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Náufragos en tierra, la novela que desnuda a la Revolución Cubana

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Óscar Vela es el escritor ecuatoriano que ha encaminado sus obras por la ruta de la historia. En la Feria del Libro de Bogotá 2018 presentó su séptima novela, Náufragos en tierra.

Por: Carlos Castro Arias.

En esta oportunidad, Vela relata la historia de César Gómez, uno de los 82 revolucionarios que desde el 25 de noviembre de 1956 navegaron en el buque Granma por el  río Tuxpan para desembocar en el Caribe en dirección a Cuba, como semilla de la revolución que llega al poder el primero de enero de 1959.

César relata cómo fue la vida a bordo del Granma, lo que ocurrió con sus ánimos, lo que tuvieron que hacer una vez en tierra, lo que vivieron en la clandestinidad, la victoria final, el cambio de planes políticos en el poder y la purga interna orquestada presuntamente por los líderes como Fidel y Raúl Castro.

Náufragos en tierra consta de casi 300 páginas con relatos actuales y regresos a momentos importantes de la aventura a bordo del Granma y en la Cuba en poder de la Familia Castro RuzVela también ofrece detalles de sus días en el exilio en México y su llegada a Colombia en donde se radicó desde su juventud.

Óscar Vela nos explicó que, aunque él es el autor del libro, el narrador que entrevista a César Gómez es la parte de la ficción y que dicho relator al parecer tiene en secreto: su padre trabajó para Batista, el dictador derrocado por los revolucionarios.

Leer Náufragos en tierra es el relato novelado, ameno, de los antecedentes políticos en la Cuba desde finales del siglo XIX y comienzos del XX hasta 1961, cuando Fidel Castro desecha las ideologías libertaria, antiimperialista y liberal, que por la intensión estadounidense de convertirlo en comodín político, se decidió por el comunismo y el apoyo de la Unión Soviética.


Título: Náufragos en tierra
Autor: Óscar Vela
Editorial: Alfaguara
Páginas: 269





Rincón del poeta. Poesía de Antonio Acevedo Linares

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Poesía


Por: Antonio Acevedo Linares
Bucaramanga, Colombia


Consérvese en
un lugar fresco, seco
o lluvioso
y al abrigo de la luz.
Agítese bien antes
de usarse en la palabra
o en la sonrisa.
Antiséptico y desinfectante bajo
fórmula poética con licencia
de distribución por los poetas.
Aplicar una vez al día
sobre la zona afectada
luego de una rigurosa higiene.
Úsese por prescripción
propia dosis que debe aumentarse
o disminuirse de acuerdo a los síntomas.
Antiséptico de uso tópico
para lavado de heridas
o infecciones menores de la piel.
Evítese contacto directo
con la luna o las flores.
Usar dos cucharitas en medio
vaso de agua o tomar pura.
Se recomienda tomarla en la noche
antes de acostarse
o en la mañana después
del desayuno.
Manténgase cerca del alcance
de los niños.



Biografía 



Antonio Acevedo Linares. Poeta, ensayista, sociólogo, profesor universitario. Magíster en Filosofía Latinoamericana, Especialización en Educación Filosofía Colombiana, Especialización en Filosofía Política Contemporánea. Ha publicado poesía y ensayos: Arte Erótica (poesía) 1988. Sociedad de los poetas (Selección poetas santandereanos) 1998. Los girasoles de Van Gogh (Antología poética) 1999. Poesía de viva voz (CD) 2004. Atlántica (Antología poética) 2004. En el país de las mariposas (Antología poética) 2007. Por la reivindicación del cuerpo y la palabra (Reseñas criticas) 2008. La pasión de escribir (Artículos, ensayos y entrevistas poetas y escritores colombianos) 2013. La poesía está en otra parte (poesía) 2016. Textos Libres (Entrevistas, reseñas, ensayos y columnas periodísticas) 2018.


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Un café en Buenos Aires con Omar Ortiz Forero, director de la revista Luna Nueva

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Por: Pablo Di Marco / Especial para Libros y Letras.

En el año 2012 volví de un viaje a Colombia tan cargado de libros que aún recuerdo el gesto amenazador con el que un policía de El Dorado me exigió que le abriera mi valija. Entre tantos libros se ocultaba una revista de poesía que, por azar, terminó siendo mi lectura durante el vuelo de regreso a Buenos Aires. La revista se llamaba Luna Nueva, y me impactó la calidad de sus textos, una amalgama de autores consagrados con jóvenes tan desconocidos como talentosos.

Me interesé por saber quién era su director, y así fue que supe por primera vez de Omar Ortiz Forero. El azar siguió haciendo su trabajo: varios de mis amigos colombianos resultaron ser seguidores de la obra de Ortiz Forero, y jamás hubo uno solo de ellos que no haya hecho más que elogiar su trabajo como difusor cultural, como director de Luna Nueva, y también como escritor. Seis años después de la llegada de aquel ejemplar a mis manos invité a Ortiz Forero a que compartamos un café en Buenos Aires. Me pregunté por dónde empezar, y me respondí de inmediato: por el principio.    

—Naciste en Bogotá pero vivís desde hace muchos años en Tuluá. ¿De qué lugar te reconocés?
Bogotá es la ciudad de mi infancia. Por las calles del viejo barrio de Santa Bárbara, el del centro bogotano que entre otras fue el más antiguo de la ciudad, antes que el de la Catedral o el de las Nieves, transcurrió mi niñez. Por allí transité de la mano de mi madre evocando sus recuerdos de Anapoima, como por ejemplo, su llegada a la capital luego de la muerte de mi abuelo, con Ifigenia, mi abuela y María Ignacia, Celestino, Leonor y Neftalí, sus hermanos que componían el resto de la familia.

—¿A qué aroma te remiten esos recuerdos?
A dulce de breva y de papayuela.

—No probé la papayuela. Prometo solucionarlo en algún próximo viaje a Colombia.
Así será, Pablo. Por esos meandros fue mi primera experiencia como colegial en el Agustiniano y tuve mis primeros grandes amigos, Edgar y AugustoÁngel, que vivían con su madre en una escuela pública situada a pocas cuadras de nuestro domicilio. Fue la época de los grandes patios, solares se llamaban, y de mi añorada colección de comics que intercambiaba en los matinales del teatro Atenas y que llegué a alquilar y a vender, colgados en una tabla con piolas, a la entrada del portón del edificio que habitábamos.

—¿Y cuándo llega Tuluá a tu vida?
A Tuluá también la conocí de niño y me deslumbró por su paisaje de sol y de exuberancia vegetal, pero no era un entorno que considerara mío ya que lo sabía momentáneo, temporal, mientras visitábamos la familia paterna o nos instalábamos allí en cumplimiento del oficio de abogado de mi padre. Allí, ya que me preguntaste por aromas, descubrí un aroma que me hechizó: el del cacao puesto a secar. Y también descubrí la gracia, la maravillosa plenitud de los negros. Tal vez por esos encantos Tuluá se convirtió en el lugar de mi adolescencia, de mi tránsito a una adultez matizada por la espontaneidad y la picardía de sus gentes.

—¿Y qué de todo eso se refleja en tu trabajo literario?
Creo que esa mezcla de calles brumosas y de colores risueños se trasmutan en mi escritura.

—Tu pasado en Bogotá y tu presente en Tuluá tal vez te hayan permitido percibir —o sufrir— en carne propia el destrato de los grandes grupos de poder con la cultura que se desarrolla en las provincias.
En nuestra América es insoslayable el peso de los centros de poder sobre el desarrollo de toda actividad individual o colectiva, caracterización que con la consolidación del capital financiero y la economía de mercado asume actitudes cada vez más cerradas y excluyentes, y Colombia no es la excepción a esta regla. Pero sin embargo esto no puede paralizar ni la creatividad ni la audacia de quienes trabajan por las artes y la cultura.

Tal vez por esos encantos Tuluá se convirtió en el lugar de mi adolescencia, de mi tránsito a una adultez matizada por la espontaneidad y la picardía de sus gentes.

 Omar Ortíz Forero. Fotografía tomada del facebook.

—Debemos aprender a que ese destrato y menosprecio no nos vuelva sumisos sino rebeldes.
Exacto. Incluso a veces puede ser hasta una fortaleza el trabajar lejos de determinados cenáculos que a base de servilismos pretenden acaparar para su beneficio, en el caso de la literatura, todos los estímulos públicos o privados que se instituyen para beneficiar procesos o certámenes en que participen escritores. Te puedo poner como ejemplo lo que hacemos con la revista de poesía Luna Nueva, que desde 1987 se hace en Tuluá de manera independiente y sin faltar un sólo año a la cita. Tal vez su larga vida tenga que ver precisamente porque se convirtió en patrimonio de una ciudad sin soberbias de metrópoli, lo que no hubiera sucedido desde esferas más pretenciosamente cosmopolitas.

—Justamente de Luna Nueva quería hablar. Iba a preguntarte cuántos años hacía que se publicaba la revista, pero ya me respondiste: desde 1987, más de treinta años, increíble… Decime, Omar: ¿Qué aprendiste en todo este tiempo al frente de Luna Nueva?
Ha sido un trabajo apasionante que nos ha permitido tomar el pulso de la poesía colombiana y de buena parte de Iberoamérica, y sobre todo abrir espacios para que poetas que por razones distintas a la calidad de su trabajo no han tenido oportunidad de dar a conocer su obra, lo hagan a través de las páginas de la revista.

—No es sencillo estar tantos años al frente de una revista. Mirando en retrospectiva, ¿qué errores cometiste?
Errores, pues fíjate que contrariamente a muchas de mis actuaciones en la vida, con la revista creo que no se han cometido errores. Hemos tenido contratiempos, sinsabores, dificultades, pero hemos ido sorteando todas estas contingencias con una terquedad sin límites. Eso nos ha permitido llegar donde estamos y continuar al servicio de la poesía y sus cómplices.

—Sos amigo de personajes talentosos y polémicos como Gustavo Álvarez Gardeazábal y Juan Manuel Roca. Supongo que es mucho lo que tenés para contarme de tu vínculo con ellos.
Ser amigo de dos de los más brillantes exponentes de la narrativa y la poesía en nuestras letras es sin duda un inmenso privilegio del que estoy agradecido.  Tanto Gustavo como JuanManuel me han dispensado con su generosidad y cariño, lo que me honra. Pero mi trato con ellos es el mismo que tienen los amigos cercanos que son confidentes, que chismean juntos, que se ayudan en sus filias y se ponen de acuerdo para aborrecer en sus fobias. Que a veces se van de parranda y disfrutan de ello, y que de vez en cuando se arman unas controversias del carajo que siempre acaban en comidilla para los maledicentes. 

—Por lo visto en algún próximo viaje a Colombia no solo deberé probar papayuela, también deberé irme de parranda con ustedes. Pero vamos a un tema —aparentemente— más serio: junto a otros poetas firmaste una carta con reclamos hacia la administración de La Casa de Poesía Silva. ¿Hubo algún tipo de reconciliación después de eso?
Al contrario, las cosas han empeorado.

—¿Qué sucedió?
La administración de la Casa de Poesía Silva le ha entregado ese patrimonio de la palabra poética, hecho con el esfuerzo de la poeta María Mercedes Carranza, a diversas fuerzas políticas que aparecen como abanderadas de la cultura, curiosamente en época electoral. Su más reciente actuación fue otorgar la condecoración “José Asunción Silva” a un político conservador que aspiraba al Senado, una semana antes de las elecciones parlamentarias. Recordemos que dicha distinción se instauró para premiar la vida y obra de un poeta siendo beneficiados con ella Fernando Charry Lara, Mario Rivero, Rogelio Echavarría, Héctor Rojas Erazo, y el crítico y ensayista Hernando Valencia Goelckel. Pero como la justicia poética es implacable, el parlamentario aspirante a la senatoria no alcanzó la votación requerida, perdiendo su nominación. La que no ha perdido su vocación politiquera e inmoral es la oscura administración de dicho centro de cultura que merece mejor suerte.

     —Ahora sí, vamos a temas más gratos. En tu último libro Lista de espera se adivina un eco de tus libros anteriores, poemas que parecieran la continuación de otros. ¿Es acertada mi apreciación? ¿El título tiene que ver con eso?
No, el título es un juego en que todos participamos y parece que no somos consecuentes con ello. Podría llamarse también A todos nos toca, pero preferí Lista de espera porque está más cerca a nuestra vida cotidiana. Y sí, seguramente hay mucho de los libros anteriores allí, aunque no soy muy consciente de ello. Lo que quise, aunque no sé si lo he logrado, es proponer una serie de poemas que aparentemente no tienen un nexo común entre ellos pero que si los abordas con atención descubres que te están cuestionando muchas de las falsas maneras con las que abordamos la poesía. Es que seguimos pretendiendo que hay hechos poéticos y otros que no lo son, que hay palabras poéticas y otras que no pueden pertenecer a este reino.

