Entrevista, Luz Mary Giraldo

Por: Jorge Consuegra (Libros y Letras) 

Desde que tiene uso de razón, Luz Mary Girado ha estado metida en el mundo de los libros. No sabe más de su infancia, sino de libros, siempre libros, ese es su mundo, vive en él y para él. No existe en su vida algo más extraordinario que compartir con ellos su vida. 

Es una lectora compulsiva y una investigadora como pocas; se conoce la historia de la literatura colombiana como la palma de su mano y cada vez que puede, apoya con quienes están naciendo en este fascinante mundo de las metáforas, las letras y las ilusiones. 

- Sí. Estuve acompañada de libros. Mi padre era un humanista y un músico con pasión por los libros y la lectura. Así que crecí teniendo al frente una biblioteca con libros no de adorno sino desvencijados por el uso. Con ellos yo me entretenía primero buscando láminas y tratando de entender lo que decía el dibujo de cada una de las letras. Después supe que era El Tesoro de la Juventud, hoy entronizado en mi biblioteca. 

- Ya para lectura fueron unos cuentos en un formato minúsculo que mi padre me llevaba permanentemente. Con el tiempo supe que eran los clásicos cuentos de Andersen y de los hermanos Grimm. Pero con el paso del tiempo hubo más: siempre cuento y poesía, mitos y leyendas. 

- De las leyendas recuerdo la de la Cacica Gaitana: soberbia y segura de su raza. Esto fue definitivo para entender la importancia de la identidad. Las leyendas del Tolima con su Mohán y el Nevado Dulima, como era su nombre que, recuerdo nos enseñaban en el colegio, significa “Río de nieve”. Ya adolescente leí con cierta angustia Aura o las violetas de José María Vargas Vila y Cumbres Borrascosas de Emily Brontë; realmente eran lecturas fuertes para una jovencita que en el colegio tenía que leer los fascinantes relatos de la Historia Sagrada. Y leía mucha poesía, la que caía a mis manos. Después supe que eran poetas modernistas. 

- Realmente mi colegio no tenía Centro Cultural. Pero sí era una alumna aventajada con todo lo que estuviera relacionado con la creación literaria, con la lectura y la escritura. Creo que era notable en mí, pues hasta el discurso del bachillerato me fue encomendado. Lo correspondiente a centro cultural lo inventamos un grupo de amigos en la época del bachillerato, como recreación en el barrio de la infancia. Se llamaba “Club Juvenil los Once amigos”. Era un espacio para leer y comentar lecturas. 

- Realmente empecé a decir poesía muy temprano, desde los cinco años, talvez. Pero a escribirla fue a los quince o dieciséis, en el colegio, unida con reflexiones. Y el tema es uno de los que siempre me ha rondado: el paso del tiempo y la pregunta por la vida. El cuento me ha sido esquivo: escribí cuentos para niños cuando me volví mamá y fueron publicados en lagunas revistas literarias, con cierta aceptación. 

- Desde hace varios años me parece muy viva. En narrativa, el fenómeno García Márquez fue un acicate: ¿Cómo escribir bien? ¿Cómo encontrar una voz distinta y elocuente? No creo que pueda explicarse el éxito de la narrativa reciente solamente con la diversidad de autores premiados: es que el escritor se ha vuelto profesional de la literatura. Creo que la narrativa ha ido más adelante de la poesía, que es más convencional, lírica, apegada a la tradición, pues ha sido menos osada: aquí no han progresado las rupturas poéticas. En narrativa por lo menos se acepta que en los ochenta hubo autores de ruptura, desmitificadores, experimentales, aunque las injusticias literarias favorecidas por los medios hoy le den más valor a escrituras más convencionales y a tono con el presente, que no está mal. La revista Arcadia de enero, publicó un excelente balance de los últimos cien años en literatura y otras artes, aprovechando a diversos autores que recomendaron una obra significativa de un autor. Sorprende la mala memoria: cómo pudieron olvidar a Germán Espinosa y La tejedora de coronas, a R. H. Moreno-Durán y su Trilogía Fémina suite, a Rodrigo Parra Sandoval y El álbum secreto del Sagrado Corazón, a Óscar Collazos, a Fernando Cruz Kronfly, a Darío Ruiz Gómez, a Nicolás Suescún, autores definitivos en las rupturas; y dejaron por fuera también a Porfirio Barba Jacob, a León de Greiff, a Fernando Charry Lara, a Giovanny Quessep y María Mercedes Carranza. Todos los ausentes también hablan de lo que es la literatura colombiana, a pesar de los silenciados. 

- Creo que son un incentivo. Un premio no solo visibiliza sino estimula. A algunos, talvez más frágiles, un premio los puede vedetizar. Pero es humano. Un premio es una flor en el ojal y una sonrisa. 

En algunos casos, sí. Es lamentable. Algunos escriben para los jurados y aciertan. 

- Debe ser un compromiso con los lectores, aunque algunas editoriales empujan a determinados autores en sus premios y los comprometen con lo que el mercado quiere leer.. 

- Porque los autores y los editores no creen en la crítica seria sino en la de los elogios o en la que quiere matar el libro. 

- Normalmente los aísla. Ojalá este aislamiento obligue al compromiso con la escritura. Pero el amiguismo a veces ayuda a hacer visibles a algunos. 

- Un libro de poemas y una antología de cuentos para jóvenes, de autores colombianos.