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Libros colombianos para releer en casa

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Por: Camila Melo / Bogotá

Recomendamos algunas lecturas para leer mientras estamos en casa. Se trata de varios libros de autores colombianos que nos permiten viajar por nuestra propia literatura. 


¿Han leído o releído alguna de las siguientes obras?

La vorágine


El clásico publicado en 1924 por José Eustasio Rivera. 


Fue el libro elegido por los colombianos como el más importante del Bicentenario. Su narrativa realista premágica, considerada por muchos como la gran novela de la selva latinoamericana, expone la dramática existencia de los caucheros, que se debaten cada día con los árboles y los capataces sin otro fin que la pura subsistencia.




Los girasoles en el invierno

Punto de partida para la escritura de muchas mujeres en Colombia.

Los girasoles en el invierno (1970), de Albalucía Ángel, trae a nuestra literatura las experimentaciones literarias del siglo XX y, por el otro, porque sirve de punto de partida para la escritura de muchas mujeres en Colombia y el resto de Latinoamérica. Editar la primera novela de Albalucía Ángel en esta colección diseñada entre Panamericana Editorial y las mas importantes universidades del país, es una apuesta muy importante, dada la ruptura que, para varias generaciones, ha representado al abrir un espacio propio, en diálogo con los autores más significativos del siglo XX y de otras épocas.

Ibis 

Es una de las novelas que contribuyeron a construir la imagen de la Vargas Vila como un escandaloso autor de novelas eróticas.


Esta novela representó para el autor el comienzo de su carrera literaria como escritor en todo el sentido de la palabra. La obra gira en torno a tres personajes: Teodoro, joven talentoso que se inicia en las artes; su Maestro, que será el orientador de toda su concepción de vida, y Adela, que encarna la figura de la mujer fatal y destructora, que finalmente llevará a Teodoro a la aniquilación. En el transcurso de la obra, el lector descubre que Adela es hija del Maestro y que lleva en sí el germen de la lascivia y la perdición.

Ibis es una de las novelas que contribuyeron a construir la imagen de la Vargas Vila como un escandaloso autor de novelas eróticas. Sin embargo, vale la pena señalar que en toda su obra, y en esta novela en particular, utiliza un lenguaje innovador que hace que el lector participe activamente en el desarrollo de la trama, pues el narrador sugiere ambientes y valores de los personajes que llevarán al lector a amarlos o rechazarlos de forma contundente.


El hostigante verano de los dioses

Una obra que algunos desaprobaron con argumentos morales y otros celebraron su propuesta temática y formal. 

¿Cómo iba a ser posible que una mujer escribiera una novela «fuera de tono» frente a lo que estábamos acostumbrados a leer? 

En El hostigante verano de los dioses cuatro mujeres escriben la historia —una forastera, Inari, Isabel, Hade—, y se entrecruzan el género epistolar, el monólogo, el diálogo, la segunda persona y el relato tradicional. Múltiples voces que se construyen a la manera de cajas chinas y, al mismo tiempo, como cuarto de espejos: una escritura contradice a la otra, o la complementa, o la amplía, tanto en la forma como en la presentación de la información. Cada escritura teje la trama, para que la otra la desteja o cambie los hilos narrativos hacia una nueva dirección, y poco a poco el lector se ve obligado a armar el entramado de la historia.



Manuela


Considerada como la obra literaria más importante de los primeros años de la república


Publicada inicialmente por entregas en el periódico El Mosaico en 1858, es estimada como la obra literaria más importante de los primeros años de la república. Escrita hacia 1858 esta novela refleja los dos aspectos más relevantes de la expresión literaria de la época: realismo en la descripción de los hechos, los personajes y la realidad ambiental, y una trama basada en reminiscencias de la vida política contemporánea, centrada en la problemática social surgida de la explotación y el abuso de los más humildes y desvalidos por parte de individuos poderosos económica y políticamente. Así, Manuela, la heroína, sufre el perverso y continuo asedio de Tadeo hasta ser obligada a entregarse a sus caprichos, para morir luego en los brazos del labrador Dámaso, su verdadero amor. Manuela es considerada la primera novela de carácter social escrita en Latinoamérica.

María 

Esta novela representa el primer amor, un amor totalmente puro, platónico, inocente, melancólico y además sostiene la narración perfecta del romanticismo.


El recordado amor de María y Efraín, que Jorge Isaacs entregó a la imprenta en 1867, había alcanzado más de cincuenta ediciones antes de que diera fin el siglo XIX. 

El argumento de María, resuelto narrativamente en primera persona, da cuenta de la relación entre los primos María y Efraín, quienes, luego de compartir sus primeros años, se encuentran nuevamente cuando Efraín ha concluido sus estudios de colegio en la capital. Su relación progresa felizmente en medio de la naturaleza y ante la comprensiva actitud de sus mayores; pero sombríos presentimientos anuncian el triste final: María da muestras de padecer la misma enfermedad que llevó a su madre a la tumba tiempo atrás. El padre de Efraín lo envía entonces a Londres a cursar estudios de medicina; mas al completar el primer año de su estancia en Europa, se entera de que la dolorosa enfermedad ha postrado a María y ella requiere su presencia. Efraín hace un supremo esfuerzo por salvar las enormes distancias que lo separan de su amada en el menor tiempo, pero ello no es suficiente. Cuando llega a la hacienda de sus padres, se encuentra con la infausta noticia de la muerte de María. Incapaz de soportar la vida en medio del escenario de su amor, decide abandonar para siempre la tierra de sus mayores.


La rebelión de las ratas 

La novela que nos enfrenta a la pobreza, a la desesperanza y a la desigualdad de clases.


En su novela, publicada en 1962, Fernando Soto Aparicio muestra la lucha social de las comunidades que viven por y para alimentar el engranaje capitalista. Una lectura de Colombia desde la ficción con elementos contundentes de la sociedad de su época. 

La rebelión de las ratas, escrita con un lirismo que sorprende, desnuda descarnadamente el drama de un campesino dedicado, por la fuerza de la fatalidad, a trabajar en las oscuras y fétidas galerías de una mina de carbón para no morir de hambre. Los sombríos socavones simbolizan la vida misma: laberinto indescifrable, donde la esperanza ha cambiado su color por el de la fría y negra roca milenaria.



La diosa de agua, nuevo libro del escritor Juan Carlos Méndez Guédez

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La diosa de agua. Cuentos y mitos del amazonas (Editorial Páginas de espuma) reúne la sabiduría y la tradición de un culto contemporáneo mestizo (indio, negro, criollo y español) convertida ahora en literatura por el escritor venezolano Juan Carlos Méndez Guédez.

En este nuevo libro, su autor profundiza y establece la escritura de mitos y leyendas que durante décadas han pasado de boca en boca en los pueblos sudamericanos. 

Compartimos un fragmento de "La mujer y el tigre", uno de los cuentos que hace parte de La diosa de agua.


La mujer y el tigre

Cuando cumplió quince años los padres de Karibay la encerraron en su casa; esa casa amarilla que se ve después de Villanueva, como quien va a Sicarigua y se desvía; mucho antes de La Vigía y Sanarito, justo en medio de los dos araguaneyes y el curarí. 
        “No vayás al río, no salgás cuando aparezca el sol, no salgás cuando sea de noche”, le dijeron con fuertes voces. 
        Afuera el mundo es malo; no hay nada interesante para mirar. Te quedarás con nosotros y así te prepararás para cuidarnos cuando estemos viejos”. 
        Karibay quedó silenciosa. Por las ventanas miró las lomas con los cafetales florecidos y pensó que una mirada no bastaba para despedirse. Extendió sus brazos, extendió sus dedos como quien quiere tocar la textura de las piedras, pero su padre la golpeó con una vara de bambú y le dijo que preparase las arepas, que sirviese el suero, que ordenase la ropa en los armarios, que colocase las trampas para espantar los osos, que prendiese las candelas del fogón en…

        Pasó el tiempo. Karibay no salió jamás de su casa. En la época de sequía pasaba horas quitando las garrapatas de la piel de sus padres; en la época de lluvia limpiaba con esmero sus ropas llenas de fango. 
        Y así.
        Años tras año.
        En los amaneceres, su papá buscaba agua en el río y llenaba la pipa hasta el borde. 
        Karibay se miraba en el agua. 
       “Ná guará, soy bella” descubrió un día al asomarse a la pipa. Tocó el líquido para refrescarse el rostro y recordó que cuando todavía podía salir al camino muchas personas le hablaron de María Lionza, la diosa de la montaña, una mujer poderosa, de pechos grandes y músculos firmes que vivía en lo más alto de Sorte, nadando entre cascadas y pozos.
        Karibay miró el agua de la pipa y le habló con palabras muy lentas: “Decile a María Lionza que le mando un beso, decile que estoy encerrada, decile que quiero irme de aquí”. Y esa misma tarde, Karibay puso la pipa de agua en el punto exacto donde entraba un rayo de luz. El sol pegó muy fuerte ese día, el agua se evaporó y se fue al cielo y cuando llegó y se volvió nube viajó hasta Sorte, y al llegar a la parte más alta de la montaña llovió sobre el pozo más alto de los pozos más altos y al empapar a María Lionza le llevó las palabras de Karibay. 
        María Lionza oyó la historia. Luego llamó al Negro Felipe y a Guaicaipuro, sus dos hermanos, los dos espíritus más próximos a su reinado y les ordenó que bajasen a casa de la muchacha y averiguasen qué sucedía.


        Una mañana, mientras los padres de Karibay habían salido, Guaicaipuro y el Negro Felipe se asomaron a la casa amarilla. No pudieron entrar; la puerta estaba cerrada con candados, las ventanas no podían abrirse porque el papá las había fijado con clavos y en la entrada, el hombre había pintado con sangre de chivo una cruz al revés que traía malas fuerzas a todo espíritu luminoso que intentase acercarse.
        Por un pequeño agujero en la pared el Negro Felipe y Guaicaipuro le dijeron a la muchacha que al día siguiente harían algo para alejar a sus padres y le explicaron lo que ella debía decirles en ese instante.

        Ya era de mañana; la muchacha preparaba las arepas del desayuno cuando el negro Felipe se asomó por la ventana de la izquierda y su piel era tan oscura tan oscura que por ese lado de la casa parecía noche, y por la otra ventana se asomó Guaicaipuro y en su piel llevaba pintadas tantas figuras de arcilla azul que pareció que por ese lado de la casa estaba amaneciendo.
        - Va sié cará. ¿Qué está pasando?- dijo la mamá de Karibay- Por la izquierda parece que es de noche, por la derecha parece que es de día.
        El papá miró las dos ventanas y se puso pálido.
        Sin dejar de tostar las arepas en el budare, Karibay habló.
       -Eso pasa cuando el mundo se quiere acabar. Mañana lloverá candela y no quedará nadie vivo ni de aquí a Guaitó, ni de aquí a Siquisique.

        La mamá empezó a llorar. Karibay sirvió las arepas en la mesa y derramó el suero sobre los platos de peltre.
       -Pero hay una manera de evitarlo. Salgan de la casa, borren la cruz que está en la puerta y busquen una ceiba, coman siete hojitas y pidan perdón por el mal que han hecho estos años. Así no lloverá fuego sobre nosotros.
        Temblorosos, los padres la obedecieron. Con una esponja limpiaron la cruz invertida que habían pintado y a toda prisa marcharon hacia la ceiba inmensa que se encontraba en una encrucijada. Comieron las siete hojas, de rodillas pidieron perdón, y poco a poco se fueron quedando dormidos.
        El Negro Felipe y Guaicaipuro aprovecharon para atravesar las paredes de la casa y presentarse a Karibay, que alborozada los recibió y como pudo les contó la historia de su encierro.
       Conversaron un rato hasta que el Negro Felipe advirtió que el efecto de las hojas de la ceiba estaría finalizando y pronto volverían los padres de Karibay. Se despidieron; al marcharse la casa quedó impregnada de un olor a tabaco y guasinca que la muchacha intentó alejar con manotazos.
       -A lo mejor nunca vuelvo a saber de ellos- pensó. 

        María Lionza quedó un rato debajo de la cascada. El agua hacía brillar su piel como si fuese cristal. Pensaba en cómo ayudar a Karibay. No era sencillo. Sólo las personas sumergidas en el miedo y la esperanza piensan que el poder de los dioses es ilimitado. Supo que Guaicaipuro y el Negro Felipe no podían entrar otra vez a la casa porque el padre había pintado de nuevo la cruz invertida que alejaba a los buenos espíritus. Debía solucionarlo de otro modo.
         Oyó a lo lejos el rugido del tigre. Un rugido lento, ronco, que parecía brillar como tizones en la oscuridad.
       Esa misma noche envió en forma de vapor un sueño que viajó hasta Karibay y viajó hasta el tigre. Karibay soñó con el tigre. El tigre soñó con Karibay.
        Karibay imaginó el calor rudo del tigre entrando a su cama.
        El tigre imaginó la tersura de la piel de Karibay frotándose contra su pelambre.



       Desde esa noche, Karibay descubrió que cada mañana se erizaba, como si una electricidad llegase desde los tupidos árboles que se contemplaban por la ventana. Un día se desnudó y entró entera en la pipa de agua. Estuvo mucho rato sumergida en ella. La colocó en el lugar donde el sol hacía caer sus rayos y pudo ver cómo el agua se iba evaporando y se marchaba hasta el cielo para volverse nube. Después la nube llovió sobre la montaña y empapó al tigre. El tigre se colocó sobre una piedra para sentir esa agua que lo embriagaba. Era una lluvia distinta a todas las lluvias que había conocido. 
      Esa misma noche empezó a seguir el rastro del olor. Atravesó quebradas, caminos, aldeas silenciosas, sembradíos de caña. Al fin llegó a la casa. La vio: pequeña, cerrada. Supo que allí estaba la mujer con la que no dejaba de soñar.
         El Negro Felipe y Guaicaipuro se colocaron a su lado. Desde la casa, brotaba el olor a maíz de las arepas y el olor de la mujer.
        -Cuando el hombre venga en la mañana a buscar agua; te hacés parte del agua- le dijeron los dos espíritus al tigre.
        Así lo hizo. Al ver al hombre que caminaba con la inmensa pipa vacía, el tigre se hundió en el río; cuando el padre de Karibay llenó de agua aquel envase el animal se escondió en el fondo, acurrucado, encogido en sí mismo.
        El padre de Karibay llegó exhausto a su casa.
        -El agua viene hoy más pesada que nunca- le dijo a su mujer, y los dos se marcharon para trabajar en los cafetales.

     Una de las ventanas se volvió noche cerrada, la otra, refulgía como el amanecer. Karibay comprendió que los espíritus habían regresado, que le enviaban una señal y comenzó a buscar por toda la casa hasta que miró al fondo de la pipa y vio al tigre, que ya estaba casi muerto de tanto aguantar la respiración. 
        Lo sacó de golpe. Parecía un pequeño gato apaleado. Lo puso junto al fogón donde cocinaba; se quitó el vestido y secó al animal con gestos enérgicos. El tigre poco a poco fue recuperando las fuerzas. Abrió los ojos, vio a la mujer desnuda. 
        Cuando ella lo llevó a su cuarto estuvo a punto de rugir dos veces pero ella le indicó silencio. 

        El Negro Felipe y Guaicaipuro los vieron retozar la mañana entera. El tigre, por instantes tenía la piel canela de una mujer desnuda; Karibay por instantes era la fiereza de rayas negras en un fondo de oro. 
      Ambos espíritus pensaron con melancolía que era hermosa la batalla que la mujer y el tigre estaban viviendo en esa cama. Y así, mientras aquellos dos seres se revolcaban, cayó sobre la tierra un aguacero, una lluvia feroz con relámpagos y truenos, porque cuando suceden jadeos felices, se desata sobre el mundo una lluvia interminable que es la tristeza de los espíritus que ya no tienen un cuerpo para gozar y ser gozados.

        El tigre se quedó a vivir debajo de la cama de Karibay.
       Cada mañana, cuando los padres se marchaban, el tigre asomaba sus patas y ella lo halaba y se montaba sobre él. 
      Karibay quedó embarazada. Una, dos, tres veces. Paría a sus hijos en la noche y los ocultaba dentro de su vestido. El padre, que algunos amaneceres la azotaba con una caña si las arepas estaban crudas, le repetía con voz recia.
        - No parás de engordar, comés demasiado-.
      Y ella asentía y miraba por la ventana mientras con las manos intentaba que sus hijos no se moviesen dentro de su ropa.  
        En las mañanas miraba al tigre; miraba como sus rayas oscuras iban perdiendo brillo y parecían pólvora quemada.
        Un día después de que su padre la golpeara con la caña en la cabeza le dijo al tigre.
        -Nos vamos. No quiero seguir aquí. 
       El tigre bostezó; parecía cómodo debajo de la cama de Karibay, pero ella le clavó las uñas en el lomo y lo alzó sobre sus cuatro patas. 
     -Oye lo que te digo. Papá tiene una escopeta. No podemos dudar. En cuanto te diga que escapemos, tenemos que salir a toda prisa.



        Karibay esperó el segundo más oscuro de la madrugada. Apretó a sus hijos dentro de su ropa y de nuevo clavó sus uñas en la piel del tigre. Le advirtió en la oreja que era el instante exacto y se montó sobre su lomo.
        El tigre tensó sus músculos. Tomó impulso, saltó hasta la puerta y logró derribarla. El papá de Karibay se despertó. Había percibido un resplandor dorado y negro que pasaba cerca de él y sintió un inmenso frío y después un inmenso calor.
        Karibay había soñado tantos años con esa huida que supo indicar al tigre por donde avanzar. Primero a la derecha, después cruzar el puente de Las lloronas, subir seis piedras con formas de dedo, y atravesar la inmensa quebrada de Las Limas para llegar hasta Guarico y allí escapar para siempre de la casa de sus padres.
        Pero a los pocos metros comenzó a sentir la escopeta de su papá. El hombre los perseguía y no dejaba de disparar. Sus fogonazos parecían rayos.  La primera vez que disparó, el papá de Karibay mató un zorro; la segunda un puerco espín; la tercera una ardilla, la cuarta una lapa, la quinta un cachicamo, la sexta un mono, la octava un gavilán, la novena una gallineta y la décima una guacharaca.
        El camino iba quedando lleno de los animales que mataba el papá de Karibay. 
     El tigre se iba cansando. Los años oculto debajo de una cama lo habían engordado; habían entumecido sus músculos. “Y los próximos dos disparos serán para nosotros. Y nos dará justo en mitad del corazón”, pensó Karibay y asustada por lo que le pudiese pasar a sus hijos, los sacó de su vestido y los lanzó con todas sus fuerzas hacia las nubes para que se salvasen, y así los hijos del tigre y de Karibay se convirtieron en esas luces amarillas o rojas que aparecen en el cielo cuando va a amanecer o cuando la tarde se va a convertir en noche. 


