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“Después de que uno lee a Cortázar, el mundo cambia”

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Tomado de Página 12/ Buenos Aires. Última parte I.

Un mundo cortazariano

Goloboff recordó que para el propio Cortázar “El perseguidor” –cuento anterior a la Revolución Cubana– es “una bisagra” en su obra, porque empezó a mirar al prójimo. “Hasta entonces, había escrito literatura fantástica y desgajada de la sociedad. Sin ‘El perseguidor’ jamás hubiera escrito Rayuela.” El escritor y biógrafo comentó que la búsqueda de Cortázar es metafísica y se expresa en ese relato, “un texto que está infiltrado por los textos bíblicos”. Como lectora y crítica, Campra advirtió que hay que leer a Cortázar con un poco de precaución. “Después de que uno lo lee, el mundo cambia y empezamos a descubrir cosas que antes no existían, o cambia el modo en que vemos el mundo. Antes de 1962 no sabíamos que había cronopios, famas y esperanzas. A partir de Cortázar, el mundo tiene la posibilidad de volverse cortazariano. No son muchos los autores que han dado con su apellido origen a un adjetivo; sólo hablamos de kafkiano, borgeano y cortazariano.” En esto de mirar el mundo con ojos nuevos precisó la escritora y profesora que en el libro de cuentos de los cronopios hay instrucciones no para lo insólito, sino para cosas elementales como subir una escalera, llorar o dar cuerda al reloj. “Todos quedamos fascinados con Rayuela. La frase inicial ‘¿encontraría a la Maga?’ es uno de los grandes momentos de la literatura occidental; un libro que empieza con una pregunta. Cortázar consigue el máximo triunfo de volverse anónimo –como el Martín Fierro– y nos sirve para comentar la vida. Nos da una posibilidad de nombrar nuestra propia experiencia.”

Jitrik analizó la cuestión de otro modo, asumiendo el riesgo de ser heterodoxo. “Me cuesta hacer un homenaje a quien veo y reveo caminando por la calle, llevando del brazo a mi hija de seis años y preguntando si la comida tenía ajo, porque le daba cefalea”, evocó. El escritor y crítico inscribió a Cortázar dentro de la historia de la literatura y puso la lupa sobre Bestiario. “Hay un germen que reaparece reorganizando otros libros: la idea de los pasajes y la relación que establece entre el pasaje Güemes de Buenos Aires y la galerie Vivienne de París en ‘El otro cielo’, como si hubiera leído a Walter Benjamin. La idea de pasaje no es solamente de él –aclaró Jitrik–. Adolfo Bioy Casares también tenía esa idea: el pasaje, el secreto, la transmisión, el desplazamiento, y esto organiza Rayuela.” Luego continuó afilando el lápiz de las corrientes literarias con el regreso de Borges de su viaje por Europa y la escritura del “Manifiesto Ultraísta” con ideas que modifican el pensamiento sobre la literatura argentina y tienen una profunda incidencia cuando la idea de escribir con precisión se generaliza. “Cortázar no abandona nunca la precisión del lenguaje. Nunca se desprendió de esa formación básica.” Jitrik dejó en claro que no cultiva la necrofilia literaria. “No creo en los homenajes, sino en la valoración, en el reconocimiento. Del homenaje al elogio hay un paso y del elogio a la momificación hay otro.” Hecha la aclaración, resaltó que luego de ser “un oscuro argentino que vive en París”, Cortázar tiene un momento de expansión cuando aparece Rayuela y se produce “una explosión de lectura”. Y sucede algo más, poco frecuente: tiene reconocimiento en vida y después de muerto.

Qué elogio preciso y oportuno lanzó Saltzmann, que unos cuantos suscribirían: “Me dan ganas de volver a la universidad y tener un profesor como Noé”. La editora de Alfaguara coincidió: a Cortázar no le hubieran gustado los homenajes. “Sí le hubiera gustado que sus libros se siguieran leyendo. Es el único homenaje que tiene sentido: que la obra siga viva en los lectores.” Saltzmann planteó que el escritor sigue creando lectores. “Veo adolescentes que leen a Cortázar y que les produce una revelación. Cuando uno lo lee por primera vez, se le revela algo distinto. Leí a los nueve años ‘El perseguidor’, ahí había algo misterioso y algo de lo que nunca me olvidé. La sordidez de la pieza del hotel, del hombre desnudo tapado con una frazada.” El tiempo pasa y Saltzmann revisa sus preferencias. “Si me dan a elegir, ahora me quedo con la correspondencia; es una experiencia humana, es una novela de formación, el derrotero de una persona en sus múltiples facetas.”


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