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Las prisas del instante de Federico Díaz Granados

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Tomado de Literariedad

En sus respectivos compartimentos de versos, Díaz-Granados se sumerge en el tiempo y la palabra ofreciendo la visión de un observador petrificado por el miedo a la soledad. Un observador que le guarda rencor a su propia cobardía por impedirle ser director-actor de su vida. 

¿Ese temblor que pasa es la vida?

¿Y ante cuál soledad canto hoy?

No sé de dónde provienen esos ruidos que en la noche asustan:

la caja de fósforos las cosas se cambian de lugar y no aparecen.

Suponemos que todo esto es el mundo enormes colecciones de tristezas, llaveros y estampillas de mares lejanos.

Es aquí donde sucedo sin aduanas ni requisas
ni adioses a destiempo.

‘Pequeño nocturno’, Las prisas del instante, Federico Díaz-Granados. Colección Visor de Poesía; Editorial Visor Libros (2014).

Federico Díaz-Granados, “¿Cuál es el tiempo y la suerte de estas palabras?” Difícil escoger un instante, ni siquiera una pequeña parcela de espacio, ni hablar de su destino. Trataré, eso sí, atesorarlas como talismán, para protegerme del rencor y la cobardía que tanto gustan de darle la mano a la soledad y al olvido. –Noelia-.

Las prisas del instante de Federico Díaz-Granados nos asoma a una ventana que da al patio trasero de una casa vacía. Desde ahí, atemorizados, apreciamos el terror de vivir en soledad. Un terror basado en esas despedidas inevitables que a todos nos toca vivir en algún momento de nuestra vida; una vida que el poemario refleja como una estación o como una sala de espera. En esos momentos de destierro, el tiempo se hace enemigo y nos apresuramos a recorrer deprisa esos desagradables instantes.

“Tenía razón el tiempo en llevar su afán en instalarse donde le pareciera
y en tener sus rituales y hostilidades.”

[Fragmento de Las prisas del instante]

Es un poemario que recorre el sentimiento de la soledad calzando diferentes zapatos. Conforme se van leyendo las cinco partes que lo forman, el lector se pasea desde el punto de vista más global de su autor hasta el más personal. Hablar de punto de vista global, no obstante, no significa impersonal, pues lo cierto es que la voz del poeta está muy presente en toda la composición.

Es un poemario, que si te dejas llevar, te transmite a la perfección esa melancolía o nostalgia propia del viajero perpetuo. Esos sinsabores de los lugares y personas que te abrazan solo por un tiempo.

En sus respectivos compartimentos de versos, Díaz-Granados se sumerge en el tiempo y la palabra ofreciendo la visión de un observador petrificado por el miedo a la soledad. Un observador que le guarda rencor a su propia cobardía por impedirle ser director-actor de su vida. El poeta persigue la belleza en sus composiciones, no hay duda, pues sus poemas aunque alojan un sentimiento desolador, no son estridentes; cumplen rigurosamente con una bella estética auto impuesta, la que el género acostumbra a mantener como uno de sus principales fundamentos. De hecho, esto me ha obligado a preguntarme durante su lectura algunas cuestiones como, por ejemplo, si ¿no sería mucho más desgarrador, más vivo, ese sentimiento si el poeta fuese algo más impudoroso? Es probable que así fuera, que con un vocabulario más cínico nos diera con un martillo helado en mitad de nuestras cabezas febriles. Pero al finalizarlo y releerlo y volverlo a leer, me di cuenta que la voz de este poemario tiene una impronta muy equilibrada, y que las palabras impresas han sido cuidadosamente escogidas. Ese vocabulario comedido es el maestro que salvaguarda el mensaje. Y precisamente por eso, sus versos más agitadores se esconden a la lectura de la mirada apresurada.

“Marca tu ropa porque el amor o la muerte nos pueden tomar por sorpresa
además porque mis amigos siempre se ponen mis vestidos y mis camisas
y esculcan los bolsillos buscando verdades de a pulso, fantasmas, motas de algodón
y papeles arrugados o algún dulce perdido entre las llaves.”

[Fragmento de Etiquetas para coser]

Amor, desamor, justicia social, vida, muerte, herencia histórica, ascendentes, tiempo, despedida, nostalgia, olvido, miedo y… soledad. Estos son los temas que se desprenden muy lentamente de este poemario; pero también, en el fondo, es una llamada de atención. El rencor y la cobardía nos prohíben exprimirle más elixir a la vida. Y esas son actitudes que están bajo nuestro control, más allá de talismanes, amuletos y rituales para distraer la suerte.

“No reconozco la cicatriz de esa palabra, el hambre y los presagios que traen a casa
los pájaros que incendian los espejos y la tristeza que sigue a horas imprevistas a la vida.”

[Fragmento de Testamento de Babel]

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