interesante que se rompiera el prejuicio de la casa pequeña habitada por el más pobre y la más grande ocupada por el más rico. Hay algo de eso, pero en las crónicas uno encuentra que hay personas no tan ricas que tienen el privilegio de vivir en espacios muy amplios y viceversa: gente que puede vivir en casas mucho más grandes, pero no lo hacen. Uno de los personajes que entrevisté dijo que no vivía en un espacio más amplio “para no meter mugre”.

MdB: A propósito de los personajes que entrevistó:  Susana Sánchez le preguntó durante la conversación que tuvo con ella y con su hija, Susén, si la entrevista se iba a convertir en algo “real” y eso a usted lo confrontó. ¿La exposición puede significar una dosis de “realidad”?

LM: Para mí ese suceso fue una parte importante de todo el proceso del libro, en parte por la franqueza con la que Susana nos lo dijo. Además, lo hizo con fastidio y me pareció una sensación válida que yo le respondí y también a los lectores. Cuando uno cuenta historias siente que está haciendo algo importante y en este caso, como digo en la introducción del libro, es dejar una instantánea de la ciudad. No pretende ser la gran historia de Bogotá, ni el gran relato, pero es eso, una instantánea. Y yo creo (esto puede sonar a frase de cajón) que las historias pueden cambiar al mundo, a las ciudades y a las personas. El simple hecho de verse reflejados, bien sea por similitud o por diferencia con otros, puede aportar una dosis de verdad a lo que somos y a lo que es esta ciudad. 

 

 

 

La cesta de la bicicleta: conversaciones sobre arte, cultura, historia y literatura

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El pasado 12 de octubre Capital Sistema de Comunicación Pública dio inicio a la tercera temporada de su programa Conversaciones en casa, un espacio que, en el formato de una conversación cómoda, cercana y familiar, permite a los espectadores bogotanos conocer múltiples visiones de la vida con charlas amenas sobre una diversidad de temas que hoy, más que nunca, se hace importante discutir. 

Una de las moderadoras es Tatiana Duplat, exdirectora de Señal Memoria y exgerente de la Red Distrital de Bibliotecas Públicas de Bogotá (BibloRed) quien, desde La cesta de la bicicleta, lleva a la audiencia a una serie de conversaciones sobre ambiente, arte, educación, memoria, cultura, historia y nuevas cotidianidades, entre otros. 

Duplat cuenta que el nombre de su programa viene de un blog personal que luego se convirtió en un podcast con RTVC Sistema de Medios Públicos, pensado como una bitácora con reflexiones y formas de ver y pensar el mundo, desde el movimiento de la bicicleta urbana. La metáfora de este medio de transporte, que permite recorrer espacios diversos en el disfrute de lo sencillo y lo cotidiano, revela la intención de este programa: conocer y transitar las múltiples facetas de la vida a través de las percepciones, opiniones y recuerdos de los invitados.

La cesta de la bicicleta se desarrolla en una primera parte a través de diez capítulos que giran alrededor de la construcción de paz. Las reflexiones de Duplat y sus convidados se enfocan en una paz que no se agota en un acuerdo, sino como un proceso que se desarrolla en muchas vertientes y que se edifica no solo con las instituciones sino, de manera fundamental, con los ciudadanos. En sus primeros capítulos la historiadora ha conversado, entre otros, con la fotógrafa Érika Diettes sobre el arte para crear y sanar, con Teresa Saldarriaga sobre creación audiovisual, y con Alexandra Falla, directora de la Fundación Patrimonio Fílmico de Colombia, sobre memoria audiovisual.

En el episodio del lunes 30 de noviembre dialogará con el escritor, periodista e investigador cultural Juan Camilo Rincón sobre la literatura y la construcción de paz, su labor como creador, los libros como espacio de reconciliación, y la labor de Libros & Letras en el impulso a la cultura. La invitación es todos los lunes a las 8 p. m. en Canal Capital.

 

 

“Días y noches del libro”, una iniciativa que invita a regalar libros en Navidad

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Con el propósito de incentivar la compra de libros como regalo de Navidad, la Cámara Colombiana del Libro, en alianza con el Ministerio de Cultura y el Instituto Distrital de las Artes, Idartes realizarán del 5 al 8 de diciembre los “Días y noches del libro”

Serán cuatro días en los que todos los actores de la cadena del libro, editores, distribuidores y libreros se unirán en una sola conversación para invitar a sus lectores a que compren y regalen libros. Esta actividad se hará bajo el lema “Regala luz, regala libros”.

La campaña generará espacios de conversación a través de las redes sociales, en donde los lectores podrán recomendar y crear sus propios menús literarios navideños.

Días y noches del libro” es el momento para conocernos a través de nuestras lecturas, pero también para que apoyemos a las librerías en nuestro país y la mejor forma de hacerlo es comprando libros», aseguró Enrique González Villa, presidente ejecutivo de la Cámara Colombiana del Libro.

 Las actividades del 5 al 8 de diciembre estarán disponibles en la página web de la CCL www.camlibro.com.co/DiasyNochesDelLibro junto con una serie de contenidos relacionados con el libro y la lectura como recomendaciones, lecturas y un mapa en el que se podrán ubicar las librerías de todo el país. Además de acceder a los catálogos Leo Independiente y el de Literatura Infantil y Juvenil, así como a la página de la Librería Colombia. En cada uno de estos espacios se encuentra la oferta editorial colombiana con distintas temáticas, autores y editoriales, para que los visitantes puedan elegir el mejor regalo para esta Navidad.

Programación en  www.camlibro.com.co/DiasyNochesDelLibro


Los cibernautas podrán unirse en las redes sociales con las etiquetas:

#YoRegaloLibros

#ColombiaLee

#YoLeoYRecomiendo

Reseña de Toda la soledad del centro de la Tierra, de Luis Jorge Boone

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Toda la soledad del centro de la Tierra: una novela diferente, con una estructura original, hipnótica en muchos pasajes, que nos invita a leer sin parar

 

Por: Pablo Concha*

 

Toda la soledad del centro de la Tierra de Luis Jorge Boone (México, 1977) es un libro breve y extraño, con una estructura que cambia de tiempo, de voz, y que nos adentra en la mente de un niño pequeño, huérfano, que cree que su poder es ser invisible y que solo anhela, secretamente, encontrar a sus padres y vivir la felicidad que no ha tenido.

 La historia es sencilla: un niño de nueve años, apodado El Chaparro, vive en un pueblo olvidado en el desierto del norte de México, en la casa de la abuela que está repleta de tías y primos. Abandonado por sus padres desde que nació, vive a la deriva, aguantando los malos tratos de la abuela cuando se toma unos tequilas de más. “Pero los golpes que dan los que dicen que te quieren, o los que tú sabes que deberían de quererte, no se olvidan nunca, se entierran nomás, nomás se esconden”. Una noche, decide irse a Los Arroyos, el pueblo más cercano y donde ha oído que están sus padres. En su travesía a pie por el desierto transcurre la novela, intercalada con breves fragmentos, escritos como poesía (Boone también es poeta y ha publicado los poemarios Traducción a lengua extraña, Por boca de la sombra, Bisonte mantra) que explican en parte la situación del pueblo, la decadencia y oscuridad que lo consume. No es claro si estos fragmentos se refieren a sucesos que pasaron antes de la travesía del chaparro o después, ni es claro tampoco quién los narra; parece una voz plural, coral, incluso podría tratarse de una voz espectral venida del más allá. Ese misterio y rareza del texto lo hacen atractivo; el deseo de entender, de saber qué pasa realmente, obliga a leer aunque las respuestas no sean claras, aunque no entendamos del todo qué fue primero, y quede en la imaginación de cada lector la incógnita a resolver luego de la reflexión.

