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Flores en las grietas

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Autobiografía y literatura. 

Richard Ford. Traducción de Marco Aurelio Galmarini. Anagrama. 2012. 

Por: Pablo Felipe Arango T. Una buena manera de descubrir si un escritor vale la pena es advertir como se confunden en él y en su obra literatura y vida. Vale para los lectores, los de verdad, aquellos para los que leer es una forma de mantenerse a flote y leen siempre como si las letras fueran el aire que les permite sobrevivir –o sobreaguar- y confunden la ficción con su propia vida y una mañana cualquiera no son capaces de saber si ahora viven en una novela o si la mujer que aman es un personaje literario; al fin y al cabo todo es real. 

Richard Ford es uno de aquellos escritores en los que literatura y vida son la misma cosa, pero no solo en su condición de escritor sino también en la de lector y aunque tiene claramente determinadas las maneras de uno y otro estado sabe también que ambos siguen el mismo camino de la confianza en la imaginación como virtud “…que si bien no es fiable para dar con verdades seguras, al menos arroja luz sobre hechos nuevos que, si nos convencen, se transforman en verdades.” Ese poder generador de realidades es capaz de percibirlo Ford por ejemplo en Revolutionary Road, la magnífica novela de Richard Yates: “… nos contempla directamente con mirada sabia y admonitoria, y nos invita a prestar atención, a tener cuidado, a estar alerta y vivir la vida como si lo que hacemos fuera importante, en la medida en que hacer menos es un riesgo para todo.” 

“Vivir la vida como si lo que hacemos fuera importante” no importa si no lo es, lo que interesa es estar alerta tal como lo estaba Ford desde niño cuando prestaba especial atención a su padre torpe y amoroso que intentaba una noche de navidad armar un tambor que al día siguiente dejó notar las impericias de aquel hombre generoso y dulce; para advertir: “No todas las familias se parecen, por supuesto. Todas son diferentes. La ausencia de capacidad para imponerse, o incluso de habilidad para las cosas cotidianas, era, en mi padre, no un defecto, no un verdadero fallo, sino un insignificante descuido en la complicada manufactura divina, que no me impedía amarlo.” 

Flores en las grietas es un libro hermoso y profundamente humano que nos acerca aún más a la literatura y que nos permite con prudente razón creer que solo la imaginación puede indicar –y ha indicado- al hombre su camino, todo lo demás es mera pretensión: “…En mi opinión, no creer en la invención, en nuestros poderes de ficción, sino pensar que todo es rastreable hasta sus orígenes, que el conejo debe finalmente estar esperando en la madriguera, es (por irremisiblemente erróneo) una receta segura para acabar en las borrascas de la decepción y un pequeño pero innecesario reproche a la capacidad salvadora de la humanidad para imaginar lo que podría ser mejor y luego, con sana esperanza, buscarlo”.


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