*Texto cedido por su autor para los lectores de Libros & Letras.


Título: La diosa de agua. Cuentos y leyendas del Amazonas.
Autor: Juan Carlos Méndez Guédez
Ilustraciones de Mauricio Rubinstein
Editorial: Páginas de espuma
192 páginas


Abierta convocatoria al premio de literatura infantil y juvenil el Barco de vapor

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Foto: Libros & Letras

Hasta el próximo 30 de junio estará abierta la convocatoria para participar en la edición número 13 de este premio que se celebra en siete países de Iberoamérica, incluido Colombia.

La obra ganadora debe estar orientada a lectores entre los 5 y 14 años de edad.


Los premios creados en España por la Fundación SM, buscan promover el gusto por la lectura como parte integral en el proceso educativo, así como profundizar la relación de los niños y jóvenes con obras literarias que enriquecen su mirada frente al mundo.

El premio busca continuar la tradición que conlleva el sello Barco de Vapor como un referente de la literatura infantil y juvenil a nivel nacional e internacional, de allí que sea una oportunidad única para todos los autores.

¿Quiénes pueden participar? 

Las obras participantes deben ser originales, inéditas y escritas en lengua castellana, no publicadas parcialmente o en su totalidad en antologías, colecciones, suplementos literarios, periódicos, revistas u otras publicaciones, ni deben estar participando en otros concursos o haber recibido premios anteriores.

Extensión

  • Para Serie Blanca, primeros lectores de 5 a 6 años, se recibirán escritos que contengan entre 8 y 15 páginas.
  • Para Serie Azul, lectores en proceso de 7 a 8 años, se recibirán escritos que contengan entre 16 y 45 páginas.
  • Para Serie Naranja, lectores fluidos de 9 a 11 años, se recibirán escritos que contengan entre 46 y 90 páginas.
  • Para Serie Roja, lectores críticos entre de 12 a 14 años, se recibirán escritos que contengan entre 91 y 150 páginas.

Envío de trabajos

Los originales, sin excepción, deberán ser remitidos por correo certificado a: 13º, Premio de Literatura Infantil y Juvenil El Barco de Vapor 2020, SM Carrera 85K# 46A-66, edificio 2 of. 302 Complejo San Cayetano. Bogotá, D.C., Colombia.

¿Cuál es el premio?

Consiste en la publicación de la obra en la colección El Barco de Vapor, de la editorial SM. 

El autor premiado recibirá por parte de la Fundación SM la suma de COP 20 millones de pesos como anticipo a sus derechos de autor. El premio será anunciado el 20 de octubre de 2020 y el lanzamiento del libro ganador se realizará en el marco de la Feria Internacional del Libro de Bogotá (FILBO) 2021.

¿Quiénes han ganado el Premio Barco de Vapor?

  • Patricio Pico y Pluma en la extraña desaparición del doctor Bonett, de María Inés McCormick.
  • El mordisco de la medianoche, de Francisco Leal Quevedo. 
  • James no está en casa, de Constanza Martínez Camacho.
  • La luna en los almendros, de Gerardo Meneses Claros. 
  • Una carta para Luciana, de Adriana Carreño. 
  • Por favor, ¡No leas este libro!, de John Fitzgerald Torres. 
  • Summer Wine, de Juan Fernando Jaramillo. 
  • Se resfriaron los sapos, de Marcela Velásquez Guiral.
  • Adiós, Oscurita, de Andrea Vega Serna.
  • Dulce de caballito, de Jesús Leonardo Muñoz Urueta.
  • Cinco ramitas de higuera, de José Andrés Gómez Santacoloma.


Más informes en: www.literaturasmcolombia.com 


La nostalgia de lo ausente. Entrevista a Natural Arpajou

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Natural Arpajou. Foto: Violeta Vargas 


Natural Arpajou (Mar del Plata, Argentina) fue una de las cineastas invitadas a la más reciente edición del Festival de Cine Independiente de Villa de Leyva. Su película “Yo, niña” (2018) se llevó el galardón como Mejor Largometraje. Presentamos esta entrevista inédita realizada en exclusiva para Libros y Letras.


Por: Santiago Díaz Benavides* / Bogotá


El año pasado, justo antes de iniciar mis días a bordo de la Librería Central, tuve el privilegio de asistir, como uno de los periodistas invitados, al 13 Festival de Cine Independiente de Villa de Leyva. Yo nunca había ido, en calidad de periodista, a ningún festival de cine. Sí recuerdo, por el contrario, haberme colado en una o dos entregas del FICCI y, obviamente, no dejé de asistir a las últimas ediciones de BogoShorts. Pero ir de invitado para ver y escribir sobre cine era algo impensado.

Diana, que fue de lo más amable, me dio las indicaciones y en menos de dos horas, Violeta y yo ya estábamos en Villa de Leyva. Era también mi primera vez en el municipio, después de casi quince años, con lo cual todo me impresionaba. De alguna manera, yo estaba viviendo mi propia película. ¿Qué cinéfilo no sueña con este tipo de cosas? Digo, yo estaba ahí, con un cartel de filmes dispuesto para mi curiosidad y la posibilidad de estar hasta el alba al interior de una sala. Solo hizo falta que nos dieran palomitas de maíz y nos trajeran la ducha hasta nuestros asientos. Me levantaba viendo cine y me iba a dormir de la misma manera.

Uno de los descubrimientos más gratos durante el festival, además de toda la oferta y la gran cobertura que los organizadores dispusieron para los visitantes, fue dar con cintas y cortos de un registro agresivo e intenso que se salían de lo usual. Más que grandes películas abordadas con maestría desde lo técnico, eran piezas exquisitas que se basaban especialmente en su concepción de los guiones. No dejó de asombrarme lo hecho por Marta Hernaiz en "La caótica vida de Nadia Kadic" (2018) que, con apenas dos personajes, poco diálogo y un manejo de cámara para nada elaborado, logra establecer una cercanía más que directa con el espectador; el caso es similar con "Amanda" (2018), de Mikhaël Hers, sumamente emotiva, y "Litigante" (2019), de Franco Lolli, cinta en la que el personaje de la madre de la protagonista se lleva toda la atención por la tremenda conexión que logra establecer a través de sus padecimientos. Y si de aciertos hablamos, no puedo olvidar mencionar la película "Los días que vendrán" (2019), de Carlos Marques-Marcet. Esta es una pieza, simplemente, magistral. La historia va de una pareja que, después de haber vivido un tiempo juntos y gozar del idilio de su amor, ahora se enfrentan al hecho de que pronto se convertirán en padres. Ninguno de los dos está preparado y el camino se pondrá más que complicado. Aquí no importa la historia en sí, lo que cuentan, sino cómo lo cuentan. Con eso claro, la interacción es más que intensa. 

Sin embargo, más allá de todas estas buenas propuestas, ninguna logró lo que Natural Arpajou, considerada como una de las promesas del nuevo cine argentino, consiguió con su “Yo, niña”. En esta película, basada en experiencias vividas por la directora, se nos cuenta la historia de una niña, Armonía, que vive en compañía de sus padres, Pablo y Julia, alejada de los ruidos de la ciudad y las salvajes dinámicas de lo urbano. Habitan todos juntos en un bosque y pasan sus días en una pequeña cabaña. No tienen energía eléctrica, tampoco hay ducha, cocinan con leña y en las noches se cuentan historias ante una fogata.

La narración se concentra en la descripción del mundo interior de la niña, mientras que el foco de la cinta alterna entre los conflictos emocionales de una madre alcohólica y las dudas de un padre que no sabe si realmente quiere estar ahí para su familia. Con el pasar del tiempo, la convivencia se va haciendo cada vez más difícil y comienza a invadir el mundo de esta niña que, sin nada más que hacer, pide ayuda a los marcianos para que le lleven con su “mamita”. 

“Yo, niña” es un intento por explicar la nostalgia de lo ausente, la ferocidad de saberse abandonado en medio de un entorno desprotegido. Una propuesta visceral que da cuenta del exceso de rencor que podemos llegar a albergar y la manera en que, sin saberlo, terminamos adoptando una actitud pasiva frente a la monotonía de los actos y lo absurdo de nuestras prácticas sociales. Un guion, de lejos, absolutamente ambicioso, muy bien estructurado y, lo que no es menor, honesto.

- ¿Cómo ha estado el festival?

-NA: He participado en otros festivales de cine, pero hasta ahora este les gana en carisma, en atenciones. Es mágico. La gente se queda en las salas hasta el final de las películas, aplauden, interactúan de una forma muy íntima con lo que traemos aquí.

- Suele ser la guionista de las películas que dirige y eso me parece maravilloso, además de complejo. ¿Qué tanta distancia hay entre una faceta y la otra? ¿Existe esa distancia?

-NAEntre el guion y la dirección no encuentro ninguna distancia. Soy una obsesiva total… Yo la verdad no sé cómo inicia todo. Por ejemplo, con uno de mis cortos, Ana y Mateo, había hecho el guion primero y luego de filmar y haber participado en festivales, vuelvo a ver el corto y me doy cuenta de lo mala persona que fui. Les hice repetir a los niños, que son los protagonistas, ¡todas las líneas al pie de la letra! El más pequeño recién habían cumplido 4 años. 

- Creo que la fuerza en la mirada de los niños, tanto en ese corto como en la película “Yo, niña”, es vital para entender la lógica de esos mundos que está intentando retratar…

-NAEs muy difícil de pensar. Bueno, depende… Con el corto de Ana y Mateo, en realidad, al revés de lo que me suele pasar, yo quería filmar sin más. Estaba terminando de estudiar y esto me apareció como la idea para la tesis de guion en la carrera. Me puse a pensar de más y se fue reformulando con el rodaje y la edición. Mi intención inicial era hacer un corto barato, pero que contara algo en sí y la mirada de los nenes a mí me parece que es muy bonita. No está cargada de juicios. Cuando ellos juegan, realmente están ahí, no les importa nada más. Yo me recuerdo siendo así y quería rescatar un poco de eso.

- ¿Todo lo que escribe surge de experiencias que ha tenido?

-NACreo que sí. Tim Burton dice que uno está escribiendo siempre la misma película y yo no puedo opinar lo contrario. Si vos vas a ver todos mis cortos y las películas que he hecho, todo habla de mí, de cuando era niña, de cuando me pasó esto o lo otro… Entonces, suelen ser personajes de chicas que son muy sensibles y parecen fuertes, pero en realidad están rotas por dentro, o niñas que no se sienten parte de nada, que sus padres nunca están en casa. Yo soy un poco como la clara muestra de esa contradicción entre fortaleza y fragilidad. En "Espacio Personal", que es la historia de una familia que se va desmoronando, lo a mí me interesaba era lograr que los personajes sintieran la ausencia y también estuvieran en constante búsqueda de su identidad. Un exnovio me dijo una vez que el tema de mis guiones es siempre la ausencia. Y sí. 

Natural Arpajou. Foto: Violeta Vargas


- ¿Cuál es el reto de llevar estas historias, que la afectan directamente, al guion y luego a la pantalla?

-NAYo también trabajo como docente. Me interesa transmitirle esto a mis estudiantes. Siempre les digo que lo que hay que hacer es algo que salga de adentro, que se sienta en la piel, después la técnica se aprende y se vuelve a olvidar al momento de rodar. No estás pensando si el foco, si el eje… Ya lo sabés. Cuanto más cercana la historia, mayor el impacto. Es lo que hace que una película sea diferente. Historias sobre padres e hijos, sobre amor y familias que se destrozan, de esas hay un montón. Cuando vos la acercás a ti mismo, nunca falla, porque será algo honesto y la honestidad se nota. Después, si a la gente le gusta o no, es lo de menos. Eso viene con el oficio. Lo que yo procuro es transmitir algo real, tratar de entender realmente lo que se está tratando de contar. Escribo cosas que me están conmoviendo en el momento, porque son intensas, son reales. Me parece que de eso se trata este oficio, hacer cine es enfrentarse a uno mismo.

- Cuanto más intimista, ¿es más intenso el retrato?

-NASin duda. En “Yo, niña” lloré tres horas por teléfono antes de iniciar el rodaje. Sabía que lo que iba a contar me afectaría de forma más directa que a otros. Se me estaba saliendo todo de las manos. Estaba por arrepentirme y un amigo que recién había hecho su Ópera prima, me dice: “Tranquila, nena. Vos sabés lo que querés decir. Tenés que hacer esta película. Fílmala, y el resto que se caiga”.

- Menciona la ausencia como su tema, pero me da la sensación de que hay una atracción más profunda por las cosas rotas. ¿Qué tanto intenta entender de sí misma en su trabajo?

-NAAbsolutamente todo. El cine a mí me rescató de la vida. Siempre que me encontraba en algún momento de mucha angustia, de mucho dolor o sufrimiento, aparecía el cine. Eso me hacía sentir feliz de repente. Y en calma.

- ¿Qué le ha permitido, entonces?

-NASer quien soy. No tengo cómo explicarlo. A mí no me interesa el dinero que esto pueda dar. Ni siquiera da mucho. Para mí el cine está para entenderse a uno mismo. Si el arte no va para allá, ¿qué sentido tiene?


Escribo cosas que me están conmoviendo en el momento, porque son intensas, son reales. Me parece que de eso se trata este oficio, hacer cine es enfrentarse a uno mismo.



*Santiago Díaz-Benvides. Periodista cultural y librero. 
Síguelo en @santiescritor


Árbol de libros: El podcast, lo mantendrá al día con la cultura

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Por: Ileana Bolívar* / Bogotá.

En medio del aislamiento social que afronta el mundo, la cultura se ha convertido en una de las mejores opciones para aprovechar el tiempo que hoy tenemos disponible estando en nuestras casas. 


Una de esas propuestas es “Árbol de Libros: El podcast”, que arrancó sus emisiones este lunes a través de la plataforma de Spreaker. Este programa, que dirige la periodista y librera Claudia Morales, cuenta con la participación de otras destacadas figuras del periodismo y los libros como Mauricio Arroyave, Diego Aristizábal y Diego Betancourt, para pasar de manera virtual la cuarentena junto a los oyentes hablando de literatura, música, pintura, danza, teatro, arte, cine y, en general, con  información de la actividad cultural, especialmente del país. Se trata de un episodio diario que pone a la cultura en el eje central con «narrativas amables, que les puedan brindar afecto, conocimiento y llevarnos a plantear algunas preguntas sobre lo que sentimos y lo que nos rodea», afirma Claudia Morales

Con un estilo espontáneo y cercano de cada uno de los periodistas que se enlazan desde su respectiva ciudad: Claudia, desde Armenia, Quindío; Mauricio y Diego Betancourt, desde Bogotá; y Diego Aristizábal, desde Medellín, en su primer episodio, reflexionaron sobre ¿cómo sería Colombia sin librerías?, profundizaron acerca del dolor que produce la muerte del músico, cineasta, pintor y poeta español Luis Eduardo Aute. Además, un librero contó cómo armaría un nuevo mundo, los 50 años del encierro de un escritor y, finalmente, hubo  recomendaciones literarias.

Ilusionados con este proyecto cultural, esperamos que se extienda más allá de la cuarentena. ¡Enhorabuena, “Árbol de Libros: El podcast”!


Pueden escucharlo de lunes a viernes, a las 6:00 p.m. a través de Spreker. 

Integrantes: 

- Claudia Morales: periodista, columnista de El Espectador, creadora de la librería Árbol de Libros. 
- Mauricio Arroyave: periodista y realiza reseñas de libros en su canal de YouTube "El ojo nuclear"
- Diego Aristizábal: periodista, columnista del diario El Colombiano y ex director de la Fiesta del Libro de Medellín. 
- Diego Betancourt: periodista y experto en comunicación digital. 




*Ileana Bolívar. Periodista. 



La Feria del Libro de Bogotá llegará a la casa de los lectores

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El pasado 12 de marzo se anunciaba que la edición 33 de la Feria Internacional del Libro de Bogotá, en la que los países Nórdicos eran los invitados de honor, se aplazaba debido a la pandemia del Covid-19. Aunque acertada la decisión no fue fácil de tomar, ya que para la fecha, los organizadores de la FILBo 2020 y las editoriales tenían prácticamente definida su programación de actividades y los lanzamientos listos para presentar en la principal feria del país y la tercera más importante de Latinoamérica. 


Por: Ileana Bolívar* / Bogotá.

Sin duda, la actual crisis ha generado una gran incertidumbre en el sector editorial, siendo uno de los más afectados debido a varios factores como al cierre de las librerías; además, por considerarse al libro un producto no esencial, aunque éste sea hoy el que más acompañe a las familias en sus casas.

Las nuevas circunstancias han obligado a todos los actores del libro a reinventarse y, para ello, las redes sociales, los blog, las portales web y toda plataforma digital han sido sus mejores aliados para promover campañas que incentiven la lectura a través de encuentros literarios con los autores, clubes de lectura, libros recomendados, lectura de fragmentos de obras, descarga de ebooks gratuitos y un sinfín de actividades que han mantenido a lectores muy activos. 

Por eso fue propicio que los organizadores de la FILBo, la Cámara Colombiana del Libro y Corferias, optaran por la alternativa de hacer una feria virtual para que el público la pueda disfrutar desde sus hogares a través de la campaña #FILBoEnCasa, lo que significa que desde ya dispondrán de sus canales digitales para alojar distintas acciones de promoción del libro y la lectura. Durante estos días de aislamiento, los lectores podrán encontrar una oferta literaria, cultural, académica y profesional de la mano de los autores, editores, distribuidores y libreros que conforman la cadena del libro en el país. 

Sandra Pulido, directora FILBo, ha destacado que #FILBoEnCasa retomará varias actividades que en su momento se habían programado y conservará las mismas fechas en que se realizaría la feria, del 21 de abril al 5 de mayo. Este espacio también busca fortalecer la comercialización de audiolibros, libros digitales y en físico, ya que algunas librerías pueden hacer sus envíos.



La programación de #FILBoEnCasa es gratuita y está pensada para que toda la familia se haga partícipe, sólo deben estar atentos a las redes sociales de la Cámara Colombiana del Libro y consultar las actividades en www.feriadellibro.com. El lanzamiento oficial de la programación se realizará el próximo lunes 13 de abril y contará con: 

- Programación Cultural: se realizarán cuatro actividades diarias que serán transmitidas en vivo con autores invitados, quienes abordarán distintas temáticas. Las franjas horarias están pensadas para llegar a los distintos públicos de la FILBo: niños, jóvenes, adultos y profesionales del sector.

- Clubes de lectura: desde el martes 7 de abril se abrirán las inscripciones para participar en cualquiera de los siete clubes de lectura virtuales que ha programado la FILBo con distintas temáticas y moderadores. Cada Club se reunirá virtualmente desde la próxima semana a las 6:00 p.m. y tendrá 4 sesiones. 

