Por: Editorial Ginger Ape/ España. Las crónicas del mítico detective escocés por el Salvaje Oeste ya se encuentran disponibles en formato ebook. Antes que el FBI, existía la Agencia Pinkerton; y antes de que existiera Sherlock Holmes, Pinkerton y sus detectives se enfrentaban a peligrosos criminales y resolvían casos con la misma efectividad y clarividencia que el fabuloso investigador. Allan Pinkerton, el más famoso detective privado de su tiempo, nació en Glasgow en 1819. Siendo aún un muchacho, su padre, un sargento de la policía local, fue herido de gravedad durante una revuelta obrera, perdiendo la movilidad de las piernas y muriendo a los pocos años. Allan debió abandonar la escuela y ayudar al sostenimiento de las cargas familiares. Aprendió el oficio de tonelero, y más tarde, ejerció como artesano independiente. Vivió primero en Montreal y, más tarde, en Chicago, para finalmente establecerse en la pequeña localidad de Dundee, Illinois, donde en 1843 abrió una tonelería. Orgulloso abolicionista, Allan puso sus propiedades al servicio del Underground Railroad, la red secreta de refugios e instalaciones empleada por los esclavos negros para escapar a los Estados libres o Canadá. En 1847, tuvo lugar un episodio que cambiaría para siempre su vida: buscando madera para la elaboración de toneles en una isla despoblada del río Fox, tropezó con una banda de falsificadores. Escapó sin ser advertido y, tras dar cuenta al sheriff del descubrimiento, colaboró en la detención de la peligrosa banda. Fue así que lo nombraron ayudante del sheriff del condado de Kane, para convertirse, ya en 1850, en el primer detective urbano de la policía de Chicago. En 1861, en el curso de una investigación para la Philadelphia, Wilmington & Baltimore Railroad, descubrió un complot urdido por conjurados sudistas para acabar con la vida del presidente electo Lincoln durante su traslado a la capital para la toma de posesión del cargo. Pinkerton quedó entonces al cargo del desplazamiento presidencial, adelantando varios días el viaje y escoltando triunfalmente a Lincoln desde Harrisburg a Washington D.C. Meses más tarde, y ya en plena Guerra de Secesión, recibió la llamada del presidente para organizar y dirigir el primer Servicio Secreto de los Estados Unidos. Durante más de veinte años dirigió con éxito las operaciones de la Agencia (que tenía por divisa un inquietante ojo abierto con el lema we never sleep: nunca dormimos), expandiendo sus oficinas por todo el país y persiguiendo y dando caza a algunas de las más conocidas bandas de forajidos del Oeste americano. Al margen de su desempeño profesional, Pinkerton publicó, con gran éxito de ventas, cerca de una veintena de títulos relatando sus propias experiencias detectivescas (o las de sus empleados), obras que avanzaron en el prestigio y la fama de su empresa y que contribuyeron, en alguna medida, a limpiar su nombre e imagen (amén de dar a conocer sus métodos, tan dispares de los transmitidos por las novelas de detectives de la época). De un estilo sencillo y ameno, revisten un carácter fundamentalmente autobiográfico, no exento de fabulación, en los que la crítica ha querido ver la participación de negros (en cualquier caso, transmiten, sin asomo de duda, sus propias vivencias y pareceres). Allan Pinkerton murió en 1884, víctima de las complicaciones causadas por un vulgar accidente (mordió su propia lengua tras un resbalón, lo que le produjo gangrena). A su muerte, la Agencia actuaba, si acaso oficiosamente, como primera fuerza del orden del país. La dirección quedó en manos de sus hijos.
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