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Entrevista, Javier Riba,

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Javier Riba,
uno de los destacados escritores panameños
habla de su literatura
y de la relación entre Colombia y Panamá 


Nos hemos enriquecido tremendamente con la presencia colombiana en nuestro país. El secreto está en apreciar lo bueno de la otra cultura y esto se está dando naturalmente 


Por: Jorge Consuegra (Libros y Letras

Todo es fugaz. Llega Javier Riba a Bogotá, se hospeda en el Marriot, se va a trabajar a la siguiente hora, llega al caer la tarde completamente exhausto, se toma un baño y se pone a leer. Y lee incansablemente, dos o tres horas. Al día siguiente trato de robarle un par de minutos para hablar de sus libros, de su literatura, de la pasión que siente por Julio Verne, pero especialmente por Erich Fromm y Brian Weiss, hablar de Panamá tan cercanos pero a veces tan lejanos, como si estuvieran en otro continente. 

Javier me entrega su más reciente novela El lunar eterno y yo le dejo varios libros de autores colombianos “para que nos conozcamos más, para que nos queramos más”. Con él y con Ramón Fonseca, Rosa María Britton, Ernesto Endara, Enrique Jaramillo y especialmente con Ricardo Ríos nos une una entrañable amistad, muy, pero muy cercana, porque creemos en la magia de los libros, en cómo se crean puentes para entendernos mucho más sin tener que saltar las fronteras multicolores. 

- ¿Cómo fue su mundo con los libros en tus años de infancia? 
- Empecé a leer muy temprano (5 años más o menos). Julio Verne, me los devoré todos. Luego, pasé (por obligaciones de la escuela) a leer la literatura española clásica que, para esa edad era de lo más aburrido. No la vine a entender y a apreciar hasta hace poco, en parte por las reflexiones del profesor Ricardo Ríos acerca del Quijote. De allí, después de ese golpe al amor por la lectura, me sobrepuse y volví a encontrar libros interesantes. El retorno de los brujos me marcó, pero mis preferidos fueron los libros de Erich Fromm y todo lo que fuera sociología y psicología social. Me devoré mil y un ensayos y muy pocas novelas, más que todo hasta los 15 a 18 años. Aunque aquí me voy alejando de la infancia... A partir de ese momento devoré todo lo que encontré a mi paso. 

- ¿Quiénes fueron metiéndolo poco a poco ese mundo del intelecto? 
- Mi abuelo. Cuando vio que me gustaba leer sus revistas Bohemia y Carteles desde los 5 años, decidió estimular mi lectura comprándome la colección de Juio Verne y además me regaló una suscripción de la Enciclopedia Temática. Como era temática, no era aburrida, o mejor dicho, no era solo para consulta. Después, en la escuela, como dije, lo obligatorio, hasta que llegó un profesor, como en segundo año, de literatura. Soy malo para aprenderme cosas de memoria. Tener que saber cuándo nació o murió Lope de Vega o Garcilaso me aburría enormemente. Así es que en el primer examen que nos puso, en lugar de contestar lo que había preguntado, decidí escribir una historia corta (no me acuerdo de qué). Lo hice con mucha corrección ortográfica porque sabía que esto era una especie de manía de aquel profesor. La historia tenía estructura y la armé justo allí, durante el examen. Fue una acción totalmente alocada, teniendo en cuenta que aquel hombre tenía una fama terrible. Me puso 5 (la nota más alta de la clase, con un comentario: “No se lo digas a nadie”). De allí empezó a sugerirme libros diferentes para leer y me animó a escribir algo por aquí y otra cosa por allá. Le debo mucho a Laurentino Díaz

- ¿Qué libros recuerda especialmente en aquellos lejanos años? 
- Como dije, empecé con Julio Verne, pero rápidamente me gradué hacia El arte de amar, El retorno de los brujos, Valentín Corrales el panameño (un novelón poco conocido), La rebelión de las masas, Un mundo feliz, Narciso y Goldmundo... y muchos otros. 

- ¿Compartía en su casa la alegría de los libros con sus padres, hermanos y amigos? 
- En realidad no. Aparte de mi abuelo, no podríamos decir que en mi casa se leía mucho. Y con mis amigos de aquellas épocas, menos. Aunque compartía las actividades sociales y recreativas de la niñez y juventud, siempre tuve o conseguía el tiempo para divertirme en algo que la mayoría no podía creer que fuera divertido: leer. 

- ¿Qué autores empezó a leer ya en su adolescencia y juventud? 
- Louis Pawels, Erich Fromm, Arthur Schopenhauer, José Ortega y Gasset, Hermann Hesse, Muchos.... 

- ¿Cuándo empezó a escribir tus primeros cuentos? 
- Desde la escuela, así como poemas. Escribí mucho y guardé poco. Mi hermana rescató mis poesías que algún día publicaré, pero no pensaba que aquellas cosas pudieran ser importantes así es que descarté muchos cuadernos donde escribía cuentitos y “locuritas”, muchas veces en los propios cuadernos de apuntes de la escuela y luego en la universidad. 

- ¿A qué edad decidió sumergirse en el mundo de la literatura? 
- La literatura formal, como escritor, hace relativamente poco, más o menos en los noventas. Pero siempre escribí de todo. Incluso antes de eso, escribía cursos de “dirección de empresas” y cosas por el estilo que se publicaron en boletines de la compañía donde trabajo. Por allí deben estar y algún día armaré un libro sobre dirección humana de empresas con todos aquellos trabajos. Hay muchos proyectos y por eso no temo retirarme del trabajo formal... 

