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Entrevista, Fernando González

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No. 6.835, Bogotá, Lunes 29 de Septiembre de 2014 

Fernando González
acaba de publicar la novela
La vida es Rosa sobre lo sucedido a Rosa Elvira Cely
en el Parque Nacional de Bogotá. 


Fue un hecho que se clavó en las fibras más sensibles de la conciencia ciudadana, como un fantasma que no nos deja dormir tranquilos 


Por: Jorge Consuegra (Libros y Letras

Fernando González recibió la noticia de la muerte de Rosa Elvira Cely como un jab de izquierda directo al corazón; no podía creer que esto hubiera sucedido a tan pocas cuadras del colegio en donde estudiaba y luego a casi nada de una Estación de Policía y de dos centros asistenciales: el hospital San Ignacio y la clínica Palermo. Desde ese mismo momento se dio a la tarea de rasguñar la vida de Rosa Elvira, saber de su vida, su mamá, sus hermana, hija, allegados y hasta entrar e dialogar con el abogado De La Espriella para saber, de primera mano cómo había sido todo el proceso contra el agresor. 

- ¿Su mundo siempre ha sido el del periodismo, el del investigador o el del historiador? 
- De estos tres, yo diría que el de la investigación. Intento convertir los datos en sensibilidad e imaginación literaria. Trabajo con un gran volumen de información pero siempre me dejo llevar por la intuición, pues es desde allí que se pueden experimentar los enigmas humanos que esconde cada hecho personal o social que nos impacta. Si se quiere, es una batalla contra los significados que circulan en la vida cotidiana, carentes muchas veces de preguntas y repletos de racionamientos engañosos. Ese es el reto de la investigación en la literatura. 

- ¿Por qué quiso escribir un relato sobre los desaparecidos del Palacio de Justicia en su novela Vivir sin los otros? 
- Cuando me acerqué al evento del Palacio de Justicia en el 2003, tuve la intención de penetrar en la memoria nacional, fue un caso que atravesó a mi generación, ante el que todavía estaba asombrado. Aunque había varios libros sobre la toma, ninguno tocaba el drama de los desaparecidos como tal, mucho menos en un género como la novela. Dos años después el proceso contra los militares implicados se abre y en adelante se convierte en una verdadera trama judicial y política que intento retomar en toda su complejidad. 

- ¿Cómo fue la reacción de los lectores frente a este hecho que conmovió y aún conmueve al país? 
- Aparte de periodistas, escritores e historiadores, el libro Vivir sin los otros, relativo a los desaparecidos del Palacio de Justicia, ha circulado entre los jóvenes, los estudiantes y los docentes de varios colegios y universidades. La novela atrapa, conmueve, aclara evidencias y provoca muchas preguntas subjetivas y colectivas sobre los efectos del conflicto en Colombia. He percibido que los lectores se identifican con los personajes, se sumergen en su universo, se solidarizan con su tragedia, hallan algo de sí mismos y aceptan el manejo del tiempo que constituye su estructura. 

- ¿Por qué ha decidido escribir sobre el aberrante caso de Rosa Elvira Cely
- Cuando ocurrió el caso de Rosa Elvira me encontraba con un grupo de estudiantes de la Universidad Pedagógica que adelantaba sus prácticas en el colegio Manuela Beltrán, donde estudiaba ella y también su victimario. El impacto fue terrible. El tratamiento que se le da a estas situaciones muchas veces es banal y sensacionalista. Fui dándome cuenta que el hecho, desde el punto de vista noticioso, paralizaba a la sociedad y que era importante apoyar con la literatura la lucha contra lo que hoy llaman el feminicidio y la violencia hacia las mujeres. En realidad, cuando empecé a escribir sentí que era un compromiso. Ahora que se publica, entiendo que se logró crear un lenguaje para hablar desde el fondo del alma entre hombres y mujeres de nuestra condición en este mundo. 

- ¿Fue una decisión junto a Alfonso Carvajal
- De acuerdo, Alfonso Carvajal ya había sido editor del libro Vivir sin los otros en Ediciones B, y desde entonces iniciamos una especie de camino literario, descubriendo formas y matizando un estilo entre la ficción y el testimonio. Desde el primer momento Alfonso creyó en el proyecto, discutimos los borradores y sus aportes fueron esenciales. 

