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El dolor de la traición: llega al teatro novela de Arturo Fontaine

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Tomado de La Tercera/ Santiago/ Chile. La vida doble, adaptada por Marco Antonio De la Parra, aborda la delación durante el régimen de Pinochet

Fue en 1304, 1307 o incluso 1308. No se sabe con exactitud. Lo cierto es que por esos años, el poeta florentino Dante Alighieri describió el descenso del protagonista de su obra insigne al Infierno, el primero de los tres cantos de la trilogía La divina comedia. Para Dante, el inframundo tenía la forma de un cono con la punta hacia abajo, con nueve círculos concéntricos que desembocaban en el centro de la Tierra, donde permanecía capturado el mismísimo Satán. Fue en el noveno círculo, el del pecado más grave cometido en vida, donde el autor situó a la traición. También a los traidores. En La vida doble, la novela del chileno Arturo Fontaine de 2010, recién editada en EUA, la traición la encarna una mujer llamada Irene o Lorena. Da igual. No obstante, su historia de acoso captura y tortura durante la dictadura inspiraría al psiquiatra y dramaturgo Marco Antonio de la Parra a repensar escénicamente la premiada novela. Cuatro años bastaron hasta su estreno en el Teatro Finis Terrae, dirigido por la actriz y pedagoga Claudia Fernández (Ojos que no ven), y con Paula Zúñiga en escena. 

“Queríamos contar un trozo, quizá el más oscuro de la historia de Chile, reflejado en una mujer”, cuenta Fernández

Todo parte con la acción. Con Zúñiga al centro del escenario y tres actores vigilándole los respiros, se recrea la escena del asalto a un banco. “Es puramente teatral, pensando en la narración y el lenguaje en que está inspirado”, señala la directora. Tiene algo de Brecht, dice, también de Antonin Artaud. “Pensamos en Paula Zúñiga (Neva) por el desgaste que implicaba para una actriz enfrentar un rol como este. Ella era la indicada”, cuenta De la Parra en su oficina con vista a la calle Pocuro, en Providencia. 

La adaptación, a cargo del también director de la Escuela de Teatro de la U. Finis Terrae, tardó casi cinco meses en llegar al papel impreso. Antes, sin embargo, fue necesario releer hasta el cansancio la novela de Fontaine, quien no participó de su teatralización. “Tomamos como inicio los apuntes que el autor había entregado a un equipo de realizadores audiovisuales peruanos para una adaptación al cine que nunca resultó”, dice el dramaturgo. “En esas recomendaciones, Fontaine dejaba claro que habían hechos que no podían omitirse dentro de la historia, cruzada por la traición y la conversión de esta mujer de guerrillera en agente de la misma central de inteligencia que la había torturado y obligado a delatar a sus compañeros de lucha”, precisa. 

Para Fernández, que se trate de una mujer es crucial. “Hubo muchas mujeres que fueron entrenadas para tomar las armas y dar la vida por sus convicciones políticas. Sin embargo, ese aparte en la dictadura estaba silenciado”. 

Cuando la novela apareció en 2010, trajo de vuelta a los fantasmas de los 70 y un episodio tibio y difícil de enfriar. Lo hizo, además, adoptando la voz de una mujer que, además de guerrillera, era madre. “Ese hecho marca el quiebre en la historia”, señala Fernández. “Hemos intentado ponernos en la posición de esta mujer, quien además se involucra emocionalmente con su torturador. Personalmente, no sé qué habría hecho de haber estado en sus zapatos. Por un lado, guarda un secreto pactado con sangre, y por otro, sabe que la vida de su hija corre peligro”, afirma. Con los ojos vendados, y canciones de Raffaella Carrá y tangos de fondo, Zúñiga revive el episodio, conservando con recelo la oscura esencia de la narración de Fontaine. “Ella no alcanza a redimirse; la traición ya está hecha”, dice la directora.

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