—Es trabajo del poeta hacerle comprender a los desprevenidos que la poesía es tan inherente al paraíso como al más podrido de los círculos del infierno. 
Hacerles comprender que la poesía está más allá o más acá de nuestra vital relación con la hoja que cae, con la mujer y el niño ultrajados, con la pesadilla que respiramos.
   
 —Vamos cerrando la conversación, Omar. Te regalo la posibilidad de invitar a tomar un café a cualquier artista de cualquier época. Contame quién sería, a qué bar lo llevarías, y qué pregunta le harías.
Invitaría a Malcom Lowry, y no precisamente a tomar café. Lo invitaría a un  mezcalito o a unos tequilitas en un bar que se llama El Pavo y que sienta sus alcohólicos reales en la ciudad de Pereira y no le preguntaría nada, simplemente lo dejaría hablar. Sería fascinante. 

Omar Ortíz Forero. Fotografía tomada del facebook.

___________________________________________ 


Sobre el autor: * Pablo Hernán Di Marco.

Desde Buenos Aires trabaja vía internet en la corrección de estilo de cuentos y novelas. Autor de las novelas Las horas derramadasTríptico del desamparo y Espiral. Colaborador de la editorial Ojo de Poeta y columnista de la revista cultural Libros & Letras.

Síguelo en 

Facebook: pablohernan.dimarco




Rincón del poeta. Ven de Dianne Gothly

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Rincón del poeta. Ven de Dianne Gothly

Ven


Por: Dianne Gothly
Medellín, Colombia



Ven, acércate y hazme inmortal en tu memoria,

saborea mi presencia en tus recuerdos. Ven porque estás derrumbando esas paredes de cristal que eran uno de los más grandes obstáculos que nos separaban.

Ven y quiéreme como solo tú sabes hacerlo, léeme como solo tú realmente lo harías, más allá de las líneas, entre los recuerdos, entre los momentos, entre las tímidas risas y la complicidad de las miradas.

Recuérdame, evócame, adórame.
Ven y construye todas tus fantasías en mi mente y conviérteme en tu utopía preferida.
Y es que estamos tan llenos de recuerdos incongruentes que solo estamos buscando experiencias inefables.

Ven y extrañemos juntos esos momentos que no hemos vivido y evoquemos aquellos que ya hacen parte de nuestra memoria.

Ven y lléname de frases que me sometan a la ingravidez, mientras yo sigo embriagándote con versos llenos de tímidas confesiones y descaradas peticiones.

Ven y piérdete en mí mientras luchas por liberar tu conciencia de mi recurrente imagen en tu mente o sucumbes a la voluntad de imaginar miles de escenarios posibles en esos mundos construidos de utópicas ilusiones donde ambos nos pertenecemos. Ese mundo construido por nosotros y para nosotros.

Ven, o dime ven...
Porque si... "Dices ven lo dejo todo pero dime ven"



Biografía

Dianne Gothly


Dianne Gothly. Diseñadora de vestuario de la Universidad Pontificia Bolivariana. Posee una diplomatura en Literatura Infantil y Juvenil de la Fundación Taller de letras Jordi Sierra I Fabra y la Universidad San Buenaventura. Skyden, un libro de literatura juvenil es su primera obra publicada por el sello B de Penguin Random House.
Escritora por pasión y convicción. Luce a escala de grises por fuera, pero está llena de colores y matices por dentro. Potterhead desde que tiene memoria. Fotógrafa aficionada. Adoradora de la luna y de los gatos.

No puede sobrevivir sin escuchar música, leer, escribir y dibujar.


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Líneas y Letras. Libros, viñeta de humor gráfico por Betto

“Nací en un país en donde la violencia es la norma”: Cristian Romero, escritor colombiano

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El escritor antioqueño es uno de los autores invitados a la próxima edición de la Fiesta del Libro y la Cultura de Medellín que se realizará en Septiembre de 2018.
Cristian Romero. Fotografía de Herbert Rodríguez

 Por: Dulce María Ramos

Cristian Romero, es uno de los autores que forma parte de la lista de Bogotá 39. En el 2016 presentó su libro de relatos Ahora solo queda la ciudad con Hilo de Plata Editores, y este año en la Feria Internacional del Libro de Bogotá lanzó la novela corta Después de la ira con la Editorial Alfaguara.

En la escritura de Romero, el lector notará la influencia cinematográfica y literaria de Philip K. Dick, China Miéville, J. G. Ballard, Ursula K. Leguin, EvelioRosero, Gabriel García Márquez, William Gibson, Adolfo Bioy Casares, Paolo Bacigalupi, David Cronenberg, David Lynch, Guillermo Arriaga, Charlie Kaufman.  Un autor que apuesta a la ciencia ficción y a las tradiciones literarias para encontrar su propia voz dentro de la narrativa colombiana y latinoamericana.

-¿Hasta qué punto sus estudios de educación en el área audiovisual influyen en sus relatos y en Después de la irá, su primera novela?
-Estudié comunicación audiovisual y eso me obligó a ver mucho cine durante mi formación, siempre con la intención de desbaratar esas historias, irme a lo más básico de las mismas: cómo se construyen, qué sobra y qué no sobra en ellas y cómo todo alrededor crea la atmósfera necesaria para que esas historias funcionen, siempre desde la misma lógica que cada una plantea. Por ejemplo, para mí es importante imaginarme el tipo de luz que hay en las escenas y que delinea a los personajes, cómo puede ser el sonido de la voz de cada uno de ellos e incluso cómo puede ser la banda sonora que acompaña el momento. Todo el tiempo, claro, teniendo cuidado de que el ritmo se sostenga. En los talleres de escritura a los que asistí los compañeros solían decirme que cuando leían mis textos les parecía estar viendo una película. Algunos lo decían como un elogio, otros como una crítica. Supongo, entonces, que mi escritura es muy visual.

-Después de la ira apuesta por una reminiscencia de las novelas del boom Cien años de soledad, Pedro Páramo y la ciencia ficción. ¿Está consciente de que su propuesta es arriesgada?  ¿Si los escritores latinoamericanos de alguna manera escapan a ese pasado literario, por qué usted lo retoma?
-Yo solo seguí lo que me interesaba y lo que el cúmulo de lecturas personales me fue ayudando a concebir. Sí, quise escarbar en otras tradiciones, desenterrar elementos y juntarlos a ver qué podía pasar, no le tengo miedo a las influencias. En cuanto a lo de escapar del pasado literario.  Mira, la otra vez leía una reseña de una buena novela contemporánea que decía, más o menos, no estoy citando textualmente, algo como que ese libro era otra palada de tierra a la tradición garciamarquiana. ¿Cinco décadas después de publicarse Cien años de soledadsiguen con el cuento de “enterrar” la tradición del boom? No sé, ya eso me empieza a sonar como a lugar común. Yo no mido mi escritura solo con el boom, ni creo que Después de la ira se constriña a esas influencias. Antes del boom ya existían otros escritores con propuestas transgresoras y exploraciones de las que también arrastré elementos para el universo de San Isidro como las llamadas novela de la tierra o la novela de la violencia. Además, creo que en Después de la ira se pueden rastrear influencias de la literatura sureña norteamericana, la cual me gusta mucho, hasta del cine western y, por supuesto, de la misma ciencia ficción, género que me encanta y que ha tenido una tradición fuerte, aunque subterránea y bastante ignorada, en nuestro continente.

-También su novela recuerda la propuesta ideológica y literaria de Rómulo Gallegos, enfrentar esa dicotomía entre la civilización que representa la ciudad y esas ansias de Liliana de irse, y la barbarie representada por el campo y el personaje de Samuel.
-Yo soy una persona nacida en pueblo y criada en pueblos. La ciudad siempre se me presentó como una promesa de futuro, como el lugar al que debía llegar “para salir adelante”. Cuando por fin llegué a Medellín a iniciar mis estudios universitarios, empecé a tener varios choques y me di cuenta de que en sus calles había más sombras que luces. Ahora bien, me parece que tanto la ciudad como el campo son escenarios de barbaries. Tal vez tengan distintas velocidades, pero son igual de violentos. Las ciudades colombianas son tremendamente agresivas y más con las personas provincianas, sobre todo con las que llegan huyendo de las guerras que los citadinos de corbata dirigen desde sus escritorios. Y bueno, en realidad, en la novela no quería mostrar la ciudad como un lugar promisorio, solo era la única posibilidad que Liliana tenía para huir de San Isidro.

-San Isidro recuerda a Comala. Una vez que conversamos, me comentó que la literatura se había vuelto muy urbana y que era necesario que regresara al campo. ¿Este pueblo es una metáfora, quizás de Colombia?
-No me convence mucho eso de las novelas totales que buscan explicar un país, así que no estaba pretendiendo resumir a Colombia en San Isidro. Tal vez se pueda ver como un fragmento. Después de la ira es una novela violenta porque nací en un país en donde la violencia es la norma; la desesperanza, la mentira y el miedo, lo común. Sin embargo, aunque tiene todas las señas para ser un pueblo colombiano, creo que San Isidro también puede ser perfectamente un pueblo de otro país latinoamericano.

Volviendo al tema de las influencias, sí parece que en algún momento la ciudad se convirtió en el escenario preferido o más aceptado y el realismo en la manera más obvia de abordarlo. El caos de las ciudades siempre va a ser muy atractivo, por supuesto, pero eso, por lo menos a mí, ya me empieza a cansar. Además, si nos fijamos bien, en estos momentos hay varios escritores latinoamericanos que están redescubriendo lo rural o las provincias alejadas del centro como escenarios: Fernanda Melchor, Luciana Souza, Daniel Ferreira o Ana Paula Maia. Algunos de ellos, incluso, usando técnicas narrativas muy cercanas al boom. Y es que no se puede dejar de pensar a Latinoamérica como un continente predominantemente rural, aunque todo esté muy centralizado en sus capitales. Por ejemplo, en Colombia, la abrumadora desigualdad en la tenencia de la tierra, la violencia que late debajo de eso, ha sido uno de los ejes centrales de nuestro conflicto y, al parecer, lo seguirá siendo por mucho tiempo, así que es natural querer hablar de ello. Y si lo puedo hacer usando lo que más me gusta de generaciones y tradiciones literarias pasadas, lo voy a hacer.

Cristian Romero en uno de los conversatorios de la Fiesta del Libro. Cortesía Eventos del Libro.

la escritura para mí es una forma de expresión política, y lo político suele estar muy presente en mis historias, es lo que me interesa.

-Su novela se puede leer también desde una crítica social y una postura política, ¿lo concibió de esa manera?   
-Sí, la escritura para mí es una forma de expresión política, y lo político suele estar muy presente en mis historias, es lo que me interesa. Sin embargo, no lo pienso de una manera tan rígida. Es decir, sé que como ciudadano tengo unas posturas y unas inquietudes respecto a la sociedad en la que vivo y, así mismo, sé que esas posturas y esas inquietudes se terminan reflejando en lo que escribo, no necesito forzarlo. Dejo que todo vaya saliendo y encontrando su forma de expresarse.

-¿Por qué representar en el personaje de la niña, hija de Samuel, el futuro truncado y la religiosidad?
-Creo que el futuro de un hijo puede ser lo más angustiante para un padre o una madre, sobre todo si no se tiene ningún tipo de holgura económica. Tanto Samuel como Liliana quieren luchar por su hija, por su estirpe, aunque de maneras distintas. Él, más terco y egoísta, quiere seguir en su tierra ya muerta y ella, en una suerte de liberación, quiere irse a buscar oportunidades lejos de esa aridez.

Por otro lado, no me parece que Liliana odie esos cantos, creo que es más bien pura tristeza lo que le generan. Que sean religiosos, precisamente, es lo que más la cuestiona: para ella la religión fue algo determinante en su vida, pero ahora la esperanza y la fe en un futuro se desdibujan cada vez con más fuerza.