 

«Ese misterio y rareza del texto lo hacen atractivo; el deseo de entender, de saber qué pasa realmente, obliga a leer aunque las respuestas no sean claras, aunque no entendamos del todo qué fue primero, y quede en la imaginación de cada lector la incógnita a resolver luego de la reflexión.»


Otra grata curiosidad es que hay dos fragmentos diferentes en la novela, aparte de los pequeños apéndices poéticos, que casi podrían tomarse por dos cuentos dentro del libro y que solo aumentan nuestro desconcierto ante lo que se narra: “La sangre” y “Los gritos” ahondan en la historia del pueblo, pero no explican del todo la línea temporal, lo cual aumenta el misterio y el interés de quien lee.

Toda la soledad del centro de la Tierra sondea la orfandad, el olvido (“Olvidarnos es la única manera que tenemos los que no nos podemos defender, de fingir que no nos pasan las cosas que nos pasan”), la crueldad que el hombre ejerce contra otros, la vida sin Dios ni ley, la violencia ciega, lo falible de la memoria luego de un trauma, y el miedo a desaparecer. “Pero el miedo es difícil de callar. El miedo no quiere guardar silencio”, “El miedo abre pozos en el aire”.

Hay un pozo misterioso en alguna parte indeterminada, en medio del desierto o en el bosque, que no es claro, fruto de leyendas, y donde un grupo de narcotraficantes (que encarna el mal que carcome al pueblo y a sus habitantes) tira a sus muertos. Un pozo sin fin, donde la oscuridad infinita mora y los recibe; donde se escuchan sus gritos eternamente, “gritos más negros que la oscuridad de la que emergían”.

No es posible entrar en análisis más detallados porque habría que hablar del final y los spoilers no son bienvenidos en lo que a este servidor respecta. Toda la soledad del centro de la Tierra es una novela diferente, con una estructura original que la hace fresca, hipnótica en muchos pasajes y que nos invita a leer sin parar. Luis Jorge Boone es un escritor del que vale la pena estar pendientes.


“Cuando te mueres es cuando más solo te quedas, porque te quedas incluso sin ti”. 



*Pablo Concha. Escritor colombiano, autor de los libros de cuentosOtra Luzy La piel de las pesadillasy colaborador literario en Libros & Letras y otros medios culturales.

La ruptura en el universo de Eduardo Halfon

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El autor nacido en Guatemala y ciudadano de todos los territorios nos entrega una nueva versión de su trabajo en El boxeador polaco.


Por: Juan Camilo Rincón*

Aunque se formó como ingeniero, el escritor guatemalteco Eduardo Halfon ha hecho un interesante recorrido creativo en la literatura, tanto como lo ha hecho en su propia vida. Creció en Estados Unidos, vivió en España y hoy reside en Francia. Conectados y en constante diálogo, sus libros conforman una especie de mapa por la que sería su propia vida, errante y desvinculada de una patria a la que pueda llamar suya. Cada obra es una especie de impresión de diferentes momentos de su existencia, con un elemento en común: la búsqueda de comprender y rastrear la identidad, las raíces, el origen, a veces a través de la música, otras, a través de la escritura.

El boxeador polaco nos lleva por la historia de cómo un número tatuado en el antebrazo de su abuelo dejó de ser un guarismo cualquiera para convertirse en el testimonio de la barbarie, las nubes de humo que dejan todos los cigarros que se fuma en cada página, su impuntualidad, su apodo “Dudú” y la transformación del pianista Milan Rakić. Todos terminan por darle forma a una metaliteratura con varias versiones de una vida en papel y, quién sabe, en la realidad. Halfon nos demuestra entonces que “así, exactamente, es la literatura. Al escribir sabemos que hay algo muy importante que decir con respecto a la realidad, y que tenemos ese algo al alcance, allí nomas, muy cerca, en la punta de la lengua, y que no debemos olvidarlo. Pero siempre, sin falta, lo olvidamos”. Son la literatura y la vida de los finales abiertos.


¿Cómo desarrolla el proceso literario de lle­var su his­to­ria per­so­nal a algo uni­versal?

Eso es un misterio. Nadie sabe cómo es que sucede ese salto inductivo importantísimo de lo individual a lo universal. En lo particular, desde que empecé a escribir en 2003, lo hice escribiendo cosas muy mías; empecé de esa manera, con historias muy personales pero que a la vez son ficción. Creo que quizás una posible respuesta a tu pregunta es que lo que hace que una historia muy personal luego vuele -por decirlo de alguna manera- es la ficción, es la literatura. No te estoy contando una anécdota mía, porque entonces se quedaría en eso. Lo que hace que esa anécdota se convierta en otra cosa es pasarla por el tamiz de la literatura. Ahora, qué es, cómo funciona y cómo se hace eso, nadie lo sabe.

 

Usted afirmó alguna vez que su manera de escri­bir es invi­tar al lec­tor a ser cóm­plice, a escri­bir y reflexionar con usted, y eso a algunos lectores no les gusta. ¿Por qué cree que hay esa resistencia? ¿Por qué la necesidad de una literatura que, de alguna manera, cierre historias y dé respuestas?

Yo vengo del mundo de la ciencia. Soy muy matemático, muy ingeniero, o sea que estoy haciendo una literatura que va en contra de mi naturaleza: no planificada, no cerrada, no resuelta. Yo empiezo a escribir uno de estos cuentos y no sé qué va a pasar, no sé a dónde va, si va a ser corto o largo, y generalmente termina mucho antes de lo que yo esperaba. Pero creo que es algo muy cuentístico lo que estás preguntando. Ser cuentista, más que un novelista, funciona, creo yo, bajo ese parámetro de espontaneidad, de dejar que el lector participe más en el final o en resolver el cuento. Es decir, una resolución que sea más tácita o esté entre líneas. No hay una resolución explícita en los cuentos. Lo único que sé es que va en contra de mi naturaleza científica, pero es el tipo de literatura que me gusta y la que siento que empata más con el lector. Casi que tenemos que ser socios en un tipo de texto así. Tenemos que resolverlo juntos. No se trata de que yo lo resuelva y le imponga esa resolución al lector.

