Por: Germán Borda, especial para Libros y Letras.
A veces la televisión nos traslada a momentos pasados, películas viejas, que son de sumo interés. Se recupera así el tiempo perdido. Hace poco vi una creación ya con años de vigencia, La misión, trata de un tema muy controvertido, las reducciones creadas por los jesuitas en el Paraguay. En ese film se magnifica la labor de la iglesia y se giran cheques en oscuro sobre la manida leyenda negra de la conquista española.
La realización usa la historia un poco a su acomodo pero señala cosas ciertas, los logros en un estado socialista, el primero y con más duración, prolongación de las reglas de la orden jesuítica. Una arquitectura, que si bien absorbe influencias del barroco, tiene respiro propio y la música. Creadores y coristas notables y creación artesanal de instrumentos de cuerda. Contra los resultados se han manifestado varios intelectuales y analistas, también historiadores que argumentan la esclavitud a que fueron sometidos los nativos, incluso que existía la pena de muerte. Que la “compañía” sacaba enorme provecho del trabajo gratuito de los guaraníes.
En fin, no voy yo a terciar en un tema tratado por personajes de mucha más sapiencia y enjundia que la mía. La película es de una belleza innegable, el escenario prestado por el suelo paraguayo, es maravilloso. Las cataratas del Iguazú, un comodín, pues las reducciones no estuvieron en ese lugar, pero un acierto como espectáculo.
Sorprende el logro musical. Ennio Morricone, realizador de la música de fondo, demuestra sus dotes de gran creador, aunque la prueba del verdadero compositor musical está en la estructura, amplía, abierta, sólida y aquí solo podemos juzgarlo en trozos. Como es habitual en el cine. Ignoro si se inspiró en la capacidad de los indígenas en lo musical, que sorprendió a todos los que entraron en contacto con su ejercicio.
Y hay que enfatizar lo notable de ese resultado, el de los nativos, de primera magnitud, demostrando un capital quizás aún por explotar de nuestro pueblo. Los venezolanos han dejado con la boca abierta a los más exclusivos escenarios de Europa, son los alumnos del Profesor Abreu, educador eximio. El gran maestro, hoy desaparecido, Claudio Abbado, pasaba meses enteros en Venezuela, observando ese acontecer asombroso. Intérpretes, directores, solistas, cantantes, agrupaciones de todo tipo.
Los iberoamericanos y los asiáticos, al seguir las enormes corrientes de la música occidental, han demostrado con creces algo que los científicos de la música siempre han sostenido, que existe una raigambre, una conexión entrañable con la naturaleza. Que en ella, al descubrirla, existen los caminos de la creación, los que siguieron Bach, Mozart, Beethoven, para señalar solo algunos compositores. Y que esta conjunción, que hace siglos descubrieron los griegos, es propiedad de todos los seres humanos.
