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“Valores de oro”, un libro que narra los sueños alcanzados por Leo, Cristiano, Pelé y otros futbolistas

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“Valores de oro”, un libro que narra los sueños alcanzados por Leo, Cristiano, Pelé y otros futbolistas


Es una de las novedades de la Feria Internacional del Libro de Bogotá (Ediciones Urano).


Mediante historias reales de jugadores como Leo Messi (Argentina), Teófilo Cubillas (Perú), Cristiano Ronaldo (Portugal), Hugo Sánchez (México), entre otros, los niños podrán aprender sobre 22 valores imprescindibles para ser cada día más felices.

Todos los seres humanos tenemos cualidades. Algunas son físicas, como la resistencia; otras tienen que ver con nuestro carácter, como la paciencia. Unas son más visibles, como la creatividad, que puede impregnar todo lo que hacemos; otras pasan más desapercibidas, como la sencillez.

Si a estos once niños los ayudaron a alcanzar su sueño, quizás te sirvan a ti también para alcanzar el tuyo, sea cual sea.

• El libro ofrece oportunidades para que los padres, maestros y mediadores de lectura puedan ayudar a los niños a identificar sus cualidades y a entrenarlas.

• Una guía imprescindible para los padres que anhelan acompañar a sus hijos para que alcancen lo que se proponen.

• Para servirles de guía, especialmente en los momentos que sufren.

• Para que extraigan los aprendizajes positivos de cualquier situación.

• Un libro especialmente atractivo para los niños que admiran a los representantes del fútbol.

• Para inculcar en los niños valores vitales que los hagan personas sanas y capaces de grandes cosas.

• Se pueden descargar en forma gratuita fichas de actividades, guía de exploración lectora y propuestas de lectura según la edad en esta página: www.palabrasaladas.com/entrenate_ para_sonar.html



“Valores de oro”, un libro que narra los sueños alcanzados por Leo, Cristiano, Pelé y otros futbolistas




Sobre los autores


Cristina Núñez Pereira nació Oviedo en 1982. Se crió en esta ciudad aprovechando a fondo las librerías y bibliotecas del casco viejo. Ya durante el instituto comenzó a mostrar interés por la escritura, ya fuera periodística, ya fuera más literaria. Estudió Filología Hispánica en la Universidad de Oviedo; una vez conseguida la diplomatura, decidió cursar el segundo ciclo de Periodismo en la Universidad Carlos III de Madrid, por la que es licenciada. Ha residido en Friburgo (Alemania) y Madrid y ha recibido diversas becas para el estudio de idiomas en el extranjero. Habla alemán, inglés, francés y portugués y algo de italiano.

Rafael Romero Valcárcel nació en Arequipa, Perú, el 26 de agosto de 1970. Desarrolló su vida profesional en el ámbito de la publicidad en Perú, hasta que en el año 2002 decidió mudarse a Madrid. A principios de 2007 decidió abandonar el mundo relacionado con el marketing y la publicidad y comenzar a escribir, afición alimentada desde la infancia, cuando antes de dormir se dedicaba a contar historias que después continuaban en sus sueños. Firma sus obras literarias como Rafael R. Valcárcel‘para homenajear a la feminidad en general y a mi madre en particular’.


Ilustradoras


Alejandra Karageorgiu, Bela Oviedo, Betania Zacarias, Cecilia Varela, Cynthia Orensztajn, Eugenia Nobati, Luciana Feito, María Lavezzi, Nancy Brajer, Natalia Jankowski, Virginia Piñón

Lex artis: ¿cómo las artes nos pueden acercar a la comprensión del Derecho?

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Por: Víctor D. Cabezas


El Derecho, por concepción, es interdisciplinario e irradia todas las aristas de la acción humana. Llega, por ende, a regular desde la actividad de un biólogo explorando en la profundidad de la selva hasta la venta de una obra de arte en una galería urbana. El Derecho se aprende en las aulas universitarias y, después, los abogados lo practican “en el mundo real” bajo múltiples modalidades: los legisladores hacen leyes y decretos, los abogados litigantes formulan demandas y los jueces redactan sentencias. Todos ellos, llámense litigantes, jueces o legisladores ejercen una labor con gran impacto social, pues las sentencias, las demandas o las leyes inciden directamente en nuestra calidad de vida y en la exigencia de nuestros derechos.

Ahora bien, a pesar de la importancia social del derecho y, por ende, de los juristas, en el medio latinoamericano los métodos pedagógicos por medio de los cuales los abogados aprendemos las normas, la jurisprudencia, y en general la técnica jurídica, se ha quedado anquilosada y atrapada en las estrategias romanas de aprendizaje: leer el Derecho. Leer y, después, escribir una demanda o una sentencia, leer y después alegar en la Corte, leer y después escribir una norma. El ejercicio del abogado se ha sintetizado y agotado en el uso del lenguaje como única herramienta para la justicia.

Es cierto: los abogados aprendemos a pensar en instituciones, en reglas y códigos y pretendemos adecuar todo comportamiento humano a su juridicidad, es decir, a lo que una norma escrita nos dice que es o no correcto. Entonces parecería lógico que el instrumento del abogado sea un libro continente del Derecho; esto es, una ley. Sin embargo, esta visión nos aleja del objeto esencial del ejercicio de la abogacía: la búsqueda de la justicia.


Lex artis: ¿cómo las artes nos pueden acercar a la comprensión del Derecho?


¿Qué podemos hacer frente a la problemática de la comunicación del Derecho? Evidentemente las soluciones pueden venir de distintos frentes, pero no podemos olvidarnos de las artes


Si aprendemos desde nuestra formación que el Derecho es una disciplina autónoma, ultra formal, llena de palabras incomprensibles y términos rebuscados; si en el claustro académico nos enseñan que el Derecho es para el abogado y que el sistema está diseñado para que el jurista lo entienda y transmita, si todo eso sucede, la justicia, un objetivo social, se monopoliza en una profesión que solo sabe comunicarlo por escrito y con las acostumbradas y malsanas fórmulas enmarañadas del abogado. En suma, bajo nuestro sistema, el Derecho para el común mortal o no existe o existe solo desde lo que el jurista, mal o bien, le pueda participar.

A pesar de las necesidades ciudadanas y de la importancia de la justicia en una sociedad tan desigual como la nuestra, la enseñanza, el ejercicio y la comunicación del Derecho están anclados en modelos que resultan obsoletos. En este escenario, estimo que la pedagogía del Derecho es trascendental. Necesitamos que nuestros abogados aprendan que la comunicación jurídica no puede limitarse a la palabra. A estos efectos, las artes son una fuente inagotable para lograr una sintonía entre la comprensión de un problema jurídico, su resolución y su comunicación.

Aunque no parezca, uno de los mayores problemas para los abogados es la identificación del problema de la persona que nos busca, entender cuál es el meollo del asunto, pues solo en esa medida podemos concatenar los hechos narrados con el Derecho aplicable. Para esta tarea, el único elemento que tenemos y estamos entrenados para interpretar es la palabra. Si, por ejemplo, una comunidad indígena nos presenta un cuadro que retrate su problemática, en general, no estamos capacitados para procesarlo. Si el problema está reflejado en una fotografía, una canción, una escultura, un poema o cualquier otro medio que no sea la palabra explícita, literal, los juristas nos resistimos a procesarlo. Dado que los abogados litigantes no comprendemos la diversidad de medios que pueden transmitir el contenido del conflicto, las demandas siguen la limitada tradición escrita y, por ende, los jueces resuelven sobre la exposición oral y los documentos integrados al proceso. En consecuencia, tenemos fallos escritos, complejos y cuya comprensión le está casi vedada al interesado final: el ciudadano.

¿Qué podemos hacer frente a la problemática de la comunicación del Derecho? Evidentemente las soluciones pueden venir de distintos frentes, pero no podemos olvidarnos de las artes. Un abogado debería ser capaz de comprender una canción, un cuadro, una representación plástica o una obra teatral como una fuente de información para formar su defensa. Un juez debería poder integrar en su fallo escrito formas complementarias para que la ciudadanía lo comprenda; debería poder explicar su decisión con una fotografía o un cuadro. Una sentencia no puede hacer justicia mientras no nos aseguremos de que los interesados la entiendan. Para ello, el juez puede valerse de todos los métodos disponibles, incluyendo las artes. Una sentencia no puede considerarse justa mientras no exista plena seguridad de que el ciudadano la haya comprendido y, para este fin, la historia nos ha demostrado que la palabra no es suficiente, que debemos indagar otros métodos, y qué mejor que hacerlo desde las artes, que tanto y tan pluralmente son capaces de expresar.

La comunicación del Derecho debe evolucionar y el arte, como expresión máxima de la libertad individual, puede complementar ese proceso. La historia, la insuficiencia de nuestros sistemas de justicia y el anclaje de nuestras escuelas de Derecho han divorciado dos expresiones humanas que, por su esencia, deberían estar estrechamente unidas: el Derecho que busca justicia y el arte que entraña libertad.

Víctor D. Cabezas

Víctor D. Cabezas 

(Quito, 1995) Es abogado y maestrante en derecho por la Universidad Externado de Colombia, columnista de los diarios ecuatorianos La Hora y El Telégrafo y director de la revista de literatura de la Universidad San Francisco de Quito.


El derecho en la FILBo también tiene derecho a la emoción

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Definiciones en la Jurisprudencia ColombianaConsejo de Estado desde 1915, se lanzó en la FILBo2018 como un libro único en su género y que resume parte de la investigación de 43 años hecha por su autor el Doctor Gustavo Cuello Iriarte.


La Jurisprudencia, el estudio de la ciencia del derecho, en medio del rigor que demanda su ejercicio, está atravesada necesariamente por la condición humana. Más normalmente las publicaciones expertas en el tema suelen ser lacónicas y su construcción, muchas veces apegada a los entornos académicos o legales, no deja develar para el lector erudito ni para el poco docto, todo el intríngulis que demandó su creación.

Por el contrario, la investigación de Gustavo Cuello Iriarte, Doctor en Derecho y Ciencias Jurídicas de la Pontificia Universidad Javeriana, tiene ese tópico particular. La construcción de esta pesquisa de 43 años para la cual leyó cientos de libros y definiciones en la jurisprudencia de Colombia estuvo atravesado por una historia familiar muy particular.

“En el mes de junio de 1994, con motivo de la publicación de los primeros resultados de mi investigación que sobre la jurisprudencia colombiana iniciara en el año de 1977, el faro de mi vida, mi padre,  Manuel Cuello Urueta, escribió el prólogo  que aún conserva vigencia”:

El Derecho, entendido como "una regla de vida social, una ordenación positiva y justa establecida por la autoridad competente en vista del bien público temporal", es una de las disciplinas que más requieren del humanismo clásico, que no se encuentra en los determinismos ciegos de la materia, porque su entidad pertenece al mundo culturalespiritual, bajo el peculiar comportamiento de una agrupación social.

Cuando el Doctor Cuello se refiere a la vigencia de este prólogo escrito por su padre veinte años atrás, del cual solo detallamos este fragmento, se refiere precisamente al rigor y a los matices en los que se adentra en delicadas definiciones en la jurisprudencia, para lo cual ha consultado durante más de cuatro décadas, cientos de volúmenes y así aportar certeramente a los criterios de los profesionales del derecho o a los estudiantes de esta ciencia.


Este diccionario es una herramienta única en Colombia. El Doctor Cuello dedicó toda su vida, después de que de niño aprendió el amor por los libros ayudando a su padre Manuel a organizarlos en los estantes y frente a los cuales el señor se sentaba a explicarle, con todo el cariño. Y ahora, cincuenta años después, el doctor Cuello hace un gran aporte a la jurisprudencia colombiana y por tanto a la justicia, ampliando el espectro con esta investigación, para que casos tan delicados como determinar si un testigo es falso o no, pueda estudiarse con mayor detalle y tomar decisiones con mayores bases y criterio.

Pero más allá de la entrega de más de la mitad de su vida a esta investigación y de la erudición con la que ahora cuenta y que comparte, este tomo es una evidencia del gran amor que tuvo por su padre y del apoyo permanente que ha tenido de sus hijas Adriana, Angela, Paola y Natalia.

Foto: Carlos Cáceres

Homenaje a Florence Thomas en la Feria del Libro de Bogotá

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Este 28 de abril, a las 3:30 p.m, en el marco de la Feria Internacional del Libro de Bogotá, se realizará un homenaje a Florence Thomas, en el que participarán Yolanda Reyes, Carolina Sanín, Mauricio Albarracín y Carolina Vegas. Lugar: Auditorio José Asunción Silva.


“No quiero tener que justificarme en cada frase, en cada párrafo, en cada página. Quiero poder decir las cosas a mi manera, rompiendo los consensos y las normas; rompiendo con todo esta falsa serenidad adquirida a costa de muchas violencias secretas. Quiero hacer más el discurso del otro”. Fragmento de Conversación con un hombre ausente.

Por:  Elizabeth Martínez

Las mujeres: sus pasiones, sufrimiento, lucha, sentimientos y todo lo concerniente a ellas es la principal preocupación de la reconocida escritora francesa Florence Thomas. “Será que los grandes principios del género humano, tales como la seguridad, la integridad, la dignidad, la libertad, la igualdad y la autonomía se refieren y se aplican de manera única y exclusiva al género masculino?” se preguntaba ella en su libro Había que decirlo.

¿Por qué este asunto es tan importante en Colombia, el país con posiciones tan marcadas acerca de la religión, la política y la cultura? A propósito del homenaje que le harán en la 31 edición de la Feria Internacional del Libro de Bogotá, quisimos preguntárselo y hacer un pequeño acercamiento a sus dos más recientes libros Había que decirlo y Conversación con un hombre ausente, además de indagar por sus percepciones ante el feminismo de hoy.

-Usted ha dedicado su vida a la defensa de los derechos de las mujeres y a la violencia detrás de temas como el aborto y los procesos obstétricos, sin embargo, aunque algunas mujeres son cercanas a este tema por su trabajo o sus convicciones, ¿usted cree que la mujer común o la “mujer de a pie” por decirlo de alguna manera, esté consciente de la necesidad de esta defensa?

-Es complicado porque las mujeres son múltiples, son diversas, son de colores distintos, depende de qué se habla.Te diría que en general, lo que hemos tratado de hacer, aunque sea una palabra relativamente fea, es de empoderar a las mujeres. Hemos tratado de cambiar la famosa metáfora de mujer igual mamá, por mujer igual sujeto social de derecho, es lo que hemos tratado de hacer y por supuesto, esto ha dado muchos mejores resultados en los medios urbanos, en la clase media pero también en mujeres populares. Es impresionante lo que ha pasado con estas mujeres, tenemos líderes comunitarias y líderes populares realmente ya formadas y dedicadas en relación a los derechos que hay que defender, pero por supuesto que no hemos llegado a todos los rincones de este enorme país.

