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La estadía en Millonarios para mi fue una bendición

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No. 6.432, Bogotá, Jueves 13 de Junio del 2013 


Que rutinario sea hoy insulto, comprueba nuestra ignorancia en el arte de vivir. 
Nicolás Gómez Dávila 

Alberto Gamero  

La estadía en Millonarios para mi fue una bendición 

Por: Mónica Giraldo (Libros y Letras)
  
El haber recorrido toda una vida en el fútbol, primero como jugador y ahora como técnico, hace que Alberto Gamero mire al pasado recordando especialmente sus años de infancia. Todo empezó en las calles de Santa Marta donde compartía una pelota de trapo junto a sus amigos; al inicio solo era una distracción, pero poco a poco pasó a convertirse en su forma de vida. Jugaba en todo momento, casi sin descanso, de día, de noche, los fines de semana… 

Su carrera deportiva se inició oficialmente en 1980 cuando su compañero Carlos Hernández, jugador en aquel entonces de la Selección Magdalena, lo motivó para que hiciera parte del equipo ya que estaban en busca de nuevos integrantes, y Gamero al ver la oportunidad que se le presentaba, no lo dudó en ningún momento, así que se presentó, pasó las pruebas requeridas en donde sacó a flote todas sus habilidades, demostrando así por qué debería ser parte de la Selección magdalenense, y gracias a ello, ese mismo año fue un miembro más en la escuadra departamental y dos años después, entre 1982 y 1987, fue titular en el Unión Magdalena. 

Pero su vida dio un gran giro cuando en 1988 fue llamado a formar parte de las filas de Millonarios, al ser solicitado por el profesor Luis Augusto García para que hiciera parte del equipo capitalino. “Al inicio fue duro, porque en ese entonces estaba entre los 22 y 23 años y me tuve que ir a vivir solo a Bogotá, como dice uno, me fui aventurar, dejando a toda mi familia en Santa Marta”. Sin embargo no niega que fue un gran orgullo llegar a un equipo que recientemente había sido campeón, aunque también supo que tenía una gran responsabilidad, por lo que trabajó arduamente para poder mantenerse en la titular. 

En cada partido Gamero dejaba el corazón en la cancha, “sudaba la camiseta como pocos” y jugaba como si todos los partidos fueran el primero. Así lo recuerda en uno de los encuentros que más sufrió cuando se enfrentó en Bogotá contra el “rojinegro” cucuteño. Los Embajadores necesitaban anotar el gol de diferencia para poder llegar a la final del torneo colombiano, “pero cuando íbamos 2 a 0, los jugadores del Deportivo Cúcuta se tiraron al piso, buscando quemar tiempo, pero de nada les sirvieron las morisquetas porque logramos anotarles 5 goles y ellos se fueron vacíos nada, pero casi casi suspenden el partido porque al final el Cúcuta quedó tan solo con 6 jugadores”.

 Así mismo, llegan a su mente recuerdos del partido en la Capital de la Montaña contra Atlético Nacional. Inolvidable por el gol que hizo la “Gambeta” Estrada al llevar el balón con la cabeza hasta el arco y anotar con un gran remate. Pero no solo fue la técnica con la que anotó su compañero lo que hizo de aquel encuentro un día para no olvidar, también lo fue debido a las agresiones que recibieron al haber celebrado el gol en frente de la tribuna de los Verdolagas. 

Para el “Sonero” Gamero el haber hecho parte de Millonarios fue una experiencia “que me marcó mucho-mucho” como deportista, no solo eran las ansias de ganar lo que me motivaban a salir a jugar, sino también el saber que en cada partido, estaba respaldado por una de las hinchadas más grandes del fútbol colombiano”; a pesar de sentir un peso y responsabilidad muy grande, el poder corresponderles, era satisfactorio oír desde las tribunas los cantos de la fanaticada dándole apoyo al Ballet Azul. 

Y aunque ya no pertenezca activamente al equipo, aun permanece vivo su enorme sentimiento hacia él, como lo dejó ver al mostrarse molesto cuando en el 2012, uno de los directivos albiazules dio la información de la devolución de las estrellas obtenidas a finales de los 80 las que consideraban no obtenidas limpiamente; sus gestos cambiaron, los músculos de su cara se tensionaron un poco, al igual su mirada que se tornó seria. “Cuando dicen eso, están irrespetando a una de las instituciones más grandes. Millonarios no merece este tipo de comentarios de esos porque siempre se armó con jugadores buenos, para lograr ser varias veces campeón. Los campeonatos se ganan en la cancha, no en el escritorio ni con la ayuda de la mafia”. 