Lunes: Nuestra voz, un espacio dedicado a la literatura colombiana, a cargo del librero Jimmy Torres, leerán el libro Delirio de Laura Restrepo.
Sesiones: 13, 20, 27 de abril, 4 de mayo     
                                                
Martes: El río, un espacio para conversar sobre medioambiente y sostenibilidad, con la moderación de la periodista científica colombiana, Ángela Posada-Swafford, en donde leerán su libro Un enemigo invisible.
Sesiones: 14, 21 y 28 de abril, 5 de mayo.

Miércoles: Las Sinsombrero, dedicado a la obra literaria escrita por mujeres. A cargo de Gloria Susana Esquivel, escritora. Leerán Cuaderno de Faros de Jazmina Barrera.
Sesiones: 15, 22, y 29 de abril y 6 de mayo.

Jueves: Tierras nórdicas, un espacio dedicado a la región y a sus autores, moderado por el periodista Diego Felipe González, con la lectura del libro Visión de la memoria de Tomas Tranströmer.
Sesiones: 16, 23, y 30 de abril y 7 de mayo.

Viernes: Para leer al atardecer, un club de lectura inspirado en los relatos cortos, moderado por el escritor colombiano Pedro Badrán. Leerán el libro Hoy decidí vestirme de payaso de Álvaro Cepeda Samudio y cada sesión tendrá un relato diferente.
Sesiones: 17 y 24 de abril, 1 y 8 de mayo

Sábado: Juegos del hambre, un espacio para conversar sobre la literatura y las distopías, a cargo de la periodista cultural Laura Ocampo, leerán El cuento de la criada de Margaret Atwood.
Sesiones: 18 y 25 de abril, 2 y 9 de mayo

Domingo: Dónde viven los monstruos. Yolanda Reyes e Isabel Calderón, en alianza con la librería Espantapájaros, proponen una conversación para explorar el universo de la literatura infantil, conocer autores e ilustradores y descubrir esos libros justos para hablar con los niños y ayudarlos a descifrarse en esa lengua simbólica de la literatura. Compartirán la lectura del libro Donde viven los monstruos de Maurice Sendak y cada sesión tendrá un libro diferente.
Sesiones: 19 y 26 de abril, y 3 y 10 de mayo

Cartas a la FILBo: la FILBo invita al público a escribirle una carta a la FILBo (volver a la palabra escrita, pero también puede ser ilustración, dibujo o caricatura). Las cartas se recibirán a través de las redes sociales de la FILBo y de Corferias con el #FILBo2020 #LaFILBoEnCasa. Las 100 primeras cartas serán puestas en un muro de la página web de la FILBo durante los días de la feria (21 de abril al 5 de mayo) y se hará una selección para tener un muro con las cartas de los seguidores para la siguiente edición de la FILBo.

Eventos de expositores y aliados: la programación digital de los afiliados, aliados y expositores de la FILBo que esté agendada para estas fechas, se podrá visualizar en la página web de la FILBo bajo el #LaFILBoEnCasa.

- Vitrina virtual: estará disponible un listado con las tiendas virtuales de los editores, distribuidores y libreros con su oferta editorial física y digital.


*Ileana Bolívar. Periodista.
  


Los años invisibles de Rodrigo Hasbún

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Los años invisibles es la tercera novela del boliviano Rodrigo Hasbún (Cochabamba, 1981), una obra en la que el escritor retoma una historia que ya había trabajado en un par de relatos incluidos en su libro Los días más felices, publicado en 2011 por Duomo Ediciones. 


Por: Pablo Concha* / Cali (Colombia)

Hasbún parte del cuento “Ladislao”, profundizando y dándole otra dimensión a elementos ya presentes en este relato para hacer un análisis, por medio de la ficción escrita por el narrador de Los años invisibles, de la adolescencia, los sueños e ideales de la juventud, la carga que para muchos supone el pasado y cómo eso te puede hundir. La idea de que la literatura, por más que pueda utilizarse como ejercicio de reflexión y entendimiento de una época o situación, al final no va a poder estar a la altura de la vida real. Lo que en realidad pasó y lo que uno imagina, nunca va a coincidir; el abismo entre la vida y la ficción es infranqueable. En Los años invisibles, dos amigos de la adolescencia se reúnen veintiún años después de concluida la secundaria y en otro hemisferio para revisar su pasado común, el pasado que uno de ellos está transformando en una novela. Así, entablan una conversación en el transcurso de una tarde mientras recorren bares en Houston sobre la dura verdad de aquella época. 

A continuación, una charla que tuvimos con el autor en exclusiva para Libros & Letras:

─La novela Los años invisibles es una ampliación del cuento “Ladislao”, incluido en su libro Los días más felices, publicado en 2011. ¿Por qué decide volver a esa historia?

RH: Es una historia que me siguió dando vueltas desde entonces, y abordarla esta vez en una novela y no en un cuento me ofrecía la posibilidad de ahondar más en los personajes, en sus aventuras exteriores y en sus guerras interiores, en todo eso que más les importa y más les duele. Por encima de eso, me ofrecía sobre todo la posibilidad de ver qué había sucedido con los personajes veinte años después. Porque Los años invisibles es para mí eso más que nada: una contraposición entre lo que llamamos el pasado y lo que llamamos el presente, una indagación sobre el tiempo y la memoria y sobre cómo lidiamos con ambos.

─El narrador de Los años invisibles escribe sobre la adolescencia para liberarse de lo que le sucedió a él y a sus amigos, para tratar de entender, pero ocurre todo lo contrario: el peso de los recuerdos lo abruma. ¿Habría que hacer lo que sugiere Andrea, borrar el pasado y nunca mirar atrás?

RH: Para seguir adelante es necesario recordar pero también es imprescindible olvidar. Ojalá pudiéramos estar más en control de esas dos cosas, ojalá pudiéramos recordar más intensamente ciertos momentos y borrar de forma radical algunos otros. Pero no podemos, y eso hace que la memoria sea un territorio tan complejo y decisivo, un territorio donde además el pasado nunca permanece quieto. Se mueve y transforma tanto como el presente y el futuro. Lo seguimos reinventando continuamente, para bien y para mal.

Los años invisibles, aparte de ampliar y complejizar unos relatos de Los días más felices, deja de manifiesto el hecho de que son ficción. ¿Cómo y por qué decide incorporar este elemento metaficcional en el libro?

RH: La distinción entre ficción y realidad, entre imaginación y memoria me parece cada vez más tenue, y en la escritura a menudo termina disolviéndose. Ese origen ambiguo de las historias me interesa, y quería evidenciarlo en la novela. Quería que la novela propiciara la pregunta sobre el grado de “realidad” de eso que le sucede a Ladislao y a Andrea, que propiciara la pregunta pero no que la respondiera. Por eso, a diferencia de ti, creo que yo no me animaría a concluir que la novela “deja de manifiesto el hecho de que son ficción”.


Los años invisibles es para mí eso más que nada:
una contraposición entre lo que llamamos el pasado y lo que llamamos el presente,
una indagación sobre el tiempo y la memoria y sobre cómo lidiamos con ambos.


─Un tema importante de la novela, tal vez el principal, es el de que “hay una distancia insalvable entre la vida y la literatura”, y el hecho de que “esa distancia es menor en los libros de los grandes escritores”. ¿Puede ampliar esa idea?

RH: Es una provocación del narrador, que piensa que los escritores que más importan son aquellos que saben mirar de frente hacia la vida, sin la literatura de por medio. Cuando estás empezando a escribir, es muy común que lo hagas atravesado por la mirada de los escritores que más te impactaron. En esos textos no hay una respuesta directa a la vida, sino más bien un acercamiento deslavado a ella por medio de una mirada ajena, digamos la de Kafka o la de Borges, o la de cualquier otro. Lo que plantea el narrador es que son pocos los escritores que logran desentenderse de esos filtros y esas sombras. Plantea también que es algo que sucede más tarde que pronto, que no es posible ver la vida en serio antes de los cuarenta. Hasta entonces la mayoría de nosotros vamos avanzando con los ojos vendados.

─Para los personajes de Los años invisibles nada resulta como habían imaginado; esa noción del final feliz no se da, incluso el escritor reconocido y publicado está lejos de encontrarse dichoso o satisfecho. ¿Es triste ese panorama, o son demasiado utópicos los sueños de la adolescencia?

RH: Ni lo uno ni lo otro. La vida (y la literatura que mejor la retrata) está llena de matices, de momentos luminosos y de momentos imposibles, de lo que se rompe pero también de lo que perdura, de afectos feroces y endebles, de sueños que se vuelven pesadillescos y de pesadillas que terminan siendo gratas, de amores y odios que no dejan de mutar.

Los años invisibles y el cuento “Ladislao” parten de la misma escena, aunque en la novela se notan ya unas sutiles variaciones y una actitud diferente por parte de Joan. ¿Cómo fue la experiencia de reescribir un relato, o un segmento de un relato, que ya había sido publicado anteriormente?

RH: Escribí el cuento hace más de diez años, lo que quiere decir que fue otro quien lo escribió. En ese sentido, volví a ese material un poco como si me acercara a él por primera vez, haciendo énfasis en lo que más me inquieta ahora y desarrollando mejor a todos los personajes y ya no solo al Ladislao del cuento. Sería un ejercicio interesantísimo reescribir una misma historia cada diez años. Ahí se evidenciaría de manera brutal cuánto importa la mirada de quien escribe la historia, cuánto inciden en la historia las preocupaciones y la sensibilidad de quien la escribe, sus circunstancias, su experiencia, su edad.

─En el personaje de Andrea es donde más se aprecia el contraste entre realidad y ficción. Sin embargo, muchos de esos años invisibles (entre la adolescencia y el presente) son un misterio para el lector. ¿Qué tan factible es que la volvamos a encontrar en un futuro cuento o novela?

RH: Me cuesta saber sobre qué escribiré más adelante, o si me interesará retomar a estos personajes en otros cuentos o novelas. Si surge el impulso o la necesidad, lo haré sin duda, pero no es algo que me gustaría forzar o que me tengo propuesto. Dicho esto, admiro profundamente los proyectos de algunos escritores que vuelven una y otra vez a unos cuantos personajes o a un mismo lugar. En Latinoamérica son emblemáticos los casos de Onetti y Saer, y la obra de ambos puede pensarse como un rompecabezas interminable, que dependiendo de cómo ordenes los libros va ofreciendo resultados distintos. Bolaño también jugó muy bien a eso.

─¿Cuáles son los autores de cabecera de Rodrigo Hasbún?

El ejercicio de armar una lista tentativa siempre termina siendo injusto y un poco engañoso, pero te lanzo algunos nombres. J. M. Coetzee es quizá el escritor al que he admirado con más constancia estos últimos veinte años. Agota Kristof y a Natalia Ginzburg les tengo un cariño enorme, y vuelvo siempre a sus libros, así como vuelvo a la poesía de Pessoa. En estos últimos años, los libros autobiográficos de Deborah Levy son de lo que más me ha entusiasmado.


Sería un ejercicio interesantísimo reescribir una misma historia cada diez años.
Ahí se evidenciaría de manera brutal cuánto importa la mirada de quien escribe la historia, cuánto inciden en la historia las preocupaciones y la sensibilidad de quien la escribe...




*Pablo Concha. Escritor colombiano, autor del libro de cuentos Otra Luz y colaborador literario en Libros & Letras y otros medios culturales.


Edgardo Kawior: «Pretextos en un diálogo entre la música y la palabras»

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Edgardo Kawior. Foto: cortesía autor


Un café en Buenos Aires con Edgardo Kawior


Por: Pablo Hernán Di Marco* / Argentina


Acertó Hernán Casciari cuando utilizó la palabra “intensidad” para definir a Edgardo Kawior. De todos modos, yo prefiero optar por la palabra entusiasmo. Edgardo es infinidad de cosas, pero ante todo es un tipo entusiasmado. Por imaginar, por crear, por convocar; en fin, por hacer. No es sencillo seguirle el paso. Sus múltiples facetas —psicoanalista, escritor, camarógrafo, director de cine, teatro y televisión—, lo vuelven por momentos inclasificable. Sin embargo, un  buen modo de conocer a Edgardo es sumergirse en Pretextos. Pero… ¿qué es Pretextos? Venga, acompáñenos, lector, este pocillo de café es suyo. Buena parte del propósito de esta charla tiene como fin compartir con usted los secretos que atesora esa bella alquimia entre teatro, música y literatura a la que su creador, Edgardo Kawior, bautizó Pretextos.   

—Pretextos un híbrido tan original que no es sencillo explicarlo. Definilo con tus propias palabras, por favor.

EK: (Risas)… Definir Pretextos es tan difícil como definir el psicoanálisis. Yo diría que es un diálogo entre la música y las palabras. Dos amigos fueron quienes lo definieron mejor que yo. Pedro Saborido, después de venir la primera vez, me dijo: “Kawior, esto que armaste es una tertulia. Me encantó”. Y Reynaldo Sietecase, una especie de padrino del ciclo, cuando lo anunció por primera vez en la radio, dijo: “Matías de Rioja y Pablo Citarella nos ofrecen sus dones”. Como verás sigo sin poder definir que es Pretextos sin pedirle ayuda a quienes viven esta experiencia.

—Contale a nuestros lectores quiénes son los talentosos Matías y Pablo.

EK: Matías es P y P: psicólogo y poeta. Así me gusta definirlo. Tiene publicados dos poemarios que están por ser reeditados por Hojas del Sur, y una novela inédita que verá la luz pronto. Y Pablo es la mano derecha (y también la izquierda) de Gerardo Gardelín. Suele conformar las orquestas de los musicales más importantes de Buenos Aires, es profe de piano y de música, y un pianista que toca el piano con todo el cuerpo. 

—Dejame hacer mi aporte para definir Pretextos. ¿Sería correcto decir que es un viaje, mitad orden y mitad aventura, entre literatura, piano y psicoanálisis? 

EK: Más que correcto, la tuya es una definición implacable. Gracias, Pablo. Te la voy a robar para la difusión de las próximas presentaciones.

—No te cobro nada, pero si querés pagás vos esta ronda de café. Contame algo, Edgardo: ¿recordás el preciso instante en que te surgió la idea de Pretextos?

EK: Sí, un día después de revisar mis años de laburo con Gabriel Rolón y con Hernán Casciari, me dije: “Pelado, tus ideas funcionan. Es hora de que inventes algo nuevo” (algo nuevo que se construye a partir de lo viejo, porque en realidad no inventé nada con Pretextos). Entonces, una tarde estaba en Facebook y encontré un texto de Matías de Rioja. Le mandé un mensaje privado y nos citamos en Los Galgos a tomar una cerveza.

—Te interrumpo un segundo. Qué lugar precioso Los Galgos. La próxima nos encontramos ahí, ¿qué te parece?

EK: Dale, te tomo la palabra. Y entonces pensé en Pablo Citarella, porque es amigo y toca el piano precioso, además de ser muy histriónico. Y así fue. Los junté a los dos. Ellos no la veían ni cuadrada, pero me dieron la chance de una primera presentación. Y así empezó, como todo. Probando.

—¿Qué escritores pasaron por el ciclo?

EK: Matías de Rioja fue el primero. Luego, se sumaron unos cuantos, no todos escritores. La lista es larga (y preciosa): Casciari, Guebel, Mey, Skliar, Sietecase, Juan Sklar, Saborido, Natalia Zito, Vivian Dragna, Debret Viana, Valentina Vidal, Javier Lombardo, Belén Wedeltoft, Marianne Costa Picazzo… quizá me esté olvidando de alguno. Una vez Graciela Borges leyó junto a Gonzalo Unamuno y Enzo Maqueira poemas de Idea Vilariño y Paco Urondo. Otra vez hasta tuve la osadía de presentarme yo mismo el 13 de octubre, con el pretexto de celebrar el día del psicólogo a leer algunos poemas que escribí, y fragmentos de textos inéditos.

—Sí, ese día fui. ¿Sabés qué me llamó la atención aquella vez? La química que generás para unir al público con lo que sucede arriba del escenario. Los espectadores se sentían parte de un todo, algo nada sencillo de lograr.

EK: Parte de lo que pasa en Pretextos que se parece mucho a lo que sucede en una sesión de análisis. Lo evanescente. Lo que no se puede capturar. Qué bueno que lo hayas vivido así porque no hay modo de transmitir esa experiencia sin transitarla.

—¿Qué escritores soñás con subir al escenario este 2020?

EK: Por lo pronto, sueño con el final del aislamiento por el coronavirus, y reprogramar las fechas de Saborido, Sietecase, Casciari, Mairal y Mercedes Romero (que ya estaban programadas). Vengo insistiendo con Sacheri, Claudia Piñeiro, Fabián Casas, y muchos otros. Incluso, había pensado abrir el juego a intérpretes. Verónica Llinás (leyendo a su padre, Julio), Irina Hauser, que además de escribir, canta precioso. Veremos qué nos permite soñar este mundo complicado. Ojalá pueda sumar actores y actrices. Me gusta el concepto de “obra en construcción”.

—¿Son muchos los tímidos como yo, a los que les ofrecés participar y te ponen excusas de todo tipo?

EK: No, vos sos un tímido único e irrepetible.

—Me hiciste reír. Dale, sigamos. 

EK: Pero no fuiste sólo vos quien me dijo que no. Luis Mey, que a esta altura es un amigo, me pasó una lista de escritores y escritoras interesantes. Llamé a una y me dijo: “Pero a mí no me gusta leer en público. Me da taquicardia”. No sé si era parte de una fobia o qué. No quiero diagnosticar sin conocer el caso en profundidad.

—Te tiro una idea: podrías armar un Pretextos con esa escritora y yo como invitados. Y lo llamás Pretextos para tímidos incurables.

EK: La timidez no es un problema, mucho menos una enfermedad. Ahora, me hiciste acordar de otra escritora. Le mandé un mensaje por Messenger diciéndole que me gustaría invitarla a Pretextos, pero que no había leído nada de su obra, si quería enviarme algo. Y me respondió “Si no leíste ninguno de mis libros me parece una falta de respeto que me convoques al ciclo”. Ahí sí pareciera que hablamos de una “patología narcisista”, o del desconocimiento de la invención creativa.

—Esa actitud, por desgracia, no me sorprende. Cambiemos de tema. Sos director de cine y televisión, ámbitos en los que el control sobre lo que sucede detrás de cámara es casi total. Sin embargo en Pretextos, no solo trabajás sin red, sino que quienes suben al escenario suelen ser escritores que están a años luz de la experiencia de un actor. ¿Cómo te llevás con esa inevitable adrenalina? 

EK: Bien. A veces me ayudo con una copa de mis amigos de Vinos Vuelo Andino, o una cerveza. Pero además, fuera de broma, poner en escena una obra que no tiene un guión estricto, es una apuesta. Como la del psicoanálisis. Mi maestro Augusto Fernándes en sus clases de dirección de teatro y puesta en escena, solía decir: “Un director es inteligente cuando renuncia a lo que imaginó”. Eso es Pretextos. Dejar que el momento me sorprenda. 

