Por: Andrés Hurtado/ Fragmento tomado de El Tiempo/ Bogotá. No había entrado todavía a mi casa de regreso de la profunda selva amazónica del Vaupés, donde viví las Navidades y festividades del nuevo año arropado por la manigua, la fauna y los indígenas, cuando me dicen que Gustavo Álvarez Gardeazábal ya no aparecerá más en La Luciérnaga, mi programa radial preferido. Sin conocer detalles ni entrar, por ello, en juicios de valor sobre causas y razones, puedo escribir desde mi percepción que “prácticamente” el programa recibió una estocada de pronóstico muy reservado.
Gardeazábal era, en el programa, la conciencia de los colombianos que vemos cómo los pícaros se ferian el país y se comen su presupuesto como el ratón al queso. Respetando el maravilloso elenco que el programa tenía, no sé si de ahora en adelante “tendré tiempo” para oírlo. Lo siento por el país y por los que gozábamos oyéndolo y enterándonos, entre chistes y parodias, de la cruda realidad de Colombia.