-¿Qué tanto pesa para un escritor joven ser considerado una promesa literaria?
-Con los premios y las listas se dicen muchas cosas y yo prefiero no prestarles mucha atención. De hecho, nunca he guiado mis lecturas por premios o concursos. Al principio me impactó aparecer ahí, obviamente, pero ahora estoy más bien tranquilo. Acabo de cumplir 30 años y lo único que quiero es seguir escribiendo, exactamente lo que haría si no hubiese quedado en ese listado. Para mí la escritura es un descubrimiento, una exploración, no tengo por qué forzarme a sonar como un genio o a escribir una obra maestra. Estoy descubriendo cosas, construyendo un discurso, si se quiere. No soy un escritor lleno de certezas, incluso desconfío un poco de los que creen tenerlas, aunque a la gente le gusta mucho escuchar escritores de ese tipo. Tengo claro que probablemente en diez años reniegue de lo que pienso ahora, de lo que he publicado, también puede que cambie de opinión en muchas cosas y que a nadie le importe lo que escribo. Si eso pasa, pues está bien. No tengo que escribir para demostrarle algo a alguien. Yo no estoy compitiendo con nadie, ni siquiera conmigo mismo. No me interesa estar en la lógica en la que viven muchos en este mundillo.

-Usted fue seleccionado en el grupo de escritores de Bogotá 39, ¿qué lo diferencia de sus colegas escritores colombianos y latinoamericanos?
-Entre los de la lista de Bogotá 39 encontré muchas afinidades y diferencias. Supongo que lo que más se puede ver es la violencia y sus distintas formas de narrarla: desde la intimidad y lo doméstico hasta lo más público y social. Muchos parados en un realismo visceral, otros en la distorsión de esa misma realidad.

-Y finalmente, ¿cómo es la ventana por donde mira Cristian Romero?
-Hace ya unos años vivo frente a una iglesia de mormones. La ventana de mi habitación me permite ver el jardín de esa iglesia. Me gusta observar a las personas que se reúnen ahí, fijarme en su lenguaje corporal: cómo se mueven, cómo se visten, cómo se acercan el uno al otro. Así voy por la vida, mirando con curiosidad, asomándome al abismo cuando es necesario y tratando de ponerme en los zapatos del que me parece extraño, del que me da miedo y, a ratos, me resulta un poco incomprensible.


Reseña. La niña del salto de Edgar Borges

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Saltar sobre la nada

El escritor italiano entrega su lectura de La niña del salto, la nueva novela del escritor venezolano Edgar Borges, que en 2018 ha sido muy bien acogida por la crítica y los lectores en España. Pecchinenda equipara la invención del lugar que hace el autor con la que en su momento lograra Juan Carlos Onetti.

Modelo: Mamen Camacho. Foto: Roberto C. Bustamante.

Por: Gianfranco Pecchinenda* / Especial para Libros & Letras.
  
A todos nos gusta volver con la mente a lugares ya visitados en el pasado, perdernos imaginando lugares jamás visitados, pero que vimos quizás en alguna fotografía de amigos o en una de las tantas pantallas digitales que nos rodean. Algunos artistas, sin embargo, pueden llegar, con la fuerza de su creatividad, a lugares completamente inventados, totalmente imaginados, sin ninguna correspondencia con ciudades o países "realmente" existentes. Este es el caso de Juan Carlos Onetti, que ha colocado muchas de sus historias en Santa Rosa, un lugar imaginado y tan bien descrito que parece "real". Cuando alguien le preguntó si había alguna referencia a su Montevideo "real" en la Santa Rosa de sus cuentos, el gran escritor uruguayo contestó que no. Pero luego agregó que probablemente en Santa Rosa vivía un escritor que ambientaba sus novelas en una ciudad imaginaria llamada Montevideo.

Cuando nos desplazamos a través de las primeras páginas de la última novela del escritor venezolano Edgar Borges w0oc- La niña del salto (Ediciones Carena, Barcelona, 2018) – nos sentimos inmediatamente atraídos por una ciudad que parece una especie de representación de una abstracción; un lugar interno que existe solo en la imaginación de su autor, pero que pronto se volverá real también para el lector.

Santolaya (Santa Eulalia) es una ciudad tal vez no "real" desde la perspectiva del sentido común, pero en la que es posible explorar los verdaderos sentimientos sobre la idea que tenemos de nosotros mismos: algo quizás inmaterial, pero no menos auténtico que la realidad, ni más auténtico que una ilusión. Las emociones, al final, habitan el mismo espacio virtual, el mismo lugar donde se desarrollan los eventos relacionados con la historia de una niña, de su madre, de su padre y de la multiplicidad de otros personajes.

Pero, ¿será realmente un lugar inventado Santolaya, o no será la representación de un lugar que realmente existe, que el autor habrá visitado en el transcurso de su existencia? Como el gran Juan Carlos Onetti habría respondido, Santolaya es una ciudad inventada en la que personas inventadas y personajes “reales” viven e interactúan. Sin embargo, entre estos, de vez en cuando se encuentran unos cuantos (en efecto, Santa Eulalia existe en los mapas que representan la realidad de un lugar geográfico ubicado en Asturias, España) que viven escribiendo cuentos, poemas y novelas. En el caso de la novela de Edgar Borges, por ejemplo, la persona que ejerce en este rol (no imaginario, esta vez) es el famoso escritor argentino César Aira. Y cuando el lector toma conciencia de esta presencia, surge la esperanza de poder tener, quizás, la oportunidad de leer una historia dentro de la historia que él mismo está leyendo, en la que el escritor en cuestión decide colocar la novela que está escribiendo en una ciudad inventada. Y que esta ciudad inventada pueda ser Montevideo - como en el caso de Juan Carlos Onetti - Buenos Aires - en el caso de César Aira - Nápoles - en el caso de Ricardo Montero. O bien, y finalmente, una Caracas imaginaria escrita por Edgar Borges.

Nuestra niña del salto encarna las respuestas volando con su ligereza, desinteresada en el aprisionamiento de su cuerpo, elevándose por encima de los lugares que observa en su existencia cotidiana

Nunca como en estos últimos años (en los que nos hemos vistos obligados a observar impotentes y frustrados, la destrucción real de una de las ciudades más fascinantes de América Latina, y de un pueblo extraordinario como el que habita la capital venezolana) la ficción literaria y el papel del arte requerirían seguir la sugerencia de Edgar Borges de prestar menos fe a la estricta realidad política y social en la que vivimos, para permitirnos ser arrastrados con mayor confianza por las inspiraciones de la imaginación. Nos podríamos así imaginar a un escritor con el nombre de Edgar Borges que nos hable de una posible ciudad imaginaria llamada de Caracas, donde un día aparece un personaje horrible, un estúpido dictador disfrazado de benefactor, sentado al lado de César Aira, en la barra de un bar de Santolaya. La historia de ese personaje podría ser la de una “patria igualmente imaginaria”, en la que un pueblo se vuelve esclavo de sí mismo y de sus ideas extrañas acerca de su historia revolucionaria. Nos podría sugerir mágicamente, ese escritor-personaje Borges, usando las habilidades de su oficio, cómo finalmente librar su tierra natal de la absurda locura de su dictador, restableciendo una nueva esperanza a sus compatriotas, a través de una mayor confianza en sus sueños.

¿Qué tan útil sería releer la realidad en estos términos? Es una pregunta a la que es difícil responder (no hay contra-pruebas). Sin embargo Edgar Borges nos sugiere “como” hacerlo: con un toque de genialidad. La verdad es que necesitamos novelas filosóficas de este tipo, que nos puedan revelar, describiendo acontecimientos de la cotidianidad, toda la precariedad de los seres humanos, heridos por las circunstancias, impotentes contra el abuso de poder de sus padres y de los autoproclamados líderes de las instituciones políticas y económicas en las que se encuentran viviendo. Novelas que nos muestren la lenta desaparición de las fronteras de la realidad, el sentimiento de derrota frente a la evidencia de nuestra insignificante existencia. Son tareas que solo el arte literario puede asumir, en la esperanza de poder de alguna manera afectar la transformación de los arreglos institucionales existentes.

Hay un bar, en el lugar llamado Santolaya, donde se celebran torneos de póker que representan un desafío contra la duración del tiempo; el juego por excelencia, metafóricamente, es el juego de la duración. Es un lugar donde las tardes pasan lentas, como si en ellas se repitiera la eternidad. ¿Y quién será el más adecuado para sobrevivir en esta metáfora darwiniana del mundo? ¿Quién será el favorito para ganar un juego de poker que comienza, fiel a la cotidianidad de cada rutina, todos los días a las tres de la tarde?  Estas son preguntas existenciales que flotan en la novela de Borges, proponiendo respuestas tímidas pero sintomáticas: ¿ganan siempre los rapaces? ¿ganan siempre los indiferentes? Nuestra niña del salto encarna las respuestas volando con su ligereza, desinteresada en el aprisionamiento de su cuerpo, elevándose por encima de los lugares que observa en su existencia cotidiana; ella ha encontrado una estrategia excepcional: rebota de salto en salto, como en un eterno juego de Rayuela.Confiando en la ilusión, en la imaginación, en una creatividad gracias a la cual logra no ser asfixiada por las certezas hipócritas dictadas por la triste rutina de su vida.

Edgar Borges

Es una capacidad que Edgar Borges comparte con otras grandes figuras de la literatura: la de saber ver una realidad que puede contrarrestar un tipo de sociedad que considera una virtud el control de los impulsos, recurriendo siempre a la misma lógica, a la misma racionalidad angustiante. Vivir de esa forma, por supuesto, hace que a veces ella se sienta extraña, solitaria. La irrealidad de lo cotidiano en la que está envuelta la vuelve al principio indiferente; sin embargo, más adelante, saltando y saltando, en su Rayuela imaginaria, pero cada vez menos autorreferencial, alguien aprenderá a compartir con ella esos momentos de escape que anticipan su caída en la nada. Aprenderá, y al mismo tiempo enseñará, nuestra niña, que mientras esté colgado en su pared en el bar, el reloj continuará golpeando incesantemente sus golpes regulares, haciendo que los personajes sigan tales latidos, jugando mecánicamente su papel como fantasmas. Si lo quitamos de su lugar, otra regularidad podrá aparecernos: Santolaya se hará cada vez más real, para el lector, porque representará una suspensión del tiempo. Su función artística será la misma que la del salto para la niña: crear un tiempo, un momento a través del cual distraerse del pensamiento de la inevitabilidad y de la linealidad precisa y regular del curso de las cosas. Aprenderá, y al mismo tiempo enseñará, nuestra niña, que los seres humanos no viven más que en unos momentos: el breve momento de un salto dentro de su Rayuela.

*Gianfranco Pecchinenda. Escritor y sociólogo italiano.


Reseña de Los otros que me habitan de Paco Huelva

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Es habitual que con la llegada del verano las librerías reciban un mayor número de personas que se acercan a ellas con la sana intención de adquirir un libro y leerlo en las tan esperadas vacaciones. Al menos ese parece ser el objetivo a priori y con esa determinación las librerías ganan en este tiempo más visitantes. Lo que siempre es una alegría dada la precariedad lectora de nuestro país. Géneros para todos los gustos esperan en los anaqueles de las librerías, solo falta ese lector dispuesto a adquirir uno de ellos: poesía, ensayo, teatro, novela, cuento o relato…Para esta ocasión mi atención crítica recae sobre un libro de este último género: Los otros que me habitan, del escritor Paco Huelva (Almonte, Huelva, 1956).


Por: José Antonio Santano

El libro que nos ocupa consta de doce extraordinarios relatos que harán de su lectura un verdadero placer. Con anterioridad Paco Huelva ha publicado otros libros de narrativa, entre los que destacan: Griego, Y cien, Andando sobre el tiempo, La búsqueda de la identidady El perfil de los sueños.

Huelva es un interesantísimo fabulador, un narrador de raza, como lo demuestra en estas doce historias fraguadas al calor, podría decirse, de una chimenea o el brasero de picón en las largas noches de invierno. Ese contador de historias que nos recuerda a nuestras abuelas en la intimidad de la casa cuando éramos niños. Todo ese espacio, ese paisaje donde habitan otros seres se nos presenta en esta cuidada edición de Niebla.

