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El filósofo Jordi Pigem propone cambiar la perspectiva existencial.

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Por: Myriam Bautista / Tomado de Lecturas / Diario El Tiempo / Colombia.



Doctor en filosofía, el catalán Jordi Pigem fue profesor 5 años en Ciencias Holísticas del Colegio Schumacher en Inglaterra. La Editorial Kairós le ha publicado La Odisea de Occidente, El pensamiento de Raimon Pannikkar, Buena crisis y Valores para un mundo en transformación, este distribuido por Ediciones Urano en el país. Invitado por la Universidad Católica de Oriente, de Rionegro, Antioquia, para participar en el coloquio ‘Ciencia y espiritualidad en el siglo XXI’, explica ese último libro, que se conoce como Global Personal Social, GPS, para que se cambie el paradigma economicista que reina en el mundo y la población se oriente por un camino diferente donde no haya un solo ser que se sienta solo “porque vino a este mundo para cooperar, compartir y crear conjuntamente con otros. Que tenga claro que no está aquí solo para consumir sino para algo mucho más profundo. La gente antes de morir nunca se arrepiente de no haber ganado más dinero, se arrepiente de no haber sido más auténtico, más feliz”.

Pigem vive en L’escala, antiguo pueblo catalán al lado del mar y de las montañas, a 2 horas de Barcelona, donde nació su padre, que no tiene más de 15 mil habitantes. Un lugar en donde piensa, lee y escribe como no lo podría hacer en ninguna otra parte.

-¿Qué es la teoría del GPS?
-Parte de que nos damos cuenta de que el horizonte que nos ha guiado hasta ahora es insostenible en lo ecológico, pero también, cada vez más en lo social, en lo económico. Consumimos más recursos que nunca y a la vez muchos no encuentran sentido a sus vidas, se sienten solos, desbordados por un mundo que ofrece adelantos tecnológicos, pero no les da salidas. Durante muchos siglos hemos creído que el progreso se basa en tener cada día más riquezas y en separarnos de la Tierra. Mi teoría, es lo contrario. Los estudios psicológicos y sociológicos, en los que me baso, muestran que una vez las personas tiene cubiertas sus necesidades básicas: alimentación, techo, educación, salud, seguir consumiendo no solo no les genera más satisfacción sino una vida estresada, más llena de conflictos.

Adam Smith, que citas, decía que: “ninguna sociedad puede prosperar y ser feliz si la mayoría de sus miembros son pobres y desdichados”.

Muy de acuerdo. Vivimos un mundo muy desigual. El 1 % de la población mundial posee el 40 de la riqueza. A Smith se le ha malinterpretado. Se ha hecho creer que predicaba el individualismo, pero era un filósofo moral, llamaba la atención sobre compasión y solidaridad como cualidades indispensables en cualquier grupo. Sostenía que estaba bien que cada uno desarrolle sus iniciativas, pero en un marco siempre de cohesión, de solidaridad, de igualdad.



-¿Es muy grave el fenómeno de la desigualdad?
-Colombia, tengo entendido, es uno de los países más desiguales del mundo y la evidencia psociológica muestra que en estos lugares la vida es peor en todos los ámbitos, incluso para personas privilegiadas. En cuanto más desigualdad más se rompe la cohesión, la confianza, toda esa serie de engranajes intangibles que hacen que la vida colectiva sea mejor. La estadística muestra que en países con fuerte desigualdad hay mayores enfermedad mental y física; cuestiones sociales como criminalidad, embarazos de adolescentes, suicidios son más graves. En sociedades igualitarias educación, salud, funcionan de mejor manera.

-En ese orden, un país como India ¿sería inviable?
-India es un país con mucha pobreza pero no presenta tanta desigualdad. A la India además la ayuda que posee una estructura de creencias, de espiritualidad, que hace que mucha gente se sienta unida a la naturaleza, que haya rituales y respeto continuo. Un sistema donde la vida es sagrada. En cambio, en la mayoría de los países de Europa y de América, este concepto se ha perdido. Cuando dejamos de creer que la vida es sagrada, lo que queda es la competencia.

¿Sus libros se dirigen a ese sector minoritario, que posee mayores recursos?