 

¿Cómo ha logrado crear un universo narrativo y mantener a los lectores conectados con el mismo personaje, ciertas atmósferas e historias durante tanto tiempo? Es que, además, los lectores también ven los lazos y todo ese universo conectado…

Yo creo que los lectores lo entienden más que yo. Mi trabajo, cuando ya están escritos estos textos -y aquí vuelvo a mis raíces de ingeniero-, es el de una ingeniería lingüística, estructural, gramatical, porque soy muy meticuloso con el lenguaje. Mis textos son cortos pero los trabajo durante mucho tiempo, y también para hacer lo que tú dices: tender puentes o lazos hacia cuentos anteriores o cuentos futuros. Entonces hay un trabajo de ingeniería que se da entre los diferentes cuentos, de todas estas piezas que están sobre la mesa. Y, para complicártelo más, en las traducciones, dependiendo de qué piezas se incluyen, tengo que modificarlas: cambiar el título de algunos, agregar un párrafo o quitarlo porque ya está dicho en aquel, y todo esto en lenguajes que no hablo, se lo tengo que decir al traductor para que él lo haga. Entonces mis traducciones se vuelven absolutamente originales.


"Ser cuentista, más que un novelista, funciona, creo yo, bajo ese parámetro de espontaneidad, de dejar que el lector participe más en el final o en resolver el cuento. Es decir, una resolución que sea más tácita o esté entre líneas." 


Con tantos ires y venires, ¿dónde está su arraigo? ¿Hay algo a lo que se sienta enraizado?

No. Sería muy lindo que te dijera que me siento enraizado en la literatura y que para mí los libros se volvieron mi patria, pero tampoco es cierto. En la literatura y en los libros me siento igual de extranjero. Recuerda que llego tarde a la literatura; yo no vengo de ella. Mi entrada a esta fiesta es tardía y casi colada, como decimos en Guatemala cuando llegas a una fiesta sin invitación. Entonces no tengo ninguna sensación de pertenencia ni a Guatemala, ni a Estados Unidos, ni a España (soy español por matrimonio, viví un tiempo allá y me nacionalicé). No tengo una patria nacional, ni una patria religiosa, ni de profesión, y esto es algo que no me preocupa a un nivel consciente. Probablemente a nivel inconsciente hay algo más ahí, y un psicoanálisis lograría resolverlo, pero quizás, si lo resuelvo, dejo de escribir. Quizás el motor que me lleva a buscar expresar mi historia personal es esa sensación de incomodidad, de no pertenecer, de no tener raíces, de estar siempre como un nómada, esté donde esté.

¿Cómo continúa ese universo de El boxeador polaco?

No sé qué está pasando, no sé qué viene, puede que esté dejando migas en todos para luego volver a ellas más adelante. Un cuento de aquí crece allá, un personaje de aquí se habla con un personaje de allá, pero todo esto ha sido sin planificación alguna. No sé cuándo va a terminar. Probablemente tendré que matar a ese tipo o él me tiene que matar a mí (risas). Uno de los dos tiene que morir para que esto termine. Entonces, en realidad, estoy escribiendo un solo libro por entregas. Sin saberlo y sin darme cuenta, he ido haciendo un solo proyecto de estos pequeños libros. La evidencia de que tengo razón es que, en traducciones, ya los agrupan. La idea de meter La pirueta en esta nueva versión de El boxeador polaco surgió de los norteamericanos. Cuando estaba por salir la edición en inglés les pareció que sería un libro muy corto para el público estadounidense, con solo seis cuentos y cien páginas, y entonces decidimos incluir La pirueta. Yo armé ese conjunto de manera que pareciese un solo viaje. La versión japonesa incluye, además de La pirueta, a Monasterio; o sea, ya son tres libros en uno y, de nuevo, yo armé el índice del orden en que van los cuentos. Y los holandeses hicieron lo mismo. Solo estoy esperando que venga el momento de juntarlos todos los pequeños libros y armar un solo libro, un gran libro de quinientas páginas. Mientras tanto, sigo creando estas historias cortas, muy espontáneas y muy independientes, pero que a la vez son parte de un todo.

 

¿Ha pensado cerrar ya el proyecto, todo este mundo Halfon?


Ni idea. No sé qué viene, si luego vendrá un séptimo libro de este proyecto. Me encantaría tener un plano arquitectónico sobre la mesa y solo ir siguiéndolo. Pero no existe planos arquitectónicos en la literatura. Ya veremos qué pasa después de Canción.




El boxeador polaco

Libros del Asteroide

PVP Colombia: $82.000

 


* Escritor, periodista e investigador cultural. Autor de los libros Ser colombiano es un acto de fe. Historias de Jorge Luis Borges y Colombia y Viaje al corazón de Cortázar.

Relato. Crimen sin memoria

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Por: Piedad Granados* / Italia

Con una mano sostenía el bastón y con la otra una manguera larga y flexible con la que regaba generosamente las plantas del jardín todas las mañanas. Su cuerpo cargado de años era ya pesado y en ocasiones tenía movimientos torpes debido al reumatismo. Leyla apenas la alcanzaba a observar desde la ventana de la cocina mientras golpeaba violentamente unos trozos de carne antes de echarlos a la sartén. La anciana ya llevaba un buen rato en su tarea. Leyla, que cuidaba de ella desde tiempo atrás, observó como de pronto se quedó un par de minutos inundando de agua una misma maceta con geranios rojos perfectamente florecidos haciendo que el líquido comenzara a chorrear por todos los lados de la maceta.  Estaba por llover.

Leyla le gritó desde la ventana invitándola a terminar su rutinaria labor, que a ese punto era inútil con el cielo así de opaco.

-“Somos los peregrinos que vamos hacia el cielo” - cantaba la anciana entre dientes.

Leyla, visiblemente irritada atravesó rápidamente la cocina, el salón de la casa y saltó al jardín vociferando.

Luego de cerrar el grifo le rapó casi con violencia la manguera. Estaba por andar a enrollarla cuando un alarido fortísimo se le escapó de las entrañas y una fuerza invisible empujó su cuerpo hacia atrás. Completamente horrorizada se cubrió la cara con las manos tratando de ahogar sus gritos. La anciana no lograba encajar en la situación aunque entendió que algo grave pasaba. Comenzó a llover. Apoyada en su bastón escapó hacia el ingreso de la casa. Leyla estaba petrificada. El exceso de agua de las plantas y ahora de la lluvia se deslizaba por las baldosas de arcilla manchada de un color rojo oscuro. Sangre. Leyla siguió el hilo oscuro y la escena fue terrible. La sangre provenía del cuerpo inerte de un hombre. Ella estaba cada vez más escandalizada. Temblorosa se acercó al cadáver. Observó pacientemente buscando descubrir su identidad. El rostro estaba desfigurado. Las manos rígidas aprisionadas contra el pecho contenían una pequeña bolsa de terciopelo. La respiración de Leyla era agitada. Le arrancó la bolsa. La abrió. Dentro se encontró algunas joyas de la anciana. Corrió al interior de la casa para llamar a la policía. La anciana se lavaba las manos y preguntó a Leyla si los gatos habían comido. - No tenemos gatos, respondió Leyla-.  

El bastón acomodado en un ángulo del baño, mudo, acababa de completar la historia. Escurría en las blancas baldosas. Y no precisamente agua.