Es todavía muy difícil con las mujeres indígenas, es todavía muy difícil con las mujeres de extrema pobreza pero mira lo que se ha hecho con las mujeres víctimas de estos 50 años de conflicto armado, es impresionante, actualmente son casi las personas de las cuales más se habla en el proceso de paz y es por algo.

-A propósito de lo que decía de la relación lingüística de las palabras "mujer - mamá", en un fragmento de su libro Conversación con un hombre ausente dice: “Mientras decir hombre quiere decir ser ‘humano’ y persona antes de ser ‘varón’, ser mujer evoca siempre una connotación sexual, ser mujer es ser ante todo hembra”...

-Por eso es tan importante nombrar a las mujeres, porque siempre se nombran los discursos en masculino, como si el hombre, así en mayúsculo, representara toda la humanidad, este hombre con H mayúscula, este hombre universal de la revolución francesa, este hombre sujeto de derecho no representa a toda la humanidad, falta la mitad de la humanidad cuando se habla de los hombres.

Faltan las mujeres que son sujetos también de derecho. Y por supuesto que durante mucho tiempo mujer era igual a mamá y sobretodo a hembra reproductora de la especie, punto, era a donde iba a ser ubicada en el ámbito cultural, solamente en el patio de atrás como decía muy a menudo, mientras los hombres gobernaban el mundo, mientras los hombres, es decir, son los que toman los grandes decisiones de este mundo.

 Entonces, todavía eso es de alguna manera verdad. Mira lo que pasó en el nuevo congreso, mira lo que pasó con la participación de las mujeres en política actualmente en Colombia. Cuando muchos países del mundo están hablando de pariedad, aquí estamos con 19% de mujeres en el congreso, es lamentable. Ni siquiera pudimos acceder a la ley de cuotas...como digo yo, no estamos en el altillo sino en el sótano de la democracia.

-¿Y qué hay de la solidaridad de género? porque aunque existen mujeres que pelean por nuestros derechos,  muchas nos expresamos mal de otras o nos violentamos con una facilidad impresionante, ¿qué hay acerca de este problema?

-Por supuesto que no nacimos santas, afortunadamente. No nacimos santas y eso no está mal. Y además tenemos un modelo formidable: el patriarca, el macho alfa entonces que ahora no nos vengan a rechochar de que no somos santas. Evidentemente eso lo ha aprovechado la cultura patrialcal, el hacernos pelear entre nosotras. Nosotras peleamos y los hombres siguen teniendo el poder. Esa es una atrevida táctica de Maquiavelo.

Nosotras estamos aprendiendo la solidaridad, lo que llamamos hoy la sororidad, que es muy bonito. Hemos aprendido a salir juntas, a tomar una cerveza, a ir a comer juntas, a rumbear, hemos aprendido a pasar de la rivalidad que ha sido una práctica de la cultura patrialcal formidable a la sororidad y eso es un viejo cuento de que peleamos entre nosotras, ¡Pues claro que peleamos entre nosotras! ¡evidentemente! eso hace parte de la vida.

Mira, te voy a dar un ejemplo sencillo, cuando los hombres pelean entre ellos, en la cotidianidad o en los corredores del congreso con esos insultos tan polémicos es normal y cuando somos nosotras las que levantamos un poco la voz, somos viejas histéricas  entonces es eso simplemente, hay todavía viejos estereotipos culturales que hacen que no podamos levantar la voz, que no podemos pelear entre nosotras. Por supuesto que podemos pelear entre nosotras y lo hacemos, evidentemente, pero yo quiero insistir mucho en que hoy día es el momento de la solidaridad entre nosotras.

-¿Cómo se puede contribuir a facilitar estos debates? ¿cómo hablar con una persona “machista” o “conservadora” por decirlo de alguna manera, de estos temas como el aborto o la violencia sexual?

-Es muy difícil, depende si son de mente abierta al debate o no. Cuando es gente no abierta a un debate progresista, a un debate democrático, es mejor callarse o decirle ‘mire, yo sé que usted no va a cambiar por lo que le voy a decir, pero no trate de cambiarme a mí tampoco, porque yo no voy a cambiar por lo que usted me va a decir’. Simplemente es eso, es darse cuenta con quién se puede debatir y con quién no vale la pena perder su tiempo.

Cuando tenía 20 años menos o 30 años menos yo me apasionaba mucho y trataba de cambiarle la mente a gente a la cual ya no se puede cambiar y pues sí, es así la vida, el mundo es plural y creo que hay que aceptar eso. Y además, te digo una cosa, yo siendo feminista no necesito que todos sean feministas, en lo absoluto, a mi no me gustaría vivir en un mundo hegemónico. Hay mujeres además, que sin nombrarse feministas lo son muchísimo más que yo, mujeres populares que tienen una vida impresionantemente valiente y que no saben nada del feminismo y que tienen una práctica feminista y es muy chévere también.

-¿Qué consejos se pueden dar a las personas para los momentos en los que son testigos de violencia basada en género? ¿qué se puede hacer?

-El primer consejo es denunciar, es aprovechar este momento histórico en el que las palabras de las mujeres están liberándose, es aprovechar este momento en el que ya no tenemos miedo. Esto me hace recordar una frase que decía Eduardo Galeano cuando se le preguntaba ¿por qué los hombres ahora tienen miedo? y el respondía ‘Los hombres hoy tienen miedo de las mujeres que ya no tienen miedo’ y eso es muy bello, es lo que realmente te diría.

Hoy estamos perdiendo el miedo y cuando somos testigos de actos de violencia contra las mujeres, contra niñas, contra niños, contra seres humanos hay que denunciar. Hay que hablar, hay rutas hechas, hay políticas públicas que ayudan a esto y sobre todo creo que estamos en un momento en el que nuestras palabras están empezando a tomar sentido. 



La FILBo rindió homenaje al Nadaísmo en sus 60 años de poesía

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El movimiento poético nadaista ha sido un referente de la poesía colombiana que ha burlado el tiempo y que más allá de las tendencias, se ha mantenido vigente con  poetas comoJotamario Arbeláez. La FILBo le rindió homenaje.

Jotamario Arbeláez conserva como foto de perfil de su WhatsApp la foto en blanco y negro que le tomaron cuando era un veinteañero con el cabello peinado hacia atrás, su mirada coqueta y desafiante y su paso largo y pausado que marcaba el compás del desdén que caracterizaba a todos los nadaistas que desde su poesía y desde actos cotidianos, expresaban su inconformidad frente al sistema tradicional colombiano.

Jotamario Arbeláez.

Los nadaistas usaban la música como medio de denuncia, en una sociedad tan tradicional y fuertemente católica escupían ostias durante la comunión en las iglesias; irrumpían en reuniones religiosas con gases fétidos y cuestionaban todo lo que estuviera dado como absoluto, mediante la poesía y acciones performáticas que expresaban la oposición del nadaísmo al establecimiento y su amor a la libertad. “No dejaremos una fe intacta ni un ídolo en su sitio”, frase que era casi un manifiesto, dice Jotamario Arbeláez.

Ahora, sesenta años más tarde, Arbeláez pareciera no enterarse de sus canas, del cabello que escasea, de las arrugas que le van surcando el rostro. Tiene la misma mirada pícara de más de medio siglo atrás, la misma sonrisa, la misma actitud juvenil y las ganas de seguir leyendo sus poesías.

Durante el homenaje que le hizo la Feria Internacional del Libro de Bogotá al Nadaísmo y a Arbeláez, como uno de sus más destacados exponentes, el poeta comentaba con una sonrisa irónica cómo los nadaistas respiran profundo y sacan pecho, pues  les  hacen homenajes por todas partes; lo que para él, es  sospechoso. Con respecto al homenaje dijo entre risas: “Estábamos ante todo, en contra de los homenajes. A toda persona que homenajeaban la considerábamos un dinosaurio en vía de extinción”.

Precisamente el movimiento nadaista  trató de provocar situaciones disruptivas en oposición al ambiente cultural y académico del país en la década de los ‘60s.

Frente a la pregunta por el futuro del Nadaísmo, Jotamariomenciona con sarcasmo: “Si nos descuidamos, nos volveremos un partido político…la única manera de que el nadaísmo viva, es comprando nuestros libros y llevándolos a casa, poniéndoselos a leer a sus hijos, a su cuñada, a su vecina, promulgando el pensamiento”.

Federico Díaz-Granados, poeta y director del Festival de Literatura Las Líneas de su mano, en el que ha participado Jotamario en varias ocasiones, opina sobre su obra y sobre el legado del Nadaismo: “El Nadaísmo se constituyó a finales de la década de los años ’50 ‘60 en una de las más irreverentes propuestas contra el ambiente cultural que imperaba por esos días en Colombia logrando, a través de manifiestos y escándalos,  convertirse en una corriente contracultural en un país conservador y acartonado.  Lograron también sintetizar y convertir en registro nacional, algunas de las experiencias que se agitaban en el mundo en esos días: el movimiento Beatnik en Estados Unidos, la poesía conversacional y narrativa en América Latina y algunos ecos de vanguardias europeas. Por ejemplo Jotamario Arbeláez me parece junto a Jaime Jaramillo Escobar en una de las voces más destacadas de este movimiento sobre todo en poemas donde su conexión con lo americano cobra un sentido rotundo.  Recuerdo, con gratitud, que Jotamario prologó con gran generosidad mi primer volumen de poemas por allá a comienzos de los 90. Desde entonces hemos sostenido una amistad inquebrantable y definitiva donde la admiración y el afecto han sido sus principales puntos cardinales. Me gusta que las novísimas generaciones de poetas colombianos estén releyendo la tradición de su país y encuentren, muchos de ellos, en los nadaístas un referente a los que siempre sentirán contemporáneos”.

Pero en medio de lo disruptivo del movimiento y de su rebeldía, Jotamario Arbeláez se ha mostrado como un pacifista, dejando en la historia de la poesía colombiana una obra imborrable que marca y resume mucha de la historia y de las emociones que le han marcado: Un día después de la guerra:

Un día / después de la guerra / si hay guerra / si después de la guerra hay un día / te tomaré en mis brazos / un día después de la guerra / si hay guerra / si después de la guerra hay un día / si después de la guerra tengo brazos / y te haré con amor el amor / un día después de la guerra / si hay guerra si después de la guerra hay un día / si después de la guerra hay amor / y si hay con qué hacer el amor.



Líneas y Letras, "Lectura", viñeta por Marco Pinto

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Líneas y Letras, "Lectura", viñeta por Marco Pinto
Líneas y Letras, "Lectura", viñeta por Marco Pinto

Marco Pinto

Marco Pinto es diseñador gráfico e ilustrador de la Universidad Nacional. Ha sido colaborador en los diarios El Nuevo Siglo y La República, y en las revistas Número, ACME, El Malpensante, Semana, Soho y Gaceta, entre muchas otras. Ha colaborado en publicaciones de la Cinemateca Distrital, Casa del Teatro, Cámara del Libro, Fundación Colombia Multicolor e Instituto Colombiano de Antropología.

Fue docente de la Escuela Nacional de Caricatura y Compensar; finalista en el Primer Concurso de Caricatura Política de la revista Semana (1998); y ganador de la Primera Exposición de Caricaturas Forenses (1997) y el Premio Ciudad de Bogotá - Caricatura fisonómica, otorgado por Idartes (2014). También se ha desempeñado como realizador y productor radial, orientando su labor al estudio y difusión de proyectos de desarrollo de la cultura contemporánea con dos programas sobre rock del Ministerio de Cultura (entre 1999 y 2000), y en la actualidad con “Ríos de Babilonia” en UNRadio.

Líneas y Letras, Gabriel García Márquez, caricatura por Hevert Gabriel Benítez Estepa

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Líneas y Letras, Gabriel García Márquez, caricatura por Hevert Gabriel Benítez Estepa
Gabriel García Márquez, caricatura por Hevert Gabriel Benítez Estepa


Hevert Gabriel Benítez Estepa

La mejor herencia que recibió Hevert Gabriel Benitez Estepa de su papá Antonio María Benítez, fue el talento para dibujar. Nacido en Socha (Boyacá) el 24 de octubre de 1963, desde muy pequeño demostró sus habilidades como dibujante. En un inicio las mostraba en su salón de clases, cuando hacía caricaturas de sus profesores y algunos de sus compañeros.

Con el paso de los años, este boyacense de nacimiento, radicado hace 30 años en la ciudad de Bucaramanga, utilizó sus conocimientos para el dibujo publicitario y las áreas gráficas manuales, trabajo que desempeñó durante muchos años.

"La caricatura siempre me ha gustado, ahora las hago en una tableta de forma digital".


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Gabriel García Márquez, caricatura por Hevert Gabriel Benítez Estepa

Líneas y Letras, Gabriel García Márquez, caricatura por Hevert Gabriel Benítez Estepa
Gabriel García Márquez, caricatura por Hevert Gabriel Benítez Estepa

Las lecciones aprendidas de guitarras Gibson. Leyendas del pop Ep. 28

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Gibson ES-335 Dot Custom Shop propiedad del autor.
Gibson ES-335 Dot Custom Shop propiedad del autor.

Desde hace ya un largo tiempo, y desde diversas fuentes, se viene especulando sobre la inminente bancarrota de la compañía de guitarras, y referente norteamericano, Gibson. Más allá de todas las posibles hipótesis y conjeturas ¿qué es lo que realmente sucedió con el gigante con sede en Nashville?


Por: Julián Franco Ocampo
leyendasdelpop@librosyletras.com


La vida es definitivamente cíclica. Así como hay ciertos fenómenos de la vida que ocurren en un espacio determinado de tiempo, lo mismo ocurre con ciertas modas y hasta algunas tendencias. Pasa el tiempo, todos parecen olvidar aquello, y un día cualquiera, se vuelve a imponer aquella tendencia del pasado que se creía olvidada.

No quiero con lo anterior, afirmar que todo está inventado, pero es cierto que vivimos una época en que se ha vuelto muy común mirar atrás, para retomar ciertos conceptos del pasado. Mirando por ejemplo ciertos diseños de electrodomésticos y ciertos automóviles, podría reforzarse esta tesis.