Doce son los cuentos, como ya hemos dicho, y doce las historias que nos harán vibrar como solo sabe hacerlo la buena literatura, esa que ahonda y se abisma en la nada para crear vida en cualesquiera de sus formas. Doce narraciones que, además, se desarrollan o tienen mucho que ver con lo rural, ese espacio tan sobrepasado por todo lo relacionado con lo urbano, motivo que hace más atractivo aún este libro de relatos. Huelva ha sabido transmitirnos ese ambiente rural, tan desconocido y misterioso, con tan buen oficio que uno tiene la sensación de remontarse en el tiempo, de ser en esencia “los otros que te habitan”, los que su creador ha elegido como protagonistas para sentir así la respiración de cada uno de ellos. La temática, la acción y los personajes nos muestran de forma brillante el mundo rural, y de esa concepción queHuelva posee de ese territorio fabula, crea a su vez otro universo que nos hace temblar de emoción a través de un lenguaje preciso, contundente, exquisito en su fondo y en su forma, de tal manera que se siente el hálito amargo unas veces y dulce otras de esa realidad rural.

Huelva aporta a su discurso narrativo no solo experiencia y conocimiento, sino algo ausente en la literatura actual, emoción, capacidad de turbar, de sorprender con un estilo depurado al lector, hacerlo cómplice de su delirio creador. Huelva nos presenta así doce historias construidas sobre la base de lo aprehendido a lo largo de los años de los propios libros, de donde bebe continuamente, hasta la saciedad.  Sus relatos son de extensión variada, en su mayoría breves, pero todos ellos de una construcción sólida, sugerente, profundamente humanos en toda su extensión de la palabra. Una obra, Los otros que me habitan, difícil de olvidar, capaz de mantener al lector atento desde la primera página, que así comienza: «Malaleche camina procurando no resbalar entre los guijarros. A Cabezón no le gustan los vaivenes que da Malaleche porque se parecen a los de las cunitas de feria», hasta la última: «Una noche de insomnio forcé el desvencijado cajón de un mueble de la vieja casa, de aquella casa que ahora es solo sombra en la memoria, y que por animarla o revivirla, acudía ella, sumiso, extraviado y perdido no sé por qué necesidades del alma o del niño que fui, y que anda escondido en lo que soy sin manifestarse a los otros… ».

Entre la primera, correspondiente al relato que titula “La vendimia”, generalista, donde se cuenta la historia de una venganza, y la última, “Aquella casa vieja”, intimista y biográfica, existen otras diez historias que nos devuelven a recordar otras páginas memorables de la mejor tradición literaria española. Historias de parricidio, prostitución, venganza, adulterio, de todo tipo contienen este libro, pero sobre todo llama la atención esa maestría con la cual Paco Huelva nos presenta cada uno de los relatos, cómo se crece en el desarrollo de los mismos y cómo sorprende en su resolución, en ese continuo descarnar hasta llegar al mismo tuétano del hueso, a la esencia de todo discurso narrativo. Valor añadido a este conjunto de relatos son las ilustraciones que los acompañan, tan inquietantes como los propios textos, autoría de Víctor Pulido.

Los otros que me habitan es un viaje al interior de los orígenes, un recorrido por la vida en su esencialidad, de unas vidas que discurren entre el puro instinto, lo primario o atávico, y que nos muestran básicamente la tragedia de ese mundo tan alejado de nuestra mirada cotidiana como es el rural. Un libro, pues, muy recomendable, que nos acerca a la buena literatura que ofrece su autor: Paco Huelva.

Huelva aporta a su discurso narrativo no solo experiencia y conocimiento, sino algo ausente en la literatura actual, emoción, capacidad de turbar, de sorprender con un estilo depurado al lector, hacerlo cómplice de su delirio creador.

Título: Los otros que me habitan
Autor: Paco Huelva
Editorial: Niebla (Huelva, 2017)



Líneas y Letras. Caricatura de Miguel de Cervantes por Elena Ospina

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Elena Ospina 






Biografía

Ubicación: Medellín (Colombia)

Ilustradora y caricaturista colombiana. Ganadora de premios en humor gráfico y caricatura, en España, Francia, Alemania, Turquia, Israel, Estados Unidos, Italia, México, Brasil y Colombia. Forma parte del colectivo Cartooningt for Peace- Francia Su trabajo se publica en libros, periódicos y revistas.


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Caricatura de Miguel de Cervantes por Elena Ospina


Cuatro libros para conocer la historia de Colombia

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Ahora que las escuelas y colegios se preparan para el fortalecimiento de la enseñanza de historia de Colombia, una afortunada fiebre de escribir sobre el pasado de nuestro país se ha desatado entre escritores, nacionales y extranjeros.



Por: Carlos Castro Arias.

En el mercado editorial se encuentran varios títulos en los que se consigna nuestra historia desde varios puntos de vista, sin embargo hay cuatro que queremos destacar porque aún están recién publicados o porque sus autores tienen un sello personal difícil de ignorar:

Historia mínima de Colombia
Autoría del historiador y académico Jorge Orlando Melo. En 330 paginas recorre la historia de nuestro país desde la llega de los primeros habitantes al territorio hasta los finales del gobierno de Juan Manuel Santos.

Melorelata lo ocurrido en cada periodo político de Colombia, las comunidades indígenas y sus costumbres, la conquista y colonia española, las luchas independentistas, el nacimiento de la república, los conflictos por el poder, acuerdos, desacuerdos, violencia y paz.

Historia mínima de Colombia es editada por Turner Publicaciones y El Colegio de México. Fue uno de los libros el más vendidos de la Feria del Libro de Bogotá 2018.



Historia de Colombia y sus oligarquías
Antonio Caballero describe las condiciones en que los conquistadores españoles arrasaron culturas, no solo con el uso de armas tradicionales, sino con esas enfermedades milenarias en el viejo continente pero nuevas para América.

Caballeroincluye en este libro su talento como caricaturista, lo que sumado a su sarcasmo convierte en un relato ameno la cronología de nuestra historia política. El periodismo y la opinión por la que se le ha conocido, hacen que el autor colombiano pueda exponer con suficiente solvencia y autoridad los acontecimientos que marcaron la vida política de componendas, defraudaciones y aciertos en las décadas y siglos de historia territorial.

Historia de Colombia y sus oligarquías tiene 432 páginas y aparece bajo el sello Planeta.



La paz olvidada
Políticos, letrados, campesinos y el surgimiento de las Farc en la formación de la Colombia contemporánea, es el subtítulo que acompaña el libro de Robert A. Karl, Ph D de la Universidad de Harvard, quien se da a la tarea de llevar a un libro su investigación de por lo menos 10 años sobre los orígenes del conflicto colombiano, comenzando en 1957 con el surgimiento de Frente Nacional con elemento de carácter político, intelectual, económico y social.

Karlse basó en archivos de varias ciudades de Colombia pero también de Estados Unidos e Inglaterra con la revelación de documentos inéditos sobre la relación de la guerrilla y los gobiernos colombianos.

Se mencionan nombres de los principales políticos de los últimos 60 años, de los intelectuales que trataron de proponer una mejor Colombia y de las figuras tildadas como guerrilleros liberales y comunistas protagonistas de los años aciagos conocidos como época de la violencia.

La paz olvidada de Robert A. Karl tiene 444 páginas, publicado y distribuido por Librería Lerner.


Colombia: Historia de un olvido
En este libro de 232 páginas, escrito a manera de ensayo, Enrique Serrano hace una descripción de como las culturas aborígenes de la hoy Colombia fueron absorbidas por los colonizadores españoles, usando como filtro la religión católica que no dejó trascender costumbre, lengua y creencias mitológicas.

Serranose concentra entre los años 1.500 y 1.780, un periodo del que poco se conoce aunque fue fundamental para la consolidación del dominio español en el territorio que hoy se conoce como Latinoamérica.

Entre los que se pueden encontrar en este libro están las enfermedades que llegaron con los españoles y que contribuyeron a muerte de mieles de aborígenes y la forma como los pueblos originales se adaptaron y entregaron, con relativa facilidad, a la cultura foránea.

Colombia: Historia de un olvido de Enrique Serrano se publica bajo el sello Planeta.






Líneas y Letras. Adán y Eva, viñeta de humor gráfico por Duayer Elihu

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Duayer Elihu





Biografía


Duayer Elihu (Elihu)

Ubicación: Rio de Janeiro (Brazil)

I´m a Brazilian cartoonist and illustrator. I started to publish my work in the 70´s, in some Brazilian newspapers : Pasquim and magazines: Mad, Status Humor. In the 80´s I published in newspapers and magazines in Brazil, France (Libération and A Contrario) and Africa (Kenya Report) Later I published at the Jornal do Brasil, a leading newspaper in Rio de Janeiro. I went to Université d´Arts Plastique de Vincennes, Paris, France Technical School of Graphic Arts - SENAI, Rio de Janeiro, Brazil. Currently I'm a contributor to the Cartoon Movement website and online magazine Satiraopinion. I'm working with illustrations, cartoons and caricatures for medical webpages, newspapers, books, and cd cover.


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Adán y Eva, viñeta de humor gráfico por Duayer Elihu (Elihu)



A 96 ediciones llega la Revista Libros & Letras

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Con un especial sobre el género negro en Latinoamérica, acaba de salir la revista Libros & Letras que llega a su edición No. 96, bajo la dirección de Ileana Bolívar R.. Diseño de portada ha sido realizado por el ilustrador colombiano Hache Holguín.
La revista es de distribución gratuita.

Libros y Letras, edición 96


En este número, sus páginas han dedicado un buen espacio a la novela negra en América Latina, en cuyo contenido el escritor Luis Fernando García Núñez hace una reflexión sobre el lenguaje: ¿Podríamos diferenciar una novela negra de una policíaca? ¿O de una novela de misterio? ¿Qué diferencias habría? ¿La novela negra es tan divertida como la policíaca? ¿Han cambiado los motivos y las estructurasde estas novelas? ¿Qué relación puede haber con la novela gótica? ¿Para qué sirven estas categorizaciones? Por otro lado, el periodista Juan Camilo Rincón entrega un interesante texto del género negro y su relación entre Colombia y México, donde entrevista al escritor Élmer Mendoza. El director de la revista CaneforaSantiago Benavides, explora sobre los libros y los autores claves del género negro y sostiene una conversación con el escritor Pedro Badrán.

Entre otros temas, la revista Libros & Letras habla del aporte del programa “Leer es mi cuento”, que emprendió el Ministerio de Cultura desde el año 2010 y que le ha apostado por hacer de Colombia un país de lectores. 

“Maestros que narran las otras historias" aborda los proyectos ganadores del IV Premio Nacional al Docente BBVA.

El escritor Pablo Montoya, ganador del XIX Premio Rómulo Gallegos, es el invitado de “Un café en Buenos Aires”, sección de entrevistas del argentino Pablo Di Marco. La escritora Margarita García Robayo acaba de publicar su libro Primera persona, del que el periodista Mateo Ortíz Giraldo realiza una interesante crítica. Octavio Escobar Giraldo, autor de Mar de Leva, su más reciente novela, habla en “Las otras memorias” acerca del papel de la literatura en la memoria colectiva del país. El librero Álvaro Castillo Granada entrega para Libros & Letras un texto sobre su “Encuentro con Alberto Manguel”; una conversación amena y afectiva sobre lo que los une: la lectura.

El periodista ecuatoriano, Salvador Izquierdo reseña La vida exterior y Jardines de Lewis, dos excelentes libros del escritor Carlos Vásconez. Desde España, Darío Zalgade realiza un recorrido por lo que ha sido el aporte de las nuevas editoras latinoamericanas y dialoga con Isabel Zapata (Editorial Antílope, México), Paula Márquez (Editora de Liberoamérica), Julieta Marchant (Editorial Cuadro de Tiza, Santiago de Chile) y Salomé Cohen Monroy (Laguna Libros, Colombia).

Con una entrevista a Alfredo Vanín, reconocido escritor del Pacífico, Catalina Ávila se adentra en la literatura afrolatinoamericana. Finalmente, el escritor Pablo Concha indaga el mundo de Nefando, la novela de Mónica Ojeda publicada por la Editorial Gandaya.