- ¿Cómo fueron las primeras imágenes para iniciar el proceso de construcción del libro? 
Las primeras impresiones las recibo con la angustia de los estudiantes y maestros del colegio Manuela Beltrán. Entre el 24 de mayo del 2012, que fue hallada Rosa Elvira en el Parque Nacional y el 1 de junio que fue capturado su agresor, la zozobra era total. Cuando las acciones cruzan un límite, se vuelve muy difícil su asimilación. Fue un hecho que se clavó en las fibras más sensibles de la conciencia ciudadana, como un fantasma que no nos deja dormir tranquilos. Eso fue lo que sentí apenas escuché la noticia sobre la agresión a Rosa Elvira

- ¿Por qué no un documento periodístico e histórico y sí una novela? 
Aunque el libro sea muy fiel a los hechos, la novela permite crear una atmósfera particular, profundizar en la historia de vida de las personas, tanto de Rosa Elvira como de quienes estuvieron cerca de ella; especialmente de la hermana, quien emprende una lucha titánica para que el caso no quedara impune, pero también de su madre, su hija, su hermano, sus primas y sus amigas. Algo importante de la novela es que permite conectar dentro de un hilo narrativo aquellos acontecimientos que en el mundo normal están dispersos y nos llegan como voces fragmentadas, muchas de ellas inundadas de prejuicios. 

- ¿Cómo logró la documentación jurídica sobre el caso?¿Lo apoyaron en la redacción o verificación de datos algunos abogados? 
- En primer momento recibí el apoyo del doctor Abelardo de la Espriella, quien llevó el proceso penal, me dejó revisar el expediente y con quien estoy muy agradecido. Pero fue muy importante la disposición de la Unidad de Delitos Sexuales de la Fiscalía a compartir información e hipótesis sobre el caso. La presencia en las audiencias también fue fundamental. Ahora hay un nuevo equipo de abogados como Germán Romero y Jorge Molano, quienes vienen madurando el proceso judicial en la perspectiva de la reparación integral. 

- ¿Qué novedades periodísticas trae La vida es Rosa
Por un lado, la presencia de personajes como su hermana, quien se nos convierte en un verdadero ejemplo para la lucha por los derechos de las mujeres. Por otro lado, el acercamiento al perfil del homicida y las posibles formas de reconocer este tipo de personas en la sociedad. Pero mostrar la inoperancia de las autoridades es algo que nos lleva a reflexionar sobre las verdaderas condiciones para proteger la vida de las personas en un país como Colombia, que paradójicamente está tan controlado a nivel legal e ilegal. 

- ¿En qué género podemos incluir su libro? ¿Novela Negra? ¿Policíaca? ¿Documento periodístico? 
- Me quedo con la definición que le ha dado el profesor de la Universidad Pedagógica y crítico literario Camilo Jiménez a mi trabajo. Él lo denomina novela histórica, muy acorde con una literatura de la memoria. 

- ¿Cree que este es documento coyuntural? 
- Es de coyuntura y es de memoria. De coyuntura, porque apoya los derechos de las mujeres, desde una campaña pedagógica que han respaldado organismos como El Parlamento Andino, la Secretaría Distrital de la Mujer, Casa Ensamble y la Secretaría de Educación, entre otros. Es de memoria, porque más allá del momento deja una huella en el transcurrir de nuestro tiempo y permite comprender y aprender del dolor algo que no podemos seguir aceptando en nuestro país. 

- ¿Será que mañana seremos olvido con este caso que impactó a la ciudadanía bogotana? 
- Desgraciadamente los antecedentes nos dicen que el país olvida los dramas en medio de su propio padecimiento, sin embargo, este tipo de trabajos invitan a romper el silencio, que es uno de los males que favorecen los delitos sexuales. Denunciar, discutir y reconstruir los sucesos, por dolorosos que resulten, es un paso importante para prevenir todo tipo de violencia. No se trata de recordar pasivamente, sino de afrontar con decisión los esquemas que mantienen las relaciones desiguales y el ejercicio de poder en la sociedad. En este caso, la cultura patriarcal.

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