Hace bastantes años, me causó bastante risa, tendría yo unos 14 años, cuando leyendo la historia de The Beatles, leí, según cuenta la leyenda, que la compañía inglesa, Decca Records, los rechazó en 1962, con el argumento que los grupos con guitarra estaban pasados de moda

¿Cómo pudieron afirmar aquello, los ejecutivos de Decca? —Pensaba yo, con la ilusión de convertirme en guitarrista profesional—, el horizonte y las expectativas de aquel final de los años 80, cuando el panorama mostraba a la guitarra como elemento clave, es bastante diferente a mayo de 2018, cuando escribo esto.


No se va por la vida cambiando de guitarra, como de teléfono móvil, o sistema operativo, como aquello de “entre más nuevo, mejor


Gibson Les Paul “Joe Bonamassa” signature edition propiedad del autor, exibida en 4Works Studio.
Gibson Les Paul “Joe Bonamassa” signature edition propiedad del autor, exhibida en 4Works Studio.

El autor y su Gibson Les Paul “Joe Bonamassa” signature edition Goldtop.
El autor y su Gibson Les Paul “Joe Bonamassa” signature edition Goldtop.

El autor y su Gibson ES-335 ex- Luís Dueñas, guitarrista de “Los Speakers”. Fotografía: Sebastian Dueñas Ocampo.
El autor y su Gibson ES-335 ex- Luís Dueñas, guitarrista de “Los Speakers”. Fotografía: Sebastian Dueñas Ocampo.

Izquierda, Gibson ES-335 Dot junto a Gibson Les Paul Goldtop. Fotografía original del autor.
Izquierda, Gibson ES-335 Dot junto a Gibson Les Paul Goldtop. Fotografía original del autor.



Parece que al final, los ejecutivos de Decca, sin saberlo, 56 años después, tendrían la razón. El auge de nuevas corrientes musicales que recurren en su totalidad a la electrónica, y a los trucos de estudio, en donde “fabrican” artistas y estrellas que no lo son, como si se tratara de una fabrica de nuevas tendencias, muestran que ahora la guitarra, es un elemento innecesario. Me cuesta creen que es así, pero para el más escéptico, como yo lo soy, están las estadísticas.

Esto por un lado. Por el otro lado, cuando hace unos años, buscando una guitarra, me encontré con aquel sistema de Gibson, en que las cuerdas se afinan automáticamente, por medio de un complejo, pero efectivo mecanismo que las mantiene entonadas, la verdad que esto no me hizo ninguna gracia. Sentí que algo se estaba perdiendo. Un no sé qué, pero algo ya no era como antes…

Irónicamente, el mismo día en que Gibson, uno de los fabricantes más grandes de guitarras, y de renombre, e historia legendaria, además de 116 años en el negocio, se declaró en bancarrota, el primero de mayo de 2018, ese mismo día, tuve acceso a una guitarra eléctrica de ellos mismos, fabricada en épocas en que el panorama de la guitarra, era prometedor y con un amplio horizonte. De entre algunas características de esta guitarra, está la calidad de fabricación, la atención al detalle, la selección de maderas, y como la cereza que le faltara al pastel, ese sabor, y aroma “vintage”que desprende aquella guitarra solo al abrir su estuche…

Para los verdaderos amantes de la guitarra eléctrica, esa variable atemporal de la guitarra, es bastante válida y hace parte del encanto. No se va por la vida cambiando de guitarra, como de teléfono móvil, o sistema operativo, como aquello de “entre más nuevo, mejor”. Entre más historia, y más edad acumule nuestro instrumento, más cómodo, y más confortable lo sentimos en nuestras manos.

Al parecer, la gerencia y la administración de Gibson, no ha tenido nada de lo anterior en cuenta: por un lado, sabemos de antemano, que el mundo de la guitarra, está atravesando un difícil momento. Es inferior, —de acuerdo al número de ventas de los últimos años—, el volumen total de guitarras vendidas. Eso muestra que la juventud no está interesada en aprender a tocar la guitarra tanto como antes.


En 2017, Fender resolvió cambiar el nombre, y ahora hay toda una carta de “sabores”derivadas del modelo Stratocaster. ¿Para qué lo hacen? ¿Por qué el objetivo es siempre confundir más al comprador?


Gibson ES-335 Dot. Fotografía original del autor.
Gibson ES-335 Dot. Fotografía original del autor.

Izquierda: Fender Stratocaster American Standard y Fender Stratocaster Highway One, propiedad del autor.
Izquierda: Fender Stratocaster American Standard y Fender Stratocaster Highway One, propiedad del autor. 

Gibson ES-335 Dot Custom Shop propiedad del autor.
Gibson ES-335 Dot Custom Shop propiedad del autor.

Estuche original Gibson de 1982 propiedad del autor.
Estuche original Gibson de 1982 propiedad del autor.



Además de esto, el comprador de guitarras Gibson, compra una guitarra de este alto precio y valor, asumiendo que compra un instrumento legendario, con una tradición, y una calidad como ningún otro. La gente compra ciertas marcas de productos electrónicos, porque en teoría son innovadores, pero no recuerdo que alguien venga a decirme que compra una guitarra Gibson por su innovación y tecnología de punta.

En contraposición a esto, resulta que uno de los pilares sobre los cuales Gibson ha trazado su estrategia de expansión durante los últimos años, es justamente la innovación, lo cual por supuesto no está mal, pero si se trata de una compañía, con otro perfil de comprador, parece que no es de esos casos en donde la compañía realmente le importe qué opinan sus potenciales clientes. La estrategia, es opuesta a lo que se esperaría de Gibson desde el punto de vista de una marca legendaria.

… y siempre está el factor, relación calidad-precio: por ese mismo valor de una costosísima guitarra Gibson, el mercado ofrece guitarras premiun, como Fender, PRS, Ibanez, Jackson, ESP, etc., que por menos valor, se ajustan a la calidad que el consumidor espera al invertir cierta cantidad de dinero en cada una de ellas. La calidad de las guitarras Gibson nuevas, no atraviesa tampoco su mejor momento.

Cuando era niño, suponía que las guitarras, eran de las pocas cosas que con los años, no cambiaban. Seguramente por eso, veía muchas veces con cierto desdén, cuando de un año al siguiente, cambiaban ciertas características, y luego leía en los reportes que no necesariamente ese cambio era para bien. Aun intentando comprender que ciertos cambios son necesarios, está visto que para Gibson fue como tomar el camino de una vía sin salida.

…Y por lo visto, Fender también nos trae de vez en cuando alguna que otra “perla”: La Fender Stratocaster Standard, es todo un referente en cuanto a guitarras. No en vano, es con la que se ha escrito gran parte de la historia del Rock, La historia de la música. En 2017, Fender resolvió cambiar el nombre, y ahora hay toda una carta de “sabores”derivadas del modelo Stratocaster. ¿Para qué lo hacen? ¿Por qué el objetivo es siempre confundir más al comprador?

Pueda que la juventud ahora esté interesada en otras cosas, pero si no se les da argumentos para volver a la guitarra, y lo único que se ofrece es como ahora ocurre en todo, el camino fácil como ejemplo particular, unos afinadores automáticos, esa definitivamente tampoco es manera de tratar a los profesionales que por años han consumido caras guitarras Gibson, que por cierto, no vamos a cambiar como lo hacen algunos, de teléfono iPhone cada año…

*JULIÁN FRANCO OCAMPO.

Comunicador Social y Periodista, amante de la música, músico por adopción. Ha trabajado como corrector de estilo, programador, editor de video, locutor y compositor de música corporativa, actualmente se desempeña también como docente de fotografía. Leer más AQUÍ
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La literatura cambió (y seguirá cambiando)

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Los jóvenes, más allá de la fantasía


Ilustración tomada de la portada de La cicatriz de China Miéville
Ilustración tomada de la portada de La cicatriz de China Miéville 



Por: Enrique Patiño


Los jóvenes no prefieren los libros de los booktubers. Bájense de esa idea básica. Son fenómenos que los atraen, por supuesto, pero hay una literatura para ellos, poderosa y de grandes firmas, que eligen por gusto y está transformando la manera de leer. Una guía para jóvenes (y para los adultos que quieran acercarse a ellos y sorprenderse).


Esto no es acerca de los grandes escritores ni de los grandes libros. Es acerca de un fenómeno comprensible en tiempos del Internet como amo y dueño de todas las interconexiones humanas: los jóvenes del mañana —digamos la verdad: los de ahora mismo— no venerarán los mismos escritores que el mundo ha amado como clásicos ni les pondrán atención a los libros que definimos como imprescindibles. ¿Por qué? Porque hay libros que representan sus sueños y su momento.

Yo fui forzado a leer de mis 10 a mis 14 años obras como Huasipungo, el Popol Vuh, Martín Fierro y Don Segundo Sombra y hoy no recuerdo qué decían porque no era la edad para acceder a ellos, y de seguro habría odiado todos los libros si no fuera porque algunas maravillosas obras de aventuras se cruzaron en el camino para salvarme.

Hoy los jóvenes tienen un mercado específico: su propia literatura con temáticas claras, que no necesariamente se centran en el romance y los vampiros, como parecieran definir los títulos dominantes de esta temática, al estilo de Stephenie Meyer y su saga Twilight o Cassandra Clare con sus Cazadores de sombras.

En la misma esquina, capaz de ser leído por adolescentes, pero con una propuesta para cualquier edad, entraría el Nobel más reciente, Kazuo Ishiguro con su Gigante enterrado. El rey de todos, amado por jóvenes tanto como por adultos, es Stephen King, tanto por su aproximación al horror como al suspenso, pero sobre todo, por su magistral enganche narrativo


La literatura fantástica domina el paisaje y hay en ella autores tan enigmáticos como sorprendentes. China Mieville es uno de ellos. Su particular estilo, que salta de lo fantástico para jóvenes a las historias enigmáticas y complejas para adultos, ha ganado un nicho entre los que buscan literatura con un alto nivel. Embassytown, Krakeny Un Lun Dun son muy recomendadas. En la misma esquina, capaz de ser leído por adolescentes, pero con una propuesta para cualquier edad, entraría el Nobel más reciente, Kazuo Ishiguro con su Gigante enterrado. El rey de todos, amado por jóvenes tanto como por adultos, es Stephen King, tanto por su aproximación al horror como al suspenso, pero sobre todo, por su magistral enganche narrativo: puede odiarse a King o venerarlo, pero no se puede ser indiferente a su voz.

La literatura cambió (y seguirá cambiando)



Marcus Zusak, con La ladrona de libros, un libro que acercó a los jóvenes al Holocausto de una manera distinta; Madeleine L’engle, con Una arruga en el tiempo, donde un viaje a la quinta dimensión permite vivir el autodescubrimiento juvenil

Otras obras y autores que merecen ser leídos son Trilogía del asesino, de Robin Hobb, por su profundo peso político, de alguna manera similar en su trasfondo al del gigante George R.R. Martin y su Canción de Hielo y fuego; Joe Abercrombie y su trilogía La primera ley, cruda y brutal, medieval y llena de perdedores, o su menos dura pero igual importante Trilogía del mar quebrado; Brandon Sanderson, con su creativa apuesta, en la que se destaca Nacidos en la bruma; la saga Geralt de Rivia, de Andrezj Sapkowski, y su fantasía oscura, escrita de manera impecable; Patrick Rothfuss y El nombre del viento, otra apuesta casi que segura, o Terry Pratchett, y su universo Mundodisco, que hace reír con ganas, una maravilla en tiempos de tanta amargura.

Entre los conocidos y muy vendidos, además de J.K. Rowling y su Harry Potter, Suzanne Collins con sus Juegos del hambre, Veronica Roth y su serie Divergente, hay uno que es un monstruo en la producción de obras porque ha entendido cómo contar de forma creativa la mitología griega, romana y nórdica, y es hoy por hoy el método más efectivo para que los jóvenes se acerquen a estas tres tradiciones: Rick Riordan, con su saga de Percy Jackson. Igual, de todos ellos hay que destacar algo: sus escenarios no son siempre agradables, y llegan a ser tan opresivos como asfixiantes, en mundos tan distópicos como creativos.

En sus obras, los jóvenes viven la contradicción que les plantea este mundo a diario: una sociedad que los oprime y les aplasta los sueños, regida por adultos limitantes que no soportan su maravillosa rebeldía, ante la cual solo pueden oponerse con la fantasía. En este segmento, un personaje enigmático se ha posicionado bien con una saga tan intensa como compleja: Pittacus Lore (apodo de James Frey y Jobie Hughes) con su Soy el número cuatro.

Entre los autores que plantean escenarios complejos dentro del mundo de la literatura fantástica, y lo logran bastante bien, está Erin Hunter, seudónimo de las tres autoras de Los gatos guerreros, una saga que no perdona a ninguno de sus héroes porque plantea las batallas como escenarios de pérdida y autoaprendizaje, y se mueve a través de generaciones sin que los protagonistas iniciales estén obligados siempre a aparecer. La brújula dorada, de Philip Pullman, juega con una trama en un escenario helado en el que los daimonion, o las almas mismas, son tan importantes como los protagonistas reales.

La literatura cambió (y seguirá cambiando)


No leerán lo mismo que las generaciones previas. De hecho, los jóvenes no leen ya los clásicos para formarse o no les interesarán en estos años iniciáticos, aunque quizás lo hagan más adelante.

Marcus Zusak, con La ladrona de libros, un libro que acercó a los jóvenes al Holocausto de una manera distinta; Madeleine L’engle, con Una arruga en el tiempo, donde un viaje a la quinta dimensión permite vivir el autodescubrimiento juvenil; el Diario de Ana Frank o El niño con el pijama de rayas, de John Boyne, permiten que los jóvenes miren sucesos de la aplastante realidad desde una óptica distinta. Mi favorito es Un monstruo viene a verme, de Patrick Ness, una obra tan poderosa como hermosa, tan devastadora como inolvidable, acerca de la enfermedad y las pérdidas.

Para el amor, John Green, por supuesto, con Bajo la misma estrella. Si se busca algo de humor inteligente, está Mark Haddon y El curioso incidente del perro a medianoche, un recomendado eterno. Ante lo clásico, C.S. Lewis viene bien con sus siempre bien vendidas Crónicas de Narnia o J.R.R. Tolkien con su Señor de los anillos o El Hobbit. Para entender el mundo, hay que ir a otro planeta con las Crónicas marcianas de Ray Bradbudy, su maravilloso Farenheit 451 o su colección de cuentos El hombre ilustrado, leer 1984, la impresionante distopía de George Orwell, o Un mundo feliz, la contraparte de Aldoux Huxley. Para adentrarse en lo fantástico puro, la alemana Cornelia Funke y su buena colección de obras creativas.