Libros y Letras, edición 96


La revista Libros & Letras podrá ser adquirida de forma gratuita en las librerías:

BOGOTÁ
  • Librería Lerner (en las tres sedes)
  • Wilborada (Calle 71 #10-47)
  • Santo y Seña (Carrera 4 #54 A-10)
  • La hora del cuento (Calle 147 N. 7 - 70 Local 18 Piso 1. Centro Comercial Show Place)
  • Tornamesa - Avenida Chile (Centro Comercial Avenida Chile Local 236)
  • Tornamesa - Zona G (Calle 70 #5-23)
  • Prologo (Calle 67 #6-32)
  • San Librario (Calle 70 #12-48)
  • Tango Discos y Libros (Carrera 15 #88-63)
  • Tienda Javeriana (Carrera 7 No 40-90 Ed. Emilio Arango 1er. Piso)
  • Universidad de Los Andes (Calle 19 #3-10)
  • Fondo de Cultura Económica (Calle 11 #5-60)

ARMENIA
  • Árbol de Libros (Centro Comercial Portal del Quindío. Piso 3)

PASTO
  • Librería Shirakaba (Calle 18 No 24 - 69 Plaza de Nariño)

CALI
  • Librería Nacional (Carrera 5 N° 11-50)

*Si desea adquirir la revista Libros & Letras, por favor escríbanos a contacto@librosyletras.com

‘Leer es mi Cuento’, la apuesta por hacer de Colombia un país de lectores

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Fotografía: © Juan David Padilla - MinCultura


Cuando inició este Gobierno, el panorama de la lectura en el país mostraba que el acceso al libro era muy limitado. Las bibliotecas escolares eran pocas y su dotación escasa; en las bibliotecas públicas se contaba al menos una en cada cabecera municipal, pero estaban muy por debajo de las cifras recomendadas por la Unesco. La encuesta del Dane de 2005, reveló que en el 22,1% de hogares no existía ningún libro y en el 21,4% había entre uno y cinco, es decir, 43,5% de los hogares tenía una escasa o nula disponibilidad, de materiales de lectura y los recursos eran pocos.

Fue así como el Gobierno Nacional se propuso, desde 2010, aumentar el índice de lectura en el país y creó el Plan Nacional de Lectura y Escritura ‘Leer es mi cuento’. El Ministerio de Cultura enfocó sus esfuerzos en las bibliotecas públicas, la primera infancia y los hogares colombianos de escasos recursos y el Ministerio de Educación, en los espacios escolares. MinCultura eligió además a la población infantil de los cero a 18 años en el país, como el foco del Plan. Por primera vez, se tenía en cuenta a los niños de cero a seis años, para que se familiarizaran desde temprano con la lectura. 

Fotografía: © Juan David Padilla - MinCultura
 

Los esfuerzos tuvieron efecto. De acuerdo con los recientes resultados de la Encuesta Nacional de Lectura 2017, los colombianos leen un promedio de 2,9 libros al año en las cabeceras municipales, incrementando la cifra de 1,9 libros leídos para 2012. Así mismo, la población lectora de las cabeceras municipales leyó en el 2017 un promedio de 5,4 libros al año, mientras que en el 2012 esta misma población leía 4,1 libros.
 

Fotografía: © Juan David Padilla - MinCultura


¿Cómo se logró?


Fue necesario encontrar una fuente constante de recursos: una pequeña fracción del IVA a la telefonía móvil, que ha generado en los últimos años $132.600 millones y ha permitido que el Ministerio haya aportado en estos años $485.000 millones que, sumados a las contribuciones de los otros aliados principales, han significado recursos manejados por el Ministerio de $687.000 millones, una inversión sin antecedentes en nuestro país.

29,5 millones de libros fueron adquiridos, producidos y entregados a los colombianos. 20,2 millones, por parte de MinCultura, a familias de escasos recursos, bibliotecas públicas, hogares del ICBF, casas de cultura, escuelas de música, ferias del libro, entre otras. Y 9,3 millones de libros a cargo de MinEducación en 20.000 sedes educativas del país.

Se puso a disposición de la primera infancia tres millones de libros especializados, alcanzando al menos un libro por cada niño. Mientras que en cada una de las 100.000 viviendas de interés prioritario se entregó un conjunto de nueve libros, incluido uno para leer en familia o para que leyeran los niños.

Se publicó la serie ‘Leer es mi cuento’ para los niños, de la cual se entregaron 26 títulos en 14 millones de ejemplares, una colección de calidad, bellamente ilustrada, cuidadosamente editada y presentada. Igualmente, se entregaron tres ejemplares de ‘Secretos para contar’ a cada una de las 32.000 familias con hijos, en el sistema escolar de las zonas rurales del Chocó.

Con ‘Regalar un libro es mi cuento’, una estrategia con libreros y editores, se regalaron 243.000 ejemplares, un libro a cada uno de los estudiantes de los establecimientos educativos de los ocho departamentos más aislados.

Fotografía: © Juan David Padilla - MinCultura

Nuevas y mejores bibliotecas


En total, son 1.484 bibliotecas de la Red Nacional de Bibliotecas Públicas atendidas por el Ministerio de Cultura y que colaboran con el Plan, en los 32 departamentos. De estas, 243 han sido construidas y dotadas en esta administración y de ellas, 47 se realizaron con la colaboración generosa del gobierno de Japón.

Se han reconstruido 22 bibliotecas afectadas por desastres climáticos y se sumaron 20 bibliotecas móviles instaladas en las antiguas zonas veredales de 13 departamentos del país, siendo el principal aporte cultural en la implementación de los acuerdos de paz; además, sus servicios se extendieron a 200 veredas más del posconflicto.

1.510 bibliotecarios fueron formados en apropiación de tecnologías y servicios bibliotecarios, mientras 1.302 bibliotecas públicas recibieron dotación tecnológica para fortalecer sus procesos. A la fecha, el 91 % de las bibliotecas adscritas a la Red están conectadas a Internet. En 2010, solo estaban conectadas el 40%.



Campañas de promoción de lectura


La formación de hábitos y el desarrollo de habilidades de lectura ocurren en un ambiente complejo con actores como padres, maestros, bibliotecarios etc. Por esta razón, se crearon campañas como ‘Leer es mi cuento en la biblioteca’ y ‘Leer es mi cuento en vacaciones’ para convertir las bibliotecas públicas en espacios de encuentro e incentivar la lectura en los niños durante sus tiempos libres.

Si persistimos en una estrategia que ha mostrado ser eficaz, si padres y educadores también contribuyen leyendo en voz alta a sus hijos y alumnos unos pocos minutos cada día, y si los medios de comunicación y las instituciones aportan a hacer de la lectura un propósito nacional, se sumarán cada vez más lecturas y más lectores para hacer de Colombia un país mejor y más educado.


Fotografía: © Juan David Padilla - MinCultura

Fotografía: © Juan David Padilla - MinCultura

Talleres Liebre Lunar

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Ejercicios de escritura: nutrir la pasión


¿Tiene ganas de escribir, pero no sabe cómo empezar? ¿Ya empezó, pero no sabe cómo seguir? Siempre ha querido escribir pero nunca tuvo tiempo, y ahora que tiene tiempo, ¿no sabe qué contar? No se pierda este nuevo taller de Talleres Liebre Lunar. Comenzamos el miércoles 1 de agosto.


Objetivo:


El objetivo de este taller es apoyar y nutrir los procesos creativos de los participantes, sean ellos principiantes o hayan perdido el hábito de la escritura, a través de la aproximación a herramientas de composición literaria.


Descripción:


El taller se desarrollará en 5 sesiones semanales, de 2 horas cada una. Las sesiones estarán divididas en tiempos para la reflexión y la relectura. En las sesiones de reflexión se sostendrán discusiones en torno a preguntas por aspectos fundamentales de la escritura a partir del material de lectura correspondiente. Es en estas sesiones que se propondrán los ejercicios de escritura. En las sesiones de relectura se comentarán los ejercicios de los estudiantes y se discutirá el material de lectura y el tema de conversación de la siguiente sesión. La última sesión estará dedicada a comentar el proyecto final de cada participante.

Los ejercicios trazarán un camino de la no ficción a la ficción y utilizarán la propia vida como fuente de material literario, buscando relacionar a los estudiantes con la función de la experiencia de la vida cotidiana (o real) en la composición de ficciones y otros textos literarios.


SESIONES


Primera Sesión

Introducción: ¿Qué es la escritura? ¿Para qué sirve?

Objetivos: establecer un marco referencial común para el desarrollo del taller. Formular las primeras preguntas fundamentales que servirán como punto de partida para los ejercicios de escritura. Plantear el primer ejercicio y de las primeras lecturas.

Segunda Sesión

Relectura/¿Por qué quiero escribir?

Objetivos: revisión de los ejercicios: observaciones sobre los aciertos. Continuar las reflexiones sobre la naturaleza del impulso creativo. Reflexión sobre el proceso y las influencias propias. Propuesta de una guía de lectura para un ensayo literario.

Tercera Sesión

Reflexión: ¿Qué quiero escribir?

Objetivos: discusión sobre la lectura del ensayo. Reflexión sobre el origen de las ideas, cómo identificarlas y cómo pensarlas como material literario. Propuesta de comprensión de la escritura como un acto autorreflexivo: la propia vida como fuente de material literario. Planteamiento del segundo ejercicio.

Cuarta Sesión

Relectura/ ¿Cómo hago para escribir lo que quiero?

Objetivos: Relectura de los ejercicios de composición: Observaciones sobre los aciertos. Discusión sobre la naturaleza de la ficción y su relación con la vida. Planteamiento del ejercicio final.

Quinta Sesión

Comentarios generales, lectura y reflexiones sobre los ejercicios finales.


Más información en: https://www.talleresliebrelunar.com/nutrir-la-pasion/

MARÍA DEL MAR ESCOBEDO

María Del Mar Escobedo
María Del Mar Escobedo

María del Mar es escritora y traductora. Estudió cine y creación literaria y escribe narrativa, textos para arte audiovisual y ensayística. Ha organizado y participado en varios eventos culturales dedicados encontrar nuevas expresiones literarias y artísticas.


Con la novela ‘Ver lo que veo’, el escritor Roberto Burgos gana el Premio Nacional de Novela del MinCultura

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La historia de un barrio marginal de la Costa Caribe, visto a través de sus habitantes y narrado mediante monólogos, obtuvo el Premio Nacional de Novela 2018, entregado por el Ministerio de Cultura, con el fin de reconocer la excelencia en la producción literaria en el país. En total, al premio se postularon entre 78 obras, todas publicadas entre el 1 de enero de 2016 y el 31 de diciembre de 2017.


Foto: Rubén Iriarte 

De acuerdo con el jurado, integrado por el escritor mexicano Álvaro Enrigue y los colombianos Luis Fayady Liliana Ramírez, la obra ganadora es el resultado de un autor maduro de imaginación fresca. “Es una novela de un gran propósito literario. Montada en una estructura compleja, que alterna los monólogos con la narración en tercera persona, en una progresión de imágenes visuales compuestas mediante un lenguaje al mismo tiempo personal y universal”, señalan los jurados, quienes añaden que la pluralidad de voces y relatos presentes en Ver lo que veo, “integran una narración sin fisuras en la que se complementan personajes de diferentes clases sociales que cuentan de la formación de un mundo presente y de sus orígenes. Los oficios diversos, los honestos y los que crea la necesidad de sobrevivir, las ilusiones con su esfuerzo, su engaño y también su recompensa. La historia de Colombia narrada en el tono de una melodía equilibrada. La armonía de sus frases, el arte con sentido y sonido, la forma y la fábula unidas en un objeto que pertenece a la mejor literatura”.

En reconocimiento a esta obra, publicada por la editorial Seix Barral, el escritor recibirá $60 millones de pesos, así como la difusión de su libro en ferias y otros eventos literarios nacionales e internacionales.

Al conocer la noticia de su designación como ganador del Premio Nacional de Novela 2018, Roberto Burgos explicó que la escritura de Ver lo que veo le tomó cerca de tres años. "Yo estaba buscando un acercamiento a ese mundo de la gente que no tiene un nombre, que no tiene un lugar en las páginas sociales; buscaba fundamentalmente un mundo sin voz y un mundo sin lugar. Con esta novela empecé la búsqueda de esa respuesta, con la convicción de que en esa gente humilde, muchas veces silenciosa, hay una humanidad tremenda y un mundo de cosas que no han dicho. Entonces, la literatura permite que tengan un sitio, una expresión y, de alguna manera, sean sujetos que comparten humanidad y comparten un sitio en la sociedad”.

Respecto a la importancia de recibir el Premio, Burgosseñaló que éste encierra para él un valor, tanto en lo personal como en lo literario. “En lo personal es un estímulo, un aliento que queda en el orden íntimo de la sensibilidad del autor, y en el orden social, sobre todo cuando se trata de un concurso que cuenta con jurados serios y de calidad, el Premio cumple la labor de darle un lugar de reconocimiento al libro, de alentar su lectura, sobre todo en un país donde el azar, la lotería o la novedad, juegan determinado papel. En este caso, este reconocimiento, para efecto de una novela, en la que el empeño estético es una nueva misión del autor, tiene el papel de quitarle el miedo al lector de lo que llaman ‘obras difíciles’, porque todo es difícil, hasta la vida misma. Es una oportunidad en el mal momento que vivimos en el que la facilidad se impone, sobre todo frente a lo que exige la lectura de literatura”.

