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“¿Qué es la tragedia? Hacer pedazos las cosas valiosas”

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Habla Mai Jia de su nueva novela. Tomado de Página 12/ Buenos Aires. Proviene de una familia de granjeros y tuvo una experiencia en el ejército, pero algo lo impulsó a escribir. Su novela, que pone en práctica una novedosa forma de narración, lo convirtió en una estrella en las librerías y en las redes sociales. 

Todos los secretos de este mundo están contenidos en los sueños. El protagonista de esta historia era un niño triste y solitario en el gigante país asiático, cuyo nombre verdadero es Jiang Benhu, “futuro mago de la literatura china”. Quizá su única alegría, el alivio a la pena de sentirse abandonado, era extraviarse por los vericuetos de su imaginación. El paisaje vital –un pequeño pueblo de montaña, cerca de la costa meridional de China–, entonces no lo sabía, rozaba una fibra oculta de su ser. Como cuando una semilla empieza a germinar y los primeros brotes aún no son visibles, ocultos bajo la superficie de un terreno bien irrigado. No siempre una infancia desdichada es el humus irrevocable de un escritor. Antes de tener en sus manos los relatos de Jorge Luis Borges, esa especie de amigo o compañero de ruta, el niño pegó el estirón, se alistó en el ejército –sólo disparó seis balas durante dieciséis años–, donde se especializó en decodificación de mensajes y criptografía; cursó estudios de escritura creativa en la Academia de Bellas Artes del Ejército Popular de Liberación y se animó a garabatear los primeros intentos de una escritura más literaria. Después de once años obsesionado con la tragedia de un criptógrafo genial que termina enloqueciendo, logró publicar su primera novela, El don (Destino), en 2002. La vida de Mai Jia cambió radicalmente con más de cinco millones de ejemplares de sus libros vendidos en su país, dieciséis millones de seguidores en las redes sociales y más de cien millones de lecturas online. Como muchos autores chinos, adoptó un seudónimo literario. “Mai significa trigo y Jia familia o casa. Mis padres trabajaron la tierra cultivando trigo, por eso elegí ‘familia de trigo’. Ahora tengo fama y dinero, pero nunca olvidaré mi origen”, dice el escritor en la entrevista con Página/12

Aunque la atmósfera literaria de El don, novela que lo convirtió en un fenómeno literario en China, transcurra mayoritariamente en el ámbito complejo del servicio de inteligencia, calificarla de “novela de espionaje”, el comodín más marketinero, es quedarse sólo con la superficie y no bucear en las capas trágicas de las casi 500 páginas. El protagonista Rong Jinzhen tiene una infancia sombría; tardó mucho más de lo normal en aprender a hablar. Muy pronto el chico demostrará una habilidad descomunal con las matemáticas. Podría haber tenido una carrera académica excepcional, pero el azar –“tan peligroso que puede destruirlo todo y tan milagroso que puede crearlo todo”, como dirá uno de los personajes entrevistados por el narrador de la novela– baraja las cartas impulsado por antojos imponderables. Rong terminará reclutado por el departamento de criptografía del servicio secreto chino. La primera misión, descifrar el código “Púrpura”, será como pan comido. Pero el código “Negro”, como si esa nomenclatura fuese portadora de lo que vendrá, es la llave demoníaca que abrirá el cerrojo de su aniquilación. 

– ¿Por qué once años para escribir El don
– Era la primera vez que intentaba escribir una novela diferente. Al salir la versión definitiva en chino tenía 200 mil caracteres, pero lo que quité superó el millón de caracteres, unas mil páginas. No soy como (Gabriel) García Márquez, un genio especial para escribir novelas. Yo soy una persona común y corriente que tenía la ambición de crear una novela nueva china, entonces me costó mucho escribirla.

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