Para rematar, algunas joyas nuevas se destacan en el paisaje mundial: Ken Liu, un chino estadounidense que ya pegó fuerte con La gracia de los reyes y arrasó con todos los premios del género; otro chino, Liu Cixin, con El problema de los tres cuerpos, también ganador del premio a la mejor novela de ciencia ficción; Emilio Bueso, un español que publicó Transcrepuscular, apunta a lo alto con su propuesta. Un célebre ya, pero no mucho por este lado, David Mitchell, autor de Cloud Atlas, es un tremendo escritor imaginativo y poderoso, cuya obra es tan trasgresora como creativa. Y por Colombia, una apuesta: Juan David Bastidas, un joven de Pasto que publicó el año pasado La tierra de las cordilleras, un fino trabajo que da cuenta de un tremendo narrador ya no en camino, sino presente.

No leerán lo mismo que las generaciones previas. De hecho, los jóvenes no leen ya los clásicos para formarse o no les interesarán en estos años iniciáticos, aunque quizás lo hagan más adelante. No está bien o mal: es el mundo que cambia, simplemente. Y es la manera de esta generación actual de sentirse viva y rebelde, conectada con historias que no son las del drama de vivir sino las de la ruptura de la uniformidad.


  Enrique Patiño

*ENRIQUE PATIÑO.

Periodista, cronista y escritor.
Sígalo en twitter: @Kikepatino

Editoriales independientes: un oficio quijotesco

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Cinco editoriales latinoamericanas reflexionan sobre el difícil oficio de publicar un libro en mercados dominados por las editoriales comerciales y a veces signados por las adversidades económicas y políticas como en el caso de Venezuela.


Por: Dulce María Ramos*


Las editoriales independientes son para el lector ventanas para descubrir nuevas voces, nuevos autores, quizás hasta una joya literaria. Emprender una empresa de este tipo, y más en Latinoamérica, no es un asunto sencillo, se requiere de personas apasionadas que creen fielmente en el poder de la lectura y la palabra.

Las editoriales Angosta (Colombia), El Fakir (Ecuador), Eclepsidra (Venezuela), Calixta Editores (Colombia) y Oscar Todtmann Editores (Venezuela) nos hablan del quijotesco oficio de publicar un libro.


Alexandra Pareja: “Un emprendimiento de este tipo es una labor altruista”.


La editorial Angosta, creada por Héctor Abad Faciolince, cumplirá pronto dos años en el mercado editorial colombiano. Para su gerente Alexandra Pareja, el auge de las editoriales independientes en el país ha sido positivo: “En Colombia, empezar cualquier negocio, es complicado, pero no imposible. En el ámbito cultural, lo realmente difícil es que llegue a ser rentable. Un emprendimiento de este tipo es un acto altruista pero precisamente de eso se trata, de unir esfuerzos para lograr tener un impacto en la sociedad. Siendo conscientes de la realidad, una editorial independiente se puede sostener y encontrar el camino”.

Hasta la fecha, Angosta ha publicado autores como Alonso Cueto, Santiago Gamboa, Juliana Restrepo, Orlando Echeverri Benedetti, entre otros: “Queremos crear para el lector una biblioteca asequible, bonita y de gran contenido”. Pareja señaló además que la editorial recibe los trabajos de los autores que quieran ser leídos: “A nuestros autores les ofrecemos apertura, a nuestros lectores, selección”, lema que caracteriza la misión de la editorial.





Gabriela Alemán: “Es un trabajo muy demandante”.


La escritora y periodista Gabriela Alemán fundó hace dos años en Ecuador la editorial El Fakir, nombre tomado del apodo dado al escritor César Dávila Andrade, uno de los más importantes del siglo xx en la literatura ecuatoriana. Alemán reconoce que, si bien el año pasado en su país se creó una asociación y que ha tenido la oportunidad de asistir a ferias internacionales y poder viajar con los libros a Buenos Aires y Bogotá, ser una editorial independiente en Latinoamérica es una labor cuesta arriba: “El ecosistema para que funcione una editorial independiente, sin subvenciones estatales, es complicado y podría mejorarse. Es difícil dejar los libros en consignación en las grandes cadenas, apenas hay librerías en dos ciudades, en las demás ciudades del Ecuador hay papelerías que funcionan también como librerías o estas son negocios familiares muy pequeños, temerosos de recibir libros de ficción”.

A la fecha, El Fakir ha publicado la edición ecuatoriana de Bogotá 39, el primer volumen de ciencia ficción ecuatoriana, una novela gráfica de Fabián Patinho, la compilación de los textos teatrales de Santiago Roldós y en ocasión a los cien años del nacimiento de César Dávila Andrade están preparando un libro con sus cuentos, tres de ellos en formato cómic realizado por Carlos Villareal Kwasek y dos cuentos ilustrados por Eduardo Villacís y Luigi Stornaiolo.

En relación a la rentabilidad de una editorial independiente, Alemán dijo: “En las ferias los libros salen y hay muchos lectores, pero es un trabajo muy demandante, con pocas ventas esporádicas a lo largo del año”.


Carmen Verde: “Los libros tienen su destino”.


Hace veinticinco años apareció en el mercado editorial venezolano Eclepsidra. Su editora es la poeta Carmen Verde, una mujer apasionada por la literatura y el deseo de ofrecer buenos libros a pesar de las dificultades: “Es muy costoso editar en estos momentos, los precios de las imprentas están dolarizados. Hasta hace poco las editoriales independientes tenían la posibilidad de recibir apoyo o patrocinio de muchas empresas privadas, pero algunas han emigrado y las que quedan han tenido que reorientar su apoyo a la asistencia social por toda la situación que está viviendo el país”.

Sin embargo, Verde es optimista y no le atormenta publicar grandes cantidades de títulos. Su premisa es ofrecer buenos títulos y la editorial se adapta a las pocas posibilidades que ofrece hoy el mercado venezolano: “Nosotros somos una editorial sin fines de lucro, además siempre hemos trabajado con libros literarios: narrativa, ensayo, poesía, dramaturgia; que si bien no son libros rentables ofrecen calidad. Lo quijotesco en este oficio es que existan editores que apuesten aún por la literatura, yo creo que ahí está la trascendencia, lo humano”.

Este año la editorial Eclepsidra estima presentar seis títulos, entre ellos la antología de Bogotá 39. Verde afirmó que tienen varios proyectos pero dependen mucho de la inflación y el dólar: “Los libros tienen su destino. Un editor en Venezuela y en cualquier parte del mundo debe tener mucha paciencia y perseverancia”.


María Fernanda Medrano: “La única realidad posible para mí es trabajar con los libros”.


Hace cuatro años María Fernanda Medrano y su esposo David Avendaño crearon Calixta Editores. La editora y periodista considera que las editoriales independientes en Colombia deben enfocarse en ser muy creativos al no tener la gran maquinaria económica y comunicacional de las editoriales comerciales: “Es una tarea muy difícil, pero no imposible. La experiencia de Calixta ha sido muy positiva, hemos logrado posicionarnos bastante bien en el mercado. Para nosotros es fundamental el trabajo de la mano con los autores”, afirmó Medrano.

El reto de Calixta es acercar al público a sus autores, de alguna manera cambiarle la cara a la literatura colombiana. Medrano destaca que existen muchos jóvenes, periodistas y académicos con deseos de escribir. Hasta la fecha la editorial ha publicado veintisiete autores colombianos, la mayoría noveles, y treinta y seis títulos. Entre sus próximos lanzamientos se encuentran los nuevos libros de Álvaro Vanegas, la primera novela de Jerónimo García Riaño, Camila González y José Chehab.

La principal motivación de Medrano como editora es darle al lector una experiencia única durante la lectura de un libro: “Cuando empecé el proyecto siempre me decían que me dedicara a otra cosa, que pasaría hambre. La única realidad posible para mí es trabajar con los libros y sus autores. Reconozco que es una labor muy complicada, se requiere de mucho trabajo. Es un negocio quijotesco, pero si se hace bien, puedes marcar una diferencia en el mercado”.




Luna Benítez: “Seguimos apostando por el talento literario venezolano”.


OscarTodtmann Editores lleva cuarenta años haciendo libros; su editorial Luna Benítez lleva veinte en la empresa. La difícil situación de Venezuela hace cada día más titánico el oficio editorial. Las pocas editoriales que sobreviven, siguen con estoicismo su misión: “Los que laboramos en la industria editorial, hemos visto como nuestra productividad ha ido decrescendo; sin embargo seguimos haciendo libros a través de diversas modalidades algunos por encargo, otros en coedición y excepcionalmente en la modalidad de auspicio de algún alma o empresa con espíritu filantrópico”, señala Benitez.

Este año, la editorial espera publicar ocho libros: cuatro de narrativa y cuatro de poesía de los autores Jacqueline Goldberg, Jose Miguel Roig, Karl Krispin, Mirco Ferri, Adriana Gibs, Samuel González Sejias, entre otras plumas. Benítez destacó que siempre reciben libros sorprendentes, pero lamentablemente no pueden publicar todo ante las limitaciones existentes en el mercado.

Para Benítez más que una labor quijotesca, hacer libros en Venezuela se ha convertido en una labor de sobrevivientes: “He visto desaparecer sellos editoriales, otros han dejado el país en estampida. Tratamos de encontrar vías factibles de realizar la labor e ir sorteando los avatares en los tiempos que corren para no desaparecer como editorial y seguir apostando por el talento literario venezolano”.

*DULCE MARÍA RAMOS
PERIODISTA VENEZOLANA

“La novela hace preguntas, no da respuestas”: Sergio Ramírez, Premio Cervantes

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Sergio Ramírez. Fotografía de Daniel Mordzinski. Cortesía Penguin Random House Grupo Editorial.
Sergio Ramírez. Fotografía de Daniel Mordzinski. Cortesía Penguin Random House Grupo Editorial.

El autor nicaragüense estuvo hace poco en el país presentando su novela Ya nadie llora por mí y como invitado de “Bogotá Contada”. Durante su visita a Colombia, Libros & Letras dialogó con el escritor.


Por: Dulce María Ramos*


Sergio Ramírez forma parte de la generación de escritores latinoamericanos que surgió después del boom. Entre sus actividades en la quinta edición de “Bogotá Contada” que organiza la Gerencia de Literatura de Idartes, sostuvo un encuentro con los participantes de los talleres en escritura creativa que dicta el Distrito, ahí habló junto al escritor Mario Jursich sobre el oficio de la escritura: "Peor que la página en blanco es caer en las encrucijadas. Lo mejor es guardar el texto y esperar, no insistir. En la relectura y la corrección vas encontrar la salida. La lectura es encierro, disciplina y soledad".

Días después conversamos con el autor sobre su reciente novela Ya nadie llora por mí (Alfaguara), donde reaparece el inspector Dolores Morales, quien es dado de baja en la Policía Nacional y ahora trabaja como detective privado investigando adulterios. Pero un caso lo sacará de su rutina: ha desaparecido la hijastra de uno de los hombres más poderosos del país y debe encontrarla.

Ramírez confesó que hace seis años empezó a escribir este libro y lo abandonó: "Tenía tres o cuatro capítulos y sentí que la historia no tenía un camino muy definido. Así que me dediqué a otro libro, Sara, que lo tenía más encaminado. En mi caso, no trabajo en un solo libro, prefiero tener varias alternativas". El autor, quien a diferencia del escritor cubano Leonardo Padura con Mario Conde, no cree que Dolores Morales sea su doble, afirma: "En todo personaje hay rasgos propios del autor. Uno le traslada parte de sus creencias y de su personalidad. Lo que tenemos en común es que ambos participamos en la revolución, en diferentes edades, y el sentido negro del humor. Me gustaría hacer una tercera novela con el inspector Morales, es un personaje que me gusta mucho y puedo llamarlo cuando quiera. Los personajes siempre están allí, viven con uno".

Quise hacer una novela más verbal que descriptiva. Fue difícil lograr un lenguaje coloquial que fuera convincente y comprensible, que no fuera ajeno para el lector

Ya nadie llora por mí, de Ssergio Ramírez


Ya nadie llora por mí 
Autor: Sergio Ramírez 
Género: Novela 
Editorial: Alfaguara 
Páginas: 360


En Ya nadie llora por mí, Ramírez, por sugerencia de su editora, coloca en las primeras páginas de la obra el perfil de Wikipedia de Dolores Morales -que existe en línea- para ubicar al lector sobre el personaje y los acontecimientos ocurridos en la anterior novela publicada hace diez años, El cielo llora por mí. Esta nueva entrega se caracteriza por tener más diálogos y menos descripciones: "Quise hacer una novela más verbal que descriptiva. Fue difícil lograr un lenguaje coloquial que fuera convincente y comprensible, que no fuera ajeno para el lector".

La novela negra en Latinoamérica ha permitido exponer los problemas de corrupción y políticos que enfrentan sus naciones; de hecho, los escritores Juan Carlos Méndez Guédez y Alonso Cueto publicaron recientemente obras en este género: "Un novelista no puede solucionar nada. El trabajo del lector es hacer su propia lectura crítica. La novela hace preguntas, no da respuestas. A mí no me interesa estar en conflicto con el poder. Yo simplemente soy un novelista que está contando las cosas como las ve y creo yo que son", dijo Ramírez y añadió: "Es un método muy útil para explicar América Latina tal y como nosotros la vivimos y la conocemos. Le permite al autor mantener también cierta distancia". Reconoce que se acercó a la novela negra primero con el cómic y después a los veinte años empezó sus lecturas con Simenon y Chandler.

Es así que Ramírez prefiere hablar y reflexionar sobre el oficio de escritor, el cual asumió en su totalidad cuando dejó su vida política: "La escritura siempre es una experimentación constante, no por las ganas de estar cambiando las cosas o probando a ver qué resulta, cada narración tiene su propia necesidad".

*DULCE MARÍA RAMOS
PERIODISTA VENEZOLANA

Un café en Buenos Aires con Tes Nehuén

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“La literatura es el reflejo de ese mundo del que todos somos responsables”


Un café en Buenos Aires con Tes Nehuén
Tes Nehuén



Por: Pablo Di Marco / Especial para Libros y Letras.



A la hora de preparar mí entrevista con Tes Nehuénlo primero que me pregunté fue con quién deseaba conversar. ¿Con la poeta? ¿Con la narradora? ¿Con la periodista? Más allá de mi interés en su obra poética y narrativa, opté por conversar con la periodista, y también con la lectora. Porque Nehuénes, ante todo, una lectora de ojos afilados capaz de desentrañar el alma de cualquier texto. En fin, una “lectora demente” como ella misma bien se autodefine.

