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Entrevista, Néstor Slavov

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El trombonista búlgaro Néstor Slavov
habla de su experiencia tanto en la Orquesta Filarmónica de Bogotá,
como de sus nostalgias por su país lejano.


Independientemente de la nacionalidad, en una orquesta todos hablamos el mismo idioma: la música


Por: Jorge Consuegra (Libros y Letras)

Aunque ya se nacionalizó colombiano, no deja sentir una profunda nostalgia por Bulgaria, su país del alma, de piel, de sangre. Ama profundamente a Colombia “el país que me ha dado absolutamente todo”, de la música, de la vida, de su trombón, de cómo nació ese afecto por este instrumento no lo deja ni en sus momentos de deescanso.

- ¿A que edad decidió que iba a ser músico?

- Desde los 6 años comencé a tocar violín durante aproximadamente 4 años en mi ciudad natal Sliven. Fue bastante difícil para mí porque quería jugar más. Después dejé el violín y volví a hacerme músico a la edad de 14 años.

- ¿Qué lo enamoró del trombón?

- Escuchar los conciertos de la Orquesta Filarmónica y la Ópera de Sofía. Siempre me gustó el sonido del trombón. Era un instrumento noble, con gran potencia. Tiene un sonido que te estremece de emoción. Pero la decisión definitiva la tomé durante un festival, El Orfeo de Oro, que se lleva a cabo cada verano en el Mar Negro. Estaba el Big Band de la Radio de Berlín, y en uno de sus números salió a tocar su trombonista solista, André Paquinet, con un tema popular de la leyenda del trombón Tommy Dorsey. En ésta ocasión le dije a mis padres: “Quiero estudiar trombón”.

- ¿Si no hubieras sido este instrumento cuál hubiera elegido?

- Muy difícil responder, pero posiblemente el violoncello.

- ¿A qué edad ofreció el primer concierto con trombón?

- A los 15 años, cuando estaba estudiando en la Escuela Media de Música de Sofía. Teníamos la tradición de realizar conciertos semanales. Allí por primera vez participé en una de las presentaciones de la clase de trombón del profesor Pavel Iakovchev, quien fue mi primer maestro de trombón. Un músico excepcional a quien hasta hoy tengo en gran estima y quien hizo mucho por mi desarrollo como músico. En aquella ocasión interpreté por primera vez frente a un público, el concierto para trombón de Friedebald Grafe.

- ¿Qué es lo que más siente nostalgia de su país?

- Mi inolvidable infancia, con mi abuelo durante las vacaciones de verano en que salíamos temprano al campo con su carreta y sus caballos. Salíamos de su casa que parecía una de las grandes casas de Villa de Leyva. Íbamos a su finca fuera de la ciudad, donde cultivaban uvas para hacer vino. Había una huerta donde me fascinaba cuidar los sembrados. También tenía cerezos, y cuando llegaba el momento de la cosecha, yo pasaba todo el día arriba en los árboles, comiendo cerezas (al final del día mi mamá me regañaba por las camisas manchadas de jugo de cereza). Las principales ocupaciones de mi abuelo eran los caballos y la producción de vino. Era muy emocionante cuando metían las uvas en los grandes barriles y nos metíamos a pisarlas, un ritual muy lindo. Es una de las cosas que mas extraño.

- ¿Qué lo enamora de Colombia?

- Un país que cuenta con todos los climas, desde las cálidas playas del Atlántico y el Pacífico, hasta las blancas cumbres de los nevados; desde la Gran selva Amazónica hasta el desierto de la Guajira; un país al cual Dios le ha dado todo lo imaginable. La calidez de la gente. La cantidad de talento musical que existe en éste país, es lo que me ofrece un gran material de trabajo y desarrollo en mi profesión.

- ¿Cree que este país ya hace parte de su piel?

- Si. Ya estoy nacionalizado hace 2 años, lo cual fue un gran orgullo para mí. Colombia se ha vuelto mi segunda patria. Aquí crecieron y se formaron mis 2 hijas, y ya estoy esperando mi primer nieto colombianito.

- ¿Cuáles han sido sus gratos momentos que ha pasado con la Orquesta Filarmónica de Bogotá?