*Piedad Granados. Periodista.


César Díaz: “La juventud está sobrevaluada”

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Un café en Buenos Aires con César Díaz


Por: Pablo Hernán Di Marco*

Tras una engañosa fachada de sencillez y brevedad, César Díaz ha escrito un libro de memorias, reencuentro, agradecimiento y ajuste de cuentas con su propia historia. Puedo imaginar lo complejo del desafío: volcar el pasado al papel debe parecerse mucho a reabrir un viejo álbum de fotos: imposible saber si lo que veremos nos conmoverá o nos derrumbará. Lo cierto es que César Díaz superó con creces el desafío, al punto que En la semilla ya está el aroma resultó una de mis lecturas favoritas del año.


—Te escuché decir que escribís porque no solés sentirte cómodo hablando. Alguna vez los tímidos deberemos agradecerle a la literatura todo lo que hizo por nosotros, ¿no creés?

Totalmente de acuerdo. Hay infinidad de cosas que me veo bastante impedido de transmitir en el cara a cara. Lorrie Moore decía que la literatura es “solitaria y esperada, un casamiento de pájaros, una conversación entre ciegos”. Es compartir con un extraño mis sentimientos más íntimos y que les llegue como una botella arrojada al mar.


—Hay algo que me llama la atención de la literatura contemporánea argentina: el poco espacio dedicado a los escritores mayores de sesenta años. Es más, la mayoría de quienes hoy publican son menores de cincuenta. Esto me resulta entre llamativo y patético, teniendo en cuenta que no estamos hablando de deportistas o de estrellitas de la tele sino de escritores. Vos, que acabás de publicar un libro a tus sesenta y seis años, ¿notás esto que señalo? 

En estas épocas, decirle a alguien gordo o viejo tiene toda una intencionalidad despectiva. Alguien gordo o viejo es alguien desechable, fuera del sistema. Charly García, gordo y viejo, quedó invalidado. Sólo se habla de cuando era joven y flaco. Me doy cuenta de cómo estoy afuera del sistema cuando veo propagandas. Excepto para pañales para adultos o pegamento para dentaduras postizas, los viejos no existimos para el mercado. Se confunde lo bueno con lo nuevo. Una amiga hizo un tratamiento para adelgazar al mismo tiempo que se recibía. Toda la gente con la que se encontraba la felicitaba por lo linda que estaba, y hasta que parecía más joven. Nadie se tomaba el trabajo de felicitarla por haberse recibido.

Leer a Chéjov o Dostoyevskile da prestigio al lector, en cambio Dalmiro Sáenz o Abelardo Castillo o Conti mismo, tienen un lenguaje viejo. En cien años supongo se verá en forma despectiva a los autores actuales. Me da la impresión de que la juventud está sobrevaluada. Son ciclos en donde los jóvenes o son los mejores o son los peores. Mientras tanto todos los líderes y gobernantes superan los sesenta o setenta.


—Tal vez el origen de esta falencia sea que ya casi no hay editores mayores. ¿Dónde están? ¿Qué hizo el mundo literario argentino con ellos?

Se los comió el sistema. No hubo un real recambio generacional. Estaban los viejos editores, los grandes maestros, que o murieron o entraron a decaer antes tanta crisis económica. Existe recién ahora un recambio generacional con editores menores de cincuenta que le están dando pelea a las grandes editoriales. Es algo maravilloso y de mucha generosidad instalar hoy una editorial. Muchos libros importantes están hoy saliendo a través de estas vías alternativas. Se la están jugando y creo que son el sostén del futuro de la literatura nacional.


—Hablemos de tu libro más reciente. En la semilla ya está el aroma es, entre otras cosas, un libro de memorias. Más de una vez yo quise escribir algo netamente autobiográfico, pero me lo impidió el temor a la reacción de mi familia y amigos. ¿Cómo superaste esta cuestión? ¿Maquillaste situaciones? ¿Te viste obligado a autocensurarte en algunos pasajes? 

El primer impedimento fue el hecho de ser psicólogo y mostrarme de esta manera tan frágil y desnudo. Inmediatamente me di cuenta que ya hace rato que he dejado la supuesta imparcialidad y distancia del analista tradicional. Creo firmemente en la intersubjetividad y en la horizontalidad del vínculo.


"En cien años supongo se verá en forma despectiva a los autores actuales. Me da la impresión de que la juventud está sobrevaluada."


—Eso con tus pacientes. ¿Y con tus familiares cómo te manejaste?

Con mis familiares fue un poco más difícil pero traté de ser lo más honesto posible. Por supuesto que me autocensuré en muchas cosas, en especial en aquellas en donde quedaba demasiado mal parado o donde podía ofender a alguien.


—Tras publicar el libro, ¿te encontraste con preguntas y reclamos?

No. Hubo un respetuoso silencio. Sé que en algún familiar no cayó del todo bien, pero nadie me dijo nada. Lo que me asombró realmente fue la cantidad de pacientes que me llamaron para decirme: ese del libro soy yo, no?


—Tu libro ofrece muchos pasajes conmovedores. Te leo una de las líneas que subrayé: “Mi padre no conoció a mis hijos, y mis hijos no llegaron a conocer a su abuelo”.Mientras leía el libro te imaginé llorando durante la escritura de más de un pasaje. ¿Me equivoco?  

Todavía me pasa. A veces releo algún capítulo de la novela y me vuelvo a emocionar. Escribir la novela fue un acto sanador pero muy duro.


—Terminar de escribir un libro obliga a un autor a comenzar con la segunda parte del trabajo: encontrar al editor adecuado. ¿Cómo llegaste a También el caracol? 

A través de un conocido, el Maestro Ariel Bermani, que me contactó con la editorial. Fue como tirar una botella al mar. Me encontré con una editorial y con unos editores maravillosos. 


—Es cierto, es muy valioso el trabajo que están llevando a cabo en esa editorial. Vamos con las dos últimas preguntas, César. Alguna vez Vargas Llosa dijo que el día más triste de su vida fue cuando Jean Valjean murió en Los miserables. ¿Cuál fue el día más feliz de tu vida, César?

Todos aquellos en los que tomé conciencia, en el momento, de que era un instante de felicidad. En general uno los recuerda en pasado, como qué feliz fui en tal o cual momento. En la novela hay un momento así. Tomar conciencia que hoy, ahora, soy feliz, es lo más cercano a una epifanía.


—Te regalo la posibilidad de invitar a tomar un café a cualquier artista de cualquier época. Contame quién sería y a qué bar lo llevarías.

Tuve el privilegio de hacer un taller de escritura con Guillermo Saccomanno, autor no reconocido como se lo merece.


—Me nombraste a Saccomanno y me vino a la mente El oficinista, buen libro ese. Disculpá, te interrumpí. ¿Dónde lo llevarías a Guillermo?

A Los Angelitos.


—Cerca de casa. Si me invitás me sumo.

Claro que sí, Pablo. Estarías invitado.


—¿Y qué le preguntarías a Saccomanno?

