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Un trabajo y un libro que no se oxidan

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Tomado de Página 12/ Buenos Aires. Burguesía y gangsterismo en el deporte se editó por primera vez en octubre de 1974. El periodista, que con su aguda visión inspiró a varias generaciones, dejó sentadas en él sus ideas sobre el fútbol y sus miserias. 

En La Divina Comedia, su célebre tocayo Dante Alighieri creó los nueve círculos del infierno. Si ese viaje imaginario por los peores pecados lo hiciéramos por la obra de otro Dante, nuestro Dante Panzeri, su libro Burguesía y gangsterismo en el deporte sería el manual más detallado de las inmundicias que rodean al fútbol. Con un lugar más que reservado a los corruptos, los violentos, los obscenos, los obsecuentes, y todos aquellos a los que el periodista rosarino cuestionaba, ése, su segundo y último trabajo, cumple este mes cuarenta años de su aparición. Publicado en octubre de 1974 por Ediciones Líbera, sus 414 páginas son un repaso a las miserias deportivas que él, con su maestría y agudeza, percibió, documentó y analizó como nadie entre sus colegas contemporáneos. Porque, como escribió en el breve prólogo del libro –la joyita que anticipa al tesoro que está por leerse–, “Yo solamente puedo darle protesta para defenderlo de quienes lo destruyen. Con lo que creo que construyo”. Burguesía... fue su contribución más grande a ese deporte que amaba tanto. 

Desde cada título de los 32 capítulos, Panzeri ya sitúa con precisión quirúrgica los problemas que abordaba en sus columnas (se calculan unas 15 mil), durante cuarenta años de periodismo: La defunción de los ejemplos; El maldito y oprobioso triunfo moral; Ojos vacíos en el negocio de llenar los ojos; A menor dinero menor es el dramatismo corruptor; Orgías con dinero ajeno; Cómo se roba legalmente un club a sus propietarios; Periodismo: culpable nunca compareciente... son algunos de los tramos en que se divide la obra que él pensaba –lo escribió en el prólogo también– “puede servir para testimoniar un proceso que veo deliberadamente ocultado por el periodismo, alguna vez encargado de documentarlo”. 

Capital Intelectual reeditó Burguesía... en 2011, por lo que se supone puede conseguirse todavía en las librerías. Una edición original de 1974 ya sería más complicado obtenerla. El autor de esta nota encontró un ejemplar en la década del ’80, en una mesa de saldos de la avenida Corrientes. La tapa color naranja tiene una caricatura de Panzeri, sentado sobre un televisor y con una pelota dibujada en su pelada. La mirada inescrutable del hombre que pensaba y hacía pensar todavía nos interpela desde esa portada que Líbera editó tres años y medio antes de su muerte, ocurrida el 14 de abril de 1978. 

Su redacción plagada de barroquismos es una marca de fábrica en toda su obra. En el capítulo que abre el libro, “El atrofiado hipertrofiado”, escribió: “Tanto hay de cofradía masónica en el actual deporte industrializado y politizado, que sus organizaciones rectoras distribuyen títulos de domésticas distinciones en el estrecho ámbito de sus cerrados cenáculos”. Panzeri combina esos arabescos propios de su estilo con definiciones muy precisas sobre el poder del fútbol. 

Refiriéndose al Julio Grondona de los años ’50-’60 –por la influencia que tuvo en el fútbol– dice de una creación del dirigente Valentín Suárez: “su gran innovación, dos campeonatitos moribundos por año en lugar de un gran campeonato anual”. Cualquier semejanza con lo que vino después no es pura coincidencia. La pluma de Dante ya anticipaba que esos dos torneos eran “una muestra de este derrumbe comercial de un fútbol mal comercializado por ultracomercializado”. El promedio en la venta de entradas se había desplomado desde 1954 (el año con mayor concurrencia de público de la historia) a menos de la mitad en 1973. Solo la TV salvaría al fútbol de su inevitable bancarrota colectiva y hasta ahí nomás. Pero ésa es otra historia. Panzeri no llegó a verla, aunque hubiera escrito sobre ella con idéntico rigor crítico. 