- En toda mi carrera en Colombia, ya casi 19 años, uno de los mas gratos momentos fue cuando a la Orquesta le otorgaron el premio Grammy Latino. A pesar de estar nominados nadie imaginaba que íbamos a ganar. Eran hacia las 5 de la tarde cuando llegó la noticia de Houston donde se encontraba nuestra delegación representada por Maria Claudia Parias. Todos nos abrazábamos de la emoción. Una hora después llegaron los altos funcionarios de la Alcaldía de Bogotá para felicitarnos. Nos invitaron al Concejo de Bogotá para brindarnos su agradecimiento, por haber sido un orgullo para la ciudad. No se había oído que el premio hubiera sido otorgado anteriormente a una orquesta. Las emisoras explotaron y se organizó inmediatamente una rueda de prensa. Fue muy emocionante.

Otro momento muy grato fue tener el honor de estrenar el primer concierto para Trombón y Gran Orguesta Sinfónica de un compositor colombiano, mi gran amigo y sinigual músico Jorge Humberto Pinzón. Esta era una gran ilusión que se hizo realidad.

Igualmente, momentos inolvidables fueron aquellos de los viajes de la Orquesta Filarmónica en grandes escenarios mundiales, como Moscú, donde fuimos invitados por parte de la presidencia de Rusia en el Festival Mundial de las Orquestas. La orquesta Filarmónica de Bogotá representaba no solamente a Colombia sino a todo el continente latinoamericano. Allí ejecutamos una de las más destacadas y difíciles obras del repertorio sinfónico universal (la Quinta Sinfonía de Mahler) y un concierto con obras latinoamericanas. Ambos conciertos fueron muy aplaudidos y las críticas fueron excelentes.

Otros grandes escenarios fueron Roma, Pekín, Shangai, Miami, y los más recientes, Lima y Quito.

- ¿Compartir con músicos de tantas nacionalidades es una buena experiencia para el alma?

- Por supuesto. La OFB es mi cuarta Orquesta a lo largo de mi carrera de 35 años, precedida por La orquesta de la Opera Nacional de Sofía, la orquesta Sinfónica de Sofía y la orquesta sinfónica de El Cairo. Pero independientemente de la nacionalidad, en una orquesta todos hablamos el mismo idioma: la música. No tiene importancia de dónde viene cada quien. La música es la que une nuestras almas. Se pueden tener músicos de muchos países que no puedan entender lo que hablan entre sí, pero citando a Beethoven: “Allí donde terminan las palabras, comienza la música”.

- ¿Cómo ha sido su experiencia con la docencia en el conservatorio?

- Maravillosa. Cuando llegué a Colombia había trombonistas graduados que se podían contar con los dedos de una mano. Ahora ya perdí la cuenta. Estoy muy orgulloso de mi trabajo como profesor, formando y preparando músicos trombonistas. Ya tengo varios trombonistas graduados trabajando en diferentes orquestas y como profesores de trombón que pueden continuar con ésta labor. Quiero destacar mi maravillosa experiencia por la invitación del gran compositor colombiano, el maestro Gustavo Adolfo Parra, con quien soy colega en el Conservatorio Nacional y con quien tuve el honor de grabar en su disco monográfico la hermosa “Fantasía para trombón y piano”. Dicha obra ya está incluida en el pénsum de mis estudiantes y ejecutada por varios de ellos en sus exámenes de grado.

- ¿A nivel musical cuál es la composición más difícil de interpretar en trombón?

- Es difícil escoger solo una. Son varios los conciertos exigentes, escritos más que todo por compositores modernos. 

Hay distintas dificultades: dificultad técnica y dificultad de interpretación. Claro, primero está el talento; segundo es alcanzar la técnica, y una vez desarrollada ésta, hay que comenzar a trabajar en la interpretación. Puedo citar como ejemplo una interpretación de gran dificultad técnica, la grabación del “Invierno” del famoso ciclo de las “Cuatro estaciones” de Antonio Vivaldi, interpretada por el más grande trombonista de nuestra época, Christian Lindberg. Hasta hoy no he sabido de alguien más que se haya atrevido a hacerlo. Es muy difícil para violín, pero mucho más para trombón.

- ¿Además de la música, también el cine y la literatura o qué otro pasatiempo?

- La literatura. Me fascina leer. En mi generación, cuando era joven, leíamos libros. Pero ahora los jóvenes leen las tabletas y los celulares. Para mí, después de la música, no existe mejor forma de pasar el tiempo; y el mejor programa de computador jamás se podrá comparar con la sabiduría de un libro bien escrito.

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