- ¿Cuál es el tema central de su novela Las vertientes del cielo
- Las vertientes del cielo es un estudio novelizado sobre las sensaciones del ser humano. Fue el resultado de una investigación sobre los centros de energía (Chakras) y su relación con energías, colores y los diferentes seres espirituales asociados con ellos. Parece una historia común pero hay más para quien vea más profundo. Esto pasa igual en mis otras novelas. 

- ¿Cómo respondieron sus lectores cuando publicó La segunda ley
- ¡Bien! Pero hubo de todo, desde quienes dijeron que era erótica hasta quienes dijeron que era una voz de alerta sobre los daños que hacen las grandes empresas a nuestra madre tierra. La controversia siempre me parece interesante e indica que mi trabajo es analizado además de simplemente leído. Me sorprendió lo bien que fue recibida por los estudiantes de ingeniería. Después de todo era sobre una ley de la termodinámica, la segunda, la de la entropía y esto resulta interesante a los ingenieros. Todavía recibo comentarios diversos. 

- ¿Qué lo impulsó a crear un personaje tan hermoso como Sonia Gómez en su más reciente novela El lunar eterno
- ¡La mujer! Es una novela que habla de la mujer en todas las épocas y en todas sus manifestaciones, con sus pasiones y sus virtudes. Erich Fromm debía estar acompañado de alguien especial. Después que investigué un poco más sobre mi autor favorito, me sentí muy cómodo poniéndole al lado a una gran mujer, con debilidades, pero al fin y al cabo una mujer que pudo estar a la altura del gran hombre. En ese momento histórico Fromm era viudo y empezaba una nueva relación que terminaría en su tercer matrimonio. Qué mejor momento para armar la novela, humanizar a Fromm y hacerle compañía con Sonia Gómez. 

- ¿Por qué Erich Fromm y Brian Weiss como protagonistas de su obra? 
- Erich Fromm es mi autor favorito, de siempre. Al principio pensaba hacer una novela donde el eje fuera el eterno conflicto entre el ser y el tener. Pero después, como todo trabajo literario, se convirtió en lo que es, algo diferente a lo originalmente planeado. Erich Fromm me pidió que lo pusiera en la obra y allí está. Brian Weiss sirvió para establecer la metodología que nos permitió viajar con el lunar eterno a través de la historia. 

- ¿Cuál fue la mayor dificultad que encontró en la redacción de El lunar eterno
- Temas variados, tiempos simultáneos, no perder el hilo, armar una trama diversa y que tuviera un mensaje claro, otros muchos no tan claros y algunos por descubrir por cada lector. 

- ¿Cree que es una novela existencialista o para reflexionar o para hacer un “barrido” por el mundo intelectual actual? 
- Me gusta esa pregunta. Es experimental, pero como mis otras novelas, quiero que el lector reflexione, que saque sus propias conclusiones y que se divierta además. Me encantó eso de hacer un “barrido”, que se puede interpretar de muchas formas. Ojalá que intelectuales se sientan aludidos, que santurrones se sientan ofuscados (aunque busquen deliberadamente los pasajes eróticos en sus momentos de soledad), que mujeres se sientan identificadas y enaltecidas, que eruditos me critiquen, que esotéricos, futuristas, historiadores y cuentistas se diviertan cada uno en lo suyo. 

- ¿Tiene entre manos otra novela? 
- Siempre. Se irá armando poco a poco. Todavía es una nebulosa sin orden. 

- ¿Cómo va el mundo de los libros en Panamá? 
- Bien. Creo que el problema de la literatura en Panamá (y en todo el mundo), es que los libros son prácticamente inaccesibles económicamente. Por eso es que creemos en el poder de las bibliotecas, armarlas donde se pueda y en hacerle llegar los libros a todos y a todas, como sea y donde sea. Una vez que las personas pueden tener un libro en sus manos, la literatura fluye. Hay que hacer que los panameños tengan libros en sus manos. Por eso la labor tuya o del profesor Ricardo Ríos tiene tanta importancia. 

- ¿Qué nos hace falta para hermanarnos más colombianos y panameños? 
- Somos muy hermanos y apreciamos lo bueno de cada uno. Acabo de estar en Colombia y me sentí muy bien. En Panamá creemos que los colombianos tienen cualidades que los hacen llenar nichos muy importantes en negocios y otras actividades culturales. Nos hemos enriquecido tremendamente con la presencia colombiana en nuestro país. El secreto está en apreciar lo bueno de la otra cultura y esto se está dando naturalmente. En Panamá hay más de doscientos mil colombianos, legando calidad y actitud positiva de vida (y haciendo mezclas maravillosas - mi hijo se acaba de casar con una barranquillera). La literatura es un vehículo, por supuesto, a nivel intelectual, pero hay muchos otros niveles de interacción positiva que se están forjando naturalmente. Por supuesto, está la invasión económica colombiana, la compra de empresas panameñas por mega compañías colombianas, y otras arrolladoras influencias que no te sabría decir si son del todo buenas; supongo que algunas lo serán, otras no tanto. Si me piden que llegue a una conclusión sobre el tema, creo que tenemos a los vecinos más maravillosos del mundo: inteligentes, comprometidos, educados, emprendedores, inventivos, solucionadores, positivos, chistosos, alegres, talentosos, amables, y, aunque me apliquen uno de esos epítetos tan negativos, debo decir que tienen las mujeres más hermosas del universo conocido. En alguna ocasión pensé en hacer que Sonia Gómez fuera colombiana, pero me fue un poco complicado.

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