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El fantasma de Dora Bruder

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Por: Reinaldo Spitaletta

Los periódicos de ayer, cuando se tiene la mirada del historiador, o, en otra dimensión, la del poeta, sí son interesantes. En ellos, o en la visión de los que los escribieron, se alberga una memoria, tal vez parcial y delimitada, de episodios, costumbres, modas, modos de ser, y también de vidas que posiblemente ya no son cuando el ojo avizor del indagador se topa con ellas. A veces, una noticia (que ya ha dejado de serlo) se convierte en una fuente de emociones, hipótesis, búsquedas y rastreos, para intentar respuestas, para no dejar en el oscuro olvido una situación, que es, quizá, la que animó a Patrick Modiano cuando se encontró en un ejemplar del Paris-Soir del 31 de diciembre de 1941, el anuncio dramático de la desaparición de Dora Bruder, “de 15 años, 1,55 m, rostro ovalado, ojos gris-marrón, abrigo sport gris, pullover burdeos, falda y sombrero azul marino, zapatos sport marrón”.

Y a partir de ese aviso, en el que entre líneas hay desesperación y esperanza, el escritor comienza una pesquisa que lo lleva a los días de la Ocupación nazi de París, a su propia historia personal y a encuentros con el azar y la causalidad (que no casualidad, aunque también es parte de lo posible). Qué fue de Dora Bruder, una judía francesa, de padres austríacos, que de pronto se pierde en las tinieblas de un tiempo de incertidumbres y destrucciones. Qué fue de sus pasos, de sus días en un internado, por qué se fugó del mismo y en qué circunstancias fue detenida, son aspectos de la búsqueda del novelista. En una mezcla de periodismo investigativo e historia, Patrick Modiano encamina sus dotes de escritor por viejas calles parisinas, por archivos, barrios, edificaciones que ya no existen, y todo para establecer el rumbo incierto de una muchacha que, a la postre, simboliza los días de exterminio, antisemitismo y desgracias múltiples por la presencia dominante del nazismo y, en parte, por el colaboracionismo francés, representado políticamente en el Régimen de Vichy.

Dora Bruder, para algunos críticos la mejor novela del Nobel de Literatura 2014, para otros, un libro contra el olvido (me recuerda, por ejemplo, a Erick Hackl y su Adiós a Sidonie), es una obra construida en distintos planos temporales por un escritor que, además, es un conocedor a fondo de su ciudad, de sus entresijos, cafés, callejones, iglesias, “irreales edificios” y, claro, el bulevar Ornano, donde vivió Dora con sus padres. Con la historia de la muchacha, Modiano también recorre su propio mundo, el de infancia, el de la juventud, con su padre judío (que también tuvo un destino siniestro en un campo de concentración, como el de Dora), con su madre, una actriz belga, y el de sus primeras novelas (El lugar de la Estrella, La ronda nocturna, Los paseos de circunvalación), publicadas cuando todavía era un veinteañero.

Ir tras los pasos extraviados de Dora es también una búsqueda de sí mismo, una reconstrucción de París en los años de infortunio de la Ocupación, y, a su vez, un cara a cara con la ciudad de Victor Hugo. Los miserables aparecen en esta breve obra, en una relación de sorpresa entre el del gran romántico francés y el París de Dora y de Modiano, que descubre como Cosette y Jean Valjean “son proyectados a un barrio de un París imaginario que Victor Hugo llama Pequeño Picpus”, conectado casi un siglo después con la calle donde está el internado religioso del Sagrado Corazón de María, en el que había sido ingresada Dora Bruder por sus padres.

Modiano, con precisión, con un estilo contenido, en el que todo es imprescindible, nos conduce por el París ocupado, por aspectos de la historia familiar y por parte de su educación sentimental. Es un encuentro, por ejemplo, con el cine de barrio en los tiempos de la guerra, pero también con los toques de queda, la persecución a los judíos y las huellas, pocas por cierto, que deja Dora Bruder en su camino a Auschwitz. Ficheros, archivos incompletos, registros de comisaría, son fuentes para la escritura de una obra que conjuga de modo admirable historia, literatura y azar. ¿Por qué aparecen escritores como Friedo Lampe y su libro Al borde de la noche, o el poeta Robert Desnos? Nada es gratuito en esta novela de Modiano.

La historia de Dora parece contada a cuenta gotas, pero todo está en la dosis correcta, en la técnica del dato escondido, en la conexión de emociones y recuerdos que de a poco, como un rompecabezas, construyen la obra. Una novela de encuentros y coincidencias, y si se quiere, también de aquello que parece aleatorio. Azaroso. Dora Bruder, sus pasos perdidos, andan por calles vacías, o por calles atiborradas de gente que camina hacia las bocas del metro. Está su presencia invisible, fantasmagórica, por ciertos barrios, en la luz de algún crepúsculo. Y en las sugerencias de un texto, tejido con alta precisión, que termina con un párrafo que puede dejar sin aliento al lector, o hacerle brotar las lágrimas.

¿Y entonces para qué leer un periódico de ayer? A veces, cuando el que lo lee es un poeta, un novelista, como Patrick Modiano, pueden salir de él historias tremendas como la de Dora Bruder, combinatoria de horrores, sufrimiento y una alta cuota de sensibilidad. Dora Bruder es un símbolo de tiempos nefastos, una memoria de la infamia.

Modiano, Patrick. Dora Bruder. Editorial Seix Barral. 2009. Traducción del francés de Marina Pino. 127 páginas.

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