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Don Joaquín y la magia de la guitarra

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Por: Germán Borda, especial para Libros y Letras.

Don Joaquín con su bastón ciego
Rehace a Aranjuez en esculturas de humo,
Busca la mano y la guitarra…
Se los niega la vida, se los cede
El sueño.

Doña María era una mujer muy pequeña, en esa época los españoles eran, por lo general, bajos. De abrigo negro, antiguo, pero impecable pese a algún brillo producto del largo uso y la pobreza. Los recuerdos me llegan algo confusos cuando me pongo los binóculos al revés. Era profesora de solfeo, una de las materias más aburridas y tributo obligatorio de quien desee ser músico. En esa permanencia corta en nuestro conservatorio, supe por primera vez de la existencia de los Rodrigos. Ella era compositora, víctima del franquismo, había huido de España y sobrevivía como muchos de sus coterráneos a las inclemencias del destierro. Doña María Rodrigo ignoro si fue parienta, medio hermana o prima del gran Don Joaquín uno de los más notables compositores españoles de todos los tiempos. Durante mucho tiempo supuse que era su hermana, me equivocaba, tal vez, puede ser hija de un primer matrimonio. En fin…

Varios personajes de gran relieve se refieren a Aranjuez, Schiller la cita en una de sus obras de teatro, cuando dice, “los bellos tiempos de Aranjuez se han terminado”. Varios pintores se han sentido incitados por la belleza de sus jardines y los han llevado a sus lienzos, citemos a dos de los principales. El italiano Francesco Battagioli, quien plasmó su palacio desde diversos ángulos, creaciones que hoy se codean con los principales genios de la pintura en el Museo del Prado. El admirado Fernando Botero con inigualable humor, pone a unas señoras muy robustas -como son la mayoría de sus modelos- escuchando el famoso concierto de Aranjuez.

Esta pequeña ciudad, maravillosa en su trazado urbanístico, sus jardines y palacio, fue sede del gobierno español, cuando España dominaba el mundo, donde se trasladaba en la primavera.

Pero pese a la importancia de quienes se han ocupado de ella es Don Joaquín Rodrigo, con su famoso “Concierto de Aranjuez” para guitarra y orquesta, quien la ha inmortalizado.

La vida de un ciego, el mundo, su horizonte es una incógnita que debe imaginar. Se presenta a su existencia como un conglomerado gigantesco de obstáculos. Quizás en los sueños aparece un planeta de imágenes y el invidente no desea despertar al espacio cerrado de las tinieblas. Tal vez Don Joaquín recobraba los pentagramas y escribía sus obras al amparo de las noches. Inválido desde los tres años se las arregló para estudiar música, viajar, componer pese a la adversidad. Hoy su concierto es una de las obras más escuchadas del siglo XX y sin duda la de mayor audiencia de habla hispánica. En ella trata temas propios del folclor, muy rico, de la península y hace gala de un conocimiento exhaustivo del viejo instrumento heredado de los árabes, la guitarra. La versión de García Navarro, -compañero mío de clase, y quien estrenó mi orquestal tres, profesor ocasional de mis conocimientos de dirección- con Yepes, es de las más recomendables.

Aranjuez ha retribuido a Rodrigo con monumentos a su obra y un busto. Don Juan Carlos, hoy en uso de buen retiro, lo nombró marqués. Un mausoleo, algo pesado, con una guitarra en mármol tiene dos inscripciones; en ella puso la confianza el corazón de su marido, se refiere a su mujer Victoria, lazarilla y descriptora de la ciudad y otra; mi vaso es pequeño, pero bebo en mi vaso, supuestamente del compositor.

No existe ninguna alusión a los personajes a quien está dedicado el monumento, y que están allí enterrados, tanto que un visitante desprevenido jamás podría averiguarlo. Un pequeño descuido.

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