Finalmente, el escritor confesó que la nostalgia es uno de los motivos que lo llevan a escribir. “Siento la necesidad espiritual de volver a mi país natal, que es Cartagena de Indias. Atemorizo a mis amigos diciéndoles que si no lo hago la nostalgia me va a matar. Bueno, eso parece una frase de bolero, pero es un motorcito, porque en tanto no haces ese acto de regresar, te consuelas creando los espacios que ofrece la escritura. Las novelas son lugares donde uno puede vivir, en ese sentido la nostalgia, no sé si ayuda, pero es una razón digna”.

 Siento la necesidad espiritual de volver a mi país natal, que es Cartagena de Indias. Atemorizo a mis amigos diciéndoles que si no lo hago la nostalgia me va a matar


Ver lo que veo, la obra ganadora


“Es el siglo XX y sobrevivir es la única aspiración de un barrio desplazado en la costa Caribe. Sus habitantes, visibles desde el estorbo que le generan a esta nueva sociedad, no logran pertenecer más que a sus miedos y recuerdos. Un hombre abrazado por la ruina se refugia en el azar del juego esperando que la vida le devuelva un pedacito de luz, el pasado que ya no pasa.

Lejos de los casinos y las apuestas una mujer siempre ve lo mismo: el mar y su brillo, la ciudad amurallada, el mangle, los vecinos y extranjeros; plomeros, músicos, ladrones, prostitutas, carpinteros, estilistas, púgiles. Con sus ojos nos sumerge en los secretos de la vida de este submundo de deseos inconclusos”.

Sobre Roberto Burgos

Nació en Cartagena de Indias en 1948. Escribió cuentos en periódicos y revistas hasta 1981, fecha de publicación de su primer libro de cuentos Lo Amador. Ha publicado otros cinco libros de cuentos: De gozos y desvelos, Quiero es cantar, Juego de niños, Una siempre es la misma y El secreto de Alicia; un libro testimonio de época, Señas particulares, y seis novelas: El patio de los vientos perdidos, El vuelo de la paloma, Pavana del ángel, La ceiba de la memoria -ganadora del Premio de Narrativa Casa de las Américas 2009 y finalista del Premio Rómulo Gallegos 2010- , Ese silencio, El médico del emperador y su hermano y Ver lo que veo. En la actualidad dirige el Departamento de Creación Literaria de la Universidad Central, en Bogotá. 



IV Premio Nacional al Docente BBVA

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Maestros que narran las otras historias del país


Química en el contexto, proyecto que hace parte de los ganadores del Premio al Docente BBVA. Profesora Sandra Zabaleta, Turbaco (Bolívar).


“En la Escuela de Paz y Poesía se recrea la memoria de diferentes formas y, a partir de allí, se genera un proceso de creación con capacidad transformadora en la toma de conciencia a través de la sensibilidad”.


Fotos: Cortesía BBVA


“Hay más palabras para la guerra que para la paz” y como en los tiempos de Aureliano Buendía, cuando las cosas había que nombrarlas para que existieran, en Colombia debemos armar un arsenal de palabras para que nombrando la paz, podamos vivir en ella. Eso es lo que hace el profesor Edwin Rendón, en Fredonia, “pueblo de brujas”, como el mismo lo llama y primer lugar del IV Premio al Docente de BBVA.

Escuela de Paz y Poesía, es un proyecto que busca que los jóvenes de Fredonia (Antioquia) vean en la poesía y la literatura una manera de encontrar una salida para el dolor y la tristeza que por muchos años han asolado a esa región y a gran parte del departamento y que ha desarrollado este profesor, un apasionado de la literatura y las artes en general al que acompañaron como finalistas, docentes de Turbaco (Bolívar), Bogotá y Buga (Valle del Cauca).

“En la Escuela de Paz y Poesía se recrea la memoria de diferentes formas y, a partir de allí, se genera un proceso de creación con capacidad transformadora en la toma de conciencia a través de la sensibilidad”, dice el profe Rendón, ganador del Premio Nacional al Docente BBVA.

Para esta versión se presentaron más de 1.000 docentes de todo el país, quienes le apuntaron desde las diferentes narrativas, especialmente enfocadas en la paz, a proyectos de alto impacto entre sus alumnos. De esto hay que destacar a docentes del Cauca, Putumayo, Vigía del Fuerte y Barranquilla, entre otros, de las cuales el jurado escogió a 10 semifinalistas para definir los cuatro ganadores del premio.


Las otras iniciativas ganadoras, fueron las siguientes:


Cartas de libertad


En Bogotá, por ejemplo, en pleno barrio Kennedy la docente Yamile Carrillo ha implementado el proyecto Correo a la libertad en la I.E. Colegio Codama, en el que sus alumnos han establecido correspondencia con reclusos de diferentes cárceles del país a través de la cual conocen a las personas que están en estos sitios y que como ellos, tienen también sus historias.

“El primer intercambio de cartas surgió como una estrategia que buscaba provocar la lectura y la escritura a partir de una verdadera necesidad comunicativa y se logró a través de tres personas, una desde la cárcel, un profesor de una universidad y uno de los estudiantes del colegio”, dice la profesora Carrillo, que ocupó el segundo puesto en el premio de BBVA. 


Profesor Edwin Rendón, de la I.E. Normal Superior Mariano Ospina Rodríguez de Fredonia (Antioquia). ganador del IV Premio Nacional al Docente BBVA.



Química lectora


Muy pocas personas pueden imaginar que a través de la química se pueda llegar a la lectura. Y esto es lo que ha hecho la docente que ocupó el tercer puesto del IV Premio al Docente BBVA, Sandra Zabaleta, en la I.E. Docente de Turbaco (Bolívar). Esto dice la profesora Zabaleta: ¿Quién de nosotros, no ha observado cómo se oscurece una manzana cuando la partimos, cómo se oxida un clavo o alguna vez nos hemos preguntado, por qué le agregamos sal a la carne para que no se dañe? Precisamente eso busca el proyecto La química en el contexto, pensar la química desde su verdadero significado: el mundo real. 

Profesoras Lucelly Moreno e Hilda Giraldo, de la sede Graciana Álvarez de la I.E. Narciso Cabal Salcedo de Buga, proyecto de lecto escritura enfocado en Medioambiente.

Docente Lucelly Moreno, de Buga (Valle del Cauca) que enfoca su proyecto en la vivencia de sus estudiantes con la Laguna del Sonso.
 


Libro ambiente


El cuarto lugar fue para las profesoras Lucelly Moreno e Hilda Giraldo de Buga (Valle del Cauca) quienes a partir de la problemática que ha generado en diferentes comunidades el deterioro ambiental de la Laguna del Sonso en la I.E. Narciso Cabal Salcedo, crearon el grupo Semillitas para soñar en el que trabajan desde diferentes perspectivas.

“El resultado de esta experiencia, ha sido la publicación de dos libros: Los secretos de un lugar encantado y Laguna de Sonso, lugar de mágicas historias y misterios, tres guiones para títeres y además se han creado talleres literarios, juegos didácticos y crónicas de las historias más importantes, dice Lucelly Moreno, una de las docentes creadoras del proyecto.


Ganadores del IV Premio Nacional al Docente BBVA, que fue entregado en Bogotá.

Un café en Buenos Aires con el escritor Pablo Montoya

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Los vínculos entre escritura y música, la espontaneidad perdida, su experiencia como profesor universitario, las influencias literarias, las similitudes entre Medellín y Buenos Aires… apenas algunos de los temas que tocamos junto a Pablo Montoya durante una conversación repleta de café y pasión por los libros.


Por: Pablo Di Marco / Especial para Libros Letras / Argentina

Pablo Montoya. Foto: Sofía de la Rosa

—Teniendo en cuenta que la buena escritura late con un determinado compás y un determinado ritmo, es sorprendente que haya tan pocos escritores vinculados a la música. Usted (que ha estudiado música en la Escuela Superior de Tunja) pareciera una excepción. ¿Qué le aportan sus conocimientos musicales a su escritura?
Todos los seres humanos llevamos una música que incide en nuestra manera de caminar, respirar y pensar. En la escritura ese ritmo peculiar, que cada escritor lleva en su sangre, se nota. Pero otra situación se presenta cuando en un proyecto literario la música aparece como contenido o como forma. Desde esta perspectiva, siempre ha sido escasa tal presencia en la narrativa. Como estudié música, y desde muy joven decidí enlazar a mis inquietudes literarias las coordenadas sonoras, ella va y viene con holgura en algunos de mis libros. Sin embargo, no hay que desconocer que dentro del panorama de las letras latinoamericanas la música tiene momentos muy altos: Carpentier y Los pasos perdidos, JulioCortázar y “El perseguidor”, FelisbertoHernández con algunos de sus cuentos, y Daniel Moyano y El trino del diablo. Como aprendí a escribir, en cierta medida, leyendo a estos autores, considero que lo mío se inserta en esta tradición latinoamericana un poco insular. En el caso colombiano, un país bastante ajeno a las relaciones entre la literatura y la música, la propuesta de convocar en mis cuentos, ensayos, poemas y novelas lo que se denomina la música clásica resulta todavía más raro. Creo que lo que trato de hacer, al introducir los conocimientos musicales en mi escritura, es, por un lado, oxigenar ámbitos que están un poco estropeados por el realismo mágico, el periodismo literario y el realismo urbano que por ahí llaman sucio. Y, por el otro, está la decisión de ubicarme en esa tradición literaria que surge del Romanticismo alemán, que se continúa en Francia, y que en América Latina ha tenido muy buenos aunque pocos exponentes.


—En lo que a escribir se refiere, ¿qué ha ganado y qué ha perdido desde la publicación de su primer libro a hoy?
Cuando vuelvo a algunos de mis primeros cuentos (eso fue lo que primero publiqué en los años noventa del siglo pasado), y los confronto con las novelas que he escrito más recientemente, percibo la continuidad de preocupaciones que se relacionan con la búsqueda de un estilo y la permanencia de ciertos temas. Lo que me lleva a concluir que he ganado en coherencia. Pero lo que he perdido, a todas luces, es la espontaneidad.

—Pareciera inevitable perder espontaneidad, esa hermosa impunidad del escritor inexperto.
Antes escribía sin tantos tapujos, sin tantas prevenciones, sin tantas consideraciones que, de una manera u otra, tienen que ver con eso que se denomina hacer una obra. Ahora me rodean unas series de angustias y pereques que antes, cuando era joven, no tenía. Pero sé que la madurez literaria, como toda madurez, consiste en saber escribir apertrechado en ese tipo de limitaciones.

—Los buenos libros dialogan con otros buenos libros. Coincido con Piedad Bonnett en que su novela Lejos de Roma dialoga con Esperando a los bárbaros deCoetzee, y yo también agregaría El desierto de los tártaros de Buzzati. Sin embargo, en estas cuestiones, la visión de los lectores suele estar disociada de la versión del autor. ¿Con qué autores y con qué libros cree usted que dialogan sus historias?
Depende de cada libro. En el caso de Lejos de Roma es muy posible que algo de Coetzee, a quien leí con mucha asiduidad en esos años, haya quedado. Pero soy más consciente de otros libros con los cuales dialoga esa novela poética sobre el exilio. Para empezar, Lejos de Roma es un diálogo con la poesía latina erótica, y allí las obras de Ovidio, Horacio, Catulo, Propercio resuenan con fuerza. Dialoga, igualmente, con Memorias de Adrianode Yourcenar, con Una Historia imaginaria de David Malouf y con El sexo y el espanto de Pascal Quignard. Y desde el punto de vista estilístico, me parece que está muy emparentada con el Camus de Bodas.

—No leí ni a Malouf ni a Quignard. Ya mismo los anoto entre mis lecturas pendientes.
Adelante, Pablo. Y hay más, si tenemos en cuenta los múltiples inter-textos que ofrece Lejos de Roma, el abanico de autores se amplía todavía más: Séneca, Marco Aurelio, Kafka, Borges, Saint-John Perse. Pero tu pregunta me parece pertinente porque una pretendida respuesta apunta a un punto nuclear de mi escritura: el apoyo en la tradición literaria. Es decir, en creer que al construir estos diálogos estoy apoyándome en lo que han escrito otros.