—Qué buena esa frase, y muy aplicable a la escritura. También sos psicoanalista. ¿Qué le aporta la psicología a Pretextos? 

EK: Pensé mucho en esto que me preguntás. En el deseo de analizar y en el lugar del analista. Pretextos es un espacio para el deseo del otro. Yo, en muchos casos, simplemente convoco a los artistas, y dejo que la cosa suceda. A veces, intervengo más. Casi como en el juego del análisis, algo parecido a lo que hago, de algún modo, en el consultorio cuando trabajo con mis pacientes. Invito a los escritores y escritoras a jugar. Si no saben qué hacer, empiezo a interrogar su deseo. 

—Esa faceta de aventura de Pretextos de la que antes hablé, intuyo que hace que tengas muchas anécdotas para contar. Compartime una.

EK: Te cuento una anécdota de las muchas que este ciclo me regaló. Tras insistirle más de una vez, Daniel Guebel me dijo que sí, y vino a leer fragmentos de su libro El hijo judío, un texto reconciliador respecto a la relación con su padre. Fue la primera vez que Daniel leyó este libro en público. Tres días después de la presentación, su papá, que estaba enfermo desde hacía mucho tiempo, murió. En Pretextos, como en el psicoanálisis, como en la vida misma, el azar también juega.

—Tremendo lo que me acabás de contar. La literatura como premonición y sanación, y también como despedida.

EK: Algo así. Natalia Zito contó algo que, mirá, de sólo recordarlo se me pone la piel de gallina. Creo que fue aquel día que viniste a ver. Su novela Rara que seguro habrás leído, cuenta la experiencia de su embarazo en el que su hijo perdió la vida. Natalia dice que si no hubiera escrito sobre esta tragedia se habría muerto ella también.

—Sí, estuve el día que Natalia subió al escenario. Tuviste la gentileza de sentarnos a los dos en la misma mesa. Lo que te contó Natalia es un buen ejemplo de la escritura como sanación. Y también la perfecta contracara del narcisismo del que antes hablamos. ¿Pedimos otro café, Edgardo?

EK: Dale, pero esta vez pagás vos.

—Acabás de abrir tu canal de Youtube. ¿Qué le vas a ofrecer a tus seguidores a través de esa red? 

EK: Por lo pronto empecé a compartir algunos videos del ciclo, una columna de Hernán Casciari en la que lee el prólogo de mi libro y explica por qué me bautizó “Pelado Intenso”, y con el correr del tiempo, quizá me anime a generar contenidos especialmente para este canal. Me gustaría armar duplas de Pretextos a distancia. Como nos fuimos enterando en estos días para poder transmitir en vivo en Youtube necesitás tener más de 1.000 seguidores, quiero atraer nuevos suscriptores con contenidos interesantes. Ese es el plan. Crear un espacio propio para acercarme a la gente en tiempos de aislamiento. Desde el arte, desde la palabra, desde la música.

—Nombraste tu libro, hablemos un poco sobre eso. En 2018 publicaste El enigma de la verdad. Ensayo en tres actos sobre Psicoanálisis y Teatro. Y sé que estás abocado a la escritura de una novela. ¿Qué podés adelantarme de esa novela? ¿Cómo estás viviendo el pasaje del ensayo a la ficción? 

EK: No sé si hay grandes diferencias, más allá del oficio, de escribir un género u otro. Incluso, no sé cómo explicar qué me pasa cuando escribo en clave de ensayo o cuando me animo a la poesía. Lo único que te puedo decir es que me anoté en uno de los talleres de Daniel Guebel, y la primera clase me dijo: “Yo ya sé sobre qué historia quiero que escribas. La que me contaste la primera vez que tomamos un café”. Quizás, podría decirte entonces, Pablo, que la escritura de mi novela la estoy viviendo como un viaje hacia atrás en mi historia, y un viaje hacia adelante, en mi deseo de ser escritor.



—Vamos con la última pregunta de Un café en Baires, Edgardo. Te regalo la posibilidad de invitar a tomar un café a cualquier artista de cualquier época. Contame quién sería y qué le preguntarías.

EK: Qué difícil. Creo que las preguntas serían dos. Invitaría a William Shakespeare y le preguntaría “¿Maestro, usted dejó guardadas algunas obras inéditas? ¿No me diría dónde están, por favor?”

—Y que el encuentro sea en Los Galgos, ¿qué te parece? Tendría su gracia caminar con el viejo William por Callao y Lavalle. 

EK: Seguro. Yo arrancaría Callao abajo, con la intro de “Balada para un loco” en la voz del Polaco. Pasaría por Clásica y Moderna, lugar en el que viví momentos preciosos, y luego agarraría Rodríguez Peña para visitar lo que fue hasta hace pocos meses el Teatro de La Comedia (donde se estrenó la adaptación teatral que hice junto a Charlie Nieto y Gabriel Rolón de su libro Historias de Diván). Este último tramo de la recorrida, musicalizada con “Aniversario” de Pessoa. “El tiempo en que festejaba mi cumpleaños, yo era feliz, y nadie estaba muerto”. Perdón. Me pegó trágico, pero no solitario, el final.

Acá les paso el enlace para seguir el canal de Edgardo en Youtube:





*Pablo Hernán Di Marco.  Desde Buenos Aires trabaja vía internet en la corrección de estilo de cuentos y novelas. Autor, entre otras novelas Las horas derramadasTríptico del desamparo. Colaborador literario de la revista Libros & Letras 







Adopta una librería, la campaña que busca salvar a las librerías en Colombia

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Librería. Foto: Libros & Letras

Con esta iniciativa de la Cámara Colombiana del Libro, se busca recaudar fondos para apoyar a 47 librerías de todo el país.

Desde que a Colombia llegó el Covid-19 y las autoridades sanitarias empezaron a implementar medidas para evitar la propagación del virus, el comercio comenzó a cerrar sus puertas y las librerías no fueron la excepción, todas tuvieron que cesar sus actividades.

Aunque todos los sectores de la economía de alguna manera se han visto afectados, sin lugar a dudas, uno de los más golpeados es el de la cadena del libro, ya que –infortunadamente- el libro no es considerado un producto esencial en las familias. 

Con el fin de atender la emergencia que, precisamente, enfrentan actualmente las librerías, la Cámara Colombiana del Libro, CCL, ha desarrollado la campaña #AdoptaUnaLibrería que consiste en convocar a la ciudadanía para que apoye económicamente a las librerías por medio de donaciones que serán recogidas por la CCL, y entregadas de manera equitativa a las librerías que se postularon en una convocatoria ya realizada. El dinero que se recaude tiene como misión abonar al pago de la nómina de los empleados en cada una de las librerías beneficiarias.

¿Cómo se puede donar?

El recaudo se realizará a través de la plataforma Vaki quienes garantizan la transparencia del proceso en cada momento. Estará disponible del 13 de abril al 13 de mayo de 2020.

Una vez finalizadas las fechas, la Cámara Colombiana del Libro será la encargada de publicar en su página web, el procedimiento de entregas, las cantidades por librerías, así como la fecha y modalidad de entrega. Esto será supervisado por el CERLALC. 

En las redes sociales de la entidad y en su página web, se podrá ver el avance del recaudo diariamente.


Librerías beneficiadas

El pasado 2 de abril, la CCL abrió una convocatoria a las distintas librerías del país, directamente y a través de la Asociación Colombiana de Libreros Independientes, ACLI, las cuales, para poder participar en esta campaña, debían cumplir algunas condiciones que en su momento se publicaron. 

El resultado fueron 47 librerías seleccionadas que recibirán este apoyo y se encuentran localizadas en Armenia, Barichara, Barranquilla, Bogotá, Bucaramanga, Cajicá, Cartagena, Chía, El Retiro (Oriente Antioqueño), Ibagué, Medellín, Montería, Pasto, Pereira, Subachoque, Tunja y Yopal:

Armenia
  • Árbol de Libros

Barichara
  • Aljibe Librería y Café

Barranquilla
  • Nido de Libros

Bogotá
  • Arteletra Librería
  • Babel Libros
  • Casa Tomada Libros y Café
  • El Telar de las Palabras
  • Espantapájaros
  • Hojas de Parra Librería
  • La librería de Ana
  • La Valija de Fuego
  • Librería Central
  • Librería La hora del cuento
  • Librería Siglo del Hombre Editores
  • Libros Mr. Fox
  • Luvina
  • Matorral Librería
  • Mirabilia
  • Nada
  • Oso de Anteojos Tienda de Libros
  • Prólogo Libros
  • San Librario Libros
  • Santo y Seña
  • Tertulia Librería Café
  • Tienda Teatral
  • Tornamesa
  • Villegas Editores Librería
  • Wilborada 1047

Bucaramanga
  • Librería La Cingla

Cajicá
  • Había una vez Children Bookstore

Cartagena
  • Ábaco Libros y Café

Chía
  • Garabato Librería Café

Ibagué
  • Ala de Colibrí

Medellín
  • Al Pie De La Letra
  • Casa Tragaluz
  • Librería Los libros de Juan
  • Libros Antimateria
  • 9 3/4 Bookstore + Café
  • Palinuro libros leídos
  • Ulises Café Librería

El Retiro (Oriente Antioqueño)
  • Tanta Tinta

Montería
  • Libro Tinto

Pereira
  • Librería Centro Cultural

Pasto
  • Librería Camino a Casa

Subachoque
  • Ocasumi Librería

Tunja
  • El Relojero Ciego

Yopal
  • Léeme y Leeré







Ganadores del Primer concurso de relato y poesía creativa Libros & Letras

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Ilustración de Jorge Consuegra por Hache Holguín


Reunidos de manera virtual en Bogotá, el 13 de abril de 2020, Natalia Consuegra, editora Agencia de Noticias Culturales Libros & Letras; Juan Camilo Rincón, escritor y periodista; Enrique Patiño, escritor y novelista; Ileana Bolívar, directora de la revista Libros & Letras; Pablo Concha, escritor y  Carlos Castro, periodista cultural, determinaron, después de haber dado lectura a los 74 textos que llegaron a la presente convocatoria y que cumplían con los requisitos del concurso (45 cuentos y 29 poemas), entregar el primer premio al cuento “Luces brillantes”, de autoría de Angélica Villalba Cárdenas, y el primer premio de poesía creativa a “Catavientos de El Pajal”, de autoría de Saúl Munevar.

El jurado destacó la amplia acogida que tuvo la convocatoria del concurso, con un total de 88 participantes (de los cuales 14 no fueron leídos, debido a que no cumplieron con alguno de los requisitos). Resulta interesante la variedad de perfiles, desde escritores y literatos, hasta médicos, abogados y estudiantes de las áreas y edades más diversas. Valoramos la participación pero, sobre todo, el interés de los participantes por nutrir y seguir enriqueciendo la creación literaria hecha en el país, con nuevas temáticas, formas y estilos.

El cuento y el poema ganadores serán publicados en el sitio web www.librosyletras.com, la Agencia de Noticias Culturales y la edición impresa de la revista Libros & Letras (cuando esta sea publicada). Los ganadores en cada categoría recibirán un premio en libros por un valor de $400.000 pesos colombianos. 

Finalmente, el jurado decidió dar una mención especial a Juan Felipe Rodríguez por su cuento “Jugueteo con el aire” y a Lidi Lorena Buitrago por su poema titulado “Casa Manija”.


El Primer concurso de relato y poesía creativa Libros & Letras le rinde un homenaje a la influyente figura de Jorge Consuegra (Bucaramanga, 1949-2016), fundador y director in memoriam de Libros & Letras, quien consagró su vida a la difusión y gestión cultural, y al apoyo incondicional de los nuevos talentos literarios.


En constancia firman, 
                                             
Enrique Patiño
Escritor y novelista

Natalia Consuegra
Editora Agencia de Noticias Culturales

Juan Camilo Rincón
Escritor  y periodista

Pablo Concha
Escritor
Ileana Bolívar
Directora revista Libros & Letras

Carlos Castro
Periodista cultural 




"Luces brillantes", cuento ganador del concurso de relato y poesía creativa Libros & Letras

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Angélica Villalba Cárdenas. Foto: Martín García


"Luces brillantes", de la periodista Angélica Villalba Cárdenas, resultó ganador del Primer concurso de relato y poesía creativa Libros & Letras. 

A continuación lo publicamos.


"Luces brillantes"

Llega la noche. Las tinieblas se apoderan de las débiles paredes de bahareque. En ese momento, el lugar se transforma en una especie de castillo donde las sombras son personajes y, caprichosamente, la vela juega con el aliento de la abuela Isabel. De patos de oro, jaguares, tunjos en vida y extraños príncipes iluminados por el sol, se impregna el espacio con cada relato.

Ella me habla sobre las luces brillantes que se posan en la ladera. Son doradas y anuncian la presencia de tesoros bajo la tierra. La miro incrédula, pero escucho con atención. Imaginarme puntos de luz que juegan en el horizonte me llena de intriga.

De pronto, un fuerte sonido afuera de la casa nos interrumpe. Ella sale. Mientras tanto, yo me paralizo en la silla. Sé que Champaña, la yegua de mi tío Humberto está afuera, muy cerca de la puerta. Oigo el sonido de su respiración y una verdad se apodera de mí: Champaña es un ser sobrenatural salido de los cuentos de la abuela.

Sigo en la silla, clavada en la madera. Mi cuerpo está atrapado; solo puedo mover los ojos y espero que la vela no se apague. Un par de lágrimas resbalan por mis mejillas. Entre el terror y la cobardía trato de levantarme; sin embargo, es una tarea imposible.

Mi abuela abre la puerta. Su mirada es diferente, muy triste, casi como la de un moribundo esperando su hora. Al verme, me dice:

—¡No tengas miedo! Champaña está amarrada con las demás bestias.

Entonces, escuchamos voces de hombres rasgando la tierra; mientras la casa tiembla con cada golpe, se abre una grieta en la pared y pienso que se va a caer.

Muy confundida, le pregunto:

— Abuela, entonces ¿quiénes están afuera?

Ella, con una sonrisa entre pícara y perversa, sentencia:

—Mija, son los jinetes que buscan a la guaca de oro. Y aunque ellos no la pueden ver, ¡la

guaca camina entre nosotros!

Atónita veo las luces brillantes de “El Dorado” que se pierden en los ojos de mi abuela.


***

Angélica Villalba Cárdenas.  Más de 20 años de experiencia periodística en la televisión nacional e internacional han convertido a Angélica Villalba Cárdenas en una contadora de historias.  Ganadora del I Certamen Internacional de Microrrelatos Amnistía Internacional Valladolid 2019, también obtuvo mención especial en el Concurso de Cuento Corto de la Universidad de La Sabana, centro educativo del cual es profesora. Co- creadora del espacio “La Esquina delirante”, en el diario colombiano El Espectador. Egresada del Taller Local de Escrituras Creativas de Idartes.



Lea también:



"Catavientos de El Pajal", poema ganador del concurso de relato y poesía creativa Libros & Letras

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"Catavientos de El Pajal", del poeta Saúl Antonio Munevar Martinez, resultó ganador en la categoría de poesía del Primer concurso de relato y poesía creativa Libros & Letras que a continuación publicamos. 



Catavientos de El Pajal

A Segundo Martínez, abuelo

—Abuelo —le susurro.
Háblame una vez más sobre la tierra fundada por pájaros
y bautizada en la grafía con nombre de nido.
Pero el hombre continúa la labor inconclusa de la niñez,
en posición de sembrador de arroz
aprieta cada alfiler con cabeza de pluma
y los clava bajo las uñas de sus pies.
«Hacía mucho viento en la montaña aquel día», dice.
Y le agrega a su voz: «Las plumas son los nervios del viento».
— Abuelo —le susurro. Recorramos juntos el rastro
de los indios papagayeros señalado en la cordillera
por el canto de los emplumados.
Pero sus ojos córvidos parpadean poco para no perderse de nada,
su respuesta es tan larga y silenciosa que pierde el afuera.

—Abuelo —le susurro. Háblame de los seres livianos
que te enseñaron a guardar vientos dentro de las cañas
y las frutas secas. Pero el abuelo termina de sembrarse
y sus huesos suenan cuando la pose endereza.
«Regresaré con la cuarta luna de los emigrantes hacia el sur».

2

Abuelo hace una ocarina con la junta de sus manos
y se dispone a hacer la oración del viento:
Entona entre los dedos una melodía,
regalo de bienvenida bajo un cobertizo de paja
cuando nació por segunda vez entre las piernas de una india.
Ora hasta que se le acaban los pulmones.

Su corazón es un huevo cinerario de fuego.
Su pecho de cuerdas reventadas es una coraza liviana
de nueve cuartos para el amor,
con muchas urnas quebradas por los golpes de la orfandad.
Pega sus ojos contra la ventana:
«Hay que hacer la voluntad de las torcazas
que se estrellan contra El Ojo de Buey Blanco»

Toce con fuerza y todo el cuerpo le suena.
«Guagua», dice mientras me abraza.
«Cuando un hombre muere, deja ver que le faltan alas.
Y cuando cae, deja ver que le falta una sombra;
esa es la más terrible desnudez.»



Saúl Antonio Munevar Martínez. Poeta de Dagua. Estudiante de la Licenciatura en Literatura de la Universidad del Valle. Ganador de varios concursos de poesía a nivel nacional. Sus poemas han aparecido en varias revistas impresas y/o virtuales. Maneja un blog donde aparece parte de su trabajo:
trendepapagayos.blogspot.com. En su fanpage en el que como Tren de papagayos aparece parte de su trabajo publicado.


David Betancourt: “Me alegra que la gente se ría leyendo mis libros porque yo los sufro haciéndolos”

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Entrevista con David Betancourt, autor de La conjura de los vicios 


Por: Pablo Concha* / Cali, Colombia

La conjura de los vicios de David Betancourt (Literatura Random House, 2020) es un libro de cuentos en donde, debajo del humor presente en las situaciones que describe, subyace una inmensa soledad y desconsuelo de los personajes. Las adicciones que padecen son, en muchos casos, producto de la incomprensión, el aislamiento y la incapacidad de conectar con otros seres humanos y con su entorno. Afirma la escritora caleña Pilar Quintana en la contratapa del libro, “Uno no para de reírse”, pero a la vez siente lástima de estos personajes y mucha tristeza. Los ocho relatos son narrados con un lenguaje coloquial, un slang antioqueño, si se quiere, y todos tienen como escenario a Medellín y sus alrededores. El libro también hace una crítica mordaz a la ciudad, a la sociedad paisa y, por ende, la colombiana.

