Por: Edmundo Díaz C./ Villavicencio/ Colombia. Partió al infinito la gran escritora e investigadora Silvia Aponte. Se fue sin irse. Sus despojos mortales cumplieron la cita inevitable con la tierra en su patria adoptiva Villavicencio. Su vasta obra literaria, valiosa por demás, seguirá haciendo presencia viva entre lectores y estudiosos de la tradición llanera, de la que esta autora fue genuina representante.
En Silvia se conjugó armónicamente la reciedumbre de la mujer llanera, con la universalidad de la artista de la palabra escrita, pero también de la oralidad, al ser excelente conferencista sobre temas del quehacer del escritor y de la tradición orinoquense.
Por su condición de sencillez, con esfuerzo y talento debió abrirse paso entre el mundillo de críticos de oficio que en sus comienzos quisieron marginarla y opacarla y que finalmente debieron reconocerle sus méritos y hacerle la venia.
Con La catira María Eucadia (1.980), libro de cuentos que contiene la narración con la que ganó el concurso de cuentos que tuvo como jurados a Álvaro Mutis, Juan Gustavo Cobo Borda y al doctor Umaña (1.975) y Las guajibiadas (1.983), considerada después de Doña Bárbara la mejor novela del llano, entró por la puerta ancha en el ámbito literario de la orinoquia, en donde obtuvo los mejores reconocimientos que se otorgan a personas que se destacan por sus logros.
Nacida en Puerto Rondón (Arauca) se inició en la producción literaria en La Puerta del Llano a donde llegó en 1.960, para quedarse y constituir una familia al lado del dirigente sindical Rafael Torres con quienes procrearon a Rafael -lector consumado y buen literato- fallecido tempranamente, a Marleny, Silvia Liliana, Ivón, Hamilton -poeta- y José Ángel.
De gran vocación creadora, Silvia se posesionó como la gran narradora del llano. La calidad e inventiva de que hizo gala desde sus inicios, le permitió atrapar y mantener a lo largo de su trayectoria a miles de lectores, que estaban pendientes y a la espera de sus nuevas creaciones.
Aunque forjó una posición respetable y de admiración en Villavo, ciudad que la apoyó y destacó, siempre habló y se presentó en los grandes escenarios como araucana y muy orgullosa de serlo.
De su obra, además de las mencionadas, quedan para deleite de los lectores, las novelas, Capitán Guadalupe Salcedo, Rompellanos, Amazona del viento, Guayare, Verónica Escalante, El imperio del samán. Esta última escrita hace varios años con la intención de titularla José Paz y el diabólico samán, pero que al tener un sueño revelador que le indicaba que al publicarla moriría, se abstuvo, y finalmente al cambiarle un poco el argumento, la llevó a la imprenta. En cuentística y de temática juvenil e infantil, mencionamos, “El sapo Toribio”, “Vestida de estrellas”, “El Orinoco y la diosa de cristal”, “Sonrisa de Dios”, “Adriana y su cerbatana mágica”. En poética, también de contexto juvenil e infantil, “Pocatil y Tilín en el reino perdido” y “Tierra, aire y fuego”. De la tradición universal convertidos al llano, “La canoa maravillosa” y de la tradición oral llanera, “Cuatro caballos del tiempo”. De investigación folklórica, “Así me lo contaron”, “Pescador de tradiciones”, “Mamones y merecures”, “El niño de ayer el maestro de hoy”, estas dos últimas inéditas y próximas a ser publicadas por William Pachón, su editor.