Antes escribía sin tantos tapujos, sin tantas prevenciones, sin tantas consideraciones que, de una manera u otra, tienen que ver con eso que se denomina hacer una obra. Ahora me rodean unas series de angustias y pereques que antes, cuando era joven, no tenía

—Ahí intentamos estar, “Subidos a hombros de gigantes”, a decir de Newton. Quisiera conversar un poco con el Montoya profesor universitario. Ha sido profesor y coordinador de talleres literarios en diferentes universidades. ¿Cómo cree que ha evolucionado —o involucionado— la escritura de los jóvenes a través de los años?
Estos talleres han contribuido a “popularizar” el aprendizaje literario y han vuelto menos “misteriosas” sus técnicas de escritura. Antes se entendía que uno aprendía solo, leyendo a los clásicos, o intercambiando inquietudes con un pequeño círculo que se reducía a unos cuantos amigos. La dinámica de los talleres es más o menos similar, pero algo de esa secreta cofradía de antaño ha desaparecido. Los aspectos positivos de esos talleres es que ofrecen atajos si el tutor es alguien avezado en el asunto. Lo otro es que, evidentemente, las personas jóvenes que van allí aprenden las técnicas y uno se encuentra con textos muy bien escritos. La virtud de esos talleres, que corresponde a una virtud propia de la juventud, es el entusiasmo que respiran, la vitalidad irrebatible en sus propósitos (casi todos esos jóvenes anhelan escribir una obra maestra, y muchos de ellos te lo dicen a rajatabla y creen tenerla ya lista en la cabeza).

—¿Y cuál es la mayor falencia que encuentra en esos jóvenes aspirantes a escritores?
La falencia, algo propio de todo aprendizaje, es que esos mismos jóvenes son dueños de lagunas inmensas en sus lecturas y desconocen bastante la tradición literaria.

—Me pregunto si entre los estudiantes de cine también habrá chicos que jamás vieron una película de Fellini, de Ford, de Coppola, de Kurosawa…
¿Cómo es posible, me pregunto, renovar una literatura, o hacer la mentada obra maestra, si se ha leído demasiado, por ejemplo, a Bukowski o a Bolaño, y se desconoce del todo a Sófocles o a Dostoyevski?

 —Usted venía de publicar dos sólidas novelas como Lejos de Roma y Los derrotados en Sílaba editores antes de publicar Tríptico de la infamia para Random. ¿Cree que hubiese ganado el Rómulo Gallegos de haber seguido publicando en Sílaba? De más está decir que mi pregunta no apunta a  su capacidad como escritor sino a las preferencias de los grandes premios por las editoriales poderosas en detrimento de las editoriales de menor peso económico.
El premio Rómulo Gallegos que me otorgaron podría tener una doble interpretación. Por un lado, se lo dieron a una novela publicada por una editorial poderosa, pero se lo dieron también a un autor casi desconocido y ajeno del todo a la literatura comercial. Eso significa, por supuesto, que una editorial como Random House le está apostando, o al menos eso sucede en mi país, a obras que no se enmarcan solamente en el plano de las grandes ventas. Pero recalco que, con tres premios internacionales de literatura encima, y a excepción de Tríptico de la infamiaen Colombia, mis libros siguen siendo libros mal vendidos. El Rómulo Gallegos también quiere decir, y eso se afianzó sobre todo con los premios dados a Eduardo Lalo y a mí, que no es lo mismo que el premio Planeta o el premio Alfaguara.

—La entrega del Rómulo Gallegos pareciera haberse tristemente cancelado, ¿no es así?
Así parece. Y por  el carácter no comercial y por el prestigio enorme, he lamentado mucho su temporal cancelación. No solo por el bien de la literatura hispanoamericana, sino por el bienestar del pueblo venezolano, espero que esta crisis económica se supere y que el Rómulo Gallegos regrese con su habitual prestigio. Con todo, los premios literarios son asaz aleatorios. Y para entrar en el campo de los chismes…

—¿Chismes? Espere que pido otro café, Pablo. Lo escucho muy atentamente.
Te cuento que en 2009 Alfaguara presentó al Rómulo Gallegos Lejos de Romay no pasó nada. De hecho, Lejos de Roma, que es para algunos de mis lectores más fieles mi mejor novela, fue un fiasco comercial. Y como Alfaguara decidió no reeditarla, Sílaba me abrió sus puertas y la publicó de nuevo en 2014. En resumidas cuentas, hoy en día yo publico en dos editoriales, una que es grande y comercial (Random House) y otra que es pequeña y alternativa (Sílaba). Y la verdad es que así, con este doble perfil, me siento cómodo.

—¿Cómo es posible que el mundo del libro se rija por principios tan mercantilistas?
Como decía Octavio Paz, si ahora se publican tantos libros es debido a una dinámica comercial, y no precisamente a que se haya incrementado la calidad de los lectores.

Foto tomada de facebook del autor.

—Perdón que lo interrumpa. Quisiera subrayar y repetir esa frase de Paz: “Si ahora se publican tantos libros es debido a una dinámica comercial, y no precisamente a que se haya incrementado la calidad de los lectores.” 
Hay sin duda un crecimiento cuantitativo, pero sospecho que el lector que tanto reclamaron Nietzsche, Valéry, Borges y Gracq, ese tipo sofisticado que devora libros como un rumiante exquisito y aquejado de ese mal burgués llamado escepticismo, es una figura en extinción.

 —Y acá me vuelven a la mente esos aspirantes a escritores que usted antes mencionaba, los que aspiran a escribir una obra maestra pero olvidan el placer de la lectura. Volviendo a los principios mercantilistas que tantas veces rigen al mundo del libro, ¿qué puede hacer un autor como usted para luchar contra eso?
No sé si contra eso se deba luchar. Pero de lo que sí estoy seguro es que mi única manera de reaccionar ante tal coyuntura es afianzar más mi convicción de que la literatura es un arma de resistencia y disidencia. Y por tal razón, pienso que jamás escribiría un libro orientado por principios mercantilistas.

—Obtener un premio de la envergadura del Rómulo Gallegos pone al escritor en la situación de verse presionado a opinar sobre infinidad de temas no necesariamente vinculados a la literatura. ¿Cómo lidia usted con ese “daño colateral”  del reconocimiento?
Son los reveses y hasta lo cómico de un premio de esta categoría. Es como ir en el metro de Medellín o caminar en un centro comercial de esta misma ciudad y verme asediado por personas que quieren una fotografía conmigo. Cuando gané el Rómulo Gallegos, muchos escritores me pidieron un prólogo o una frase para sus libros, me llegaron invitaciones de todas partes, los periodistas me tenían literalmente agobiado, sobre todo porque se trataba de jóvenes que jamás me habían leído. Era como una gran bulla por un libro que casi nadie conocía. Y no faltaban aquellos que me pedían una opinión sobre cualquier cosa. La verdad es que, si bien es cierto he sido generoso con las entrevistas y no le he sacado el cuerpo a este lado del reconocimiento, estoy agotado y creo que más temprano que tarde cerraré este período para volver a la tranquilidad de antes. Solo necesito, me consuelo pensando así, no responder los correos ni las llamadas, y ante las invitaciones cobrar una fortuna para que ese sueño se haga realidad.  

mi única manera de reaccionar ante tal coyuntura es afianzar más mi convicción de que la literatura es un arma de resistencia y disidencia.

—Creo que a un escritor debieran bastarle cuatro o cinco novelas para brindar su idea del mundo, sin embargo se sigue escribiendo. ¿Por qué?
En el caso mío es porque no sé hacer otra cosa mejor que escribir. Ahora bien, no sé si escriba hasta el momento final de mi vida. No puedo asegurarlo. Tengo el plan de escribir unos cuantos libros más, pero trataré de no caer en la ridiculez de gritar a grandes voces que este o tal otro es mi último libro. Supongo que un escritor genuino, y no uno de esos que buscan ansiosamente el dinero o desean llamar la atención de los medios, escribe por desesperación, por no sucumbir ante la evidencia de la muerte, o por un deseo desbordado de celebrar algún elemento esencial de la vida.

 —Aún no tuve la fortuna de conocer Medellín. Dígame, ¿es cierto que —para bien y para mal—Medellín es la ciudad más argentina de Colombia? ¿O debiéramos decir que Buenos Aires es la ciudad más antioqueña de Argentina?
En Medellín decimos que Gardel es de los nuestros porque pensamos que uno no es de donde nace sino de donde muere. En Medellín escuchamos tango y esa música la consideramos tan nuestra como la consideran ustedes. Y la verdad es que también queremos rivalizar con ustedes en el mundillo vocinglero del fútbol. Y hablamos coloquialmente con palabras provenientes del lunfardo.

—No me chamuyés, Pablo…    
¡Y voceamos también como ustedes! Bueno, eso hace que yo cuando voy a Buenos Aires me sienta tan acogido y como en casa. Pero Medellín es provinciana y tristemente chovinista porque sigue siendo una ciudad pequeña. Y en lo que tiene que ver con el cosmopolitismo que se respira en Buenos Aires, aún le falta mucho a esta bella villa por aprender. 

—Vamos con la última pregunta. Le regalo la posibilidad de invitar a tomar un café a cualquier artista de cualquier época. Cuénteme quién sería, a qué bar lo llevaría, y qué pregunta le haría.
A Tolstoi, a Voltaire y a Rulfo.

—Ah, qué trío.
E iría a tu Buenos Aires, ciudad de entrañables cafés donde se puede hablar, y no como los de Medellín que son ruidosos e impiden degustar las delicias de la conversación, y me iría detrás de Borges. Esperaría a que se sentara. Pediríamos un pintado y…

 —No, espere. En Buenos Aires no pida un “pintado” que no lo van a entender. Pida un “cortado”.
Ah, bien. Un cortado, entonces. Y acompañado por una media luna. Y le preguntaría a Borges por el sentido de aquella frase suya que sigo sin comprender: “Ser colombiano es un acto de fe”.



Desde Buenos Aires trabaja vía internet en la corrección de estilo de cuentos y novelas. Autor de las novelas Las horas derramadasTríptico del desamparo y Espiral. Colaborador de la editorial Ojo de Poeta y columnista de la revista cultural Libros & Letras.

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Adam Silvera, una de las voces más importantes de la literatura juvenil, llega a Bogotá

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Después de visitar países como Argentina, Chile y Perú, el autor neoyorkino presentará su obra literaria el 30 y 31 en Bogotá. Realizará firma de libros y una presentación de su obra.

El autor acaba de publicar su tercera novela, Solo quedó nuestra historia.


Adam Silvera durante su presentación en la Feria del Libro de Lima (Ediciones Urano Perú)

Adam Silvera actualmente es uno de los escritores más destacados en literatura juvenil. Con tan solo 28 años, el autor ya ha publicado tres novelas que han cautivado la atención de los lectores en todo el mundo, ya que sus obras han sido traducidas a por lo menos 15 idiomas.

Su acercamiento con los jóvenes se da “Porque Adam aborda temáticas realmente importantes para los jóvenes y cosas a los que ellos se enfrentan todos los días”, afirma Leonel Tetti, editor del sello Puck de Ediciones Urano.

En Recuerda aquella vez, su primer libro, narra la historia de Aaron Soto, un chico que no se siente a gusto en su propia piel, aborda temas como la identidad y la memoria y reflexiona sobre si seríamos capaces de borrar algún recuerdo o algo de nuestra personalidad. Aquí Silvera también habla del amor, la amistad, la identidad sexual y, por encima de todo, la complicada búsqueda de uno mismo. Una novela que rompe moldes, con un toque futurista, que el The New York Timesha definido como «una lectura indispensable».


Otra de las temáticas que plantea Silvera es la pérdida y la diversidad a través de distintos personajes sin caer en clichés, sino que, por el contrario, plasma de manera natural las relaciones entre los adolescentes, lo que hace que sea autentico.

Su segunda publicación, Al final mueren los dos, cuya obra fue una de las más vendidas en la Feria Internacional del Libro de Bogotá en 2018,  cuenta la historia de Mateo Torrez y Rufus Emeterio, dos jóvenes que se conocen a través del “Último Amigo”, una aplicación creada para aquellas personas que recibieron la llamada de Muerte Súbita (organización que anuncia que tu muerte está a la vuelta de la esquina) y que buscan compañía en su hora final. En este libro, escogido como lectura destacada por los principales medios de crítica literaria, Silvera nos recuerda que no hay vida sin muerte, amor sin pérdida, y que es posible cambiar todo nuestro mundo en un solo día.