Escribo para esas capas que tienen la posibilidad de comprar, para una élite. Les digo que la búsqueda de mayores privilegios no solo va contra la sociedad sino incluso contra su satisfacción personal porque el bien común y el personal van juntos. Todas las instituciones tienen la responsabilidad de crear estructuras, circunstancias, que permitan que todos accedan a un mínimo para vivir de forma digna, sus necesidades básicas cubiertas, sin lujos. El propósito de la economía no tendría que ser el aumento del dinero sino de la autorrealización, contribuir a que todos puedan desarrollar sus cualidades, su creatividad.

-¿Qué sería lo más importante para un país como Colombia?
-Me siento incapaz ahora mismo de dar una receta. Así lo supiera solo me atrevería a decirlo si viviera aquí y participara hombro a hombro con la gente en su proceso de reconstrucción. De todos modos creo que las sociedades que han tocado fondo deben encontrar maneras de despertar el respeto a la vida, hacia las personas, hacia ese carácter único de cada quien. La situación de deterioro social conduce a que se pierdan parte de los valores humanos esenciales y es lo que hay que recuperar.

-¿Qué opina del narcotráfico?
-Que un fenómeno tan terrible no ocurriría de no darse dos situaciones: las grandes desigualdades, que hacen que un sector de la población no encuentre salida distinta que la de irse por el camino de la delincuencia: que mate, robe, como única alternativa para salir de su precariedad; no se justifica pero esas razones de pobreza alimentan esas conductas. Lo otro es que una sociedad que cree que lo más importante es ganar dinero es una en la que el respeto por la vida, el arraigo de la persona con su comunidad y su cosmos no son prioritarios.

La publicidad, los medios, están transmitiendo todo el tiempo que no eres nadie si no tienes más cosas, si no accedes al consumo, es un mensaje que se repite continuamente desde que somos pequeños. Un artesano, un carpintero, un economista, un filósofo, buenos en su profesión, hacen su trabajo bien, satisfacen sus necesidades básicas y las de su familia, tienen una vida cordial y buena, pero se les hace creer que no son buenos porque no tienen lujos. Eso hace parte de la patología del mundo contemporáneo, creer que la vida solo tiene sentido por cuanto se posee.

“La búsqueda de mayores privilegios no solo va contra la sociedad sino incluso contra su satisfacción personal porque el bien común y el personal van juntos”.

-¿Has trabajado en algún gobierno?
-El gobierno catalán me invitó a participar en un grupo interdisciplinario para cambiar los valores sociales y participé un tiempo hasta que me di cuenta de que había elementos de principios que no estaban dispuestos a transformar y entonces lo dejé.

-¿Qué opina sobre la independencia de Cataluña?
-Si buscamos la independencia para cambiar la bandera y los sellos de correo pues eso no sirve para nada, pero si la buscamos porque queremos reinventar el país y tener una nueva Constitución basada en valores ecológicos y sociales, para crear una sociedad más solidaria y en la que la vida tenga más sentido, entonces claro que sí estoy con la independencia.

En Cataluña hay gente importante que quisiera mantener el sistema capitalista individualista, pero hay otra porción muy grande que quiere un cambio mucho más profundo: hacer un país más ecológico y solidario. En las últimas décadas hemos apostado por la globalización, uniformado el mundo, los aeropuertos son iguales, los almacenes son los mismos en las grandes ciudades, se ha ido erosionando el carácter único que tiene cada lugar, estamos extinguiendo las culturas, se pierde un idioma cada dos semanas, etc.

El sistema educativo en Cataluña, un ejemplo, con el que el 99 % de la población está contenta, un ministro de Educación, desde Madrid, quiere reventarlo, entonces, le decimos que nos deje tranquilos. Ha sido uno de los motivos por los que se revivió este tema de la independencia porque hace 20, 30 años a muy pocos les interesaba la cuestión independentista.

Ahora parece que todo el mundo, empresarios, obispos, trabajadores están de acuerdo. Incluso en Cataluña existen colectivos como ‘argentinos por la independencia’, emigrantes, que no hablan catalán pero que consideran que sería más fácil organizarse con las autoridades catalanas que con las de Madrid, que en muchos aspectos está más anclado en valores premodernos.



El papel que, en la meseta en el centro de España, tienen todavía obispos, militares, las personas con ‘prestigio’, así sea producto de la corrupción, es enorme. Veo una tendencia en Cataluña para cambiar los valores sin ningún rencor por el resto de España, con el mayor respeto y cariño. No hay catalán que no tenga familiares o amigos en otra parte de España. Esta lucha podría ser un revulsivo para que el resto de España quiera el cambio, por un país más moderno, con valores del siglo XXI.

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