La presente obra toma su título –y lo modifica– del libro La conjura de los necios de John Kennedy Toole, publicada póstumamente en 1980 y ganadora del premio Pulitzer en 1981, que relata las andanzas de uno de los personajes más curiosos de la literatura: Ignatius J. Reilly. El epígrafe es precisamente tomado de esta novela: “Lo aprendiste todo, Ignatius, todo, salvo cómo debe comportarse un ser humano”. Es algo que podría aplicarse al repertorio de personajes del libro de David Betancourt. Un conjunto de historias diferente al panorama literario actual y narrado con humor e inteligencia, dos cosas difíciles de mezclar de manera exitosa. A continuación, una charla que tuvimos con el escritor en exclusiva para Libros & Letras:

─La soledad es uno de los temas centrales del libro, una profunda soledad que los personajes llenan con diversos vicios y conductas nocivas. Ante la tristeza, ¿solo queda reírse de uno mismo para seguir adelante?

DB: Esa gente que vive en los cuentos de La conjura de los vicios está sola y se siente sola y triste porque por tener los vicios que tiene la otra gente le saca el cuerpo, le corre, la aparta, la desprecia, la discrimina. Nadie, por ejemplo, está dispuesto a aguantarse todo el día, todos los días, a alguien que no le para la boca, pues, que vive hablando y hablando y hablando parejo una infinidad de nada, cosas insustanciales encima de las palabras de los demás, como es el caso de uno de los personajes del libro, enviciado a echar carreta. Como nadie le habla ni lo escucha, le toca hablarse a él mismo y a las cosas, y ahí es cuando se siente solo, como la mayoría de los viciosos, que tienen que acompañarse de ellos mismos y del vicio porque no les queda de otra, porque tener un vicio los excluye. Esos viciosos de mi libro (uno enviciado a decir “gonorrea”; otro a matar personajes en sus novelas porque los libros con muchos muertos gustan mucho y se venden mucho y vuelven famosos a los escritores por más malos que sean; otro a componer mentalmente los defectos físicos y las maneras de vestir y de hablar de la gente que se encuentra en la calle por puro miedo a que lo maten por decir las cosas de frente; otro que le da por regalar todo lo que tiene cuando se toma un trago, etc.) yo no los veo reírse de ellos mismos, aunque esa es una opción, sino padecerse, mentirse, engañarse y culpar a los demás de su mal. En esta colección de cuentos, por ejemplo, yo veo más soledad y más tristeza que humor, porque yo de alguna manera soy mis personajes y los conozco y los sufrí y los padecí y les di su destino, pero quizá a los lectores les dé más risa que tristeza o sientan compasión, y más si son colombianos o latinoamericanos, porque nosotros no podemos evitar reírnos y burlarnos de esos a los que las cosas les salen mal, esos que se caen, que fracasan, que pierden… Por eso yo me río de mis lectores, de los que compran este libro, y que ellos se rían de mis personajes, de mis inventos y de mí si quieren.   

─¿Qué tan importante fue el descubrimiento de la novela de John Kennedy Toole en términos de la creación de esta obra?

DBLa conjura de los necios y el Quijote son dos de mis libros más queridos. La lectura de esas dos novelas lo único que me produce es envidia e impotencia y ganas de dejar de escribir. Y como las releo con frecuencia, ya puedo decir que uno de mis vicios más fuerte es la envidia, un vicio muy colombiano y muy del estilo de los de mi libro, vicios raros y hasta graciosos pero vicios al fin y al cabo con los que mis personajes tienen que lidiar. Entonces, La conjura de los necios solo me sirvió para el título, para un epígrafe y para jugar con algunas cosas que pasé de allá para acá y que el lector seguro va a encontrar. En la novela de Kennedy Toole, por ejemplo, como dije ahora, hay humor pero también mucha soledad y mucha tristeza. La soledad y la tristeza están patentes, como en mis cuentos, pero el humor lo encontrará el lector maldadoso, pues, lo aseguro, la mamá de Ignatius Reilly (el personaje de Kennedy Toole) viendo lo que le pasaba a su hijo y a ella en la novela, en vez de risa le dieron ganas de llorar y un desconsuelo tremendo. 

─¿Qué tanto se reía usted mientras plasmaba el lenguaje coloquial en cada una de las historias?

DBMientras los personajes de mi libro hablaban con esas palabras y esas expresiones, yo los oía sin reírme porque la gente habla así, porque yo hablo así, porque me gustan las palabras y maneras que usan para decir las cosas más insignificantes y las más trascendentales. Me hubiera dado mucha risa, eso sí, que mis personajes hablaran con palabras rebuscadas, que no les pusieran color, que fueran solemnes, que dijeran sus cosas como si fueran un artículo académico publicado en una revista indexada, pero se comportaron bien y hablaron como yo hablaría de ser un personaje de un libro mío. Además, mis personajes me conocen bien y saben que, si se les hubiera dado por hablar como a mí no me gusta, con esa seriedad que da risa, los hubiera borrado del libro.   

─¿Existe alguna razón en particular para que el sexo no se encuentre entre los vicios descritos en el libro?

DBEs que en La conjura de los vicios los vicios que persiguen, agarran y atormentan a los personajes, como dije ahora, son de otra esencia, de otro material, tan originales como el título de mi libro. El más cercano al sexo es el vicio de un señor que en las mañanas, antes de entrar a trabajar, le da un besito a la puerta de la fábrica para, de esta manera, tener motivación para cumplir sus funciones. Si no le da el piquito a la puerta de vidrio, se desespera y no es capaz de hacer nada. Eso es lo más cercano al sexo que tengo para ofrecerle al lector. Pero en La conjura de los vicios hay bala, así que no se preocupen. Además, en este libro no hablo de sexo porque me propuse escribir solo sobre cosas que no domino.


─En algunos relatos queda de manifiesto un juego autoconsciente y metaficcional. ¿Por qué decide incluir este elemento en La conjura de los vicios?

DBEn mi colección de cuentos yo menciono al autor, porque si yo no hablo de mí, nadie, aparte de los personajes, lo va a hacer. Es una cuestión de ego y de admiración. Y conmigo y con mis personajes, además, no corría el riesgo de que se dijeran cosas malas del libro y de mí. Trabajamos en equipo para que mi libro y yo quedáramos bien. También, los personajes y narradores hablan maravillas de La conjura de los vicios, dicen que es una obra maestra, obviamente porque ahí viven ellos y así lo creen y sienten orgullo de estar eternizados en una casa de semejante calidad. También, el narrador–protagonista de un cuento se refiere a los escritores que hicieron los textos de la contracarátula (David Gil, Luis Miguel Rivas, Pilar Quintana, Gilmer Mesa y Ricardo Silva Romero), no por lamberles, no, todo lo contrario, para decirles que son unos lambones por ponerse a decir cosas elogiosas del libro sin que la editorial les pagara un peso. También, el lector es determinante: se le habla, habla el lector, e incluso escribe. Siempre tuve en cuenta al lector en La conjura de los vicios, pero solo al que tenía cosas buenas para decir, para que haya un equilibrio, porque los lectores de verdad, los de afuera de la obra, demás que dirán lo contrario. De todas formas, a los lectores de afuera no les creo, bueno, a menos que estén de acuerdo con los que están guardados en mi libro.  

─No es sencillo encontrar escritores capaces de hacer reír al lector. ¿Qué autores hacen reír a David Betancourt? ¿Cuáles podría recomendar?

DBMe alegra que la gente se ría leyendo mis libros porque yo los sufro mucho haciéndolos. Es extraño que mis cuentos hagan reír a los lectores cuando yo no busco ese efecto. David Gil, por ejemplo, en la contracarátula dice algo que a mi manera de ver es muy atinado. Dice que los cuentos de La conjura de los vicios se presentan como literatura de humor, pero que “las hipérboles y juegos de palabras encubren una tristeza insidiosa”. Pero bueno, La conjura de los necios y el Quijote son eso también: risa y tristeza. Yo recomiendo que lean o relean esos dos libros mientras todo vuelve a la normalidad y pueden volver a salir a la calle.   



*Pablo Concha. Escritor colombiano, autor del libro de cuentos Otra Luz y colaborador literario en Libros & Letras y varios medios culturales.


Un café en Buenos Aires con las libreras Mara Guzzo y Julieta Messer

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“Estamos ante una excelente oportunidad para aprender”


     No será menor el impacto del coronavirus en la industria editorial. Escritura, edición, impresión, canales de venta… todas las áreas de la industria se encuentran profundamente afectadas, y el futuro no luce prometedor. Pero el libro sorteará esta crisis, y hasta el posible que, en medio del paisaje desolador, también se abra alguna que otra oportunidad. A fin de cuentas la historia del libro, desde la antigüedad a estos días, está conformada por desafíos, crisis y resurrecciones. Para conversar sobre estos temas convoqué Mara Guzzo y a Julieta Messer, dos libreras que comprenden su trabajo —o mejor dicho, su pasión— como pocas.           

Por: Pablo Hernán Di Marco* / Argentina.

     —Me gustaría que charlemos un poco sobre este tiempo raro que nos toca vivir. Vayamos a un mes atrás, cuando aún no se había decretado la cuarentena, pero la gente ya comenzaba a encerrarse en sus casas. ¿Es cierto que en ese período se vendieron más libros? 

     Julieta: Trabajo en una librería en pleno barrio de Palermo y es verdad que, de alguna forma u otra, los clientes intuían que se venían días extraños, así que empezaron a llevar pedidos más voluminosos. Ese comportamiento coincidió con el hecho de que los locales comenzaron a abrir en una franja horaria más acotada. La gente aprovechó para aprovisionarse de libros en cantidad.    

    Mara: Sí, por lo que observé en mis clientes, muchos volvían de sus vacaciones en el exterior del país, y se encontraban haciendo una cuarentena preventiva, todavía a esa fecha no obligatoria.  La mayoría me pedían, que les recomendara varios libros para leer, porque no iban a volver hasta dentro de un mes, aproximadamente. En la última semana previa a la cuarentena oficial, se vendió muy bien.

     —Discúlpenme la inocencia, pero no puedo dejar de verle algo de romántico a esa escena. La gente proveyéndose de libros como si se tratase de arroz o frutas.

     Mara: Sí, el libro físico como compañero indispensable para estos tiempos.

     —Después comenzó la cuarentena y debieron cerrar las librerías. ¿Cómo están manejando este momento de incertidumbre laboral? 

     Julieta: Es un momento muy difícil para los que amamos nuestro trabajo. Intenté con mi jefa poder pensar alguna estrategia online. Lo cierto es que más allá de videos en Instagram que incentiven la lectura o la recomendación de tal o cual libro en auge, es difícil forjar una política comercial cuando los locales físicos están cerrados y la actividad parada en casi todas las editoriales o distribuidoras.}

     Mara: Más que incertidumbre laboral, es la desazón de cómo va a terminar esta pandemia a nivel mundial, que ha ocasionado tantas muertes en tan poco tiempo. Y como esta cuarentena prolongada puede generar un cambio de paradigma en diferentes niveles, que incluyen también a lo laboral. 

     —¿Están vendiendo libros por medio de entrega a domicilio? ¿Cómo funciona esa modalidad de venta?

     Mara: Ya lo implementaron a raíz del decreto del gobierno Nacional, para poder hacer venta online, la modalidad la implementa cada empresa según criterios propios. 

    Julieta: En la librería en dónde trabajo en Palermo aún no lo implementamos. El tema es la logística y poder asesorarse a nivel legal de qué es lo que está permitido o no. Por mi parte observo que muchas librerías medianas que tienen acceso al material lo están haciendo. Es un punto que hay que investigar y ver si se libera y si se da la posibilidad de hacerlo bajo normativas de higiene. En estos días se liberó la actividad de librerías comerciales/artísticas.

     —Algunos ven a esta crisis como una oportunidad para el libro electrónico. Yo creo que, más allá de esta coyuntura, el libro electrónico siempre tendrá una porción menor del mercado, pero díganme cómo lo ven ustedes, que son las que saben. 

     Julieta: Tenía un jefe que me decía que el libro físico no iba a existir más, que pensaba que el futuro estaba en lo digital. Me le reía en la cara yo. Y creo que lo seguiría haciendo. Lo interesante del libro electrónico es primero su precio: es más barato. Y por otro lado que existe la posibilidad de conseguir por ese medio libros agotados. Por lo demás creo que el lector y la lectora de las librerías argentinas es un adepto al papel. Hasta te hacen comentarios de lo que aman su textura o su aroma. El libro sigue vivo, en papel. No compite con el libro digital. Creo que pueden convivir. Es sano que lo hagan. Porque es una elección democrática. Y porque cada persona es diferente.

     Mara: Algunas editoriales liberaron los derechos de algunos títulos, en forma de ebooks, lo cual resultó un acierto ya que muchos lectores de libros físicos, encontraron también cómoda la lectura en soporte digital. Me consta de personas cercanas, de edad avanzada, muy lectoras del libro físico, que encontraron este soporte muy cómodo.

     —¿Saben de alguna ayuda que el Gobierno esté por destinar a librerías? 

     Mara: No tengo información al respecto. Seguramente más adelante,  van a implementar algún salvaje económico. 

     Julieta: Hay rumores, pero por lo que tengo entendido creo que no hay nada concreto. Sino que la librería se encuadra dentro de lo que es un comercio. Y Presidencia está abocando sus esfuerzos para que los empleadores no sufran una actividad comercial totalmente parada, que en algunos casos puede traer consecuencias devastadoras. 

    —Tarde o temprano las librerías reabrirán. ¿Cómo imaginan ese futuro? 

     Julieta: Como en todas las crisis algo se aprende. Creo que habrá en principio a nivel clientes una suerte de paranoia por la pandemia. Se adecuarán las medidas de higiene elevándose al máximo. La relación cliente-librero se irá recuperando de a poco. Y por otro lado es una excelente oportunidad para aprender, por ejemplo, a poder armar una estructura de delivery conectándose con diferentes distribuidoras e incluso editoriales. Por ejemplo, en un caso de urgencia le podríamos comprar un libro a una editorial con nuestra ganancia pero poder coordinar un “Puente” digamos para que la misma editorial se lo mande al cliente y así poder salvar un poco un momento muy difícil como estamos viviendo cuando un negocio está imposibilitado de abrir, y por lo tanto, de vender.

     —¿Vos cómo lo ves, Mara? ¿Pensás que se vienen algunos cambios de hábitos?

     Mara: Es evidente que va a producirse un cambio de hábitos en lo relacionado a las formas de consumo cultural. Y en esto involucramos obviamente a los libros.

    —Y hablando del futuro y de los cambios que se vienen: yo creo que, más allá del inevitable bajón económico, el libro tendrá una oportunidad. Para el cine y el teatro se vienen tiempos duros, pero intuyo que la lectura, al ser una actividad inherente al aislamiento, tal vez sea revalorizada.   

     Julieta: Me parece relativo. Evidentemente los sectores que mencionás fueron golpeados. Respecto a la lectura creo que puede ser que haya una avalancha de acumulación de libros y un interés de profundizar más ya que el libro en esta pandemia fue una opción de entretenimiento contra el tedio y el sopor. Tal vez haya un momento más introspectivo luego de la pandemia en donde sociológicamente se valore el tiempo de una manera más consciente. Y eso traiga aparejado un comportamiento similar con el libro. Pero todo pasa, y no necesariamente experimentaremos un giro en este sentido.

     Mara: Esperemos que el aislamiento no se prolongue, para que puedan abrir las librerías, para que los clientes puedan reencontrarse con los libreros y con los libros, en ese feedback tan necesario para la divulgación de los nuevos escritores. 

     —Para ir cerrando, les cuento algo: no saben lo que extraño entrar a una librería. Y ni siquiera hablo del hecho de comprar un libro. Hablo de mi rutina de entrar a una librería, estar en ella, agarrar un libro, leer la contratapa, cruzar algunas palabras con el librero. Imagino que hay miles como yo.

     Julieta: Hermoso comentario. Por supuesto. Solo valoramos lo que tenemos cuando lo perdemos. Pero hay que volver.

    Mara: En lo personal, no hay como el libro físico, lo digo como, lectora, como escritora, como editora y por supuesto como librera. Seguro que pronto, se volverán a abrir las librerías. Siempre sos bienvenido Pablo, a las librerías donde trabajamos, tanto Julieta como yo.

Todos precisamos del conocimiento de un buen librero. A Julieta Messer la pueden encontrar en Dain Usina Cultural, Thames 1905. Y a Mara Guzzo la encuentran en la sucursal de Cúspide de Vicente López 2050. 



*Pablo Hernán Di Marco.  Desde Buenos Aires trabaja vía internet en la corrección de estilo de cuentos y novelas. Autor, entre otras novelas Las horas derramadasTríptico del desamparo. Colaborador literario de la revista Libros & Letras 



Control de rutina, un cuento de Adriana Villegas Botero

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Adriana Villegas Botero. Foto cortesía

Control de rutina*
Por: Adriana Villegas Botero


El cruce entre el análisis genético natal y la historia médica genealógica indicó que era probable que Santiago empezara a desarrollar un tumor maligno en el páncreas a los 47 años, 4 meses y 2 días. El médico recomendó dieta, ejercicio y controles periódicos. En algún momento de la adolescencia sus padres consideraron un trasplante pero era una cirugía muy compleja para prevenir un riesgo futuro e incierto. Durante varios años él descartó la posibilidad de casarse o tener hijos porque no quería causar duelos tempranos, pero sus amigos empezaron a ser papás por la misma época en la que conoció a Isabel, quien desde el principio se sorprendió con la fe que él tenía en el resultado del análisis: lo que ella veía como una posibilidad para él era una certeza. Su historia había sido distinta: su informe natal alertó sobre hipotiroidismo y sobrepeso desde los 39 y artrosis después de los 73. Sería una mujer sana hasta la vejez si la fatalidad no se atravesaba en forma de accidente aéreo, terremoto, caída u homicidio. Su buena salud se evidenció en un parto natural de rápida recuperación. Joaquín tenía ya seis años y un informe genético tan alentador como el de su mamá, que ya tenía problemas de tiroides pero lucía un cuerpo fantástico, al que se le notaban las sesiones de pesas, spinning y natación.

En todo eso pensó Santiago mientras esperaba al médico en el cubículo al que lo condujeron luego de cruzar el escáner de salida de la compañía. Llevaba más de 14 años pasando todas las mañanas y todas las tardes por la misma máquina, que permanecía casi siempre con una luz verde de rutina. De vez en cuando una luz amarilla representaba para él o algún compañero dos o tres días de incapacidad: el escáner detectaba una indigestión leve o una gripa de la que aún no tenía síntomas, pero que ya había empezado a incubarse. Si la luz se encendía a la salida le daban un bono compensatorio por haber contraído la enfermedad en la jornada laboral. La luz naranja venía con gestos de alegría, sorpresa o llanto. No todos los embarazos son deseados y en todo caso siempre revelaban al resto de la fila que la trabajadora había tenido sexo pocas horas antes. Cuando la luz naranja se encendía en el escáner de salida se multiplicaban los comentarios maliciosos. La luz roja era la única que se acompañaba de un sonido: un pito de alerta tan escaso que incluso los del segundo piso se asomaban a mirar quién era la víctima. Santiago llevaba esperándola toda su vida. Se le adelantó nueve días.



