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En defensa de la educación estética

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No. 6.689, Bogotá, Miércoles 7 de Mayo de 2014

Por: Emily Celeste Vázquez, especial para Libros y Letras. No es la educación estética un término que se haya inventado hoy. En la Antigüedad, Platón y otros tantos filósofos estudiaban, teorizaban y practicaban la enseñanza y el aprendizaje estético. Por supuesto, se trata de una época en la cual las artes tenían supremacía sobre prácticamente cualquier otra disciplina, de ahí todo lo que le debemos, lamentablemente, con la transformación del mundo se transformaron también sus prioridades. El error es histórico. Con la llegada de la Edad Media, el hombre comenzó a preocuparse más por trabajos artesanales, los cuales englobaban la preocupación artística de la sociedad, cuyos intereses se remitían principalmente a la ambición por generar cantidad y no calidad, perdiendo con esto la sensibilidad perceptiva y creativa que se mantuvo en la Antigüedad. Algoasí como lo sucedido con los ensayos por encargo, llenando de paja los textos, y sacrificando el contenido sustancial. Lo anterior no significa que el arte se haya desvalorizado por completo en la Edad Media, sin embargo fue limitado hasta el hartazgo y están ahí las primeras y profundas huellas del desinterés del hombre por la educación estética.

El panorama no es del todo oscuro, resulta cierto que durante mucho tiempo la estética ha sido tomada en cuenta en el ámbito educativo, desde la educación básica hasta la profesional y desde la Antigüedadhasta nuestros días. Sin embargo, aunque en Latinoamérica ha sido tomada en cuenta, no ha sido tomada en serio. Los programas educativos se han enfocado en una educación de la estética y no en una real educación estética;  es decir, se les ha enseñado a los alumnos únicamente el aspecto teórico de las manifestaciones artísticas: nombres, autores, épocas… pero se ha olvidado transmitir una concepción más profunda, humana y verdadera del significado de la estética y de su protagonismo en las creaciones artísticas y en el mundo, en tanto que lo representa y llena.

            La problemática en torno a dicho tema radica fundamentalmente en que el ambiente educativo ignora casi por completo a los temas de la percepción y apreciación de lo bello, y si éstos alguna vez son tomados en cuenta se hace descorazonadamente y sólo por obligación, olvidando que mediante la superficialidad no se llega a ninguna parte. La mayoría de los planes educativos del sector público buscan formar ciudadanos que persigan sólo un fin práctico, monetario. Hecho que puede resultar en una educación carente de percepciones sensibles, falta de humanidad y de espíritu, en donde el gusto por lo estético se relega a un rincón al cual muy pocos podrán acercarse.

         A veces se olvida que igual como se debe cuidar al cuerpo, se debe cuidar también al espíritu. Es por ello el cansancio, la depresión y el estrés son condiciones comunes del ser contemporáneo. Pareciera que  nadie se preocupa por las faltas existenciales que imperan en los esta era,  por supuesto que hay algunas mentes brillantes que delatan y proponen, pero sus voces llegan a muy pocos.  Vivimos en una época en la cual gobiernan las máscaras y la superficialidad, las personas encuentran placeres efímeros nada más que en lo material, en lo que puede comprarse, esquivando e ignorando a su espíritu, a su conciencia, y generando así vacíos cada vez más grandes.

            Más no todo está perdido, es todavía posible extraer al ser humano del abismo en el que se encuentra y abrir sus ojos. Si se abogara por una educación estética, sería posible que el individuo creciera tanto intelectual como sensiblemente. Lo anterior, a grandes rasgos, mediante la contemplación pura del arte primero, luego mediante su estudio, y finalmente mediante la búsqueda de su comprensión. En adición, el frenesí del mundo moderno se ha encargado de demeritar la popularidad de aquellas disciplinas catalogadas como inútiles en aras de la producción.   Es importante destacar que cuando se habla de una educación estética, ésta no implica solamente el enseñar al hombre a valorar y comprender al arte, sino además, todo lo que de ello se desprende, dicha educación va mucho más allá trascendiéndose a sí misma pues supone también, que mediante esta razón, valorización y conocimiento artístico, el hombre logre por fin encontrar el entendimiento, o por lo menos un acercamiento más certero al entendimiento de su propio ser y del de los otros, en tanto que el arte es siempre fiel reflejo del hombre y del mundo al que puebla.

El mundo contemporáneo debe hacer uso de las capacidades que ha generado, desde las humanas hasta las tecnológicas, todas con el propósito de implementar una educación con objetivos benéficos, sin perder nunca de vista la dualidad del ser y la preponderancia en la importancia del lado espiritual sobre el material. La educación estética habrá de mejorar la vida del ser humano tanto económica (si es que de eso no podemos nunca desprendernos) como espiritualmente y a gran escala, y por eso, hay que tomarla en serio, hay que adoptarla.


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