Por: Gustavo Álvarez Gardeazábal/ Tulúa/ Colombia. Cuando se ven las imágenes que publicaron todos los diarios y noticieros de televisión de miles y miles de artistas, titiriteros, lectores y saltimbanquis desfilando por las calles de Cali con carteles de protesta porque les van a cerrar sus centros de cultura, hasta se puede pensar que vivimos bajo una dictadura de los años 50.
Pero si se averigua, como lo he hecho, para saber por cuál razón la Escuela de Bellas Artes, Incolballet, la Biblioteca Departamental y el Inciva, la entidad que maneja los jardines botánicos, se van a clausurar, la sorpresa es mayúscula.
En Colombia la cultura es la cenicienta de los presupuestos. Baste con mirar lo que tiene para funcionar el Ministerio de Cultura. En el Valle es peor, la cultura vale huevo.
Resulta que el Departamento del Valle recoge las platas de sus impuestos través de unas oficinas de rentas regadas por varios municipios del departamento, pero gracias a un señor Obregón que ha manejado la Secretaria de Hacienda sin saber nada de nada, esos impuestos no se han podido recoger este año porque las tales oficinas carecen de lo elemental para funcionar.
Allí, cuando no hay tinta para la impresora, no hay papel para el recibo o no han pagado los servicios de agua y luz o los computadores están averiados. Es la desidia total y como no hay plata porque no la recogen, a la cultura no se la dan.
Los grandes bailarines que triunfan en los teatros del mundo y los músicos que han sostenido el Mono Núñez se unen hoy a mi voz para gritarle a los sicarios de la cultura vallecaucana: ¡basta ya!