Casi no le preguntaría nada. Hablaría con él de literatura, de historietas, de sus aventuras con el Gordo Soriano, de cómo nacieron sus libros y sus guiones. Una vez, hablando de Poe, tuve la torpeza de comentarle de una historieta de Breccia, basada en William Wilson. Saccomanno me miro con tristeza y me dijo: el guión lo hice yo, boludo. Solo pude decirle que me disculpara, que a veces me olvidaba que estaba hablando con GuillermoSaccomanno.

 



En la semilla ya está el aroma.

César Díaz

Editorial también el caracol.

90 paginas 


*Pablo Hernán Di Marco.  Desde Buenos Aires trabaja vía internet en la corrección de estilo de cuentos y novelas. Autor, entre otras novelas Las horas derramadasTríptico del desamparo. Colaborador literario de la revista Libros & Letras 

Relato. #LaPostal, “Càpsula del tiempo”

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Por: Isabel Salas*


Cuatro años después de separarnos, fue mi ex quien me hizo caer en cuenta que Don Draper meditando, con camisa blanca y respiración profunda, era el final de Mad Men.

 

Fue una noche fría, hablábamos de series y películas, algunas que habíamos visto juntos y otras que llegaron después. Ya no recuerdo bien en cuántas sentadas vimos Mad Men, pero era uno de esos planes de fin de semana en los que consumíamos nuestras horas juntos. 

 

Por años, el devenir de este casanova, guapo, exitoso, manipulador, alcohólico, que siempre salía bien librado, nos acompañó. Encender el computador y poner a rodar la serie era todo un plan, la sagacidad de Draper, quien a veces lucía perturbadoramente impecable, nunca dejó de sorprendernos. 

 

Tampoco recuerdo en qué episodio quedamos, solo sé que para mayo de 2015, cuando fue emitido el último, ya nos habíamos separado. 

 

Creo que intenté terminarla después, en soledad, así como el libro de Saramago que estaba leyendo en esos días de implosión-separación. De ninguno de los dos, tengo claro el final, me llegan a la memoria pequeñas cápsulas, un tanto inconexas. 

 

Y, fue justo eso, lo que le dije aquella noche, contándole hasta dónde había llegado en esa historia y con la ilusión de que hubiese un más allá. 

 

Don Draper meditando, nunca había sido para mí, un final. 

 

-Curioso que sea yo el venga a decirte que ya te la terminaste– me escribió por chat.

 

-En algún momento le sacaré tiempo para volver a ese capítulo y verla como si efectivamente fuera el final, a ver si lo proceso- le dije esa vez. 

 

Nunca lo he hecho. Soy mala para los finales, los cierres y las despedidas. Siempre me voy en el mejor momento, tal vez porque sé que después de estar en la cresta de la ola, solo queda el declive.

 

Por eso, en cambio, soy repetitiva, cíclica y cliché. Y eso es bueno cuando uno baila, sostener el movimiento, repetirlo un-dos-tres y de nuevo. Por eso aquí, soy la reina de la salsa. 

 

El movimiento de mis caderas ha deleitado los cuerpos rígidos de holandeses, alemanes, rusos, muchos rusos, e italianos. Doy clases privadas y grupales, también los llevo a las mejores fiestas de La Habana, y a veces, a la mejor cama. Ah, y les enseño español.

 

Cada mañana, cuando abro la ventana de mi habitación en esta casa vieja de El Vedado, siento que el cielo me dice algo. Normalmente veo alguna nube, o muchas. Esos son los mejores días, los clientes con un par de pies izquierdos abundan y yo logro hacerlos coordinar más de tres pasos seguidos.

 

A veces el gris es intenso y a las horas cae ese aguacero tropical al que no me he acostumbrado. En esos días me encierro, me meto en la cama e intento escribirle a mamá las novedades de la semana en una de esas cartas que nunca envío. 

 

Hoy no había una sola nube, el azul era puro y brillante, como nunca lo había visto antes. Desde que me asomé a esa, la ventana que me ha acompañado en los últimos siete meses, supe que era el día para ponerme el vestido de flores pequeñitas, apretado en el pecho y suelto en las piernas. Hice la maleta, ligera, como me gusta, y antes de salir, me metí un habano largo entre las tetas. Me fui sin dudas. 

 

En el bus prendí el computador y busqué en la USB los capítulos que había descargado hace años, antes del Apocalipsis, como le decía yo al divorcio: temporada uno, capítulo uno al trece. Me puse los audífonos, prendí el cigarro y le di play. Tal vez sea el momento de repetirla y ver por fin el final asumiendo que efectivamente lo es, pensé.

 

Repasé entonces lo que Vittali, mi alumno y amante más aventajado, me había dicho la noche anterior, antes de quedarnos dormidos:

 

Odias tanto a Don Draper, porque eres como él– 


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#LaPostal es una propuesta creativa de www.rutaliteraria.com en la que la periodista Isabel Salas escribe relatos posibles a partir de fotos tomadas en diferentes lugares del mundo por el fotógrafo colombiano Michael Vanegas 

La antología de cuento "La puerta que no quise abrir" reúne once escritores de América

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La puerta que no quise abrir reúne muchos de los cuentos más interesantes y quizá no tan conocidos de escritores de diversas latitudes de América

 

Por Pablo Concha*

La puerta que no quise abrir es una antología conformada por once relatos de once autores bastante disímiles en todos los aspectos importantes. Carlos Chernov, Jacqueline Goldberg, Antonio Orlando Rodríguez, Lina María Pérez, Fanny Buitragoy Miguel Mendoza, entre otros, se encuentran en estas páginas.

El tema de la puerta –literal o metafórica, real o imaginaria, ominosa o inofensiva– transita por estas narraciones. Unas extensas como nouvelles, otras más breves y concisas. El lector se llevará una grata sorpresa al descubrir escritores que tal vez no tenía referenciados y al encontrar una rica variedad de géneros y estilos, desde ciencia ficción estilo Blade runner, pasando por el noir, el cuento realista, un híbrido de ensayo y un cuento sobre el “Tarantino colombiano”. Con unas perfectas ilustraciones que acompañan cada narración, esta antología reúne cuentos muy interesantes de escritores de diversas latitudes de América.Siempre se agradece la oportunidad de descubrir autores y encauzar la búsqueda de nuevas y originales obras.

La editorial Panamericana ha hecho un gran trabajo al compilar este libro. La responsable de esta labor fue la editora Alejandra Sanabria, que afirma: “La edición es mi pasión y el trabajo más bonito del mundo”. A continuación, una charla que tuvimos sobre la creación de esta obra.

 

−¿Cómo surgió la idea para este libro y cuánto tiempo le llevó verlo materializado?

La antología fue proyectada por Fernando Rojas, el gerente de la editorial, en una cena con escritores en la FILBo 2019. De ahí salieron los nombres de tres autores, el concepto y el título de la antología. En cuanto al tiempo, transcurrió un año y medio desde la concepción de la idea hasta que el libro salió de la imprenta.

 

−¿Los relatos que componen este libro fueron escritos específicamente para este proyecto, o recopilados de otras antologías y obras?

