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La pantalla y la alienación

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Por: Germán Borda/ Especial para Libros y Letras.

El escritor británico George Orwell escribía su novela, 1984, bajo el efecto aún macabro de uno de los mayores desastres de la historia, la segunda Guerra Mundial. En 1948 la humanidad aún se desperezaba aterrada con lo sucedido; y se añadía un elemento terrible para el creador de esa utopía, que estaba condenado a muerte por una inflexible tuberculosis.

El mundo horripilante que describe de una dictadura férrea, no se produce cuarenta años después de su vaticinio. De esa obra quedan todavía algunos gobiernos tiránicos y la pantalla de televisión desde la que el “Gran Hermano” ordenaba la vida y actuar de todos los seres.

Orwell fue poco previsivo en el tiempo en que debería ocurrir, yo lo he sido más en “Siglo XXV” -mi novela utópica- donde las mujeres en guerra con los hombres los destruyen y luego crean un universo de féminas. En fin… amanecerá y veremos.

No se equivocaba el británico en anunciar que los seres serían –seríamos— dominados por la pantalla. Y lanzo los dardos del recuerdo a mi lejana niñez cuando me llevaron al primer matinal, mucho tuvo que esmerarse mi mamá para explicarme que la muerte de un vaquero era irreal, hecha por un actor y que no debía llorar ni lamentar su deceso. Las relaciones con el cine eran esporádicas, dependiendo de la economía austera y famélica de mi padre. Poco a poco fuimos adentrándonos en el mundo fantástico del celuloide, una relación maravillosa con creaciones geniales.

La televisión irrumpió en Bogotá a mediados del siglo pasado. La carencia de personal era flagrante, largos programas, hoy añorados, tanto como su autora, Marta Traba y otros pesados de un señor Uribe White, dieron origen a un aviso en El Tiempo motivo Uribe White, “vendo televisión, se oyen toda clase de propuestas”...

Y como todo llega tarde, de repente me vi inmerso en el mundo de la informática y del internet, con todas sus ventajas y desventajas.

Hace unos años al viajar en el metro madrileño sorprendía el número de lectores, libros de todas clases ocupaban la atención de los viajeros. A veces, con orgullo iberoamericano, veíamos la muerte anunciada, de Gabo. O Rayuela de Cortázar. Hoy los medios de comunicación de la capital hispánica, así como sus calles, parecen diseñados por el genio de Ionesco, homenaje al absurdo. Casi todos, con muy pocas excepciones, llevan un celular muy sofisticado, o un iPad, o una Tablet. No se separan, a no ser que se indispensable, de la vista de la pantalla. Ese hecho parece les crea un enorme sacrificio. A veces puedo observar de un vecino de tren lo que ocupa su atención, juegos y tonterías. Lo domina con la pasión que podría sentir un aprendiz de filósofo con las obras de Platón o de Kant.

El “Gran Hermano” de Orwell ha sido reemplazado por un ente anónimo que domina las mentes de todos estos alienados. Los va imbecilizando, los convierte en zombis y van como borregos en el mundo gastando sus existencias.

Un triste panorama de una masa, que a la manera de la descrita por el genial escritor, será siempre más dúctil para manejarse en cualquier dirección.

Una visión me ha llevado al laboratorio humano del analista Freud. Yacen en millones de sofás los siete mil millones de pobladores de nuestro planeta. Con un macroscópio, copiado de los microscopios, ausculta el alma de sus pacientes. Descubre a través de la herramienta predilecta del sabio, el sicoanálisis, una terrible alienación –otra- el homo sapiens ha sido subyugado por la bola. Puede ser una extrapolación de la madre Tierra, al fin y al cabo los planetas son redondos. Un complejo de Edipo universal. Se busca a la madre, no se puede prescindir del ser que nos ha dado la vida, a quien debemos la existencia. Es una negación a cortar el cordón umbilical, dice, mientras pensativo acaricia su barba poblada, canosa y fuma su pipa.

La madre está simbolizada en el balón de fútbol, que a su vez es la madre Tierra. Semana a semana, o día de por medio, en los estadios se revive la existencia, su origen, su razón de ser. Cada gol, recuerdo del coito original, se resucita el momento de la creación.

Freud le grita a sus pacientes, están dominados por el balón, alienados, subyugados. Esclavizados. El nuevo “Gran Hermano” de este planeta es Messi. Y se atreve a dar la enorme consigna, hay que eliminar esa terrible alienación, el flagelo macabro, debemos destruir todos los balones, acabar con la FIFA, antes que la imbecilización sea irreversible, definitiva, total, se destruyan las pocas neuronas existentes, y se pierda todo trazo de civilización…de los millones de divanes se levanta la masa, la muchedumbre, enfurecidos, trasformados en trogloditas y avanzan para linchar al sabio. Este hace lo único que podía hacer para defenderse, se despierta y sale de la pesadilla.

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