Hoy no será “Un café en Buenos Aires” sino una cerveza en Málaga con una de mis lectoras favoritas: Tes Nehuén. Tomen una silla y acérquense a nuestra mesa.


—Tus reseñas me llaman mucho la atención. La crítica literaria, pese ser una actividad apasionante, hoy pareciera estar reducida a un mejunje de tibieza y amiguismo. Lo que vos hacés en tus reseñas es la perfecta contracara de lo que acabo de mencionar. ¿Sos consciente de que nadás a contracorriente?

Yo no sé eso que decís. A ver. Lo que yo hago no creo que sea "crítica literaria", simplemente son mis impresiones respecto a lo que leo. Supongo que para hacer crítica hay que tener un trasfondo más académico, y ya sabés que yo apenas si terminé el secundario, y porque me regalaron la nota de matemáticas, que tuve que dar dos veces.


—Somos dos, yo terminé la secundaria dando lástima. Por lo visto entre los dos no hacemos uno. Buena entrevista va a salir…
Es que, ¿a quién se le ocurre entrevistarme a mí? Pero bueno, vos sabés dónde te metés, y yo te sigo. También creo que otra cosa necesaria para hacer crítica es tener un gran interés por la teoría, que tampoco es mi caso. Pero es que además lo que a mí más me gusta de la escritura no es tanto la lógica que fundamenta un libro sino todo lo que viene después, lo que produce en los lectores, la posibilidad de pensar el mundo en otras palabras. Pero volviendo a lo que decías que nado a contracorriente, no lo siento así. De hecho, en general prefiero resaltar lo positivo de las cosas que enfocarme en lo negativo. Y esa actitud la llevo a las reseñas; me cuesta decir "esto está mal hecho". ¿Quién soy yo para emitir un juicio así? Prefiero decir "esto no me ha cautivado” o “habría preferido un lenguaje más revolucionario" y cosas por el estilo, y ligar mi comentario a alguna cosa que me haya resultado interesante (suelo encontrar alguna). Sé lo trabajoso que es escribir un libro y no me gusta la crítica machacona porque no creo que sea constructiva.


—Ahí hay un buen punto. A mí me ofrecieron escribir reseñas y me negué por dos razones. 1) Soy un lector insoportable y destrozaría casi todo lo que me llegue. 2) Soy muy consciente de que las malas novelas también implican mucho trabajo, y no sé si tengo lo que hay que tener para destrozar públicamente al noventa por ciento de mis lecturas. En fin, por eso opté por esta cobardía de las entrevistas…
Exacto. ¡Pero no digas eso! La entrevista es uno de los géneros que sirven para hacer que los escritores bajemos a la realidad. La entrevista es un género que me fascina, y cada vez más. De todas formas, volviendo a las reseñas, es muy cierto lo que decís. Me gusta eso de que las malas novelas implican un arduo trabajo. Es así. Porque además podés señalar las cosas que no te gustaron sin usar adjetivos destructivos. No hablo de corrección política porque eso no me interesa, sino de tacto, de empatía, de entender el esfuerzo que cada obra implica y ser un poquito humilde. La rabia y el desprecio no nos llevan a ninguna parte. Y otra cosa te voy a decir: yo sólo reseño libros que elijo por determinadas razones y afinidades; es decir, no “trabajo” con ninguna editorial, o sea, sí tengo preferencia por algunas (¡hay editoriales independientes tan bonitas!) pero no reseño todo lo que sacan, de hecho, antes de mandarme un libro me preguntan y yo tengo la última palabra. Lo que intento decirte con esto es que así es más difícil enfrentarme a libros que no me gusten nada. Pasa, pero hay menos posibilidades.


—¿Por qué creés que la mayor parte de las reseñas son así de insípidas? ¿Mediocridad? ¿Comodidad? ¿Miedo a dejar de recibir libros gratis?

¿Y vos qué pensás? No me dejes hablando sola.


—Mi respuesta está en mi pregunta, Tes. Solo tenés que sacarle los signos de interrogación.
¡Y decís que terminaste raspando la secundaria! Mmm... La verdad es que no sé por qué son así, aunque se me ocurre que podría ser por la falta de entusiasmo. ¿No te parece que vivimos en una época de inercia, donde hacemos lo que hacemos porque sí, como si no nos planteáramos mucho el porqué de la vida? A veces pienso que estamos llegando al final de la adolescencia como especie, cuando abrís los ojos y te decís "¿el mundo/la vida era esto?". Nos faltan ganas de vivir y por eso vivimos como sabemos pero no como podemos. Yo no creo que tenga que ver con el miedo a recibir libros gratis, porque tampoco creo que hacer buena crítica pueda llevar a que dejen de mandarte libros. En mi caso, por ejemplo, yo he hecho algunas lecturas áridas y no han dejado de mandarme libros por eso; incluso algunos editores se alegran de que muestres las debilidades del libro que ellos han escogido publicar. Pero no sé qué decirte. ¿Vos decís que hay mediocridad? Puede ser, los humanos somos todos un poco cobardes, en eso puede que tengas razón.


—No sé. Tengo mis dudas. Todos saben que los premios que entregan cada año las grandes editoriales son una payasada que se reparte entre autores empleados de la casa. Sin embargo son poquísimos los periodistas dispuestos a señalar esa desprolijidad en voz alta. Ahí hay miedo. O tal vez algo peor: genuflexión.

Estoy de acuerdo. Por optimista que sea, en este aspecto me cuesta ver la luz. Aunque, ¡tiene que haber alguna rendija!

Me gusta pensar en que cualquier libro puede enseñarte algo. No me interesa la literatura que no me sirve para pensarme y observar el mundo en el que vivo, así como tampoco me interesa la gente que para explicarte las cosas necesita tener un diccionario al lado


Un café en Buenos Aires con Tes Nehuén
Tes Nehuén




—Tal vez mi error sea poner el foco en lo que no funciona. Es que insisto sobre ese tema porque percibo que es como algo de lo que todos se quejan por lo bajo pero se habla poco.
No, no se habla poco, directamente no se habla. Los premios son la astilla del mundo de la literatura (un tabú que duele). Es horrible porque deberían ser una buena oportunidad para que alguien ignoto encuentre un poco de luz y vuelo, pero cada día es más repugnante descubrir los tejemanejes que hay de fondo.


—Pero volviendo a tus reseñas, otra cuestión que me llama la atención de ellas es el modo en que deslizás cuestiones de tu propia vida, la manera en que incluso ajustás cuentas con tu historia personal. Como si tus reseñas fuesen una muñeca rusa que esconde literatura en el interior de la crítica. Y lo mejor es que lo que contás siempre está íntimamente relacionado con el libro reseñado.

¿En serio? Ay, gracias, qué amable. Para serte sincera, yo siempre tengo la sensación de que me voy por las ramas, divago y mando fruta, como decimos allá, así que tus palabras me entusiasman. Me gusta pensar en que cualquier libro puede enseñarte algo. No me interesa la literatura que no me sirve para pensarme y observar el mundo en el que vivo, así como tampoco me interesa la gente que para explicarte las cosas necesita tener un diccionario al lado. Aprendemos con historias, la propia cultura se proyecta hacia el futuro a través de la ficción y de la literatura, ¿no? Entonces, está bueno poder explicar cómo nos cambia lo que leemos desde la propia experiencia (que siempre tiene algo de ficción porque la memoria no es matemática). Y sí, decís que mis reseñas me sirven para ajustar cuentas con mi historia, y es cierto, pero ¿vos por qué lees o escribís? ¿No hay siempre un ajuste de cuentas o un proyectar lo que deseamos en lo que leemos? 

Los premios no me interesan; sin embargo creo que son la mejor ventana a la que mirar para saber si existe o no integridad social, diversidad y miles de etcéteras necesarios.


—Sí, pero yo deslizo esas cuestiones en mis novelas. Vos, más allá de hacerlo en tus poesías o relatos, también lo hacés en tus reseñas. Eso es original e infrecuente.

Pero es que es lo mismo y lo hacemos todo el rato, incluso sin darnos cuenta. Cuando hablamos con alguien sobre la trama de una película o los detalles de un sueño o incluso sobre experiencias de otros, siempre usamos ejemplos de la vida cotidiana para plasmar nuestras imágenes, ¿entonces por qué no hacerlo al compartir una lectura en una reseña? Los géneros están para romperse (todos ellos) así que permitirle a la ficción mezclarse con el periodismo es una de las mejores cosas que podemos hacer. Y pienso en un libro maravilloso de Alfonseca Storni que es Nosotras y la piel donde…


—Perdoná que te interrumpa. Nosotras y la piel. Qué buen título. Sugiere mil cosas. Adoro los buenos títulos.

Sí. Alfonsina fue lúcida hasta para escoger títulos. Van pasando mujeres es otro libro suyo con nombre alucinante… En Nosotras y la piel Alfonsina hace una crítica fabulosa de su tiempo incorporando aspectos de su vida personal, construyendo un entramado que bebe de la realidad, de la ficción, de las memorias, y sin olvidarse de la poesía, que es una locura, ¡un texto delicioso! En fin… Creo que tenemos grandes maestros y maestras en esto de derribar las barreras de género, sólo debemos escucharlos y leerlos más y mejor. Me interesa la promiscuidad, creo que nos hace libres, y creo que sólo podemos alcanzarla alejándonos de lo que dictan las academias que son instrumentos (y los más peligrosos) de las fuerzas de poder.


—Ese “me interesa la promiscuidad” da para cuatro entrevistas. Y no sé si los amigos de Libros & Letras nos van a regalar tanto espacio. Decime, Tes, hace unos días te escuché quejarte de doble vara que tiene parte de la prensa a la hora de difundir el trabajo de las escritoras en relación a los escritores.

A ver cómo salgo de ésta. Ah, sí, ya lo recuerdo; lo decís por lo de los premios… Te voy a responder con un ejemplo. El último Anagrama de ensayo lo ganó Remedios Zafra con un libro fascinante sobre arte y precariedad, El entusiasmo (¡otro título asombroso!), y aunque sí está teniendo algo de promoción, no obtuvo la repercusión que ha tenido este mismo premio en ediciones anteriores cuando los ganadores fueron hombres. Estamos hablando además de una editorial con cierta referencia en el género. Es sólo un ejemplo de una situación que cada vez se hace más visible, y acá viene lo positivo: las mujeres estamos hartas (y con nosotras muchos hombres) y de a poco vamos poniendo en ridículo al sistema y visibilizando estas injusticias. Los premios no me interesan; sin embargo creo que son la mejor ventana a la que mirar para saber si existe o no integridad social, diversidad y miles de etcéteras necesarios.


—El tema se desliza solito hacia la última columna de Vargas Llosa en El País. Seguro la leíste. ¿Te enojaste mucho?

¡No! El Varguitas no me enoja, me causa risa y me da un poco de penita. Yo ya no me enojo por esas cosas. Me frustro, me canso, me da miedo, me entristezco pero no me enojo. Es lo que quieren, que nos enojemos, porque desde la furia (igual que desde el dolor) no se puede cambiar el mundo, y por eso cambiamos poco. No, yo leo los textos de los hombres como él y los uso para revisarme. Si he podido aprender alguna cosa de mi padre estoy segura de que cualquier hombre puede enseñarme algo, aunque sea para tomarlo como antiejemplo. En el caso particular de Vargas Llosa pienso que era un personaje necesario para el equilibrio: porque viene del mismo país que nos ha dado al poeta más grande de todos los tiempos (y hablo de César “papá” Vallejo). ¡Los misterios de la vida y su equilibrio!


—A esta conversación le hace falta un defensor de Varguitas, así que ya mismo consigo uno. Listo, ya lo encontré. Entiendo a lo que apuntás, pero, ¿no sentís que a veces sobreactuamos indignaciones? En el caso puntual de esa última columna, Vargas Llosa bien aclara que no se refiere a “…. todas las feministas, desde luego, pero sí las más radicales.” Pretender eliminar de las clases escolares a Neruda o a Pérez Reverte por machistas es tan ridículo como haber intentado censurar en su tiempo a Nabokov por incestuoso, o a Celine por nazi.

Es que el tema tiene arista. Al decir que no se refiere a “todas las feministas” ya te está diciendo que no ha leído ni le interesa el feminismo realmente, que está escribiendo desde una sensación que le sube por la entrepierna. Es que es muy fácil hablar así si naciste en el grupo “privilegiado”, que no tiene que probar su valía porque viene con el sello de “aprobado de fábrica”. Ahora bien, respecto al otro tema, yo no creo que haya que eliminar a ciertos autores de las clases, lo que sí creo, y pienso que es urgente, es que debemos observarlos desde nuestro tiempo, con realismo, y ponerlos en el sitio que les corresponde: humano y corrupto. Personalmente creo que Neruda es un poeta absolutamente sobrevalorado y que hay muchos otros poetas (y sin salirnos de Chile) que han renovado la poesía y escrito con más lucidez que tu tocayo, así que no me importaría que lo quitaran de las aulas. De todas formas, ni siquiera esto es lo importante. Lo que creo que está ocurriendo ahora es que las mujeres estamos reinterpretando las ideas de esos "grandes" y eso a los machistas (que no digo a los hombres) les molesta. Durante siglos los hombres leyeron e interpretaron la literatura como se les cantó, pero resulta que cuando nosotras queremos entender qué hay detrás de Lolita o de la misoginia en la voz de ciertos autores intocables, estamos locas, somos histéricas y no entendemos nada del buen gusto ni de la tradición (que por cierto, es otra palabra que nos hace muchísimo daño). Así se proyectan las ideas, anulando la discusión, dando por sentado que lo que hasta ahora existió así deberá seguir. Es muy triste. Yo no creo que haya que eliminarlos, pero sí habría que ampliar los horizontes de estudio y llamar a las cosas por su nombre.


—Cuando hablás de tradición me viene a la cabeza el comienzo de La insoportable levedad del ser, cuando Kundera se refiere al peso de las palabras. Creo que “tradición” es una palabra neutra, a la que nosotros, en nuestro día a día, podemos volverla positiva o negativa, liviana o pesada. Habrás notado que el conservador que hay en mí no quiere que los nuevos tiempos tiren a “tradición” al tacho de las malas palabras.

Y yo estoy con vos. De hecho, me gusta pensar que todas las palabras no significan nada hasta que les damos un sentido. Sin embargo, el lenguaje es uno de los primeros instrumentos de poder y ciertas palabras nos han sido arrebatadas para servir a una estructura que impone roles y niega las libertades. Tradición, espiritualidad, moral, son palabras que nos han arrebatado siglos de educación en los que el poder ha estado (bueno, debería hablar en presente) en manos de la iglesia y de la derecha, y después de eso es difícil usarlas de forma liviana. Creo que en ese aspecto tenemos mucho trabajo que hacer.