La idea original era que ninguno de los cuentos se hubiera publicado antes, y así es en su mayoría. Sin embargo, el de Alfonso Cruz, “Saga de un pescador de bacalao”, ya había sido publicado en su antología personal Enciclopedia de historia universal: Mar, que no ha sido traducida aun al español. El cuento de Lina María Pérez salió en la antología Culpa compartida, con autores panameños y colombianos. Aunque estos cuentos no eran inéditos, se amoldaban a la perfección al proyecto. Además, son hermosos y no se podía perder la oportunidad de tenerlos en la antología.

 

−¿Cómo se seleccionaron los once autores incluidos en este libro? ¿Cuáles fueron los parámetros para su escogencia?

En realidad fueron muy pocos: calidad literaria (la principal), diversidad geográfica y que sus estilos fueran bien diferentes.

 


−Antes de empezar cada cuento aparece el nombre de la antología y, en la página siguiente, el nombre del relato o lo que podría ser un subtítulo, pero no ocurre con todos. ¿Los cuentos vendrían entonces a tener el mismo nombre?

Todos tienen el mismo título pero algunos autores, ejerciendo su derecho a la desobediencia, enviaron los relatos con su propio título. Se tenía que elegir entre eliminarlos o mantenerlos, y opté por dejarlos como subtítulos. Quienes los dejaron tenían sus razones para hacerlo, que luego las podrá descubrir el lector. En otras antologías el tema o el género suelen ser el elemento unificador, en La puerta que no quise abrir se decidió que fuera el título el que cumpliera ese papel.      

 

−El tema de La puerta que no quise abrir, análogo con decisiones u oportunidades que se toman o se descartan, que afectan o terminan vidas, es demasiado amplio y abarca todos los géneros. ¿Hubo algún tipo de instrucción a los escritores sobre las historias que debían contar?

Además del título y la extensión (que algunos autores decidieron obviar, lo cual está bien, pues es cada relato quien dicta hasta dónde llega), no hubo ninguna otra instrucción referente al tipo de historias o cómo se debían contar. De hecho, imponer un título ya es bastante invasivo, como para poner más reglas.    

 

−En esta antología encontramos desde ciencia ficción, weird, noir y cuento realista, hasta un ensayo. ¿Fue su idea inicial que esta antología fuera así de diversa y completa?

Esa fue la idea inicial, de ahí la elección de los autores, todos tan diferentes. Aunque no puedo negar que la diversidad llegó más lejos de lo que había planeado en un principio, y que cada cuento que llegaba era una sorpresa grata y, a la vez, un reto. Este consistía principalmente en saber cómo integrarlo y cómo darle forma al libro, no como una selección de cuentos independientes, sino como una totalidad, como una composición.


−Háblenos por favor de las ilustraciones que acompañan los relatos, la idea de incluirlas en el libro y la elección del ilustrador.

La idea de las ilustraciones llegó un poco después. Un libro es como un ser vivo que va pidiendo lo que necesita y, al leer los cuentos, me llegaron tantas imágenes que sentí que el libro necesitaba ilustraciones. En un principio cada cuento iba a tener un ilustrador diferente, pero cuando recibí el primer boceto de Andrés Rodríguez, decidí que él iba a ilustrar todo el libro. Era el del cuento de Fanny Buitrago y, en una sola imagen, estaba representada la desolación y la angustia del protagonista.


−En su opinión, ¿qué hace que un cuento sea atractivo o funcione?

Hay cuentos que me sorprenden por la maestría del autor, por las trampas que este le pone al lector (que puede ser divertido o molesto), por su uso del lenguaje, por lo innovador que puede llegar a ser o por una historia que atrapa, etc. Sin embargo, soy una lectora bastante visceral y me guío más que todo por las emociones que me produce la lectura. Pero, en últimas, creo que es una combinación de varios elementos, que los buenos cuentistas saben combinar muy bien.   

 

−¿Ha pensado en una segunda parte de La puerta que no quise abrir?

Sí, ya empezó el proceso editorial. Tendrá un título diferente y, de nuevo, este será el espíritu integrador de la antología. 

 

−¿Qué puede contarnos sobre sus próximos proyectos?

Para el 2021, entre otros proyectos, viene una antología de cuento colombiano, con relatos que ya han sido publicados; abarca los inicios del siglo XIX hasta el año 2019. Se están seleccionando cuentos que, además de tener una alta calidad estética, no hayan sido publicados en antologías anteriores. También están en proceso varios libros infantiles y juveniles de autores colombianos y dos novelas traducidas del francés del autor Juan-Luc A. D’Asciano, un novelista desmesurado que, según los críticos, es un cóctel fatal entre Fellini, Melville, Cronenberg y Giotto.

 *Ilustraciones: Andrés Rodríguez



*Pablo Concha. Escritor colombiano, autor de los libros de cuentos Otra Luz y La piel de las pesadillasy colaborador literario en Libros & Letras y otros medios culturales.

Reseña. Voyager: un libro sobre las estrellas y la memoria

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Por: Pablo Concha*

 

Voyager de la escritora chilena Nona Fernández es un libro difícil de categorizar; algunos dicen que es un ensayo, a mí me parece que se ubica mejor en el apartado de autoficción. Breve en su forma y empaque, contiene un universo entero. Para un lector desprevenido, no será evidente desde el principio que la narradora del libro es la misma Nona Fernández hasta bien adentro de la historia, y eso es muy interesante porque, más que alardear de hazañas o experiencias, la autora toma un hecho en apariencia corriente como lo es el acompañar a su madre de ochenta años a un examen neurológico y, mientras observa en el monitor las descargas eléctricas de su cerebro y el médico le explica la situación, la complejidad que observa la escritora gatilla asociaciones que la llevan a relacionar el cerebro humano con el cosmos –siendo la inmensa vastedad y misterio de ambos lo más obvio– y, con base en esto y a una invitación a firmar una solicitud para la Unión Astronómica Internacional que había recibido algunos meses atrás para crear una nueva constelación que honrara la memoria de veintiséis chilenos asesinados por la caravana de la muerte durante la dictadura de Augusto Pinochet, nace Voyager. “…jugamos a que el cosmos y el cerebro son dos enigmas similares. A que las estrellas y las neuronas tienen una secreta y antojadiza relación”.

Voyager es un libro sobre las estrellas y la memoria. “La memoria de los cuerpos está hecha de infinitas constelaciones”. La escritora narra el proceso y solicitud de la creación de la nueva constelación, la ceremonia simbólica, y les da voz a las víctimas, recordando uno de muchos sucesos oscuros que acontecieron durante los largos y amargos años de la dictadura y a los que aboga por no olvidar. “Veintiséis vidas y veintiséis muertes y veintiséis cuerpos escondidos en algún rincón de la Historia, en un punto ciego en el que ya no se puede buscar nada más”.