***

*El cuento "Control de rutina" hace parte del libro El lugar de todos los muertos de la periodista y escritora Adriana Villegas, publicado en 2019 por la Secretaría de Cultura de Caldas. 





"Escribir es mi manera de estar en el mundo": Jaime Arracó Montoliu

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A raíz de la publicación de la novela Una persona perfecta (Editorial Planeta, 2019) del escritor español Jaime Arracó Montoliu, autor de Los años queman (Rey Naranjo, 2016), tuvimos una charla en exclusiva con el autor para Libros & Letras.

Por: Pablo Concha*

─¿Cómo surge la idea para esta novela?

Desde hace ya bastantes años escribo con obsesión –escribir es mi manera de estar en el mundo–, muchas veces sin rumbo, pero protegido, sin molestar a nadie. No pienso conscientemente en lo que quiero escribir; los libros van apareciendo mientras los escribo y hago todo lo posible por terminarlos. Lo que siempre pasa es que abordo temas que conozco, voy a los lugares donde he vivido, entablo nuevas relaciones con las personas que he tenido cerca. En un principio, todo tiene que tener relación con mis afectos, con el estómago, con el corazón. Entonces aparecen las partes más literarias de mis propias experiencias, y con esto me refiero a la biografía de las tantas personas que he conocido y que me han enseñado algo, bueno o malo. Hay vidas intensas, muy intensas y muchas tentaciones. También la naturaleza que conozco o las ciudades que me soportan. Soy una persona nostálgica y –como ya hice en mi anterior novela– me gusta recurrir a personajes jóvenes porque me ofrecen mucho, son más vitales y más ingenuos, los jóvenes son más temerarios y puros. Me he encaprichado de estos chavales que están siempre a punto de que les pase algo, próximos a los quiebres que necesito para narrar sus vidas con mayor amplitud. Sí, ahí hay más pureza, más verdad –también literaria–. De lo que sí soy consciente es de que muchas personas no pasaron a la vida adulta, de que muchas personas se quedaron estancadas en la adolescencia y en la primera juventud. La cabeza no les dio. No les da, es una trampa de la que no pueden salir, pero siguen envejeciendo y viviendo en cuerpos adultos. Quiero saber qué pasó en esas vidas, normalmente envueltas en privilegios. ¿Por qué son así ahora? Después surgió la idea de hacer una novela mental y finalmente aparecieron el protagonista y el resto de personajes principales. Yo soy todos y ninguno. Pero doy muchos tumbos hasta llegar a ese punto. Para mí la literatura es una obsesión, más artística que comunicativa. Me obsesionan los sustantivos, los adjetivos, los verbos. Y el viento, y la noche y todo aquello que las palabras pueden crear. Mi cabeza me dice que absolutamente todo lo que entra en ella puede ser narrado literariamente. A veces es agotador. Una noticia, una llamada telefónica, una lectura. Quería que la novela fuera muy visual, eso lo tenía claro, quería que la formaran secuencias de imágenes narradas, descripciones muy precisas e ideas complejas simplificadas por el lenguaje. Esto se adaptaba muy bien a mi manera de escribir, que es más bien caótica. Acumulo mucho material, me lleno de notas en libretas y papeles sueltos, y luego lo ordeno como si fuera un puzle. Borro sin miedo, descarto con humildad y reescribo con placer. Imaginé capítulos y los definí brevemente, distintos finales. Que luego ese trabajo haya aparecido en la novela, es otra historia. Todo esto te lo digo hoy, desde la distancia, con el trabajo hecho. Sin haber mencionado el vital trabajo que hizo mi editor. Pero al final todo nace de un diálogo que recuerdo, de un sueño, casi siempre de algo que sale de mi memoria. La imaginación viene después. Los músicos te dicen dónde y cómo escribieron una canción. Yo no te sé decir cuál fue la primera palabra del libro ni cuándo la escribí. 

Una persona perfecta trata el tema de la esquizofrenia. ¿Qué tan rigurosa fue la investigación que tuvo que realizar para escribir al respecto? 

No creo que deba ser yo quien conteste esta pregunta –al menos la parte de la esquizofrenia–, sino los lectores, sobre todo los que padecen la enfermedad. Cuando tuve dudas médicas, consulté a mi psiquiatra, pero fueron muy pocas veces. Investigué, creo que con método y siendo riguroso. Pero esto es algo que debe hacer cualquier escritor, escriba el género que escriba. Investigar sobre botánica, sobre la arquitectura, sobre los contextos sociales o los códigos morales, lo que le toque a cada uno. Desde el principio sabía que mi trabajo era otro, no el de escribir un tratado de enfermedades mentales. Mi trabajo es bregar con las emociones y las palabras. Crear personajes que sientan y hagan sentir al lector. Tener la inteligencia para reconocer los límites de la historia, y también los míos. Y escribir eso, lo que está a mi alcance. Nunca menos. Yo soy riguroso con la escritura, con la elección de las palabras, con la velocidad del texto, intento ser riguroso con lo que pide la historia. He de saber cuándo dar un paso a un lado para que los protagonistas o las ambientaciones se adueñen del libro. Ceder el control a la literatura.
La esquizofrenia es un tema de los muchos que se tratan; sin duda hay mucha tristeza, y una insatisfacción constante e incurable que comparto con Saturnino. Es una novela sobre la vida, sobre el dolor, sobre la infancia, sobre la culpa, el miedo, la familia, la muerte, la religión, la amistad, la falta de amor, la soledad. Hay muchos temas. En realidad no creo que sea una novela sobre la esquizofrenia, la enfermedad mental es una característica más de Saturnino. Mi propuesta literaria no va por ahí. Me interesaba más crear un lenguaje propio, manipularlo y experimentar todas las posibilidades lingüísticas de un yo alienado. La novela ahonda más en las formas de narrar que en los temas narrados. El libro habla más de la voz de la esquizofrenia que de la propia esquizofrenia. En todo caso hay espacio para el arte, para la música, para los deseos y para analizar la sociedad de la época en que está enmarcada la novela. El miedo a vivir, el suicidio, la extrañeza de nuestro cuerpo y nuestra cabeza, las limitaciones provocadas por la enfermedad. Quiero pensar que hay mucho más que esquizofrenia. Hay veranos, hay inviernos, hay felicidad, hay maltrato y hay poesía. Están las relaciones humanas e incluso la belleza que aparece cuando Saturnino se entrega a su propia suerte.

─El protagonista de la novela, Saturnino Freixa, examina su corta vida tratando de entender si lo que le sucede es consecuencia de acciones o hechos que le acontecieron en la niñez, o si quizás todo es culpa de la genética de sus padres. ¿Es importante tener a alguien a quien culpar por lo que nos pasa? 

Hacer eso es lo más fácil del mundo. Echar balones fuera, no asumir las propias responsabilidades. Pero tener a alguien en el punto de mira –ya sean tus padres, un novio de la adolescencia, o la sociedad entera– es un lastre pesadísimo que no te deja avanzar, ni conocerte, ni ser objetivo. La rabia de Saturnino va dirigida hacia su padre, pero también hacia sí mismo. Por lo que le hicieron, pero también por lo que él mismo se hace. Lo cierto es que las novelas necesitan preguntas que el escritor intenta resolver. Y esta de la responsabilidad es una de las grandes. Qué controlamos y qué no. Pero si tenemos en cuenta las adicciones, que es otro tema sobre el que me gusta escribir, o las enfermedades mentales, los pacientes no son irresponsables, no actúan bajo su propia voluntad, quiero decir que hacen muchas cosas en contra de su voluntad, y es por eso que no pueden ser tachados de irresponsables. Simplemente están enfermos y la enfermedad actúa por ellos. Tener a alguien al que culpar de tus males no creo que ayude en nada. Yo interioricé aquello que le dijo Patti Smith a Cat Power: “Me explicó la responsabilidad que tiene un artista con su creación, y me aconsejó beber agua”. 

─En la novela vemos unas entradas del diario de Saturnino, una actividad que su psiquiatra le aconseja que haga, pero son pocas y, al final, es algo que no se profundiza. ¿Por qué decide hacer un uso tan somero del elemento del diario?

Si te das cuenta, Pablo, la estructura de la novela le da el espacio que le corresponde. Tiene el mismo espacio que tienen los capítulos dedicados al consultorio médico, a la infancia, a los viajes, a la casa de mamá y papá, y al delirio. Me explico: hay veintidós capítulos organizados con seis títulos que se omiten, pero que se repiten ordenadamente. Seis, seis y seis, tenemos entonces dieciocho capítulos y después está el delirio mezclado con una escritura más realista en el refugio de montaña, adonde mandan a Saturnino para curarse. Por esto que te digo no creo que sea un elemento somero, está en su justa medida. Además no quería pararme tanto en la metaliteratura, tenía que ser consecuente con la idea de la novela mental, así que el juego experimental que inicia Saturnino con el diario le da la posibilidad de expresarse sin más restricciones que las impuestas por su propio cerebro. Yo tenía que responder a lo que pedía el libro, no a mis caprichos personales. La novela mental era lo que tenía que predominar. La libertad narrativa aparece en los últimos cuatro capítulos, del dieciocho al veintidós. Se pasa de la cabeza de Saturnino a la naturaleza, es un ir y venir de la idea de salvación a la idea de condena. Los capítulos dedicados al diario tienen la misma importancia que los dedicados a las otras cinco temáticas y por lo tanto un volumen muy parecido de páginas en el libro. Incluso los capítulos que no pertenecen al diario, yo los considero un diario, la diferencia está en la privacidad de la escritura y en la aproximación narrativa más independiente, franca y espontánea que hace en esos capítulos. Me parece que todo, a su manera, es un diario.

─Se podría decir que la novela es el proceso de aceptación de Saturnino del hecho de que padece una enfermedad de la cual no se va a curar nunca. ¿Sería correcto definirla así?

Hay algo de eso, es verdad. Tiene que aceptar sus propios defectos. Me gusta más resaltar los defectos que las virtudes de los personajes. Tiendo al drama. Sus padres no lo aceptan. ¿Qué hacer cuando no te aceptan tus propios padres? Para Saturnino es un drama seguir viviendo, si se piensa bien, independientemente de su enfermedad. Es difícil entender que una enfermedad es crónica y que no volverás a ser el mismo que eras, que no serás la persona que conocías antes, aunque eso no quiere decir que serás peor. Solo diferente. Todo esto conlleva cambios que no todos están dispuestos a hacer. Porque cuesta mucho rendirte a estas cosas. De hecho no termina de aceptarlo, el dolor de vivir, de tener sentimientos que no le gustan y que no domina hace que siga escondiéndose detrás del alcohol, los medicamentos y las drogas. Pero también se siente amparado por la música, por la literatura y por los recuerdos, un poco inventados, de una infancia con algunos momentos felices.

─Aparte de la esquizofrenia, en el libro también se aborda el tema del abuso físico de los padres, el descuido y quizá la mala crianza. Saturnino dice en cierto momento: “Todos necesitamos referentes para sobrevivir. Y en mi casa no había”. Puede que la familia no tuviera la culpa de su enfermedad, pero ciertamente no estaban ayudando ni le habían ayudado nunca. ¿Fue así como lo quiso plantear? 

En mi generación y en chavales un poco mayores que yo, este tipo de maltrato no era considerado un abuso. Por nadie, ni por los padres ni por los hijos. Muchas personas de mi edad defienden esta educación después de haberla sufrido. Había más autoridad, era otra forma de enseñar, y si he de ser sincero, mientras lo escribía no lo padecí, lo tenía muy asumido. Aunque si lo veo en mi vida me produce rechazo. Ahora mucho más que antes. Me siento muy cerca de los sentimientos de la infancia y de la adolescencia. Yo quería que se supiera que los padres no hacen todo por el bien de sus hijos. Nos venden la idea de que los padres jamás harán algo que pueda herir a los hijos y es mentira, pero no porque lo diga yo, cualquiera puede verlo. Hay padres terribles que dicen querer mucho a sus hijos. Tener hijos es muy fácil, cualquiera puede tenerlos, pero no todo el mundo está capacitado para ser padre. Me gusta preguntarme por la crianza de los personajes, los traumas, y el conflicto familiar es el conflicto literario que más me interesa. Desgraciadamente la realidad nos enseña que las palabras hirientes y los golpes son normales, somos humanos y es parte de nuestra naturaleza, en la actualidad y mucho más en el pasado. Los padres de Saturnino son un ejemplo de esta clase de ostentación del poder. La madre de Saturnino no quiso ser madre y además su hijo no le gusta demasiado. Pero a veces aflora el amor y se lo demuestra al niño. Con el padre pasa lo mismo, con la diferencia de que este sí le zurra y no es tan indiferente, se siente profundamente atacado por la actitud pasota del hijo y por su excesiva sensibilidad, poco masculina para su gusto. Saturnino lo dice mejor que yo al darle las buenas noches a su madre después de que su padre le dé un par de tortazos por morderse dos uñas, en una noche tensa como todas alrededor de una cena: “Me sale una risa infantil, la única que tengo al ser un niño, la abrazo y me creo que me quieren, porque el amor no te convierte necesariamente en buena persona”.

─Otro tema importante que se analiza en el libro es el de la identidad. El protagonista dice: “No me gusta ser yo por culpa de las personas con las que estoy”. ¿Qué tan difícil fue explorar esto en alguien que padece una enfermedad mental?

Sí, este es un tema fundamental, está siendo, tal vez, el más evidente dentro de mis libros. Es muy personal y me parece casi obligatorio conocer porqué somos como somos y hablamos como hablamos y pensamos y sufrimos como lo hacemos. Tengo treinta y seis años y he vivido más de diecisiete fuera de mi país. Y cuando he vivido en España, me he sentido más apegado a lugares que no eran mi residencia habitual. He estado en seis o siete colegios distintos, públicos y privados. No he ido nunca a una reunión de exalumnos, no pertenezco a grupos escolares o universitarios. Solo hice un viaje de final de curso con todas las clases del liceo. Fue a Viena y en el hotel me pusieron en la planta de los profesores aislado de los otros estudiantes, ese año me expulsaron del colegio y tuve que ir a otro en el que no había patio, pero que estaba en un palacio histórico de Florencia. Ya ahí no pertenecía más que a una búsqueda de la belleza y del placer. Acabé estudiando con hijos de mafiosos, con chavales que se drogaban en clase y que montaban peleas en los recreos. Yo no pertenezco a casi nada, ni como escritor ni como ciudadano. No soy de ningún lugar, no pertenezco a una generación o escuela de escritores, no soy considerado narrador ni de aquí ni de allí. Las librerías exponen mis libros en la sección de literatura universal. Soy de Tremp, de La Rioja, de Madrid, de Florencia y de Bogotá. Pero también de lugares a los que me transporto leyendo. No tengo una patria que defender, ni nadie a quien darle voz. Este desarraigo me hace pertenecer sobre todo a las amistades, a la familia, al amor. Así que no encontré ninguna dificultad. No creo que haya tanta diferencia entre la exploración de la identidad de un enfermo mental y de una persona que no lo sea. Alguien decía que mientras un enfermo busca la salud, un enfermo mental se busca a sí mismo. Ese es mi trabajo, buscarme y eso hice con Saturnino. La primera sociedad y la más importante es la familia, es la que nos construye, por eso la identidad viene dada antes por la educación que por el país o la ciudad o el pueblo en el que hayamos nacido, al menos yo lo veo así. Aunque los lugares son también pequeños imperios de identidades. Pero es que todo forma parte de la identidad. El idioma y la forma de utilizarlo, la música que escuchas, el partido político al que votas, el peinado que llevas, la comida que comes, cómo te vistes, los libros que lees, cómo te afeitas, los amigos que tienes, todo. Y las personas suelen exculpar sus faltas diciendo que sus comportamientos forman parte de su cultura. Las famosas costumbres contra las que parece que no se puede hacer nada: aquí somos así. Esa frase resume que para muchos la identidad es intocable e inmutable. Yo pienso todo lo contrario, me da vértigo pensar eso. Mientras escribía esta novela pensé mucho en lo que me dice siempre un amigo: la patria es la infancia. Y hasta ahí tuve que ir para narrar la vida de Saturnino. 

─¿Cuáles autores podría decir que han influenciado su narrativa?

Te puedo decir muchos que han influido en mi vida, pero no sé si en mi escritura. Mis escritores de referencia escriben libros completamente diferentes a los míos. No sé a quién me parezco. Además cada año voy descubriendo nuevos autores, como nos pasa a todos los que leemos. A menudo llegan amigos con criterio que me dicen: lee esto urgentemente. Y lo hago. Me gusta Sorrentino, sus series, sus películas y sus novelas. Él sin duda es una referencia. Juan García Hortelano puede ser otro. El libro Gente de Madrid, es encantador y habla de una clase social que me interesa. Paul ThomasAnderson también. Cualquier forma de arte que me conmueva es una influencia vital. Soy un escritor que se nutre mucho del cine y de la música. Two Gallants es una banda muy importante en mi escritura, Iron and Wine también, Nacho Vegas. Hay cientos, muchísimos muy importantes. Micah P. Hinson, Jeff Tweedy, Antonio Luque, Josh T. Pearson, Conor Oberst, Mark Oliver Everett, Los Planetas, Justin Vernon, Will Oldham. En esta novela Saturnino escribe sobre Cat Power,Beth Orton y Joan Baez. Imprescindibles. Son igual de importantes los grupos que he escuchado toda mi vida que los autores que he leído. Mis novelas son muy musicales y le doy mucho valor a los diálogos, como hace el teatro o el cine. Estoy fascinado, por ejemplo, con un guionista norteamericano, Taylor Sheridan, veo todo lo que escribe, ya sea para televisión o para cine. Si bien veo muy poco la tele, casi nada porque no hay fútbol. Los que me han leído dicen que mi escritura tiene más cercanía con la narrativa de Estados Unidos que con la española o la latinoamericana. Yo no te sé decir. Esta novela, en la parte final, es más española. Pero siempre me asocian con autores anglosajones. Bueno, dejo el rollo, mejor menciono a unos pocos autores a los que vuelvo con frecuencia porque siguen enseñándome la dimensión artística que puede alcanzar la literatura y de ese modo me enseñan a escribir. T.C. Boyle, Robertson Davies, Richard Ford, Rawi Hage, Kureishi, John Cheever, Jack London, Dominick Dunne, Coetzee, Knausgård, Andrés Barba, Eduardo Lago, Gil de Biedma, Edward St. Aubyn, Jim Harrison,Amelie Nothomb,Mary Karr, Paul Auster, Jhumpa Lahiri o Le Clèzio son algunos.




*Pablo Concha. Escritor colombiano, autor del libro de cuentos Otra Luz y colaborador literario en Libros & Letras y varios medios culturales.