Su molestia se debe a que considera que muchos no se dan cuenta que aquellos títulos se ganaron corriendo, con el enorme esfuerzo que hacían cada domingo en un estadio. El “Sonero” tomó en aquel entonces la propuesta como una broma, ya que él, con-cre-ta-men-te él, dio el todo por el todo en cada uno de los partidos; jugar en temperaturas muy altas y salir de algunos encuentros en tanqueta para no ser agredido por los hinchas del equipo rival. “A uno le da como ira, porque todo lo obtuvimos gracias al esfuerzo que hicimos cada domingo; el hecho de tener plata no quiere decir que vas a quedar campeón. Hay que trabajar, entrar a la cancha a ganarse el título. Gracias a Dios no pasó nada, yo siempre dije que fue una afirmación absurda, de pronto de personas que lo dijeron en ese momento y que no sabían lo que era Millonarios, no conocían su historia”. 

Sin embargo, su semblante cambia al recordar lo que le dejó el fútbol. En sus ojos se refleja nostalgia y se le escapan algunas sonrisas al hablar de sus amistades. Para Gamero, lo más bonito de este deporte son los compañeros que deja, por ello siempre se mantiene en contacto con cada uno. Jugadores como Hugo Galeano, “La Gambeta” Estrada y Eduardo Pimentel que en un inicio solo eran compañeros, pero con el tiempo llegaron a convertirse en sus camaradas al estar compartiendo la misma cancha. Con ellos aún se reúne, pero ya no para jugar, sino para traer a colación tantas y tantas aventuras que pasaron en las más variopintas canchas de dentro y fue del país. 

Y es que gracias a que en su época de jugador era tan “amiguero”, también conserva la confraternidad que tuvo con algunos futbolistas extranjeros como Sergio Goycochea y Videla, con quienes aún “chatea” y se divierte leyéndoles tantas aventuras que le cuentan desde el otro lado de las fronteras. 

Este samario considera haber estado un tiempo bueno en los Azules, una época en la que el equipo llevaba figuras para pelear títulos. Esto debido a que el fútbol colombiano era el más competitivo porque nadie se iba al exterior, los jugadores buenos estaban en el país. 
Sin embargo, reconoce que hoy a los futbolistas que demuestran grandes habilidades en la cancha no los dejan ni madurar, los equipos internacionales los compran a temprana edad. “No quiere decir que los que se quedan aquí no sean buenos, pero los que se van, hacen diferencia, como lo es el caso de Radamel Falcao García, Jackson Martínez, James Rodríguez, Dorlan Pabón y Fredy Guarín entre muchos más”.

 Por este motivo, Gamero considera que todos ellos hubieran podido haber hecho un torneo colombiano competitivo si no se hubiesen ido tan jóvenes. Sin embargo, admite que en estos tiempos los intereses son otros, donde está de por medio el dinero y los equipos piensan mucho más en eso.

Por otra parte, su vida volvió a dar un gran giro cuando pasó de jugador a ser técnico del Boyacá Chicó. Ahora es él que da las órdenes, es el encargado de preparar a todo un equipo para lograr resultados más que satisfactorios. En su “nueva” faceta, es consiente de que no solo cumple el papel como entrenador, sino que también debe ser papá y psicólogo, y colega y compinche ya que para él es importante que sus pupilos vean las cosas malas que hay en el fútbol y aquellas buenas que hay que fortalecer. Gamero tiene claro que no solo es dirigirlos, también es necesario transmitirles toda su experiencia. “Estuve con muchos jugadores, buenos, malos, indisciplinados, perversos y profesionales, pues de todo hay en la viña del Señor”. 

Su entusiasmo por estar en cualquier estadio aun no se ha esfumado y el sentimiento continúa intacto. Y ahora, cada vez que el Boyacá Chicó se enfrenta contra Millonarios para él es un orgullo, una satisfacción el saber que va a compartir la cancha con unos de los equipos más gloriosos del fútbol colombiano. Además, no solo es alegría para el técnico, sino también para los futbolistas ya que al jugar con equipos grandes las tribunas se llenan, se están mostrando los jugadores y el trabajo que están realizando para cada día llegar a ser más competitivos. 

En estos momentos el “Sonero” no quiere dejar de soñar, y más después de haber logrado en 1988 la estrella número 13 con el Ballet Azul al haber derrotado al Atlético Junior en Barranquilla. Un partido que no se borrará de su mente, pues aquel día sufrieron hasta el último minuto, jugando en una temperatura que oscilaba entre los 35 y 40 grados centígrados. Sin embargo, el grito de victoria no lo pudieron dar cuando el árbitro señaló el punto central y pitó indicando que el encuentro había terminado. Debido a que no obtuvieron el gol que les diera el título de campeón, tuvieron que esperar a que el partido jugado en Bogotá entre Santa Fe y Nacional finalizara para conocer su resultado. 

Ante esta experiencia que lo llena de alegría, Gamero anhela con volver a ser campeón, y poder llegar a sentir lo que ese día vivió. “Siempre uno aspira a cosas mucho más grandes, por eso aspiro nuevamente a ser campeón en el fútbol colombiano con Boyacá Chicó, me siento capacitado para eso. Quiero pelear título nuevamente”.

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