Silveraacaba de lanzar su tercera novela, Sólo quedó nuestra historia, Una obra muy importante, fuerte y desgarradora, que habla sobre el poder del amor, cómo ese sentimiento cambia nuestras vidas. Pero esta novela no solo nos habla del amor, sino también de la pérdida. Nuestro protagonista perdió a su novio, su mejor amigo, su compañero del alma, y está intentando salir adelante a pesar del profundo dolor que lleva en el alma”, dice Leonel Tetti.

Con esta, Silvera confirma su calidad narrativa y demuestra  ser un experto en capturar las pequeñas penas infinitas del amor, la pérdida y el duelo.


Adam Silvera se presentará por primera vez en Bogotá. Sus actividades son:


Lunes 30 de Julio, 4:00 p.m. a 5:00 p.m.
Firma de Libros
Librería Nacional, de Unicentro.
Entrada Libre.

Martes 31 de Julio, 3:00 p.m. a 4:00 p.m.
Firma de Libros. Librería Panamericana. Centro Comercial Bulevar Niza, plaza fuego.
Entrada libre.

Martes 31 de Julio, 6:00 p.m. a 7:00 p.m.
Presentación de la obra y firma de libros, en el Gimnasio Moderno, Biblioteca Los Fundadores. El autor conversará con los booktubers IsaCantos y PolyBooks.
Entrada libre.

Especial: Género negro en Latinoamérica. ¿Otro problema del lenguaje?

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¿Podríamos diferenciar una novela negra de una policiaca? ¿O de una novela de misterio? ¿Qué diferencias habría? ¿La novela negra es tan divertida como la policiaca? ¿Han cambiado los motivos y las estructuras de estas novelas? ¿Qué relación puede haber con la novela gótica? ¿Para qué sirven estas categorizaciones?



Por: Luis Fernando García Núñez*



¿Qué es la novela negra? ¿Por qué negra? Quizás son preguntas que muchos lectores se hacen cuando se habla de ese género que Raymond Chandler consideró como el del mundo profesional del crimen. El crimen, sí. Una especie de novela policiaca que termina mal, porque en ellas el mayordomo no es el asesino y, si lo es, es menos que un mayordomo. Pero todo parece más un problema de lenguaje que vale la pena examinar desde fronteras distintas de la literatura, para inscribirlo en términos sociológicos y políticos.

Los personajes de la novela negra son atípicos, si los consideramos desde los límites mismos de la cordura y de la decencia de protagonistas y antagonistas. Aunque la decencia y la cordura hayan desaparecido hace ya bastante tiempo, desde antes de que Chandler hablara de novela negra. Atípico porque la violencia y el miedo, tan extendidos en estos tiempos de masacres y crímenes, son el sustento de estas novelas.



Como si la misma novela negra no les sugiriera algo distinto de los capos y las frenéticas modelos que con tetas o sin ellas van por ahí diciendo casi lo mismo capítulo tras capítulo.


Es, sin duda, un problema de lenguaje, independiente de las características que le han abonado a la novela negra, bien sutiles si a ellas nos referimos, porque son variadas y muy notables, entre la fuerte aparición del gansterismo, de esos criminales mafiosos y contrabandistas, hijos prominentes de la ley seca en Estados Unidos, y los delincuentes y los corruptos de las posguerras que entonces vive Europa. Es, parece, una sutil reivindicación de unos sectores que se constituyen en un hampa que viene de las periferias y que quiere protagonismo social y hasta político.

Tan parecido a los fenómenos que vemos hoy, no tan lejos de la ficción y tan recurrentes en esos guionistas, pobres de ideas y de espíritu, tan escurridizos de la novedad que solo copian sobre una estructura mil veces usada. Nada nuevo, como si la misma novela negra no les sugiriera algo distinto de los capos y las frenéticas modelos que con tetas o sin ellas van por ahí diciendo casi lo mismo capítulo tras capítulo. Y millones de impávidos espectadores se comen el cuento con tal desprecio de la inteligencia que ya no sabemos para dónde vamos, ni quiénes ven estas series y por qué lo hacen.

Los modelos de los detectives que presentaban los grandes autores de las novelas policíacas, son desbordados por unos asesinos a sueldo que trafican con toda clase de trampas y de juguetes. Mezclados en los más horrendos espectáculos van de un lado para otro jugando con la dignidad y la cortesía.


Hampa es una palabra que viene del francés, y se refiere a un “conjunto de maleantes que, unidos en una misma sociedad, cometían robos y otros delitos, y usaban un lenguaje particular, llamado jeringonza o germanía”, dice la RAE, pero también es “vida de las gentes holgazanas y maleantes”. Estas bandas tienen “normas de conductas particulares” que los destacan de ese mundillo de bajos fondos donde alternan investigadores, soplones y delincuentes de todas las prosapias. El material indiscutible de la novela negra o hard-boiled, para posar de sabiondos.

Los modelos de los detectives que presentaban los grandes autores de las novelas policíacas, son desbordados por unos asesinos a sueldo que trafican con toda clase de trampas y de juguetes. Mezclados en los más horrendos espectáculos, van de un lado para otro jugando con la dignidad y la cortesía. Venden su poca mo­ral al mejor postor y buscan dinero fácil y aventuras complejas en escenarios dantescos y con fuerte olor a alcohol, prostitución y drogas. Esta poética de los conflictos sociales, al decir de Vásquez Montalbán, refleja los problemas del individuo y de la sociedad actual. Un lenguaje popular, casi se podría decir que urbano, le imprime cierto realismo a esas acciones y va conectando los más sórdidos hechos en los más sorprendentes espacios.

Pero vuelvo al tema del lenguaje. ¿Podríamos diferenciar una novela negra de una policíaca? ¿O de una novela de misterio? ¿Qué diferencias habría? ¿La novela negra es tan divertida como la policíaca? ¿Han cambiado los motivos y las estructuras de estas novelas? ¿Qué relación puede haber con la novela gótica? ¿Para qué sirven estas categorizaciones?

Para entrar en calor podríamos revelar las características de algunos de los grandes detectives de la literatura: Auguste Dupin, Sherlock Holmes, Hércules Poirot y el moderno Mario Conde, por citar algunos, para determinar qué los diferencia y por qué. ¿Cómo relacionarlos con el genial Sam Spade de Dashiell Hammett? ¿O con el Philip Marlowe de Raimond Chandler?

Las historias, no obstante, tienen ritmos distintos pero encuentran siempre un matiz que las une, que las relaciona, ese mundo del crimen del que habla Chandler, en el cual transcurren todas. Su leitmotiv. Y luego, tras el desconcierto, una lógica –extraña–, una racionalidad que poco a poco sobresale y nos lleva al final, ese final que atando cabos nos cautiva porque sí, cómo no, ese era el asesino, se han cerrado todos los dilemas, se han juntado las claves, se ha descubierto al impostor, al que ha recorrido en las penumbras todo el relato. Esa es la virtud, pero también es la virtud de los otros géneros, es la virtud del misterio, del miedo. El simple arte de matar, el ensayo de Chandler que vale la pena releer para diluir los dilemas que nos recorren. Ahí está la novela negra.




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Sobre el autor: *Luis Fernando García Núñez.


Periodista, profesor y escritor.

Maritza la fugitiva lleva implícita a la Bogotá del Palacio de Justicia: Jorge Eliécer Pardo, premio de novela José Eustasio Rivera

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El autor colombiano obtuvo el Premio Internacional de Novela José Eustasio Rivera con la novela Maritza la fugitiva que hace parte de un quinteto de historias que dieron inicio con el libro El pianista que llegó de Hamburgo publicado en 2012. 


Foto: Cortesía autor

El autor colombiano consiguió la XVI edición de la Bienal Internacional de Novela José Eustasio Rivera con la novela Maritza la fugitiva que hace parte de un quinteto de historias que dieron inicio con el libro El pianista que llegó de Hamburgo publicado en 2012. 

El premio lo convocan la Fundación Tierra de Promisión junto a la Alcaldía y Secretaría de Cultura de Neiva (Huila). 

Con un total de 171 novelas procedentes de República Dominicana, Argentina, Venezuela, México, España, Uruguay, Ecuador, Chile, Nicaragua, Perú, Cuba, Estados Unidos, Israel y Colombia, el jurado compuesto por Berta Lucía Estrada (Francia) Mario Catelli (España), Juan Manuel Zuluaga (Estados Unidos), Alejandro Palma (México) y Edgard Sandino Velásquez (Bogotá), eligieron como ganador al Jorge Eliécer Pardo, quien participó con el seudónimo de Ulrikay los "méritos literarios y ambición como objetivo narrativo" fueron destacados por el jurado para conceder el premio. 

"El autor construye un dinámico fresco de los últimos 80 años de la historia de Colombia, como por ejemplo, los hechos que van desde la disputa electoral entre Rojas Pinilla y Pastrana Borrero, y que llevan a la creación del M-19, los atropellos del Estatuto de Seguridad de Turbay Ayala, el Palacio de Justicia, y su desmovilización. El otro extremo de ese ambicioso arco temporal está situado en los ataques del 11 de septiembre a las torres gemelas en New York. Los personajes están enmarcados por el signo de su tiempo, como también lo está la escritura", sustenta el jurado.  

Para el escritor, residente en Bogotá, es una satisfacción plena la obtención de este premio que destaca el trabajo que viene realizando desde hace varios años en pro de la literatura y la cultura en general: “Este es el quinto libro de una saga que he titulado: El quinteto de la frágil memoria. Un proyecto robusto que lleva 20 años y del que se han publicado cuatro novelas anteriores: El pianista que llegó de HamburgoLa baronesa del circo Atayde, Trashumantes de la guerra perdida y La última tarde del caudillo”.


Maritza la fugitiva lleva implícita a la Bogotá contemporánea, la toma del Palacio de Justicia y la lucha de un amor rebelde, ya que muchos jóvenes de la época terminaron yéndose a la lucha armada. “Todas mis novelas tienen que ver con el amor, el erotismo, la poesía, la música, el desarrollo arquitectónico de la ciudad, los conflictos existenciales y la literatura como elemento dentro de las novelas”, agrega el escritor galardonado.

Asimismo, Pardo refiere que con esta novela le rinde un homenaje a Marcel Proust y a su novela La fugitiva, pero de manera especial a la mujer colombiana y agrega que “Dentro de la historia está la gran pasión de una pareja de amantes con todo lo que significa serlo en la década del 80, la música, las chimeneas, la maxifalda y dentro de ello el sueño utópico de la revolución”.    

A continuación Jorge Eliécer Pardo habla del premio:


Sobre Jorge Eliécer Pardo
Se graduó como maestro en el Instituto Ibagué y obtuvo el título de licenciado en español e inglés en la Universidad del Tolima. Hizo estudios de doctorado en literatura en la Pontificia Universidad Javeriana y se especializó en Administración Pública en la ESAP.
En el 2013 obtuvo el Premio Nacional de Literatura Libros y Letras por votación popular.
Bajo el sello de Cangrejo Editores ha publicado las novelas La última tarde del caudillo (2018), El pianista que llegó de Hamburgo (2012), La baronesa del circo Atayde (2015) y Trashumantes de la guerra perdida (Pijao Editores-Caza de Libros, 2016). Seis hombres una mujer (Grijalbo, 1992), Irene (Plaza & Janés, 1986. Traducida al inglés por Angela McEwan y publicada en Estados Unidos y Australia). El jardín de las Weismann (Plaza & Janés, 1979. Traducida al francés por Jacques Gilard y llevada a la televisión bajo La estrella de las Baum, Caracol, serie de novelas latinoamericanas).
Los libros de cuentos: Les voiles de la mémoire (Éditions Folle Avione, 2016, traducido por Jean-Pierre Dezaire y prologado por el filósofo social Jean-Jacques Kourliandsky), Los velos de la memoria (Ediciones Vericuetos, Francia, 2014), Cuentos —Antología personal— (Pijao Editores, colección Maestros contemporáneos, 2014).
Transeúntes del siglo XX (Biblioteca de autores del Líbano, 2007), Las pequeñas batallas (Pijao Editores, 1997), La octava puerta (Editorial Oveja Negra, 1985), Las primeras palabras en coautoría con Carlos Orlando Pardo (Pijao Editores, 1973).
Libro de poemas: Entre calles y aromas, Premio Nacional de Poesía (Pijao Editores, 1985). La Universidad del Tolima, en 2013, en su Sello Editorial, publicó El jardín de las Weismann, edición crítica. Sus cuentos han sido incluidos en diversas antologías.


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