Visionario, sostenía que “la humanidad está demasiado ocupada en problemas vitales. No tiene tiempo ni lugar para ocuparse de un problema menor como el deporte. Pero que algún día lo tendrá que hacer, y muy a fondo, es cosa de la que no dudo”. 

Tampoco se bancaba que se inventaran deportes. O que se les diera ese status a juegos de cartas como el bridge, incluso dentro del movimiento olímpico. En Burguesía... apuntó: “Nótese que en aquella distribución de distinciones que hizo la Confederación Argentina de Deportes, logró cabida el bridge, al que nadie había imaginado un deporte, y sin embargo parece serlo con ese reconocimiento que quizá hubiese sido más apropiado para el truco o el chinchón, en tren de nacionalismos”. 

Su vehemencia para decir lo que pensaba o ponerlo negro sobre blanco en un artículo adquiría la dimensión de cruzada cuando lo hacía con determinados temas. Uno de sus blancos fue el Mundial ’78, cuya organización recayó en la última dictadura, aunque la FIFA se lo había otorgado antes a la Argentina. “El pueblo nunca votó por el Mundial ’78. Y el pueblo sabe que ese Mundial ’78 le costará sangre que le está faltando para regar sus venas.” 

Bien podría acompañarse su crítica sobre el Mundial –que comenzaría un mes y medio después de su fallecimiento– con otro concepto que Panzeri cita en el libro: “Hay casos en lo que lo disparatado, por constante, llega a parecer tanto o más fuerte, como lo razonable por ausente”. El periodista cuestionó casi en soledad la Copa del Mundo. Como también lo hizo con hechos que, para él, dañaban la imagen del juego limpio. 

Se enroló en esa corriente desde sus comienzos. Lo dejó expresado en cientos de artículos y en Burguesía... quedó registrado en el capítulo El happening de la incivilización y la barbarie, cuando se refiere a un crimen cometido en el campeonato Sudamericano de 1924. El autor era un hincha argentino apodado Pepito que asesinó a un hincha uruguayo. El periodista escribió que su relato de aquel episodio era “un pequeño exponente de la realidad de que el fútbol ya estaba sucio aun en sus épocas consideradas limpias”. 

Panzeri admiraba al filósofo Ortega y Gasset, a quien cita en el libro más de una vez. “Está bien alguna dosis de fútbol. Pero ya tanto es intolerable”, sostenía el español, pensamiento que él suscribía. Sin embargo, sobre el juego que más disfrutaba –aunque reivindicaba el espíritu del rugby, del que escribió “hace algún tiempo parecía impoluto”– rubricó un pensamiento que aún tiene vigencia: “Muchos son los problemas de difícil solución por escasez de dineros. El del fútbol es quizás el único en el que las soluciones son difíciles por abundancia de dinero”. 

Elogiaba también al Santos de Pelé, fustigaba al Estudiantes de Osvaldo Zubeldía, defendía a los clubes porque son patrimonios levantados por los socios, criticaba los métodos estrambóticos de entrenamiento como correr gallinas o jugar con pelotas de rugby para ejercitar la reacción ante lo sorpresivo. No hubo tema que él dejara de tocar en este libro clave para entender una matriz de corrupción, despilfarro, chauvinismo, relaciones promiscuas con el Estado, intromisiones de los gobiernos y la gran responsabilidad que le atribuía a la prensa en la construcción de sentido. No en vano, el capítulo “Periodismo”: culpable nunca compareciente, es el más largo del libro. Tiene 47 páginas. Y lo cierra con una frase a la que hoy nadie podría restarle vigencia: “El periodismo es quien menos cree al periodismo capaz de voltear a Nixon por inmoral. Es el mayor agente de falsificación de la vida”.

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