Reflexión. Educación, cultura, barbarie

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Por: Álvaro Mata Guillé*


“Concluyo: la cultura es el conjunto de objetos, instituciones, conceptos, ideas, costumbres, creencias e imágenes que distinguen a cada sociedad. Todos estos elementos están en continua comunicación: los conceptos y las ideas cambian a las cosas y a las instituciones; a su vez, las costumbres y las creencias modifican a las ideas. Hay una continua interrelación entre todos los elementos de la cultura. Esto nos revela otra característica esencial: la cultura, todas las culturas, desde las primitivas hasta la contemporánea, son sistemas simbólicos. Justamente porque la sociedad produce sin cesar imágenes, puede producir símbolos, vehículos de transmisión de diferentes significados. Dentro del sistema de signos y símbolos que es toda cultura, los hombres tienen nombres; son signos dentro de un sistema de signos pero signos que producen signos. El hombre no sólo se sirve del lenguaje: es lenguaje productor de lenguajes.” Octavio Paz.

Agrego: 

El presidente de Costa Rica impulsó, en estos días, un recorte sustancial al presupuesto de la educación pública, con el propósito de destinar recursos a la crisis originada por la pandemia. Su pretensión no es nueva, es lo que normalmente ocurre en muchos contextos, pero hablamos de Latinoamérica, la que a pesar de poseer una riqueza cultural impresionante, sus clases políticas, de todas las banderas y colores, se empeñan en empobrecer una y otra vez, siendo un ejemplo de ello el deterioro constante de las instituciones culturales o las educativas, las que no tienen importancia alguna en el “modelo de desarrollo” que se impulsa, el que priva lo económico, el consumo, la vanidad, la indiferencia.


Empobrecer la educación o la cultura debilita,
por lo tanto, la convivencia y el desarrollo humano,
empobrece aún más nuestra existencia,
lo diferente, rehúye de la sociedad plural. 


Entre lo cultural y la educación hay una relación intrínseca, pues constituyen las bases simbólicas –el lenguaje–- de la sociedad: a través de la educación se transmite no solo información o adiestramiento basado en el conocimiento empírico, en ella se refleja lo que pensamos y percibimos sobre nosotros mismos, sobre la sociedad, la convivencia, el otro o la otra. Al socavar tanto a la institución educativa como a las instituciones culturales, no solo se eliminan lenguajes, se mutilan símbolos o se empobrece la convivencia, no solo se cercena el pensamiento, la posibilidad de crítica, de imaginar o disentir, se mutila a la persona, lo plural, lo democrático. Empobrecer la educación o la cultura debilita, por lo tanto, la convivencia y el desarrollo humano, empobrece aún más nuestra existencia, lo diferente, rehúye de la sociedad plural. 


El proceder del gobierno de Costa Rica, no es única, se une a la eliminación del FONCA en México, como a muchas de las acciones, en su momento, emprendidas contra el sistema educativo-cultural, que promovió Macri, lo hace Duque en Colombia o Maduro en Venezuela, agregándose además, a esta estela del desprecio hacia el conocimiento, la ciencia o el desarrollo cultural, a Bolsonaro en Brasil, ignorando la pandemia y sus posibles consecuencias. A todos ellos, como a muchos en otros contextos, les une no una ideología o una ortodoxia, sí un espíritu en común: barbarismo. 

El bárbaro, paralizado escuchando el murmullo de su ignorancia o sus apetitos, convertidos en egolatría o soberbia, desconoce a la otra o al otro, los descalifica, como descalifica cualquier manifestación que no se apegue a sus intereses o postulados. Totaliza desde la demagogia, la religión o la egolatría, convierte en absoluto leyes del mercado, la economía o los negocios, las “luchas del pueblo”, de los humildes o “la hermandad de los más justos”. Gusta del mutismo y el mausoleo, de la frivolidad y la indiferencia. Desteta lo plural, ama lo monolítico, prefiere el soliloquio y la componenda al diálogo, prefiere idolatrar su retrato, su monotonía, su gula.  

Cercenar las instituciones culturales o al sistema educativo, no solo implica eliminar la filosofía o limitar las manifestaciones sociales, conlleva eliminar la protesta o banalizar el canto, pues solo hay una única verdad en el decálogo del bárbaro: la mediocridad totalitaria que aborrece al otro, vacía contenidos o referentes; el modelo -no importa doctrina o normativa- acalla el otro lenguaje, pervierte la otra voz, la frivoliza. Su accionar, reflejo tanto de ignorancia como de presunción inútil, tiene nombre: barbarizar.


 ...pues solo hay una única verdad en el decálogo del bárbaro:
 la mediocridad totalitaria que aborrece al otro,
vacía contenidos o referentes... 



*Álvaro Mata Guillé. Poeta, ensayista, director teatral. Síguelo en Twitter: @alvaromataguill

Entrevista a Guillermo Arriaga sobre su novela Salvar el fuego

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Guillermo Arriaga. Foto: Libros & Letras

Guillermo Arriaga, ganador del Premio Alfaguara 2020 con Salvar el fuego, habló con Libros y Letras sobre los recovecos de su nueva obra. Alejado de la investigación como recurso y, más bien, valiéndose de la riqueza de su propia vida y de su imaginación, el mexicano nos entrega una novela que explora la profundidad de la prisión como tribu, del amor como rescate, de la fuerza humana como poder de la naturaleza. Siempre conectado con la literatura colombiana, Arriaga pone de manifiesto que, “Si Álvaro Mutis habría escrito una gran crónica de su estancia en Lecumberri, él haría su Reclusorio Oriente reloaded". 

Aquí, una aproximación a su novela, que ya se encuentra en las librerías colombianas.

Por: Juan Camilo Rincón*

- ¿Ha tenido contacto con la comunidad carcelaria desde su rol como creador?

A lo largo de mi vida he conocido a gente que ha pasado temporadas en la cárcel, entre ellas Álvaro Mutis, a quien vi en su casa varias veces. Crecí en barrio bravo y ahí pude encontrarme con varios malandrines que me contaron sus experiencias. No hago investigación y evito a toda costa que alguien me hable del tema del que escribo mientras tecleo la novela. No he conocido el interior de cárceles en México (aunque, de adolescente, varias veces pasé frente a Santa Marta Acatitla, donde se encuentra la cárcel de mujeres y un reclusorio varonil). En Estados Unidos, en la búsqueda de locaciones, sí visite tanto prisiones vacías como activas. Aclarado esto, no me puse en contacto con reos mientras escribía la novela y, de hecho, evité hacerlo para no contaminarla. Prefiero que jueguen mi experiencia de vida y mi imaginación que el recurso de la investigación. Si, por casualidad me topaba con alguien que hablaba sobre el tema, bienvenido. Jamás aceptarlo de manera premeditada.

- ¿Por qué en Salvar el fuego recurrió a tres narradores y tres tiempos diferentes?

No lo decidí yo; lo decidió la novela. El proceso de escribir no es tan racional o consciente como pueda pensarse. Se puede poner todo el rigor y la disciplina posible, pero no hay manera de controlar la obra. Si así fuera, todos escribiríamos obras maestras a voluntad, o al menos libros que fueran best sellers. La historia exigió ser contada desde estos narradores y estos tiempos diferentes. Agregué supuestos textos escritos por reos en un taller literario carcelario. Todos son inventados y el mayor halago que me han hecho, es que varios periodistas pensaron que sí habían sido en verdad escritos por reclusos.  

- ¿Por qué el recurso del padre estricto es tan efectivo para contar una historia?

No sé si necesariamente el recurso de un padre estricto sea más o menos efectivo para contar la historia. En El Salvaje conté la de un padre muy amoroso y su muerte pesó y funcionó para la historia. Aquí, sin saber de su existencia previa, se me apareció el personaje de Ceferino Huiztlic, un indígena que proviene de la miseria más abyecta y que, con una devoción absoluta por el conocimiento, se reinventa a sí mismo y se convierte en un intelectual de gran peso en los círculos políticos que reivindica el papel de las culturas nativas en el México contemporáneo. Una fuerza de la naturaleza que inclina el país hacia valores indispensables, pero que en su casa es un maltratador resentido que abusa física y verbalmente de su esposa y sus hijos. Ceferino, como fuerza natural que era, se impuso solo en mi novela. 

- ¿Cuál es la relación de México con la muerte?, ¿por qué, en ciertos contextos, los muertos son más sagrados e importantes que los vivos?

Es un lugar común decir que en México hay una relación con la muerte. Hay una tradición indígena, más folklórica que real, el día de muertos, pero esto no ha permeado el conjunto de la sociedad. Hay autores que incluso, jamás mencionan la muerte en sus textos. Lo que sí hay, como en varios países de América Latina o de Europa, en algunos momentos históricos, una desigualdad social y económica que propulsa la violencia y que amplios sectores de la sociedad, desesperados por la falta de oportunidades, se alineen con el crimen organizado, legal o ilegal (no olvidemos a los nazis en Alemania, quizás el país más violento que ha existido en los últimos cien años, o las matanzas de civiles en España durante la guerra republicana, escudados ambos bandos en la lógica de su ideología). Colombia ha pasado también por momentos de violencia extrema. Así que creo que lo de la relación de México con la muerte ha entrado ya al pantanoso terreno del cliché y no de lo que ocurre realmente con la cultura nacional. 

- ¿Usted se introduce en la piel de otros hombres y mujeres para construir los personajes, o estos nacen, de alguna manera, de usted mismo? 

Creo, que como decía Flaubert: “Madame Bovary soy yo”, lo mismo sucede con mis personajes. Detonan su existencia del fondo de mi inconsciente y están armados con mi experiencia de vida y mi imaginación. 

- ¿Por qué para los latinoamericanos es tan común narrar la corrupción como algo arraigado y esencial?

No creo que esté arraigado en los escritores latinoamericanos, hay algunos que en sus obras ni las tocan. Mi predecesor en el Premio Alfaguara, mi querido Patricio Pron, toca otras temáticas. Lo que sí está arraigado en nuestros países, desafortunadamente, es la visualización de la política como saqueo de las arcas públicas. Asqueroso. 


Creo, que como decía Flaubert: “Madame Bovary soy yo”,
lo mismo sucede con mis personajes.
Detonan su existencia del fondo de mi inconsciente y
están armados con mi experiencia de vida y mi imaginación. 



*Juan Camilo Rincón. Periodista y Escritor. Autor de libros como Ser colombiano es un acto de fe. Historias de Jorge Luis Borges y Colombia (2014, Libros & Letras) 


Jack & Diane: ¿Existe el destino?

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Advierto estimado lector que, antes de hacer este tipo de cosas, (nunca he sabido si esto de escribir es un trabajo, un oficio, un hobby o cualquier otra cosa) fui antes vendedor de Seguros de Vida por teléfono... Sí, Seguros de Vida, y sí: Por teléfono. Y no lo fuí por un mes, ni dos. Fueron varios años... Muchos compraron mis seguros, pero lo que resulta muy curioso es que, nunca pude conocer a alguno de mis clientes; era extraño ganarme la vida, vendiendo un intangible, por medio de un teléfono, a quienes no podía ver. -Era como venderle un intangible, a unos “intangibles”...
Advierto estimado lector que, antes de hacer este tipo de cosas, (nunca he sabido si esto de escribir es un trabajo, un oficio, un hobby o cualquier otra cosa) fui antes vendedor de Seguros de Vida por teléfono... Sí, Seguros de Vida, y sí: Por teléfono. Y no lo fuí por un mes, ni dos. Fueron varios años... Muchos compraron mis seguros, pero lo que resulta muy curioso es que, nunca pude conocer a alguno de mis clientes; era extraño ganarme la vida, vendiendo un intangible, por medio de un teléfono, a quienes no podía ver. -Era como venderle un intangible, a unos “intangibles”...

-¿Existe el destino?

Vamos a suponer de momento que el destino existe, y que es una poderosa fuerza que influye en los hechos que van ocurriendo...

Admito que a través del teléfono, (podría en cada turno hablar con más de trescientas personas), recibía todo tipo de respuestas: Desde respuestas simples, respuestas del orden científico, respuestas agrias, respuestas evasivas, otras, de carácter religioso; una gran cantidad que intentaban acudir a silogismos en un afán por librarse de mí; lo cierto del caso, es que no habían respuestas ni buenas ni malas, después de todo, nadie tiene la verdad cuando hablamos de temas existenciales. En la historia de hoy, cada cual leerá los hechos, y sacará sus propias conclusiones...

De todos modos, muchos años después, en algún punto, algunas de aquellas preguntas sobre la vida, nuestra misión, el futuro, y el destino, vuelven a nuestra mente y muchas veces, de acuerdo al momento de la vida que estemos viviendo, pueden tener diferentes respuestas y es justamente esa pregunta sobre el destino, sobre la cual gira nuestra historia de hoy.




Para dar por terminado el contrato entre John Mellencamp y Riva Records, "American Fool", sería el último album que se publicaría en 1982. Ese era el destino original...
John Mellencamp, no era un don nadie para 1981: Era un cantante, compositor y músico que tenía a cuestas 4 albumes para Riva Records, (su próximo álbum, American Fool, que saldría a mediados de 1982, sería el último para dar por terminado el contrato entre ambas partes) y Mellencamp, sabía que, si este trabajo, no contenia éxitos que funcionaran en radio, sería desechado por la casa disquera, y su destino sería volver a su anterior trabajo, el cual era instalando teléfonos…
Hablando de destinos, unos días antes de viajar a Miami, para comenzar las grabaciones, tuvo un accidente en su Harley Davidson, y según parece el destino no quería que la historia terminara ahí: Contra todos los pronósticos, salió de ahí caminando….




Fotografía impresa en el forro del vinilo "American Fool" de John Mellencamp en 1982. Al fondo, alguna de sus motos Harley Davidson. Colección "Leyendas del Pop" propiedad de Julián Franco.
En Miami, todo comenzó mal con sus músicos cuando apenas comenzaban las grabaciones que tendrían lugar en Criteria Studios. El album que se gestaba, que lo lanzaría al estrellato mundial, que alejaría por siempre sus angustias laborales, y que le permitiría esa independencia que todo músico anhela, el destino no permitiría que fuera disfrutado por los otros integrantes de la banda: Una pelea con el bajista y el teclista, los llevaron a tomar la equivocada decisión de renunciar e irse… Cosas del destino.

Contra todo pronóstico, y seguramente burlando el destino, continúan las grabaciones, pero ningún tema funciona. Hay canciones, pero no éxitos que puedan tener una oportunidad en radio. Mellencamp había compuesto Jack & Diane con una guitarra acústica, y cuando él la ensayaba solo, sin la banda, el tema parecía ir bien. Una vez intentaba ensayar la canción con toda la banda, nadie sabía cómo acoplar cada instrumento, y todo salía mal.




La guitarra española, Admira Mónica, de 1989, fue utlizada por Julián Franco para la grabación del cover promocional de Jack & Diane junto a una Gibson ES-335Dot. A la derecha, Simona, cuidando el Kit de batería...
El destino de Jack & Diane era terminar en el cajón de los temas inconclusos y John Mellencamp decide desecharla. Mientras el cantante y su banda estaban alojados en una lujosa casa en Key Biscayne, y acudían cada día al estudio de grabación, en donde el productor, Don Gehman, trabajaba intensamente en el desarrollo del album, se encuentra con Jack & Diane, y decide darle un repaso, usando algo que para ese momento no era muy típico: Una máquina de rítmos programables, fabricada por el guitarrista Roger Linn: La bateria electrónica, Linn LM-1. Cosas del destino, John Mellencamp y lo que quedaba de su banda, se encontraban en aquel estudio, y en el piso de abajo, coincidencialmente, estaban también los Bee Gees grabando un album. A John, le llamó la atención que no había ningún baterista grabando con ellos, y por el contrario, lo que se oía eran unos ritmos que salían de una caja con bordes de madera...




Roger Linn frente a su invento: La batería electrónica Linn LM-1 en 1979. Foto: polynominal.com
Ahí estaba de nuevo el destino: En aquel entonces cualquier batería electrónica sonaría muy “sintética”, pero esta, era lo más avanzado que había. Decidieron pues, pedirla prestada y subir con ella a la mesa de mezclas. Cuando el baterista de Mellencamp, Kenny Aronoff, vió en el estudio esta caja de ritmos, se sintió completamente ofendido, y supuso que su destino sería correr con la misma suerte de los otros dos músicos que habían salido de la banda de Mellencamp, no sin antes tener que dedicarse a programar dicha batería electrónica, reemplazando los sonidos de su batería acústica, es decir, los sonidos reales, creados por un humano frente a un Kit de batería, por los sonidos programables de esta caja de ritmos…




Linn LM-1 en 1980
Ahí quedó el tema, y mientras John Mellencamp y Don Gehman, seguían trabajando en la canción, encerrados en el estudio, no quedaba para el baterista Aronoff otro destino que, jugar billar: El estudio tenía una muy buena mesa de billar




Edición en CD de "American Fool", parte de la colección Leyendas del Pop, propiedad de Julián Franco
-¿Existe el destino? 

Vamos a suponer ahora que el destino no existe, y que no es una poderosa fuerza que influye en los hechos que van ocurriendo…

En medio de una buena partida de billar en el salón de descanso del estudio, mientras Mellencamp y Gehman continuaban encerrados trabajando en la canción, llegan a la conclusión que, si bien, las acciones que se habían tomado, en un intento por salvar la canción, eran acertadas, cuando se llegaba al segundo coro de Jack & Diane, algo faltaba. Era necesario añadir algo. Algo hacía falta en la canción. No podía seguir llevando el mismo ritmo, con una guitarra electrica y acustica, cada una de estas, sonando por un canal diferente, y un simple coro en el medio, diciendo que la vida debe continuar y etc (Life goes on, long after the thrill of living is gone). Mientras John y Don, analizaban esta situación, se oía el ruido de las bolas de billar golpeándose unas con otras. John, tras una corta pausa, da un giro inesperado y le grita al “campeón de billar” que se encuentra jugando, que es hora de trabajar.  Es necesario un solo de batería. 




Julián Franco en 2007 y la Gibson ES-335 Dot que fue utilizada para grabar el cover promocional de "Jack & Diane"
Resulta que hoy día, es muy fácil lograr esto, por medio de algún programa de creación, o manipulación de audio para computadores, de los muchos que abundan para todas las plataformas (Windows, Linux, MacOS etc). Hoy día, muchas de las baterías grabadas que oímos en las canciones que nos gustan, muy seguramente son archivos pregrabados que se añaden en la mezcla, y suenan tan natural, como si hubiéramos contratado un baterista de sesión para ayudarnos en la grabación. Eso hice yo, a manera de anécdota, cuando mezclaba mi album, “This Sort Of Things” en 2015: Yo quería interpretar y grabar todos los instrumentos, pero en aquel entonces, en 2014, no tenía en mi estudio una batería acústica, de modo que eché mano a la electrónica, siempre queriendo que el sonido de las baterías fuera lo más “orgánico” posible, y utilicé algunos programas tanto en el entorno Windows, como en Mac OS X, para añadirle percusión a las composiciones: En algunos casos, manipulaba manualmente una interfaz que al oprimir cada botón, simulaba los sonidos de cada elemento que compone un verdadero Kit de batería acústica, y en otros casos, como lo hicieron en “American Fool” programaba las baterías para que acompañaran la melodía a lo largo del tema.