Fernández relata también la enfermedad de su madre, la desintegración que observa poco a poco y que un día, quizá muy pronto, será definitiva: “¿A dónde iremos a dar más allá de esta foto y del recuerdo?”, se pregunta al contemplar una vieja foto. Todo esto mientras reflexiona sobre la memoria, los sueños, los recuerdos, la historia de su país y cómo la vivió, lo que hubiera querido hacer y no pudo, lo que sus familiares hicieron pero que tal vez no fue suficiente y el legado que espera dejar a su familia. Habla del caos, de la creación del universo y la evolución, tanto de la especie como de ella misma, pasando por la mitología griega hasta el famoso programa Cosmos de Carl Sagan, en una narración que nos absorbe y nos succiona como la fuerza de uno de esos enigmáticos agujeros negros que menciona, y que nos obliga a leer de corrido hasta el final. Aquí están la historia de Mario Argüelles Toro, una de las veintiséis víctimas desaparecidas por la caravana de la muerte y la ordalía vivida por su viuda Violeta Berríos; la historia de su amor y su trágica separación definitiva, y la búsqueda incansable: “Muchos dirán ¿para qué quiere huesos? Yo los quiero, dice Violeta”.


"Habla del caos, de la creación del universo y la evolución, tanto de la especie como de ella misma, pasando por la mitología griega hasta el famoso programa Cosmos de Carl Sagan, en una narración que nos absorbe y nos succiona como la fuerza de uno de esos enigmáticos agujeros negros que menciona, y que nos obliga a leer de corrido hasta el final."


Fernández nos deja su testimonio y sus palabras para ponderar sobre muchas cosas pues sabe bien que: “Un libro es una capsula espacio temporal. Detiene el presente y lo lanza al mañana como un mensaje”. Y dice de su madre, la estrella madre, a quien el libro está dedicado: “Supongo que de ella heredé esta vocación de sonda espacial, de dron metiche que simplemente observa y toma nota. Soy una especie de Voyager. Con menos tecnología encima, desarmada de instrumentos, cámaras y sensores, con una inteligencia a escala humana, algo deteriorada a estas alturas, y acompañada solo de mis escasas herramientas de trabajo que son mi gastado hipotálamo y mis dedos chuecos sobre el teclado del computador”.

Voyager forma parte de la colección Mapa de lenguas 2020 de la editorial Penguin Random House.



 

 

*Pablo Concha. Escritor colombiano, autor de los libros de cuentos Otra Luz y La piel de las pesadillas y colaborador literario en Libros & Letras y otros medios culturales.

La hora gris: un relato apocalíptico distinto a lo que se publica en Colombia

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La hora gris, la tercera novela del bogotano Eduardo Otálora Marulanda, fue la ganadora del Premio Nacional de Novela Ciudad de Bogotá 2019 y publicada por el Fondo de Cultura Económica (FCE) con el apoyo del Instituto Distrital de las Artes (Idartes) a mediados de 2020. 


Por Pablo Concha*


El libro, una distopía apocalíptica diferente a lo que se publica actualmente en Colombia, está compuesto por tres relatos que abarcan desde el momento en que se produce un suceso catastrófico hasta la casi total extinción de la humanidad. Cada uno tiene un narrador y protagonistas diferentes, en su mayoría niños, y describe una situación difícil que no hace sino empeorar y que en muchos aspectos duele leer. Otálora ya había sido reconocido con el Premio Juan March Cencillo de Novela Breve en 2012 con su primer trabajo, Madolia, es docente de la  Maestría en Escrituras Creativas de la Universidad Nacional y en el pregrado en Creación Literaria de la Universidad Central, y locutor del programa "Entre líneas" de la Radio Nacional de Colombia.

A continuación, una charla que tuvimos con el escritor a raíz de la publicación de esta obra.


−¿De dónde surge la idea de una novela de ciencia ficción distópica ambientada en Colombia y con esa estructura narrativa que podría entrar en la categoría de novela-de-relatos?

Para responder dividiré la pregunta en dos partes: una dedicada al origen de una novela distópica ambientada en Colombia y otra a la razón por la que es una “novela-de-relatos”. Sobre lo primero: me alegra mucho que hayas sentido que ocurre en Colombia. Esa era justamente mi intención, aunque en ningún lugar de la novela se dice explícitamente. Y la razón es muy sencilla: no he viajado mucho por fuera del país, pero sí por él. Desde pequeño recuerdo que las vacaciones las pasábamos con mi familia viajando en nuestro Renault 4 verde oliva. Los viajes eran insoportables porque me mareaba mucho y me molestaba el calor, pero los destinos recompensaban. Viajábamos tanto que, recuerdo, tenía una colección enorme de las boletas que nos daban en los peajes. Me gustaba leerlas y releerlas, descubrir las diferencias y organizarlas por colores. Luego, ya adulto, por uno de mis trabajos he tenido la oportunidad de viajar mucho a regiones alejadas del país: la Amazonía, los Llanos Orientales, el Pacífico, La Guajira, etc. Entonces, producto de todos esos viajes se creó el universo narrativo de La hora gris.¿Dónde más podía ocurrir si Colombia es el lugar que mejor conozco? Ahora, sobre la segunda parte de la pregunta, debo decir que la respuesta es bastante técnica. Cuando logré ver la dimensión completa del proyecto, me di cuenta de que la historia abarcaría un periodo de tiempo muy largo para que sobreviviera un mismo personaje o, siquiera, el mismo paisaje. Entonces fue evidente que tocaba dividir el relato  en momentos particulares de la gran… gran historia. Así aparecieron los episodios, buscando que cada uno fuera una especie de “radiografía” del mundo en su tiempo.


−Una historia de este tipo no es común en la literatura colombiana. ¿Tuvo alguna reserva o temor al escribir una historia de ciencia ficción apocalíptica desarrollada en nuestro país?

La verdad, la única reserva que tenía era que quedara bien hecha, que fuera creíble y que le tocara las fibras a las personas que la leyeran. No soy un escritor que vive pendiente del contexto literario ni de lo que “se está escribiendo” o “lo que se está leyendo”, porque es mucho y muy variado. Creo, si se me permite la expresión, que escribo “mirando hacia adentro”, buscando que funcione cada cosa del engranaje de la novela.


La hora gris difiere en género respecto a sus dos obras anteriores, Donde habitan las palabras y Madolia. ¿Es la ciencia ficción algo que le gustaría seguir explorando y trabajando, o fue algo así como un romance pasajero?

Creo que Madolia, Donde habitan las palabras y La hora griscoinciden en algo: las tres son historias con propuestas no realistas, donde invito a los lectores a que “estiren” lo que están dispuestos a creer. Así mismo, son historias oscuras y con personajes que, a su manera, sobreviven a las cosas más horribles y dolorosas. Todo esto para decir que, en lo que escribo, siempre hago lo mismo: inventarme un mundo posible y darle rienda suelta a la imaginación. Por lo menos así lo percibo. Si el mundo se parece al presente (como en Donde habitan las palabras), o al futuro (como en La hora gris) o a una realidad mágica (como en Madolia) es, digamos, una particularidad de la naturaleza de cada proyecto. Ahora, sobre los géneros, pues no sé. No escribo pensando en qué género exploro. Como dije, escribo “mirando hacia adentro” y prefiero dejar que los lectores, a partir de sus lecturas, miradas e interpretaciones, decidan en cuál género ubican lo que les comparto. Así las cosas, para responder directamente a la pregunta, estoy en un “romance pasajero” lleno de variedad y posibilidades, uno en el que llevo un montón de tiempo y que puede durar para siempre.


