Tomado de La República/ Perú. El escritor colombiano apostó por el séptimo arte; sin embargo, no igualó su éxito literario.
La complejidad de las obras de Gabriel García Márquez supuso un obstáculo insalvable para su traslación al cine, un medio que el escritor adoraba, pero que no supo recoger la magia y el trasfondo de historias como El amor en los tiempos del cólera o El coronel no tiene quien le escriba.
Ni siquiera un actor de reconocida calidad como Javier Bardem fue capaz de recrear como se merecía a Florentino Ariza, el hombre sensible y enamorado que es capaz de esperar más de 50 años para consumar su amor por Fermina Daza, a la que interpretaba la italiana Giovanna Mezzogiorno.
Pero al menos no fue masacrada por la crítica como ocurrió con Crónica de una muerte anunciada. Quizás el mejor García Márquez que se ha visto en el cine es el de su compatriota Arturo Ripstein, que captó parte de la magia de El coronel no tiene quien le escriba, con Fernando Luján y Marisa Paredes como protagonistas.
En 1954, Gabo se estrenó como guionista en el corto La langosta azul y ese año se matriculó en Roma en el Centro Experimental de Cinematografía. En aquella época fue escogido en la escuela como tercer asistente del director Alexandro Blasetti en Peccato che sia una canaglia (1954). Volvió a ser guionista en películas como El gallo de oro yTiempo de morir, que escribió junto a su gran amigo Carlos Fuentes.
Y también fue actor. En 1965 escribió el guión de En este pueblo no hay ladrones, dirigida por Alberto Isaac. Fue jurado del Festival de Cannes en 1982 y en 1985 creó la Fundación del Nuevo Cine Latinoamericano, de la que sería presidente. “Nuestro objetivo final es nada menos que lograr la integración del cine latinoamericano”, dijo en aquella oportunidad.