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“Después de que uno lee a Cortázar, el mundo cambia”

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Tomado de Página 12/ Buenos Aires. Parte I.

Roger Grenier, Noé Jitrik, Mario Goloboff, Rosalba Campra y Julia Saltzmann participaron de una mesa en la que se repasó la obra del escritor argentino desde distintas perspectivas. En el stand nacional la presencia cortazariana es permanente.

Desde París

La idolatría alienta las sospechas. Aunque el “sospechoso” sea involuntariamente el protagonista, no es responsable de lo que ocurre cuando su imagen iconográfica y su figura pública post mortem se desparrama a lo ancho y largo del planeta como estampitas. Pero la obra, como corresponde, es otro cantar. El asunto del canto se complica cuando se multiplican los homenajes. Aunque la heterodoxia no suele abundar en este tipo de celebraciones, a veces hay excepciones. Como el homenaje a Julio Cortázar en el Salón del Libro de París, en el que participaron Roger Grenier, Noé Jitrik, Mario Goloboff, Rosalba Campra y Julia Saltzmann. “No creo en los homenajes, sino en la valoración, en el reconocimiento. Del homenaje al elogio hay un paso y del elogio a la momificación hay otro”, dijo Jitrik y dio una cátedra sobre cómo leer la obra del autor de Bestiario dentro de la historia de la literatura argentina. Saltzmann, editora de Alfaguara, aportó una cifra que no habría que perder de vista. Se venden cincuenta mil ejemplares de títulos de Cortázar cada año y Rayuela es casi siempre el que encabeza las ventas. “Este dato hay que tenerlo en cuenta cuando algunos dicen que su obra atrasa”, subrayó la editora. Y agregó que el mejor homenaje es que “sus libros se sigan leyendo, que su obra siga viva en los lectores”.

Una manera de respirar

Saltzmann trazó un riguroso racconto de la historia del escritor con las editoriales. En principio, hay un autor que usó el seudónimo Julio Denis para publicar el poemario Presencia, editado por un amigo suyo, Daniel Devoto. “Cortázar encontró un editor cuando conoció a Paco Porrúa en Sudamericana; él ya había publicado Bestiario, que había quedado en el depósito durante años y no había trascendido”, repasó la editora, que calificó el vínculo entre el escritor y Porrúa como “una relación de amistad y gran interlocución”. “A Cortázar le interesaba el libro en sí, como objeto físico; la correspondencia con sus editores es interesantísima. Escribía cartas todos los días de su vida.” El autor de Las armas secretas llegó a Alfaguara hacia el final de su vida, cuando conoció a Jaime Salinas. Saltzmann fue desplegando un puñado de anécdotas para ilustrar el tema. “Al final de su vida le escribe a una editora y le dice que ya no está en condiciones de revisar las pruebas de Rayuela y que confía en los ángeles alfaguareños.” Hay una primera etapa de edición que cuidó el propio Cortázar en vida, un autor “extremadamente meticuloso” que le interesaba los lomos de los libros porque pensaba que eran la clave. Otra anécdota que relató fue la trifulca que tenía el escritor con los correctores, que le cambiaban la puntuación, especialmente las comas. A una correctora le expresó en una carta que “él no estaba dispuesto a que le cambien su manera de respirar”.

La segunda etapa de ediciones se inicia con la publicación de libros póstumos que escribió en su juventud, como Imagen de John Keats y El diario de Andrés Fava. Entonces se creyó que no habría nada más. Hasta que a mediados del 2000, Aurora Bernárdez, su albacea literaria, empezó a trabajar con el filólogo español Carles Alvarez Garriga. Poco a poco aparecieron nuevos libros, como los Papeles inesperados, “una recopilación multigénero”, y la correspondencia. “Si hay una obra que nos lo muestra de cuerpo entero en toda su evolución y lo distinto que era, es su correspondencia. Ahí está la verdadera riqueza, la génesis de sus obras y cómo fue transformándose a la luz de los acontecimientos de un escritor esteticista, a un escritor metafísico y hasta comprometido”, afirmó Saltzmann. Grenier aseguró que desde Gallimard trabajan para el porvenir. “No queremos un best seller, sino un long seller”, aclaró el editor francés y destacó la coincidencia de contar para el centenario del nacimiento con una versión en francés de Papeles inesperados. “Es una obra perfectamente viva que no queremos descuidar”, ponderó Grenier, que conoció al escritor en París. “No puedo acordarme si era su amigo o su lector. No sé si entonces había leído su obra, pero me impresiona recordar que cuando Roger Caillois creó la colección Cruz del Sur para difundir la literatura latinoamericana en Gallimard, entre otros autores estaba Cortázar.”


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