—Volviendo a la diferente visibilidad que parte de la prensa le otorga a las escritoras mujeres, ¿cómo es posible que esas cuestiones sigan calando hondo en el mundo de la literatura? ¿Será que los libros no nos mejoran todo lo que creemos?

¡Qué buena observación, Pablo! Pero ¿no te cansa que intenten vendernos que la literatura es algo sublime? La literatura es el reflejo de ese mundo del que todos somos responsables; no podemos pretender igualdad en ella mientras fuera continúa el racismo y la discriminación institucional y privada. Se tiene la idea de que leer nos hace mejores personas, pero es un error, yo leo desde casi antes de saber leer y no creo que haya mejorado mucho como persona.


—Yo apuesto a que la literatura a vos sí te hizo mejor persona. Me gusta la idea de que nadie sale indemne después de leer Los miserables. Es cierto que tal vez esa idea sea una exageración, pero no es una utopía. La literatura tiene la capacidad de mejorarnos. El problema es que hay demasiados lectores revestidos en amianto. No los mejora Los miserables, no los conmueve un amor, ni siquiera les mueve el piso una cerveza fría en pleno verano. Pero no dejemos que esos pobres tipos invaliden el poder de abrirnos el corazón que tiene la literatura. Mirá las cosas que me hacés decir, al final resulté un sensiblero… Y hablando de cervezas frías, acordate que dijiste que después de esta charla me ibas a invitar una.

No, es muy bonito lo que decís, y mi parte optimista lo comparte. Sin duda, esa es una de las razones por la que leemos: la posibilidad de mejorar. Pero después de leer hay que luchar, y ahí muchos nos quedamos por el camino… Y ¡contá con esa cerveza! ¡Cuando quieras liquidamos esta deuda!


—Acaba deaparecer un relato de tu autoría en Elevamos sueños. Microrrelatos seleccionados de los Premios IASA (Páginas de Espuma). Hablame un poco de eso.

Sí, es una cosa muy bonita. Fue un concurso de microrrelatos en el que participé hace dos años y quedé finalista. Lo más hermoso de todo es que esta publicación se va a usar en un proyecto para promover la lectura en bibliotecas andaluzas, así que la lectora que vive en mí está feliz.


—Hablando de bibliotecas andaluzas, ya hace una década que vivís en Málaga. ¿Qué le aportó la cultura andaluza a tu vida? Yo conocí esa región recién el año pasado, y te aseguro que no hay un día que no recuerde algún rincón, comida o aroma de Granada, Sevilla, Málaga o Córdoba.

Para bien y para mal Andalucía te cambia, supongo. A ver. No lo planeé, llegué acá por circunstancias de la vida, y me fui quedando. Y ahora, compartiendo vida con cuatro perritas, volver al nomadismo no resulta tan sencillo; aunque hay días que me dan ganas de volver al camino, no te creas.


—Como esa vieja canción que decía: “Porque los vagabundos como nosotros nacimos para escapar”.
¡Exacto! Pero bueno, volviendo a la pregunta; de chica me enamoré de la poesía de Juan Ramón Jiménez y por otro lado me interesó y fascinó la cultura árabe, no tenía idea de que esas dos cosas pudieran estar tan cerca. Eso fue lo primero que me enseñó Andalucía. Llegar acá me hizo ver también que hay muchas palabras que usamos con frecuencia que derivan del árabe. Esa fue una epifanía.


—Almohada, zanahoria, alcohol… Ojo que fui mal alumno pero hay cosas que recuerdo del cole.

¡Y tantas otras! ¡Sí! Nos enseñan a ver el mundo desde un cuadrado de luz, y cuando se rompe el techo y entra toda la luz no entendés cómo pudiste vivir tanto tiempo casi a ciegas. De todas formas, lo mejor que me ha dado este lugar son un par de amigos, un buen librero y el mar.


—Ya se está haciendo tarde, Tes. Y no quiero que nos cierre la cervecería. Vamos con la última pregunta de Un café en Buenos Aires. Seguro que ya la conocés. Te regalo la posibilidad de invitar a tomar un café a cualquier artista de cualquier época. Contame quién sería, a qué bar lo llevarías, y qué pregunta le harías.

Me gustaría sentarme a conversar con José Viñals, uno de los poetas argentinos que me dio la extranjería y a quien admiro muchísimo. Iríamos a algún parque con pájaros y le pediría que me contara los secretos para hacer un buen pan. Llevaría una botella de vino, porque odio el café.


Pablo Hernán Di Marco

* Pablo Hernán Di Marco.

Desde Buenos Aires trabaja vía internet en la corrección de estilo de cuentos y novelas. Autor de las novelas Las horas derramadas, Tríptico del desamparo y Espiral. Colaborador de la editorial Ojo de Poeta y columnista de la revista cultural Libros & Letras. Leer más AQUÍ

Sígalo en Facebook: pablohernan.dimarco

Crisis de la Academia Sueca

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Crisis de la Academia Sueca
Crisis de la Academia Sueca


Por: Édgar Bastidas Urresty

Parece mentira que una institución tan importante como la Academia Sueca, a quien le corresponde otorgar anualmente el premio Nobel de literatura, que se otorga a partir de 1901, por voluntad de Alfred Nobel, atraviese por una crisis que ha perturbado su trabajo académico y su prestigio.

La crisis ha originado la renuncia de varios académicos -a pesar de que el nombramiento es a perpetuidad- por desacuerdo con el manejo irregular de la institución, con lo que el número académicos de 18 se ha reducido a 11.

En la crisis ha incidido la renuncia de la académica, poeta y dramaturga Katarine Frostenson, esposa de Jean-Claude Arnault, personaje francés destacado que ha promovido la cultura en Suecia desde el Forum, lugar de exposiciones y actuaciones de las élites de Estocolmo, financiadas por el Estado. Sobre Arnaulthan caído acusaciones de violaciones y agresiones sexuales, que lo han obligado a dimitir. Se lo señala también de haber filtrado a los medios el otorgamiento del Nobelde literatura a los franceses, J.M. Le Clezio (2008) y Patrick Modiano (2014).

La Academia ya había sido criticada por algunos académicos por no haber condenado la fatwa, o fatua islámica, contra el escritor Salman Rushdie, por su libro Versos satánicos, considerado por esta como blasfematorio de Mahoma. El régimen iraní ofreció una alta suma de dinero para que se asesinara a Rushdie, lo que lo obligó a vivir oculto, o a desplazarse bajo fuertes medidas de seguridad.

Para conjurar la crisis, el primer ministro Stefan Löfven, ha hecho un llamado para que la Academia supere los problemas, recupere el prestigio y no interrumpa el proceso anual de selección de los candidatos al Nobel.

En las últimas horas, la Academia acaba de nombrar interinamente al escritor y profesor de literatura, Anders Olson, como secretario general, por la renuncia forzada de Sara Danius, secretaria perpetua.








La casa de la infancia por Alberto Salcedo Ramos

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En la pasada Feria Internacional del Libro de Bogotá, varios autores fueron convocados para hablar de aquellas palabras nuevas para emociones nuevas. Alberto Salcedo Ramos fue uno de los invitados y, a su mejor estilo, deleitó a los asistentes con un texto que rememora su infancia. A continuación, lo compartimos.


He cambiado de residencia varias veces, pero por mucho que me haya mudado, por mucho que haya recorrido, sigo viviendo en la casa donde pasé la infancia.

Anoche, cuando puse la cabeza sobre la almohada, cerré los ojos para evocar esa casa. La vi en perspectiva, desde el principio hasta hoy.

Vi a un abuelo severo, a una abuela plácida, a una madre motivadora, a varios tíos atareados, a una hermana memoriosa, a una tropa de primos ruidosos, a varios parientes lejanos que a veces llegaban de visita.

Por cada fulano que salía, alguien entraba, de modo que la casa se mantenía ocupada. Había música, parloteo, caos. Almorzábamos siempre en gavilla, y luego nos recreábamos. Los adultos proseguían su comadreo, los niños jugábamos.

Me encantaba regar migas de pan azucarado por el suelo para atraer a las hormigas. Era grato contemplar su marcha ordenada, su sentido de la solidaridad en el transporte de la carga.

En Navidad los primos vertíamos cera de brillar en el piso y, tras forrarnos los pies con trapos, nos deslizábamos. Entonces nuestro sentido primario del gozo transformaba cualquier oficio en divertimento. Yo era capaz de convertir en celebración el episodio más simple. Al terminar los aguaceros, por ejemplo, limpiaba el cristal empañado de la ventana para hacer brotar, como en un truco, la calle que se me había borrado. 


Al ver otra vez el tocador de la abuelita desentierro una imagen de ella que merece ser indestructible. Pero esa imagen volverá a extinguirse. La casa de la infancia se transforma tanto que prácticamente deja de existir. 
La casa de la infancia por Alberto Salcedo Ramos
Alberto Salcedo Ramos (fotografía tomada del Facebook del escritor)


Después los chicos nos volvimos grandes y los grandes se volvieron ancianos. Se marcharon los nuevos adultos, murieron los antiguos viejos, y la casa quedó a cargo de algún sobreviviente mayor. A partir de ese momento ya no nos congregaba la Navidad sino el funeral de alguno de nosotros.

Anoche, cuando apoyé la cabeza sobre la almohada, pensé que en ningún otro lugar percibo tanto el tiempo transcurrido como en esa casa. Allí me tropiezo con una niñera que me habla de la época en que yo tenía una agilidad acrobática, allí percibo en mis retratos de adolescente una gracia que ya no me pertenece. Entonces siento las heridas infligidas por cada hora vivida. La prima bailarina se volvió achacosa, la alacena donde el abuelo guardaba el whisky es hoy una despensa de medicamentos.

De repente, al plantarme frente al espejo de la alcoba principal, noto que ya no me parezco al niño que convocaba a las hormigas sino al abuelo austero. Entonces reconozco haber llegado al momento en que, patético por los años, uno solloza lo mismo por las ausencias que por los reencuentros.

Saberlo me libera. En esa melancolía me descubro genuino, desnudo.

Al ver otra vez el tocador de la abuelita desentierro una imagen de ella que merece ser indestructible. Pero esa imagen volverá a extinguirse. La casa de la infancia se transforma tanto que prácticamente deja de existir. Cambia la horda de niños ruidosos, cambian las voces del comadreo matinal.

Hay quienes toman estos cambios de un modo fatalista. El cantante León Larregui, por ejemplo, dice que volver a donde ya no queda nada no es volver. Yo prefiero creer que aunque la casa de la infancia desaparezca del mapa y se borre de la memoria, sobrevive en el corazón. Solo la muerte podrá arrebatárnosla.

Reseña. El pabellón de las peonías o Historia del alma que regresó

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Reseña. El pabellón de las peonías o Historia del alma que regresó


Por: José Antonio Santano


Ha vuelto a suceder. El aroma de la letra impresa en el papel de un libro ha producido su benefactor efecto. Sostenido entre las manos su poder de atracción es inmenso.


Admiro la belleza de su portada: una mujer china duerme en un jardín rodeada de flores, de sus bellas ilustraciones interiores y me emociono con los suculentos textos que lo contienen, con su armonioso lenguaje, amén de enaltecer una extraordinaria y ancestral tradición cultural que lo hace más hermoso aún si cabe.

No es un libro cualquiera, sin duda. Es un libro imprescindible si se quiere conocer la obra cumbre de la dramaturgia china. Se trata, pues, de El pabellón de las peonías o historia del alma que regresó, escrita por Tang Xianzu (1560-1616), texto traducido por primera vez al español por la investigadora y profesora Alicia Relinque Eleta, quien nos introduce en él con estas palabras «…este Pabellón de las Peonías que tienes ahora en tus manos quizá fuera engendrado por el sosiego, un lugar apacible, la amenidad de los campos, la serenidad de los cielos, el murmurar de las fuente y la quietud del espíritu, pues en esa situación, según dice el gran Miguel de Cervantes, cuando la naturaleza allá en la China, o las musas en la vieja Europa, se muestran más fecundas y ofrecen partos al mundo que lo colman de maravilla y de contento».

No es un libro cualquiera, sin duda. Es un libro imprescindible si se quiere conocer la obra cumbre de la dramaturgia china
A finales del siglo XVI se escribía este “Pabellón de las Peonías”, justo cuando también escribía Cervantes su Don Quijote y Shakespeare su Romeo y Julieta, coincidiendo así tres obras maestras de la literatura, incluso la muerte de sus autores en el mismo año de 1616. El amor, la muerte y los sueños como ejes centrales de una narración que nos sumerge en la mejor tradición literaria china. Una obra compleja, compuesta por 55 escenas donde el paisaje y el paisanaje se entremezclan con especial sabiduría, reclamando así la atenta mirada sobre la más pura tradición popular y de leyenda.

La supervisión lingüística de la traductora hace que este libro sea tan hermoso como extraordinariamente recomendable al lector más exigente. Viene como anillo al dedo que sea este libro y no otro el que reciba hoy este comentario, por ser su protagonista una mujer, Du Liniang, que representa nada más y nada menos que la pasión por la vida y por el amor:

«Aquí es donde mi brazalete de oro cayó. / ¡Cuánto deseo volver a ver a ese estudiante!// Ha quedado, por azar, prendado mi corazón/ al lado de este ciruelo. / Como sus flores, sus hojas que despiertan el amor…/ Aventuraría mi alma fragante/ alas lluvias, las tormentas, / por verme de nuevo con él/ a los pies de este ciruelo».

El amor ya habita en Du Liniang, la envuelve con la seda de la pasión, hasta enfermar y morir. A partir de este momento, Tang Xianzu, el autor de esta magna obra construirá una narración en la cual realidad y ficción se alternarán con maestría como si se tratara de un juego de espejos, y donde la poesía rezuma de forma tan natural como bella, como sucede en la escena 23 correspondiente a “Juicio en los infiernos”, cuando dice el Juez Hu a Du Liniang

Una obra compleja, compuesta por 55 escenas donde el paisaje y el paisanaje se entremezclan con especial sabiduría, reclamando así la atenta mirada sobre la más pura tradición popular y de leyenda

«Recuerda/ en las noches de luna y estrellas/ inclinarte ante Cielo y honrar a la Tierra. / Permito que tu alma vaya y venga. / Estás liberada, / condonada del castigo, / sin nacer de un vientre, a la vida volverás. / Y aquellos cuatro amigos de las flores a tus órdenes tendrás, / que el oriol espíe, que la abeja os una, / que la golondrina confabule y la mariposa seduzca. / Y espera, /el hombre de tus sueños que descubra tu tumba ha de llegar».

