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Gilles Lipovetsky habla en Buenos Aires

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“Nada puede resolverse por arte de magia”
Tomado de Página 12/ Buenos Aires. El autor de La era del vacío y Los tiempos hipermodernos señala que el hiperconsumo ya no goza de tan buena reputación, y echa una mirada crítica sobre los ajustes sociales en España y Francia, donde, dice: “Las medidas que se tomaron no van a alcanzar”.

“La hipertrofia consumista no produce más felicidad.” Gilles Lipovetsky, uno de los filósofos y sociólogos franceses más reconocidos internacionalmente, especie de exégeta del hipermodernismo, cuyos libros suelen ser best sellers, viene hilvanando una obra en la que desmenuza el individualismo narcisista en las sociedades occidentales, los cambios en los hábitos del consumo y la dinámica social del lujo, el culto al ocio y las modas, temas que aunque no hayan dejado de suscitar el interés de la filosofía –antecedentes de estos tópicos, en algunos casos, se pueden rastrear desde Platón–, la comunidad erudita suele considerarlos asuntos “inferiores” o “menores”. “Se habla mucho de la felicidad. En Europa, por lo menos, se le pregunta a la gente si se siente muy feliz, feliz, poco feliz, infeliz... Nos ocupamos más de la felicidad, porque la gente se da cuenta de que el PBI es una de las vertientes del bienestar. Pero hay otros indicadores como la salud, la cultura, la seguridad, que impactan también en la percepción de la felicidad”, afirma el autor de La era del vacío, que estuvo en Buenos Aires y dio una conferencia sobre la sociedad del hiperconsumo, invitado por la Fundación OSDE.

“Uno se pregunta más por la felicidad hoy que en los años ‘60, años que conocí bien porque yo era joven. En aquel entonces sólo se hablaba de liberación política y sexual. La felicidad y el confort eran cuestiones burguesas. Mientras que ahora uno vuelve para atrás y se plantea aspectos más básicos que están en el nacimiento de la filosofía, lo que se llama ‘el bien vivir’. Desde los años ‘80, la felicidad vuelve al tapete cuando antes se la había escamoteado en la contracultura o en la lucha de clases”, dice Lipovetsky en la entrevista con Página/12.

Vivimos en sociedades individualistas que dependen de formas colectivas de organización a través de la representación política, por ejemplo. ¿Qué espacio tiene lo colectivo en sociedades tan individualistas?

–El individualismo es la cultura que manda la relación entre las personas, pero la sociedad sigue teniendo instituciones colectivas. Un ejemplo es la empresa. Los asalariados son individualistas, están pensando en sus sueldos, en sus situaciones personales, aunque la estructura del conglomerado de la empresa es colectiva. Una empresa como colectividad necesita objetivos comunes, que los individuos piensen también en el interés colectivo de la empresa. Y esto lleva a la pregunta por la gestión de la empresa, para que la empresa pueda desarrollarse como una institución colectiva con personas que tienen intereses propios. La cultura es individualista, pero vivimos en naciones que son entidades colectivas. La política pública para poder dirigir a estas sociedades no se trata de un fenómeno secundario, sino esencial. Salimos de una crisis económica internacional con los “bonos basura”, que mostró cómo los intereses individuales pueden arruinar una economía. El aspecto colectivo, por intermedio del Estado, tiene una misión fundamental que desempeñar. No se trata de comandar la economía, pero sí de regularla. Tenemos necesidad de regulaciones porque de lo contrario, si sólo priman los intereses privados, subsisten riesgos considerables. El interés general hoy es conservar las libertades de empresa y la libertad personal, sin descuidar las reglas. La cultura individual no puede significar la desaparición de las políticas públicas. La economía no funciona bien, pero no estamos hablando de toda Europa. Dinamarca, un país diminuto de 5 millones de habitantes, tiene menos del 5 por ciento de desempleados. En España estamos hablando de más del 25 por ciento de desocupados. Alemania es una economía dinámica, abierta, que funciona. Francia está retrocediendo porque estamos pagando el precio de políticas erróneas. No hay que poner todo sobre las espaldas de la globalización; con la globalización hay países a los que les va mejor que a otros. ¿Por qué les va mejor? Porque adoptaron buenas políticas que tomaron en consideración el futuro y no solamente los intereses minúsculos del presente o la voluntad de volver a ser reelecto en la próxima vuelta.


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