Por: León Gil.
La encontré sobre una banca de la Terminal de Transporte del Norte, de Medellín. Y no podría asegurar si fue abandonada u olvidaba allí por algún apresurado viajero; ya que estaba en perfecto estado, y dentro de un folleto publicitario que le servía como de carpeta.
Era la última hoja de lo que parecía alguna versión ilustrada de Caperucita Roja.
Tenía una sola viñeta a todo color, finamente ilustrada y sin texto alguno; a excepción de la palabra ‘FIN’ en la parte central e inferior de la misma.
Aparecían allí una Caperucita Roja no tan niña, y una no tan anciana abuela. Estaban paradas de espaldas a la puerta de una cabaña, mirando a lo lejos y como entre preocupadas y tristes.
Del Lobo no se veía ni un pelo, ni el rastro.
Hasta aquí nada extraordinario que amerite estas líneas; pero sí había un “detalle” bastante notable e insólito que hubiera asombrado a cualquiera: Caperucita ostentaba una enorme barriga.
Parecía como si en esta versión; de una u otra manera, fuera Caperucita quien se hubiera comido al Lobo; y que esta fuera entonces la causa de que; de una u otra manera, el Lobo hubiera desaparecido de escena.