El enamorado, Liu Mengmei, arde en brasas del amor, el deseo fluye por sus venas y no puede dejar de pensar en la amada:

«Paso las largas horas de la oscuridad recitando las perlas y el jade de sus versos, intentando captar su espíritu. Encontrarme con ella en sueños bastaría para que pudiera sentir todo el gozo primaveral».

El amor como principio y fin de la existencia humana, ese que es capaz de vencer incluso hasta la muerte, porque de él nace la esperanza y la alegría, la hermosa experiencia de la vida. El jardín como símbolo de ese amor inextinguible, donde la armonía, la paz y la belleza de las flores acrecientan el deseo de ser amado, como así nos lo transmite en esta obra maestra de la literatura china su autor, Tang Xianzu.

En palabras del enamorado Liu Mengmei:

«A partir de hoy/ juntos el camino trazaremos/ que el Pabellón de las Peonías marcó en sueños».

Una obra tan compleja como bella en toda la extensión de la palabra, culta, que nos llega gracias a la extraordinaria labor investigadora y traductora de Alicia Relinque.



Título: El pabellón de las peonías o Historia del alma que regresó

Autor: Tang Xianzu

Traducción: Alicia Relinque Eleta

Editorial: Trotta (Madrid, 2016)



Reseña. El pabellón de las peonías o Historia del alma que regresó


Un cierre agridulce para el Bogotá 39-2017

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Por: Darío Zalgade*


El 5 de mayo del pasado año, Hay Festival hacía pública en Colombia su selección de los «39 mejores escritores menores de 39 años» en América Latina. Se trató de una propuesta de canon fallida, torpe y muy marcada por el marketing, donde resultó especialmente grave una tremenda desigualdad de género que levantó muchas, muchísimas críticas durante todo el 2017. Voces tan acreditadas como la Dra. Carolina Sanín en la revista Arcadia[1], Luna Miguel en PlayGround[2] o Juan Pablo Villalobos—ganador del premio Herralde el año anterior— expresaron su repulsa frente a una selección incongruente que dejaba la representación de las mujeres en una ridícula proporción de 1/3 frente a los hombres, con países clave como Chile o Colombia por completo desprovistos de autoras y con figuras como Margarita García Robayo (Cartagena de Indias, 1980), Carla Badillo (Quito, 1985), Ave Barrera (Guadalajara, 1980), Carol Bensimon (Porto Alegre, 1982), Legna Rodríguez (Camagüey, 1984), Arelis Uribe (Santiago, 1987) o Alia Trabucco Zerán (Santiago, 1983) excluidas de forma incomprensible en beneficio un puñado de autores cuya influencia no pasa en absoluto por los méritos de su obra literaria, sino por la ostentación de un privilegio inmenso y caprichoso en el campo editorial contemporáneo. La lista del Bogotá 39-2017 nació, entonces, condenada desde el comienzo por la atrofia de su propia incongruencia, y ni siquiera fue capaz prestarse con cierta dignidad al perpetuo debate sobre si «listas sí» o «listas no», tan aplastante y tan unánime fue el rechazo que generó de norte a sur.

Ahora, varios meses después de todo aquello, el Bogotá 39-2017 concluye su periplo con una antología publicada por Galaxia Gutenberg que reúne en un mismo volumen una breve muestra de la narrativa de los 39 elegidos. Se trata de un excelente trabajo recopilatorio que simplemente adolece de los problemas que traía la lista en sí —una lista en la que Galaxia Gutenberg no tuvo nada que ver—, pero cuyo valor literario no deja de tener gran relevancia. Pasar poco a poco sus páginas equivale a recorrer un abanico bastante amplio de la literatura latinoamericana contemporánea, y muchos de los nombres ahí presentes serán sin duda —o lo son ya— referentes indiscutibles de nuestro campo cultural durante bastante tiempo. Conviene avisar, sin embargo, que 21 de los 39 optaron por enviar a la antología fragmentos de su obra ya publicada, así que hay pocos textos inéditos en el libro. En algunos casos cabría interpretar esta decisión como una muestra de desdén hacia los criterios de selección de Hay Festival y en otros quizá fue simple pereza, pero, de una forma u otra, muchos de esos textos siguen siendo buenos. Al repasarlos encontramos a autoras que aportaron fragmentos de su obra más reciente —Brenda Lozano incluyó una breve muestra de Cómo piensan las piedras (Alfaguara, 2017), un libro muy, muy recomendable— y autores que rescataron páginas ya perdidas en ediciones antiguas, locales o muy difíciles de conseguir en el exterior, casos de Emiliano Monge con La caja de cerillos o Eduardo Plaza con Librosdementira, en mi opinión dos de las editoriales independientes más admirables de América Latina. Mención aparte merece el caso de Valeria Luiselli, cuyo texto se remonta al corazón de su etapa de mayor contenido metaliterario —próxima todavía a la publicación de Los Ingrávidos— y de por sí basta y sobra para justificar la compra de la antología en su totalidad.

En cuanto a los textos inéditos, hay algunos que son también pequeñas perlas y realmente hacen que merezca la pena tener este libro en un estante. Mauro Libertella, por ejemplo, propone una reflexión metacultural exquisita con su relato «Obra en construcción», recordando incluso a las ideas y las formas de Ítalo Calvino. Liliana Colanzi mantiene de forma excelsa su línea habitual, Mónica Ojeda se consagra como autora polifónica exhibiendo un nuevo tono narrativo —ya nos había impresionado con varios diferentes en Nefando—, y Mariana Torres alcanza una profundidad emotiva insólita en las apenas cinco páginas de «Raíces». En el lado negativo, sin embargo, también hay cosas. Cito un par. Una: varias de las propuestas que estoy omitiendo abusan —y abusan mucho— de los recursos narrativos más manidos en los talleres literarios y los ‘másteres’ en escritura creativa. Dos: llama la atención que una antología de narrativa breve incluya el que casi es el primer cuento publicado por Frank Báez desde el año 2007, porque Frank es básicamente poeta y no narrador. Sin embargo, pienso que es muy buena la presencia de un autor excelente como Frank en una lista que teóricamente no se proponía encumbrar a los 39 mejores ‘narradores’ de América Latina, sino a los 39 mejores ‘escritores’, con toda la amplitud y la pluralidad que eso debería implicar. En un momento de tan enorme efervescencia de la poesía latinoamericana como estamos viviendo, ¿por qué dejar todo este género a un lado en un evento a priori tan abarcador? ¿Por qué fomentar un predominio tan abismal de la narrativa en este nuevo intento de canon? 


El Bogotá 39-2017 levantó una enorme polvareda de especialistas en literatura latinoamericana poniendo y quitando nombres y defendiendo o denostando obras



Carolina Sanín nos lo explica con claridad en el artículo de Arcadia que mencioné al comienzo: «La lista se hace para promover la venta de libros. De ella se excluye a los poetas, porque las ventas de un poeta no ameritarían el costo de su promoción». Y no sólo a los poetas: a las y los ensayistas, a los y las dramaturgas, a las y los autores de crónica, etcétera. Prueba de esto son los «extraños» movimientos editoriales que comenzaron a darse a partir de ahí. Ejemplo: Valentín Trujillo, que había entrado en el Bogotá 39 gracias a sus obras Jaula de costillas (Banda Oriental, 2007) y Entre jíbaros (Estuario, 2013), pasó de pronto a publicar Real de azúa con Ediciones B (recién comprada por Random House). Frank Báez ya firmó por Seix Barral, Mauro Javier Cárdenas hizo lo propio con Random, y Gonzalo Eltesch, apenas ganador de un simple premio municipal de literatura por su única novela Colección Particular (Libros del Laurel, 2015), sencillamente trabaja ahí desde el año 2008. ¿Por qué no incluir entonces en la tanda a Bruno Lloret, que ganó y fue finalista del premio Bolaño en varias ocasiones, tanto en poesía como en narrativa? Es muy evidente el porqué, y ahora sólo nos queda por ver si Luciana Sousa firmará casualmente su próximo libro con Reservoir después de haber sido incluida en la lista gracias a su única novela, Luro, publicada en la minúscula Editorial Funesiana apenas cinco meses antes del veredicto. (¿Y por qué Luciana y no Natalia Rozenblum, que tuvo un enorme impacto con Los enfermos y que incluso había montado una librería en su propia casa?). O si Cristián Romero publicará quizá con Destino después de haber sido elegido gracias a su único libro de relatos, Ahora sólo queda la ciudad, publicado con casi idéntico margen por la alcaldía de Medellín e Hilo de Plata. (¿Y por qué Cristián y no Margarita Posada, Álvaro Robledo, etc.?). Y en fin. ¿«Listas sí» o «listas no», decíamos? Depende. ¿Queremos concentrar a estas 39 personas en un puñado de editoriales hegemónicas y lucrarlas por decreto hasta el próximo Bogotá 39-2017? Entonces, claramente sí. ¿Queremos, por el contrario construir un campo literario fértil, rico, robusto y plural en América Latina? Entonces, claramente no, porque las listas catálogo de este tipo son restrictivas, amiguistas, antiguas, turbias, y responden a unos intereses muy específicos que pasan siempre por el marketing y nunca por la literatura.

Pese a todo, tengo que decir que la lista del Bogotá 39-2017 tiene también cosas positivas. La primera y mayor de todas ellas es sin duda el debate. Con premios como el Nadal o el Planeta reducidos a mera publicidad en los últimos años, ya llevábamos bastante tiempo sin que una obra, un evento, algo concentrase tantas y tan agitadas respuestas en nuestro campo literario. El Bogotá 39-2017 levantó una enorme polvareda de especialistas en literatura latinoamericana poniendo y quitando nombres y defendiendo o denostando obras, y yo pienso que eso es muy bueno. De todo ese ruido pudimos sacar en claro, por ejemplo, que Alan Mills estaba bien puesto ahí. Y Brenda Lozano. Y Samanta Schweblin. Y quizá Carlos Fonseca. Y desde luego Valeria Luiselli, que en mi opinión es por lejos el mayor talento de su generación. ¿Alguien escuchó a alguien defender la elección de Eduardo Plaza? (Hum…). Y entre las ausencias, por otro lado, también hubo nombres que se repitieron de norte a sur. Dado el origen colombiano del festival, Margarita García Robayo era la más obvia, pero ¿dónde estaban Paulina Flores (Santiago, 1988), Juan Álvarez (Neiva, 1978), Horacio Cavallo (Montevideo, 1977), Ariana Harwicz (Buenos Aires, 1977) o Rita Indiana (Santo Domingo, 1977), que tenían 39 en el momento de la selección? ¿Dónde las poetas Valeria Tentoni (Bahía Blanca, 1985), Julieta Marchant (Santiago, 1985), Daniela Camacho (Sinaloa, 1980) o Nina Rizzi (São Paulo, 1983)? ¿Dónde la eclosión monumental de las autoras de los últimos años, dónde el auge de las cartoneras, dónde el trabajo de las revistas literarias y de tantas y tantas personas que día sí y día también movilizan lecturas poéticas, reseñas, críticas, monólogos y slams por toda la geografía latinoamericana? ¿Dónde, en fin, estaba la literatura en esa lista?

Yo pienso que está, por ejemplo, en el relato «Árbol de Navidad», de María José Caro. Y en la preciosa metáfora de la mariposa en «Un mundo huérfano», de Giuseppe Caputo. Y en la ausencia de Teresa en «Verano del 94», de Daniel Saldaña París. Yo tengo la antología de Galaxia Gutenberg en mi estante porque pienso que está llena de magnífica literatura y porque, muy sinceramente, me entusiasman muchas de las autoras y autores que propuso el Bogotá 39-2017. ¿La lista es completa? Claro que no. ¿La lista es justa? Absolutamente no, de hecho es un disparate, pero nunca habrá ninguna que sea justa: por eso es necesario que haya muchas. Es cierto que el Bogotá 39-2017 falló en su propuesta, pero creo que todas y todos los demás fallamos a nuestra vez si no construimos cánones alternativos, encuentros paralelos y propuestas transversales. Nos encontramos en un momento precioso de la literatura contemporánea donde las autoras están reivindicando de forma rotunda su merecido liderazgo y donde estamos trenzando una red literaria global como nunca antes habíamos visto. Gracias a los espacios digitales y una dinámica de intercambio geográfico a gran escala, la literatura independiente más exquisita está floreciendo en todas nuestras capitales y viajando de una a otra con una velocidad extraordinaria, hermosa, plural, incontrolable, así que quienes formamos parte de este momento tendríamos que ser capaces de proponer docenas, si no cientos de listados alternativos, y poner sobre la mesa cientos, si no miles de voces brillantes, creativas, actuales y preciosas de escuchar y de leer. En ese contexto, el canon de Hay Festival puede ser terriblemente nocivo si lo consideramos en términos verticales, hegemónicos e inalterables y si nos encerramos en él desde el consumo más sumiso; pero si lo percibimos desde una perspectiva horizontal, dialógica y plural, quizá su propuesta puede ser incluso buena: tan buena como cualquier otra, tan buena como la nuestra y, sobre todo, un excelente catalizador, un llamado a despertar y un imperativo a expresarnos, porque hay cientos, miles de autoras y autores jóvenes que están escribiendo de forma excelente en este momento, ahora, mientras concluyen estas líneas. Se desviven por interpelarnos, nos piden a gritos que leamos sus obras y que las conversemos, las contrastemos, las opinemos. Son cientos, insisto. Son miles. Ya tenemos 39 en el estante. Y las otras, ¿dónde están?


*Este artículo fue publicado originalmente en la revista Librújula (marzo de 2018) www.librujula.com


*Darío Zalgade. 

Sígalo en @Zalgade. Es Licenciado en Letras Modernas (UNC) y Máster en Literatura Comparada y Estudios Culturales (UAB). Colabora regularmente en las revistas Quimera y Oculta Lit, y administra la plataforma Liberoamérica. Se especializa en el estudio de la literatura latinoamericana contemporánea y el análisis estructural de la identidad.



[1]http://www.revistaarcadia.com/periodismo-cultural---revista-arcadia/articulo/carolina-sanin-habla-sobre-bogota-39/63766


[2]https://www.playgroundmag.net/lit/Bogota39-mujeres_22591623.html

Reseña. Y nos robaron la clínica

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Por: Carlos Alberto Velásquez Córdoba*


En una época donde la gente se muere por falta de atención en salud, las clínicas cierran sus servicios por carencia de recursos y los médicos son demandados y tratados como asesinos por las personas a las que juraron salvar, aparece un libro que muestra lo que ocurre en el fondo de un sistema que no funciona.

