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Entrevista, Augusto Higa

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“En Japón me di cuenta de que era muy peruano”: Augusto Higa 

Tomado de La República/ Perú/ Por: Pedro Escribano. Acaba de ganar el Premio Novela Breve de la Cámara Peruana del Libro con Saber Matar, saber morir. Aquí revisamos su obra, el perfil de sus personajes. 

La luz le define el rostro. Augusto Higa está en su escritorio, donde escribe a mano. En ese claroscuro como lo de sus personajes, está contento. Acaba de ganar el Premio de Novela Breve de la Cámara Peruana de Libro con Saber matar, saber morir. Pero también se acaba de publicar Gaijin (Ed. El Arca), una formidable novela donde alumbra un oscuro personaje, Sentei Nakandakari. 

- Sus personajes son criollos y otros de ascendencia japonesa. 
- Digamos que son dos líneas de trabajo, tanto una como la otra son personajes más o menos marginales, que oscilan en la locura, en la búsqueda de sí mismo y frente a un gran misterio, que es de la propia vida. 

- ¿De dónde vienen los criollos? 
- Mi primeros libros son cuentos criollos y sobre población criolla, después vinieron los personajes de carácter japonés. 

- ¿Usted vivió en El Povenir? 
-Sí, en La Victoria, en Lima Cercado, en esos ambientes bastante violentos, discriminadores, ambientes de atorrantes, de amas de casa, de mercados, gente populachera, que es la base de mi materia narrativa. 

- ¿Cómo se inició en el cuento? 
- A los 17 años, y empiezo a escribir cuentos fantásticos, kafkianos, surrealistas, oníricos, casi, casi como Ribeyro. 

- Si sus personajes no fueran jaladitos, diríamos iguales… 
- Sí, puede decirse eso, pero y en la universidad cambio a otros registros. 

- Su libro Que te coma el tigre registra su etapa criolla. 
- Sí, sobre patotas, de amigos de fútbol, alumnos que toman, que se enamoran, placeras, en fin, pero no exactamente marginal, sino anónimos, sin voz, sin reflexión, apáticos, pero intensos y vitales. 

- En su tiempo estaba el grupo Narración, ¿quiso ir allí? 
- No. Mire, lo que yo sostengo es que existía una revista Narración, pero no un grupo Narración. Eso lo han mitificado después. Efectivamente, coincidimos con Gregorio Martínez…O sea, tenía más afinidad, por la edad, con Goyo, con Nilo Espinoza, Ricardo Ráez que con Miguel Gutiérrez y Gálvez Ronceros. Pero sí fue una buena escuela literaria, aunque yo siempre he reivindicado que mi formación es en San Marcos. 

- Viajó a Japón, ¿infierno o paraíso? 
- Ni infierno ni paraíso, era, digamos, en todo caso, el primer mundo y sin embargo nosotros éramos clase trabajadora en fábrica. Éramos extranjeros y por lo tanto discriminados, pero teníamos un sueldo que era estupendo. 

- Pero ustedes, por ser descendientes, les permitieron viajar. 
-Claro, eso nos permitía una especie de carné de trabajo temporal y renovable y a partir de eso muchos se han quedado y otros han vuelto. Yo fui de aquellos que fracasaron en el intento y escribí el libro Japón no da segunda oportunidad. 

- Un testimonio duro y severo. 
- Sí, fueron tiempos difíciles de trabajo, pero también hubo momentos de felicidad. Naturalmente como pertenecíamos a un país pequeño y subdesarrollado, nuestra alegría también era subdesarrollada. 

- ¿Su estadía allí le sirvió para mirar su lado japonés? 
- Claro. O sea, Japón me definió, igual que Italia y Europa le dio a Mariátegui una universalidad que no tenía. A mí Japón me sirvió para matar esa mitología que tenía dentro, de que todavía era japonés, que pervivía en mí invisibles tradiciones japonesas. Pero no, allá me di cuenta de que éramos muy latinoamericanos, muy peruanos, que éramos diferentes, es decir, éramos extranjeros. 

Suelen señalarle como escritor de minorías, por los japoneses 
Sí, pero yo he tratado en lo posible a partir de mi condición de descendiente de japonés, a lo universal. Por encima de la etnicidad, pretendo llegar a la condición humana. 

- Sus personajes japoneses casi no hablan… 
- Pero son muy fuertes, particularmente Sentei. Es un personaje difícil, díscolo, bastante japonés, que al comienzo, si no se vuelve rico, quiere salir de la pobreza a como dé lugar, abre un burdel. Es el emprendedor japonés de los años 30. 

- El negocio como una religión. 
- El negocio es una tradición, una mística para salir de pobre. 

En Gaijín, además de la discriminación, está que Japón pierde la guerra y aquí hay saqueos. 
Sí, pero cuando Sentei hace su negocio, se casa con una peruana para legitimizar sus bienes, de modo que cuando viene el saqueo, iza una bandera peruana. Es un personaje que está sobre el bien y el mal, como Fujimori

- ¿Fujimori no le inspira un personaje? 
-Sí, es una tentación, pero a futuro. No Fujimori en sí, sino su época, que es, digamos, una continuación de Sendero. 

- ¿La época de Fujimori no es honrosa para usted? 
- No, en ese sentido, nunca lo defendí. Más allá de las cosas positivas que hizo, paralelamente con Fujimori llegó la mafia y corrupción a más alto nivel. El gobierno de Fujimori era una mafia, corrompió todas las instituciones y las puso a su propio servicio. 

- ¿Qué trae Saber matar, saber morir
- A Zamudio, un senderista en La Victoria asociado con pandilleros.

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