La misma guitarra (izquierda) 13 años después, en medio de las grabaciones del cover promocional de Jack & Diane
El destino de las canciones Pop, especialmente aquellas baladas susceptibles a ser transmitidas, por radio, obedecen a una fórmula que, para ser sinceros, amables lectores, ya está inventada. Ya se sabe de cuánto tiempo debe ser su duración, cómo debe sonar, en muchos casos cuál debe ser su progresión de acordes para “llegarle al corazón” de la gente, y así aumentar las ventas. Cuando son grupos de Rock fuerte, también manera de recurso, se añade al final, un buen solo de guitarra, como ya hemos discutido en otras columnas, y algunos otros trucos de esa infalible fórmula para llegar a los primeros puestos en los 40 principales.

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A John Mellencamp se le ocurrió que después del segundo coro de Jack & Diane, debería haber un solo de batería, que diera un giro inesperado a la canción y la llevara a otro nivel. -Ojo! que esta canción es una balada, y estaba siendo preparada para ser reproducida en radio: Resulta que un solo de batería, generalmente está más asociado a una presentación en vivo, en donde el artísta, quiere aprovechar esa energía y entusiasmo en medio de un concierto, y por qué no, darle un giro a una canción, acentuarla, o alargarla, en fin, es un muy útil recurso para mantener la atención del público. En otros casos, también está asociada a quellos temas que componen un album, que no son “comerciales” y por ende, al no tener que ceñirse a unas reglas y pautas tan marcadas, pueden gozar de una mayor libertad creativa. Ya no es esto algo tan normal. Imaginan ustedes un solo de batería en medio de un regueton? De todos modos, en el mundo de la música Pop y Rock, hubo artístas que lo habían intentado: Phil Collins, un año antes, con “In The Air Tonight”. Ahora, Kenny Aronoff, baterísta de John Mellencamp, en medio de las grabaciones de “American Fool” de 1981, estaba a punto de cambiar el destino de Jack & Diane y como ya habíamos dicho, llevarla a otro nivel con un solo de batería en medio de...

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El fenómeno de la hoja en blanco: Yo no sé si a todos les ha ocurrido en algún punto de un proceso creativo, pero debe ser un momento muy difícil cuando, en medio de la grabación de una balada te sientan al frente de la batería, y te dicen que se necesita un solo de batería. Este, debía ser compacto, potente, y sentar un precedente, además de encajar perfectamente con la canción, pero a la vez, debía salirse de lo convencional. Luego, despues de estas instrucciones, todo el mundo se sienta en la sala de mezcla, hacen silencio y comienzan a mirarte con el dedo puesto sobre el botón de grabación...




Un kit básico de batería acústica. Estudio Leyendas del Pop propiedad de Julián Franco
La presión debía ser muy fuerte para Aronoff, sin contar con que, hasta hace un instante, el destino había condenado a Jack & Diane a ir sin su aporte en la batería acústica. Una cosa era Led Zeppelin, que también ya lo había intentado con su baterista, John Bonham, quien era toda una leyenda. En efecto, Phil Collins, también, cuando lo había intentado en el debut de su carrera solista, ya era también una figura, pero en este caso, el caso de lo que quedaba de la banda de Mellencamp, la gravedad de estar a punto de no ser renovados por la casa disquera, la posibilidad de prescindir de los servicios de Aronoff, en la batería acústica, y el alto grado de angustia de estar, y estar dando vueltas sin poder resolver cómo, debería ir esta canción, solo sumaban más problemas para encontrar un correcto norte...




Mientras escribía este artículo, Julián Franco asistió a un "Facebook Live" con Kenny Aronoff (derecha) en donde contó algunas anécdotas a lo largo de su carrera musical de más de 40 años.
Era el “todo o nada” para Aronoff, y desde luego, para Mellencamp y su carrera. Parecía que esos cuatro albumes anteriores, no contaban en absoluto. Aronoff, se sentó entonces en la batería acústica en medio del silencio de la sala, e intentó en su Kit de batería, un ataque clásico, para irse conectando con la melodía. Al otro lado del estudio, en la mesa de mezclas, le hicieron un giño positivo. Había comenzado bien. Ya con un poco más de confianza, Aronoff intenta entonces grabar la primera toma, del que probablemente sería el solo de batería que cambiaría su historia, lo pondría en el mapa, y de paso, volvería a Mellencamp una figura mundial...
...no se pudo: Todavía no se lograba. Todavía no había la conexión necesaria para lograrlo. Kenny se levantó de la batería, fue a la sala de mezclas, y todos comenzaron a darle alguna recomendaciones. Dió media vuelta, volvió a entrar rumbo a la sala de grabación en donde estaba su Kit de batería acústica y comprendió que, si no hacía lo correcto, su carrera terminaría ahí. Ese es el negocio de la música: Algo maravilloso, pero a la vez cruel.
De repente, algo, mientras retomaba el ritmo, oyendo la pista, pasó por la cabeza de Aronoff, e incluyó, en medio de su breve solo de batería improvisado, en el que decantaba todas las esperaznzas de su carrera, un elemento inesperado que automáticamente, encajaba y cumplía con toda esa pila de requerimientos que esta interpretación debía lograr, para dar de una vez ese nuevo giro a la canción, después del segundo coro y permitir llevarla hasta donde desde el principio, Mellencamp y Genham, probablemente habían soñado desde el principio, cuando cada uno había visto algo “prometedor” en esta canción. Acto seguido, Mellencamp comenzó a gritar de emoción desde la sala de mezclas, anticipándose por primera vez, a toda esa emoción que que a la postre, “Jack & Diane” generaría incluso casi 40 años después.




"American Fool" vinilo orignal de 1982 editado por Riva Records parte de la colección Leyendas del Pop propiedad de Julián Franco.
Fue después idea de Mick Ronson, guitarrista que acostumbraba a tocar con David Bowie, añadir esas emotivas voces “a cappella” mientras el solo de batería de Aronoff, en medio de Jack & Diane, va sucediendo.

Qué más podría decirse a partir de aquí? Jack & Diane llegó al puesto número 1 en los listados de la Revista Billboard, la semana del 2 de octubre de 1982 y estuvo allí por 4 semanas consecutivas, sobre, “Abracadabra” de Steve Miller Band, “Hard to Say i´m Sorry” de Chicago, “Eye of the Tiger” de Survivor y “You Should Hear How She Talks About You” de Melissa Manchester y al final, sería también “American Fool” acreedor a un premio Grammy, y si: Jack & Diane, contra el destino, sonaría en la radio, con todo y solo de batería, le daría a John Mellencamp la independencia que necesitaba para no depender de las amenazas de las casa disqueras. El baterísta, Kenny Aronoff por su lado, entraría al “hall de la Fama” de los bateristas que tocan con los “grandes artístas” y finalmente, en contra del destino, Jack & Diane sería el clásico éxito siempre asociado a John Cougar, John Mellencamp,John Cougar Mellencamp, o, como ustedes prefieran llamarlo.




John Mellencamp. Fotografía del libro perteneciente a la edición en CD de "American Fool" parte de la colección Leyendas del Pop de Julián Franco
Cuando se piensa en todo ese camino que recorrió Jack & Diane para convertirse en la canción que cambiaría para bien la vida de varios artistas, y sería recordada como uno de los himnos de los años 80, tal parece que el destino no quería que nada de esto sucediera. Fue necesario que ocurrieran una serie de hechos que, parece, no eran parte del libreto original, y solo la acción de algunas personas, como por ejemplo, el  productor Don Gehman y el baterista Kenny Aronoff, por no hablar de la decisión que toma Mellencamp de jugarsela con un solo de batería, quienes cambiaron el rumbo de una canción que estaba destinada a no ver la luz. De acuerdo a esta historia... 




La semana del 2 de octubre de 1982, llegó para John Mellencamp el reconocimiento a su trabajo: Jack & Diane es número 1 en los listados Billboard. Imágen perteneciente a la colección "Leyendas del Pop" de Julián Franco.

-existe el destino?

Después de todo ese éxito de Jack & Diane por cuatro semanas consecutivas en el número 1, el 30 de octubre de 1982, cuatro semanas después, el siguiente hit, en los listados Billboard sería, “Who Can It Be Now” de Men At Work, otra revelación, pero… esa, es otra historia…

A propósito de Jack & Diane, ¿Cómo se grabó el cover promocional para esta columna?






Julián Franco Ocampo

Sobre el autor: *JULIÁN FRANCO OCAMPO.

Comunicador Social y Periodista, amante de la música, músico por adopción. Ha trabajado como corrector de estilo, programador, editor de video, locutor y compositor de música corporativa, actualmente se desempeña también como profesor y realizador de contenidos multimedia.
Twitter: @julianfranco_o  - Facebook: Julián Franco Ocampo  Instagram: @julianfrancoocampo - Soundcloud: /julianfrancomusic

Mauro Yakimiuk: “Un escritor debe estar en constante movimiento”

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Mauro Yakimiuk. Foto: Manuel Roveda Lastra

Un café en Buenos Aires con Mauro Yakimiuk

Por: Pablo Hernán Di Marco* / Argentina

Mauro Yakimiuk, más allá de ser dramaturgo y director de teatro, es uno de los periodistas culturales más activos de Argentina, al punto que su blog de entrevistas Entre Vidas ha crecido hasta volverse una referencia insoslayable. Sin embargo, allí no se agotan sus facetas creativas, pues Mauro por estos días también está abocado a la tarea de difundir su más reciente novela: El profeta

—La última vez que te entrevisté estabas a punto de presentar tu primera novela, Estos no son todos los vicios. Hoy, un año y medio después, estás lanzando El profeta. El mundo del libro es rico y cruel en partes iguales. ¿Qué aprendizajes y decepciones atravesaste de aquel primer libro a hoy?

MY: Lo que aprendí es que no hay que esperar nada de nadie, así uno evita decepciones. Me encontré con gente muy generosa como mi editora Francisca Mauas, siempre bien predispuesta y acompañando al autor en todo momento. Con el tiempo ya la considero una gran amiga, pero más allá de eso, es muy valiosa como ser humano que en definitiva es lo que más me importa. Como te decía antes, al no esperar nada de mucha gente, uno se hace menos problemas con algunas cosas. Ahora al tener un poco más de experiencia seguramente tomaré mejores decisiones que, entre otras cosas, tengan que ver con la difusión de mi novela El profeta.

—Lo que decís me lleva a un tema interesante. Hoy pareciera que no basta con que un autor escriba el mejor libro posible, también debe encargarse de buena parte de la difusión de su obra. Son muchos los editores que, a la hora de firmar contrato, le preguntan al autor si está dispuesto a comprometerse con la publicidad del libro.

MY:Francisca nunca me pidió que me comprometa con la promoción del libro, pero es algo que tendrían que hacer todos los escritores. Más allá de eso, cada editor, al momento de firmar el contrato lo tendría que dejar en claro. Siempre recuerdo la frase que decía el productor teatral Gustavo Schraier, “Nunca supongan nada”. Es fundamental que los autores y editores acompañen el camino de cada libro. 

—La escritura del segundo libro suele ser un desafío en la vida de un escritor. Sin embargo, el poco tiempo que pasó entre la publicación de tu primer libro y este me hace pensar que atravesaste esta etapa sin grandes complicaciones. ¿Me equivoco?

MY: Cada nuevo texto tiene sus desafíos y sus complicaciones, pero dar el puntapié inicial con Esos no son todos los vicios me saco algo de presión. Fue como el primer gol para un futbolista. Espero que con el correr del tiempo incorpore más herramientas para el oficio y seguir mejorando texto a texto. Siempre es largo el camino desde que uno escribe una historia hasta que esa historia se publica y llega a los lectores.

—¿En qué sentís que evolucionaste como escritor de Estos no son todos los vicios a El profeta?

MY: Me siento más seguro al momento de escribir. Sumé herramientas que fui aprendiendo en el tiempo posterior a la salida de mi primera novela. Sigo escribiendo nuevas historias y creo que eso es fundamental para seguir creciendo. Un escritor tiene que estar en constante movimiento. Leer mucho y escribir mucho. Leer clásicos, pero también autores contemporáneos. Una vez leí que Aira se conformaba con escribir una página por día como mínimo, y ese me parece un lindo ejercicio. Esos no son todos los vicios era una novela más visceral, y esta novela es todo lo contrario. Creo que también fui aprendiendo a no encasillarme con un estilo. A futuro tengo ganas de escribir algún texto infantil/juvenil, así que espero seguir aprendiendo. Actualmente estoy haciendo taller con Marcelo Rubio, y cada charla, corrección o sugerencia es como estar haciendo un posgrado. Es un escritor que sabe mucho y que te exige analizar cada situación para que todo sea verosímil, y me parece fundamental que así sea.
—Todos los buenos libros son hijos de infinidad de horas de trabajo. Sin embargo, la obsesión por escribir una novela suele provenir de un disparador. ¿Cuál fue esa primera chispa que te impulsó a volcarte a escribir El profeta

MY: Me interesaba contar la historia de un chico humilde llegando a ser profesional en un deporte tan elitista como el tenis. He leído y escuchado muchas historias de futbolistas saliendo de hogares humildes y consagrándose jugando a la pelota. Me pareció interesante que eso ocurriera en un deporte en el que ya de entrada tenés que invertir mucho dinero para poder competir. La primera imagen fue la de un jugador dando una entrevista en la que iba a hacer una denuncia importante. Ahí surgió mi interés en volcar la novela a una especie de policial y, de esa manera, aparece el tema de las apuestas ilegales en el tenis.

—El mundo del tenis (con sus luces y miserias) es protagonista de El profeta. Vos jugaste por muchos años a ese deporte; es más, no estuviste lejos de intentar ser tenista profesional. ¿Le volcaste mucha verdad a este libro? ¿O preferiste tomar pequeñas dosis de verdad para enriquecer la ficción?
MY: Una vez a un autor le escuché decir que parte de una historia autobiográfica y después desarrolla la mentira.

—Vargas Llosa se refiere a eso como “la verdad de las mentiras”.

MY: En este caso, es toda ficción, aunque leí algunas cosas referidas a los temas que se tocan en la novela. Respecto a mi historia personal, es verdad que jugué muchos años al tenis, estuve cerca de volcarme a ser tenista profesional, pero me decidí por seguir estudiando. Jugaba interclubes, estaba federado en la Asociación Argentina de Tenis, y disfrutaba mucho de competir. Recuerdo que un entrenador del club me dijo que era momento de empezar a jugar torneos profesionales, pero para eso necesitaba más horas de entrenamiento y, por ende, ir menos al colegio. En mi caso, no era compatible y elegí por seguir en el colegio que estaba, que tenía mucha carga horaria.



—Durante la lectura de algunos pasajes, pensé que esta novela podría llegar a generar alguna polémica dentro del mundo del tenis. ¿Es una locura de mi parte o se te cruzó la misma idea?

MY: No, la verdad que nunca me detuve a pensar en eso. Si bien también soy periodista, escribo ficción. Tampoco me basé en ningún tenista real para escribir la historia que cuento en El profeta. Por suerte, cuando le acerqué la historia a Francisca Mauas de Azul Francia Editorial, le gustó y nos pusimos a trabajar para que se pudiera publicar este año. Más allá del contexto difícil que está viviendo el mundo, estoy teniendo la oportunidad de publicar un libro que no es un dato menor.

—Hablemos un poco sobre eso. Tenés el raro privilegio de lanzar tu libro en plena pandemia. Obviamente debiste suspender la presentación. ¿Cómo intuís que se desarrollará la industria del libro una vez que termine la cuarentena y reabran las librerías?

MY: La industria del libro está muy golpeada por lo que está pasando, al igual que muchos otros sectores. Se cortó la cadena de pago, y la venta de libros, que ya venía disminuyendo, ahora es mucho peor. Se vienen tiempos difíciles. Espero que las cosas se vayan acomodando para que ningún trabajador pierda su empleo. Es un momento complicado para todos y que la gente compre libros no es algo sencillo cuando algunas personas ni siquiera están teniendo ingresos. En lo personal con mi libro, ojalá llegue a muchos lectores, recién sale a la venta y ya me llegan fotos de gente que ya lo tiene y eso es una alegría. Ya habrá tiempo de presentarlo y brindar con la familia y con los amigos.

—La escritura de este libro no te alejó de tu actividad como periodista. Contame qué novedades desarrollaste para tu canal Entre Vidas TV de Instagram.

MY: La principal novedad fue el Ping Pong literario de Entre Vidas TV en el que ya participaron más de cien personas, en su mayoría gente del ambiente literario. Estoy muy contento con las repercusiones que está teniendo la sección y la excelente predisposición de todos. Actualmente sigo sumando nuevas secciones para el canal, por ejemplo “Los tres libros de mi vida” en el que cada invitado elige tres libros que considera que son especiales en su vida, muestra los ejemplares y cuenta los motivos de dicha elección. También, sigo difundiendo lecturas de muchos escritores, desde consagrados hasta autores que están dando los primeros pasos en el ambiente literario.

—Vamos con la última pregunta de Un café en Buenos Aires, Mauro. La vez pasada, cuando te pregunté a qué artista invitarías a tomar un café me respondiste Bukowski. Imaginamos que ya lo tenés al viejo Charles acá con nosotros (vaso de vino en mano, por supuesto). ¿A quién otro quisieras sumar? 

MY: Como bien sabés, soy director de teatro, así que en esta oportunidad elegiría al maestro Mauricio Kartun, uno de los mejores dramaturgos que ha dado el país.  Para el que no lo conoce, le sugiero que vea en internet alguna de las entrevistas que dio, cada charlea deja infinidad de enseñanzas.

—¿Y a qué bar lo llevarías?

MY: A Cantina Palermo, una cantina bien de barrio que tiene unos platos excelentes. 

—Huy, ahí se come riquísimo. Será cuestión de acompañarlos, seguro que Bukowski nos invita un buen vino. 


El Profeta 
108 páginas
Azul Francia editorial, 

Se encuentra a la venta a través de Mercado Pago.

Pueden seguir a Mauro Yakimiuk por Instagram en @mauro_el10 y @entrevidastv.



*Pablo Hernán Di Marco.  Desde Buenos Aires trabaja vía internet en la corrección de estilo de cuentos y novelas. Autor, entre otras novelas Las horas derramadasTríptico del desamparo. Colaborador literario de la revista Libros & Letras 

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