El último libro del escritor colombiano Emilio Alberto Restrepo Baena cuenta de una manera clara y contundente la historia de cómo una conocida corporación se apodera de una clínica de una manera sucia y aberrante mientras que en el ínterin se plasman historias personales que harían temblar a quienes no han trabajado nunca en un hospital: médicos deshonestos, empleados que roban medicamentos o que sustraen las pertenencias a sus compañeros, familiares de pacientes que amenazan de muerte al galeno que trató de salvar la vida a su pariente. También la novela da cuenta de las personas que mantienen vigente el juramento hipocrático y trabajan denodadamente para mantener encendida la llama de la medicina, aun a costa de su tranquilidad y de su propio bolsillo.

Desde la dedicatoria, el libro atrapa al lector. Restrepo Baena hace un homenaje “a los pacientes y a sus familiares, a los buenos médicos que hacen tantas cosas por la gente, aun a costa de su propia felicidad y estabilidad”. También dedica su libro a los malos médicos “Que tanto nos enseñan sobre lo que no se debe hacer”.

Y nos robaron la clínica nos muestra los tejemanejes que ocasiona el cierre de clínicas que, a su vez, permiten crecer emporios que juegan con la salud de las personas
Reseña. Y nos robaron la clínica


El doctor Restrepo Baena es un reconocido médico y cirujano de Medellín, especialista en gineco-obstetricia y subespecialista en cirugía laparoscópica. Es conferencista y referente académico en el ámbito de la salud y de las letras. Como escritor lleva más de quince años y ha publicado catorce libros dentro de los que se destacan El pabellón de la mandrágora, Gamberros S.A., Los círculos perpetuos, Después de Isabel el infierno, y otros más, con los que ha ganado algunos destacados premios literarios. Recientemente nos ha deleitado con Joaquín Tornado, un detective oscuro que se mueve en el mundo de la novela policial negra.

Por su condición de médico, el autor no ha sido ajeno a la situación de salud que vive el país. Y nos robaron la clínica hace parte de una “trilogía perversa de la salud”, de la cual ya conocíamos El Pabellón de la Mandrágora, ganador de una beca de novela, y que nos dejó atónitos con las historias sobre pacientes y cuidadores.

Su nuevo libro, lanzado en la FILBo 2018 y publicado por Sílaba Editores, bajo la tutela de Lucía Donadio, nos muestra los tejemanejes que ocasiona el cierre de clínicas que, a su vez, permiten crecer emporios que juegan con la salud de las personas. No es coincidencia que precisamente, ahora que el sistema de salud parece reventar, el libro Y nos robaron la clínica haya sido tema de debate en el consejo de Medellín. Cuando uno lee sus páginas cree reconocer alguna empresa o algún colega retratado en el texto.

Pero no se engañen. Si bien el libro está muy bien escrito y parece realidad, el autor es enfático en afirmar que todo lo narrado es producto de la ficción. Yo, personalmente, aún no estoy convencido de ello.


*Carlos Alberto Velásquez Córdoba. Medico y cirujano. Escritor

Reseña. Y nos robaron la clínica


Líneas y Letras, "Anticultura", viñeta de humor gráfico de Júcalo (Juan Camilo Lopera Arroyave)

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Juan Camilo Lopera Arroyave (Júcalo)


Líneas y Letras, "Anticultura", viñeta de humor gráfico de Júcalo (Juan Camilo Lopera Arroyave)



Biografía


Juan Camilo Lopera Arroyave (Júcalo) Nacido el 5 de agosto de 1981 en la ciudad de Medellín Colombia, comenzó a hacer caricatura desde el año 2000, ha participado en salones de humor gráfico internacional y galardonado con:



HONORABLE MENTION-

- 2007 DICACO - Daejeon International Cartoon Contest (South Korea)


FIRST PLACE

-2008 INTERNATIONAL CARTOON FESTIVAL "Ricardo Rendon" (Colombia)



HONORARY MENTION

- 2008 DICACO - Daejeon International Cartoon Contest (South Korea)



SPECIAL PRIZE OF Nasreddin Hodja

- 2008 28th International Nasreddin Hodja Cartoon Contest (Turkey)



HONORARY MENTION

- 2009 DICACO - Daejeon International Cartoon Contest (South Korea)



DIPLOMA AWARDED

- 2010 11th International Festival of Aphorism and Caricature - Strumica (Macedonia)



PRIZE BEST CARTOON

- 2010 DICACO - Daejeon International Cartoon Contest (South Korea)



HONORARY MENTION

- 2011 18th International Cartoon Festival "Ricardo Rendon" (Eladio Velez) (Colombia)



HONORARY MENTION

- 2011 XVII HUMOR Gallarate (Italy)



FIRST PLACE

-2012 19th INTERNATIONAL CARTOON FESTIVAL "Ricardo Rendon" (Colombia)



CARTOON PRIZE

- 2012 DICACO - Daejeon International Cartoon Contest (South Korea)



HONORARY MENTION

- 2013 XIX HUMOR Gallarate (Italy)


JURY
- 2014 I INTERNATIONAL COMPETITION NOTICARTOON (Colombia)


JURY
- 2015 2 INTERNATIONAL COMPETITION NOTICARTOON (Colombia)



SUBDIRECTOR

CONCURSO INTERNACIONAL DE CARICATURA Y HUMOR GRÁFICO - NOTICARTUN COLOMBIA (Colombia)


Ubicación: Medellín (Colombia)

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"Anticultura", viñeta de humor gráfico de Júcalo


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Analizando y tratando de entender a Schweblin

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Por: Pablo Concha*


No recuerdo una novela o libro que en los últimos años me haya parecido tan perturbadora y enigmática como Distancia de Rescate de la escritora argentina Samanta Schweblin. Aun después de tres lecturas no estoy del todo seguro de ser capaz de dilucidar lo que sucede dentro de sus páginas con absoluta y tajante exactitud. Voy a hacer un esfuerzo e intentarlo aquí. La premisa del libro, según la editorial Penguin Random House, es la siguiente: “El campo ha cambiado frente a nuestros ojos sin que nadie se diera cuenta. Y quizá no se trate solo de sequías y herbicidas, quizá se trate del hilo vital y filoso que nos ata a nuestros hijos, y del veneno que echamos sobre ellos. Nada es un cliché cuando finalmente sucede. Distancia de rescate sigue esta vertiginosa fatalidad haciéndose siempre las mismas preguntas: ¿Hay acaso algún apocalipsis que no sea personal? ¿Cuál es el punto exacto en el que, sin saberlo, se da el paso en falso que finalmente nos condena? Samanta Schweblin ha escrito un relato extraordinario e hipnótico, urgente y perdurable, que logra mantenernos inevitablemente atrapados y sumergirnos en un universo ficcional estremecedor”.

Yo lo pondría mejor de esta forma: Amanda y su hija pequeña pasan unos días en el campo en una casa alquilada a Carla, una atractiva mujer cuyo hijo, David (siempre según la versión de Carla), después de intoxicarse bebiendo agua de un arroyo, y tras una curación ritual, perdió la mitad del alma. Hasta ahí, podemos decir que no parece nada tan extraño o complicado. Lo curioso es la estructura del libro: una “conversación” (entre comillas porque está la duda de si en realidad ocurre o es solo una proyección) entre dos personajes intercalado por dos series de flashbacks, uno más reciente en el tiempo que el otro; ambos girando sobre el mismo problema.

En mi humilde opinión, hay tres posibles escenarios que esclarecerían la situación:

(Alerta de spoiler: si no has leído esta novela, mejor no continúes este artículo. Abajo se discute lo que pasa al final en detalle. Mejor descúbrelo por ti mismo leyendo primero la novela. ¡Estás advertido, lector!)

1. Y voy a entrar directamente al asunto, sin irme por las ramas o gastar valioso espacio: Cuando la mujer de la casa verde le hace la transmigración a David (al comienzo del libro, como nos relata su madre, Carla), el espíritu de éste se va al cuerpo de Amanda; por eso el vínculo entre ellos. Si esto es así, la “conversación” que tienen desde el principio mismo del libro Amanda y David –en letra cursiva en el texto– solo estaría ocurriendo en la cabeza de Amanda. Sería algo así como una alucinación, cosa que el propio David le señala en cierto momento a Amanda. Sin embargo, existe un problema con esta hipótesis, ya que no logra explicar la parte final del libro. ¿Cómo es posible que Amanda pueda “ver” o saber lo que ocurre con su marido –semanas o meses, no es claro cuánto tiempo– después de haber muerto ella? ¿Cómo encajar eso en cualquier teoría?

2. La transmigración inicial de David permanece siendo un misterio, nunca podremos saber a dónde fue, lo importante vendría siendo la segundatransmigración del libro, la de Nina, que en realidad nunca presenciamos. Lo que creo es que el espíritu de Nina se va al cuerpo de David, por eso al final David se encuentra atando los objetos de la sala de su casa con hilo sisal, porque la distancia de rescate con su madre ha sido “cortada” al morir ella. Esta hipótesis explicaría la escena final –al menos en parte–; sería la razón por la cual David ingresa al coche del marido de Amanda (y se pone el cinturón de seguridad igual que hacía Nina) y tiende la mano hacia el peluche de la niña. Quiere volver a casa.

Hay algo que dice Amanda en esa última página: “Veo en tus ojos esos otros ojos”.¿Se refiere a los ojos de Nina, a los ojos de su hija? ¿La está reconociendo? Allí hay un indicio, una clave de lo que pasa realmente. 

3. David sufre dos transmigraciones. Ya sé, la plausibilidad de esta afirmación podría ponerse en duda, pero no es tan descabellado, déjenme explicar. Este tercer postulado explicaría que Amanda pudiera presenciar esa escena final que transcurre días o semanas o meses después de su muerte; ya que una parte de ella estaría en David para siempre, por eso podría saber y reconocer los ojos de Nina –su hija– al ver a David sentado en la parte de atrás del coche de su marido.

La primera transmigración habría sido David–Amanda, y la segunda Nina–David (lo cual, y haciendo un esfuerzo imaginativo no tan grande, nos llevaría a concluir que dentro de David hay una parte de Amanda y otra de Nina).

¿Pueden verlo? Esta tercera hipótesis explica el vínculo entre Amanda y David, evidente desde que se conocieron, y como ya mencioné, la escena final, tal vez la más enigmática de toda la novela.

De nuevo, no sé qué tan verosímiles puedan resultar estas hipótesis para los demás lectores, pero tienen algo –o mucho– de sentido al analizarse de esta manera.

Los que gusten y deseen intercambiar impresiones –o nuevas y diferentes hipótesis–, bienvenidos sean, pueden hacerlo más abajo. Mientras tanto, el enigma continuará hasta ser aclarado de forma completamente satisfactoria por un lector más avezado o por la propia autora del libro (cosa bastante improbable. Como saben, a los escritores no les gusta explicar sus propios libros).



*Pablo Concha. Escritor colombiano autor del libro de relatos La otra luz.




Recuerdos de Sabato en Colombia

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El jueves 17 de mayo a las 5:50 p. m. en la librería del Fondo de Cultura Económica en el Centro Cultural Gabriel García Márquez tendrá lugar la charla “El Sabato que amó a Colombia" a cargo del periodista, escritor e investigador literario colombiano Juan Camilo Rincón. Dirección: cll. 11 # 5- 60 (Bogotá).


Aunque con una escasa obra narrativa, compuesta por tres novelas, el escritor, ensayista y físico argentino Ernesto Sabatoes considerado uno de los más grandes creadores de nuestro continente. Con El túnel, Sobre héroes y tumbas y Abaddón el exterminador demostró su enorme calidad literaria. Su interés en la condición humana y los problemas filosóficos y culturales del siglo XX, lo llevó a crear una interesante obra ensayística conformada por Uno y el Universo, Hombres y engranajes, El escritor y sus fantasmas y Apologías y rechazos. No en vano fue merecedor del Premio Miguel de Cervantes en 1984.

A través de anécdotas y entretenidas historias, Juan Camilo Rincón hará un recorrido por las visitas de este genio de las letras a Colombia. Relatará sobre el registro que los medios de comunicación hicieron sobre su presencia, su contacto con los intelectuales nacionales, lo que en su momento el autor dijo sobre nuestro país, y las referencias que en su obra hizo sobre esta tierra.

Juan Camilo Rincón es periodista, escritor e investigador literario. Especialista en literatura latinoamericana, ha publicado los libros Manuales, métodos y regresos, Ser colombiano es un acto de fe. Historias de Jorge Luis Borges y Colombia, Viaje al corazón de Cortázar y Nuestra memoria es para siempre (libro digital para Señal Memoria y Fundación Patrimonio Fílmico). Invitado a FIL Cali, Bogotá, Guayaquil y la Feria Universitaria del Libro en Pachuca (México). Conferencista en la Fundación para las Letras Mexicanas, la Universidad Autónoma del Estado de Hidalgo y el Fondo de Cultura Económica. Reseñado por y colaborador en medios como El Tiempo, El Espectador, Crónica (México), El Telégrafo (Ecuador), Porta(l)voz (España) y Kundra (Argentina). Ganador de becas otorgadas por MinCultura, el Gobierno argentino, el Fondo Nacional para la Cultura y las Artes (FONCA, México) e Idartes; gracias a esta última viajó a Argentina para profundizar su investigación sobre la relación de Ernesto Sabato con Colombia.

El autor de Sobre héroes y tumbas vino a Colombia en 1969 y 1984. En su primera visita asistió al Festival Latinoamericano de Teatro Universitario en Manizales; en el recorrido que hizo de Bogotá a la capital caldense, el autor de El túnel rememora: “… iba a un congreso de teatro, y la avioneta se tardó media hora, hubo un temporal entre las dos cordilleras terrible (…) Como había algunos un poco asustados, unas cinco personas, yo me puse a hacer humor negro, y entonces dije: `¡Muchachos, creo que el destino de todo argentino es venir a Colombia para morir carbonizado como Gardel!´”.

Sabato regresó a nuestro país en 1984, invitado por el presidente Belisario Betancur, quien le entregó la Orden de Boyacá, máxima condecoración que el Gobierno de la República de Colombia otorga a ciudadanos destacados por su servicio a la patria, así como a personalidades extranjeras de países amigos.

El relato de Juan Camilo Rincón llevará a los asistentes por un interesante y afectuoso viaje hacia una época en la que los más grandes de las letras latinoamericanas pusieron sus pies y su corazón en nuestro suelo.




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