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Gustavo Rodríguez, escritor peruano: "La literatura, como el mejor afrodisiaco"

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Gustavo Rodríguez, escritor peruano: "La literatura, como el mejor afrodisiaco"

Por: Ricardo Rondón Ch/ http://laplumalaherida.blogspot.com/

Cuando se vende un plato se vende una historia, que puede alcanzar una resonancia épica.

“(...) Estaba deliciosa. Él sabía, sin embargo, que a nadie se le ocurriría pedir una sopa negra. No le importó: la había creado solo para él. Sería su experiencia secreta. Cuando acabó el plato, se sintió un somnívoro, un tipo capaz de comerse sus sueños y recuerdos sin llegar a destruirlos. ¿Podría hacer lo mismo con sus miedos? (...)”.

Claro que sí, y estas salvedades sólo las ofrece la literatura: ese ejercicio catártico capaz de redimir y sanar las heridas del pasado, los malos recuerdos de un padre alcohólico y una orfandad lacerante, no obstante la virtud de este exitoso chef peruano, Rembrandt Bedoya, quien se debate entre los afectos de una esposa, Marcia, en proceso de divorcio, su pequeña hija Antonia, y el tormento de una amante pragmática y fría, Cristina, una relación a cuenta gotas donde él sabe, de antemano, que lleva las de perder.

Son los protagonistas de ‘Cocinero en su tinta’, novela del escritor peruano Gustavo Rodríguez, que no se la imaginen como un recetario más para gourmets, de tantos que abundan en las estanterías del mundo (más España), especializados en comida peruana, el último cucharonazo de la globalización, sino una franca y vertiginosa lectura para limpiar las salmueras del pasado, el sabor agrio y pastoso que deja el desamor y procurar, como en el plato estrella del prestigioso cocinero, un volcánico postre de caramelo, el más recomendado en épocas turbulentas, que no es otro que el del perdón, la vuelta de página y la reconciliación.

Rodríguez, literato y periodista en la línea de los 42 años, nos pone al tanto, a través de esta historia, de este mundo codicioso y rimbombante de la cocina peruana y de sus sumos sacerdotes Gastón Acurio, por ejemplo (que aparece en la novela), en un país donde a falta de Mesis brilla, con rúbrica altisonante, la selección peruana de sus cotizados chefs, quienes lucen orgullosos en sus uniformes de oficio la impronta laureada de la estrella Michelín en los más prestigiosos restaurantes del mundo.

En ese proceso de creación, y entre exóticos insumos de la cocina peruana prehispánica, y esa revolución del paladar de sus nuevos creadores, pontífices de la cocina vanguardista, de autor y molecular, Rodríguez, con una voracidad narrativa, ofrece al lector su plato maestro, el de su identidad, el del sitio que le corresponde desde la trinchera de sus emociones, frustraciones y fracasos, cuando habla entre líneas que las heridas más dolorosas no las hacen los cuchillos, y que algo anda mal en un país cuando la gente conoce más los nombres de sus cocineros que de sus escritores.

Lo curioso aquí es que el autor no sabe cocinar. Por eso se inventó a Rembrandt, su alter ego, el hombre que a prueba de valor y sazón lo saca a flote de resquemores y acideces pretéritas en esta novela de profusas claves autobiográficas, con rumores de baladas de los años 70 (Sergio y Estíbaliz) y abuelas macondianas que aparecen en el inodoro o en la crema de un capuccino, tocadas de ternuras y perfumes entrañables, y de una espléndida e imperturbable escritura.

Gustavo Rodríguez es uno de los 60 escritores que hacen parte de la delegación de Perú como invitado de honor en la 27° Feria Internacional del Libro de Bogotá.

La Pluma & La Herida lo entrevistó  

-¿Se escribe como se cocina?

“Dependiendo qué escribes”.

-¿En el caso de la novela?

“La construcción de una novela se parece más a la organización de un bufete”.

-¿En cuántos hervores se cocina un cuento?

“En un solo hervor”.

-¿Y un poema?

“Un poema se calienta de a poco”.

¿Qué es eso que no puede faltar en la mesa de un escritor?

“El cuidado en los detalles”.

-¿El oficio de la cocina es tan solitario como el de la narrativa?

“Sólo en la etapa de creación, porque después, en la ejecución, se vuelve una actividad fructífera y con muchos actores más”.

-¿Cómo es su cuota de neurosis en estos asuntos de la creación?

“Una inseguridad intermitente muy grande: lo que me parece bueno de mi creación al día siguiente me puede resultar un desastre. De modo que me debato entre ambos precipicios”.

-¿Qué recomienda de entrada a la hora de escribir una novela?

“Mis novelas han tenido revelaciones dispares. Por ejemplo: ‘La risa de tu madre’ empezó con una foto; ‘La semana tiene 7 mujeres’, con la anécdota de un velorio; y ‘Cocinero en su tinta’, con un divorcio”. Siga leyendo en: http://laplumalaherida.blogspot.com/


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