−Vemos y conocemos este mundo de La hora gris a través de los ojos de niños, en tres períodos distintos. ¿Por qué decidió enfocar la narración desde el punto de vista de ellos?

Uno de los objetivos del proyecto era mostrar situaciones ocurridas en universos narrativos no convencionales, pero que se pudieran contar (y también leer) con naturalidad. Eso implicó mucha reflexión sobre cuáles serían las mejores perspectivas de narración. En algún momento, no recuerdo muy bien cuándo, me di cuenta de que los niños pequeños tienen una particularidad sobre su visón del mundo: como sus situaciones de vida son las únicas que han vivido, no tienen elementos de comparación para analizarlas o cuestionarlas. Entonces imaginé que, si le preguntaba a un niño cómo era su vida, me narraría con naturalidad los horrores que la rodean. Así que eso hice: le pregunté a Éver, Erián y Tata cómo eran sus vidas. Y ellos respondieron sin juzgarlas, sólo contándolas. Así el juicio de esos horrores le queda todo a los lectores.


"...la esperanza es una ficción, una que necesitamos para seguir adelante, pero ficción al fin y al cabo."


−Este tipo de historias, a pesar de describir un escenario apocalíptico, conservaban en su núcleo una pizca de esperanza para la humanidad. En su libro vemos un panorama completamente distinto, una regresión a algo peor que la Edad de Piedra y lo que podría ser la total extinción. ¿Fue su idea inicial desligarse de esa esperanza romántica de otras historias de este tipo?

Bueno, la verdad es que creo que hay momentos en los que la esperanza es una ficción, una que necesitamos para seguir adelante, pero ficción al fin y al cabo. Por ejemplo, imagino a alguna de las personas secuestrada lidiando todos los días con el encierro y sin perder la esperanza de salir. Un día el campamento donde está secuestrada esa persona es atacado por el ejército y los secuestradores, como último acto antes de ser vencidos, le dan al secuestrado un tiro de gracia. Cuando suena el disparo se acabó la esperanza. Algo así quise mostrar en mi historia: los personajes aguantan porque tienen esperanza, pero, después de todo, los  lectores se dan cuenta de que, al final, no importó esa esperanza porque el destino es inamovible y no hay manera de que las balas vuelvan a entrar a los cañones.


−Entre cada uno de los tres relatos o partes del libro transcurre un período importante de tiempo, cuyo devenir queda en la imaginación del lector. ¿Le gustaría o tiene pensado narrar más historias desarrolladas en este mundo?

La verdad, por ahora no. Quedé un poco “seco” de estos horrores. Ahora quiero explorar otros.


−Nunca se especifica ni se ahonda en el evento principal que causa o da lugar a estas historias de La hora gris. ¿Lo que importaba eran las consecuencias de dicho suceso, mas no el evento en sí?

La respuesta corta es: sí, a mí me importaban las consecuencias de ese evento en una región, tan alejada del mundo, que el apocalipsis le llega con retraso. Ahora, eso también quiere decir que esa era la historia que tenía entre las manos, no la de unas personas que viven en los países del norte y que manejan unas plantas nucleares y a las que se les salen las cosas de las manos. Esa historia no la habría podido contar… ni me interesaba.


−¿Cuáles fueron los libros que sirvieron de referente o inspiración para La hora gris?

Para ser sincero, soy un lector desordenado y entonces, no tengo unos libros que haya leído especialmente para sentarme a escribir La hora gris. Pero, por supuesto, hay varios libros que se me aparecieron o recordé a la hora de escribirla. Uno de ellos, y que tiene su epígrafe en el libro, es La carretera de Cormac McCarthy. Este libro es particularmente importante porque McCarthy hace algo que yo no estaba dispuesto a hacer: darle a los personajes la posibilidad de salvarse. Mis historias están construidas desde el postulado de que, si los personajes tienen que morir, morirán. Por ninguna razón iba a permitirme facilitarles las cosas. Para relacionar esto con una respuesta anterior: lo único que les iba a dejar era la esperanza y sus condiciones materiales para salir adelante. Poco, pero lo que, creo, en la realidad tenemos los humanos para sobrevivir. Otro libro importante, y que también hace presencia en un epígrafe es Diario de un Loco de Lu Xun. Este pequeño libro, que es una joya de la literatura universal, recoge las impresiones de un hombre que (aparentemente producto de la paranoia) cree que todos en su pueblo son caníbales y que lo están “engordando” para comérselo. Al final el narrador ruega que los lectores cuidemos a los niños, porque, dice, todavía hay algunos que no han probado la carne humana. Entonces lo que yo hice fue imaginarme lo siguiente: ¿cómo sería un mundo en el que ya todos los niños hubieran crecido comiendo carne humana? Y, bueno, la respuesta me llevó a inventarme toda esta historia.


"Mis historias están construidas desde el postulado de que, si los personajes tienen que morir, morirán."


−¿Por qué cree usted que no se escriben tantas novelas de ciencia ficción o de género fantástico o terror en Colombia?

Sobre este punto lo único que puedo decir es que no sé si se escribe poco o mucho sobre estos temas. A duras penas puedo afirmar que en los lugares donde hago clase y en los concursos de los que soy jurado siempre me encuentro varios proyectos con miradas fantásticas, de ciencia ficción y de terror. Ahora, lo que sí percibo es que cada vez se publican más libros que tienen esas búsquedas. Y eso me alegra, porque creo que lo más sano para la literatura (y para la cultura) es que todas las posiciones tengan lugar.



−¿Cuáles podría decir que son los escritores que más han influenciado su obra?

Otra pregunta difícil, quizás porque voy a caer en tantos lugares comunes que me da un tanto de pudor. Pero me lo aguanto. Mi autor fundamental sigue siendo García Márquez. Lo intento y lo intento, pero siempre vuelvo a él y siento que lo hizo todo y, como si fuera poco, lo hizo bien. El otro pilar de lo que escribo es El ingenioso Hidalgo don Quijote de la Mancha. Esa obra  es como una especie de biblia a la que acudo cuando necesito consejo o cuando me da miedo que lo que estoy escribiendo sea absurdo. Entonces pienso: ¿Cervantes lo habría podido escribir? Si la respuesta es afirmativa, sigo; si no, dudo del proyecto y, muchas veces, lo abandono.


−¿Qué consejo le daría a los autores que quieren escribir ciencia ficción o géneros no realistas en nuestro país?

Les diría que se olviden del género que estén escribiendo, que le dejen ese trabajo a los lectores. Que se ocupen de hacer historias sólidas en las que todo tenga una razón de ser, que miren más hacia adentro que hacia afuera.

 

*Pablo Concha. Escritor colombiano, autor de los libros de cuentos Otra Luz y La piel de las pesadillas y colaborador literario en Libros & Letras y otros medios culturales.

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