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De Jaime Garzón a Charlie Hebdo: la libertad que se asesina

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Para buena parte de los franceses, este miércoles 7 de enero 2015 asesinaron a su juventud y a sus utopías olvidadas. Sin embargo, esta institucionalización en la cultura política francesa y francófona no los inmunizaba contra la actual pequeñez de espíritu de la clase política y religiosa, contra los moralizadores de todo tipo que quieren imponer su modo de vida y de pensar, sus costumbres y valores conservadores a toda la sociedad.

André-Noël Roth

Tomado de Palabras al margen.

Ante la ola internacional de indignación suscitada por la masacre perpetrada contra los miembros de la redacción del periódico Charlie Hebdo, en París el pasado 7 de enero 2015, no puedo evitar que me invadan sentimientos encontrados. De un lado, es reconfortante y esperanzador que decenas de miles de ciudadano/as expresan su disgusto, protesta y solidaridad por este hecho execrable en todo el mundo. Sin embargo, siento un profundo malestar cuando los representantes de los poderes establecidos – Obama, Merkel, Cameron, Hollande, Rajoy, Renzi y demás- casi que de una sola voz denuncian la masacre y, sobre todo, celebran, de manera hipócrita, la libertad de expresión que defendían en acta, sin compromiso ni concesión, los y las redactores y caricaturistas de Charlie Hebdo.

No olvido que hace apenas unos días la señora Merkel amenazaba con sanciones económicas a los griegos en caso de que se expresaran “mal” en las próximas elecciones. Que los EUA restringieron las libertades públicas con el Patriot Act. Los poderes establecidos nunca se han precipitado para defender y proteger la libertad de expresión en todas sus formas y de manera incondicional cuando no podía ser instrumentalizada para sus propios fines. Hoy, la firma ideológica de este cruel asesinato múltiple sirve a los intereses de los Estados occidentales, de Rusia, de Irán e incluso de la “comunista” China. El islamismo radical es el cómodo enemigo común. El crimen lo recuperan los Estados (casi todos) - como en su tiempo lograron hacerlo con la estrategia de propaganda por el hecho de los anarquistas de final del siglo XIX, con la violencia de las Brigadas Rojas italianas y de la RAF alemana en los años 70-80 del siglo XX, con las luchas armadas de las guerrillas latinoamericanas- para sus propias campañas e intereses políticos oportunistas que permiten justificar el reforzamiento de la “disciplinarización” de la sociedad y de su control. Lo que se asesina es la libertad.

Por otro lado, los análisis, que se consideran críticos y anti-imperialistas, y nos dicen que el ataque es consecuencia de, o respuesta a, las intervenciones militares occidentales y franceses en los países árabes (Afganistán, Irak, Libia, Mali, etc.), me parecen igualmente erróneos y manipuladores. Buscan, si no justificar, por lo menos explicar estos crímenes desde una perspectiva anti-imperialista como si Charlie Hebdo fuera, de cierta manera, representante del Estado o del gobierno francés. El blanco del ataque no es el Estado francés. Como tampoco el Estado colombiano era el blanco de los asesinos de Jaime Garzón. Los dos o tres “jihadistas” o “paramilitares” no son sino los tristes brazos armados de un nuevo orden moral y económico que se expande por diversos medios (poderes, religiones, neoliberalismos) en todo el planeta. Lo que se encuentra en la mira de los asesinos, en ambos casos, es la libertad de expresión en particular y la libertad en general. El ejercicio de la libertad de expresión y de manifestar tiende a restringirse y a criminalizarse en todas partes (véase también el caso actual de España). Atacar a Charlie Hebdo es atacar el derecho a soñar, ejercer y vivir espacios de libertad tanto en Francia, como en cualquier parte del mundo. Charlie Hebdo, y tal vez en general los humoristas políticos, buscan ampliar las fronteras reales del derecho al ejercicio de la libertad en la práctica. Lo que se asesina es la libertad.

Hoy muchos deben gozar en silencio de esta masacre. Charlie Hebdo no es un periódico que sólo desobedece a la moral rigorista del islam, a lo que se le quiere reducir ahora e intentar recuperarlo políticamente, sino a cualquier autoridad instituida, y en particular a todas las instituciones religiosas, militares y políticas. Es, en el sentido genuino del término, una expresión ácrata, an-arquista y libertaria que nunca escondió sus posturas anti-imperialistas, anticlericales y antimilitaristas. Se reían – y hacían reír- del General de Gaulle en los 60, del Ejército francés, de los tecnócratas pro-nucleares en los 70; de todas las jerarquías religiosas, católicas y demás, de los patriotismos siempre. Hacían política poniendo a la gente a pensar mediante la sátira, la risa y la expresión artística, con letras y dibujos, con un lápiz como única arma. Ponían en práctica lo mejor del espíritu de mayo del 68: il est interdit d’interdire. Con el uso de la sátira sin otro límite que la de su propia imaginación, los de Charlie Hebdo, y antes de él con el mensual Hara-Kiri, se burlaban gozosamente, ridiculizaban, sin ninguna reverencia o restricción, y de forma mordaz, a todos los poderes instituidos, al punto de transformarse, con el tiempo, ellos mismos en una institución y en un mito. Hoy la generación que gobierna Francia se educó política y humorísticamente con Charlie Hebdo. De allí la indignación oficial. Para buena parte de los franceses, este miércoles 7 de enero 2015 asesinaron a su juventud y a sus utopías olvidadas. Sin embargo, esta institucionalización en la cultura política francesa y francófona no los inmunizaba contra la actual pequeñez de espíritu de la clase política y religiosa, contra los moralizadores de todo tipo que quieren imponer su modo de vida y de pensar, sus costumbres y valores conservadores a toda la sociedad. En este último periodo, el anticlericalismo y la defensa sin compromiso de la laicidad fueron el caballo de batalla del periódico. Es sintomática de los peligros de nuestra época: el retorno del moralismo hipócrita. Y no solamente el de un cierto islam: los juicios intentados por grupos católicos en contra del periódico son numerosos. Lo que se asesina es la libertad.

En los EUA, como en gran parte del mundo anglosajón, en Europa como en América latina, y en Colombia en particular, sin hablar de los países sin un mínimo de espacio democrático, la censura y sobre todo la autocensura progresa. El miedo a la libre expresión se introduce en las mentes. Miedo a las represalias por todo tipo de “comisarios” políticos, religiosos, académicos, económicos y jurídicos. Hoy frecuentemente la censura suele ejercerse de forma sutil, mediante lógicas “neoliberales” o de mercado: la expresión no rentable no es pertinente. Las multas a periódicos, la imposibilidad de comprar papel, de publicar, la revisión por pares, el bloqueo a páginas web, la amenaza a periodistas, la necesidad de buscar pautas, el chantaje de los anunciantes, el miedo al engranaje judicial, etc. Todos los métodos de lucha para acallar la palabra no conformista y libre se desarrollan desde la multiplicidad de los lugares de poder para que lo/as ciudadano/as terminen por “escoger libremente y racionalmente”, guiados por las manos invisibles del mercado o de algún moralismo, a la autocensura. Es lo que siempre se rechazó a Charlie Hebdo. Necesitamos a muchos Charlies. Todos debemos ser Charlie más allá de un oportunismo coyuntural.

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