- Libros, como El Amante de Lady Chatterley, se vieron marcados desde su concepción. David Herbert Lawrence ya padecía de tuberculosis cuando se le ocurrió escribir la novela en la cual una bella aristócrata traiciona a un esposo paralítico con un guardabosques. Lawrence escribía a ratos, y muchas páginas del manuscrito se vieron manchadas por la sangre que escupía. A la hora de ver su manuscrito typeado, una mecanógrafa se rehusó a seguir copiando “semejantes porquerías”. A la hora de publicar la obra, ningún editor quiso hacerlo, hasta que en Italia consiguió que un impresor lo editara.
Curiosidades bibliográficas
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