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Habla la escritora María Teresa Andruetto

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“Mis libros no generan fans, van haciendo un camino de lectura”
Tomado de Página 16/ Buenos Aires. Invitada a participar del próximo Festival Literario Gustavo Roldán, la notable narradora cordobesa analiza su obra, pero también el lugar del lector en esa construcción así como el rol actual del maestro, la escuela y el Estado en la formación cultural de los jóvenes.

La narrativa, la poesía, el ensayo, el teatro, la literatura infantil y juvenil, todo cabe en la obra de María Teresa Andruetto. Una obra que suele cruzar públicos y edades, en ocasiones en un mismo libro, definido luego como crossover, como ocurre en los conmovedores La niña, el corazón y la casa o Stefano. Difícil hacer encajar este tipo de categorías en Andruetto, la primera escritora argentina y en lengua castellana en ganar el Premio Hans Christian Andersen, considerado uno de los más prestigiosos de la literatura infantil y conocido también como el “pequeño Premio Nobel”. Invitada a participar del Tercer Festival Literario Gustavo Roldán, que organizan el Espacio Cultural Nuestros Hijos, de Madres de Plaza de Mayo, y el Ministerio de Educación de la Nación (el próximo sábado 7 de junio, en un reportaje público que tendrá lugar a las 3:00 p.m. en la sede de la ex ESMA, Av. del Libertador 8465), la escritora cordobesa adelanta en diálogo con Página/12 algunos de los temas que guiarán esa charla abierta: su insistencia en definirse como una “escritora sin adjetivos”, la forma “lenta, amasada” en la que se construyó su obra, el lugar del lector en esa construcción, o el rol actual del maestro y de la escuela, que define como “el gran espacio transformador de la Argentina”.

Andruetto cuenta que tiene lista una novela para adultos que saldrá por Mondadori a finales de este año: Los manchados, una obra que, adelanta, dialoga con Lengua madre, una de sus novelas más destacadas. “Me gusta mucho la vinculación de literatura y política, y en este nuevo libro aparecen, además del tiempo ancestral del noroeste, la caída del peronismo, los ’70 y el hoy. Son los tres momentos que me parecen fundantes, o al menos los que me han constituido a mí.” También las conferencias que ha dado en estos últimos años saldrán reunidas en un libro que editará Fondo de Cultura Económica en septiembre, con ponencias como “Leer derecho”, dada en Chaco, o “Elogio de la dificultad”, que leyó en la última Feria Internacional del Libro.

Mientras tanto, una cantidad de ediciones se están multiplicando en distintos lugares del mundo. Títulos como Stefano, La niña, el corazón y la casa, La mujer vampiro, El anillo encantado, Solgo, El incendio, El país de Juan, Veladuras, o su ensayo Hacia una literatura sin adjetivos, están saliendo en Brasil, Colombia, Italia, Alemania, y hasta en China y Turquía.

– Llama la atención la traducción de algunos de sus títulos, por su fuerte componente local.

– ¡Yo también me sorprendo! Los chinos compraron ocho títulos, entre ellos Veladuras, no sé qué van a hacer con eso... El de la traducción es un tema que me preocupa, y he sido muy afortunada con la traductora al italiano, en Brasil es Marina Colasanti, un lujo, de la alemana también tengo alguna aproximación, pero en el caso de lenguas tan ajenas, lo único que queda es confiar. Y a la vez me parece impresionante que les interese, imagino que será obra del Andersen...

– ¿Qué generó el premio Andersen?

– Eso: lectores en otros lugares. Salidas de mi país. Hasta 2009, cuando obtuve el Iberoamericano de SM (premio dedicado a la literatura infantil y juvenil), mis libros no habían salido de la Argentina. El Andersen me permitió una mayor salida a otras lenguas, a otros lectores, en mejores condiciones para mis libros. No hablo sólo de cuestiones económicas: a veces es la estética del libro lo que viene de la mano de los reconocimientos. Soy consciente de que el Andersen me puso en la mesa de los editores de todo el mundo, con esta restricción: los editores para niños y jóvenes. Y yo no soy una “escritora para niños”, o en todo caso, esa es una verdad a medias. Me siento una escritora sin adjetivos.


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