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El instrumento de la luz

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Por: Gonzalo Márquez C./ Tomado de “Con-fabulación”/ Bogotá. Con-Fabulación rinde homenaje a uno de los más grandes fotógrafos colombianos de todos los tiempos, el cartagenero Nereo López(1920), testigo de excepción de nuestro desgarrado y exuberante territorio, conocedor como pocos del canto gris de la luz, ojo insomne de las turbulentas noches orquestadas por Obregón en la legendaria Cueva de Barranquilla, pionero del erotismo fotográfico en nuestro provinciano país y, según sus palabras: “Deseólatra, alcohólatra y viajero de engañoso destino”.
Nereo López es autor de varias obras que compilan su trabajo como: El libro de los oficios infantiles, Los que esperan, Punto silencio, Selva grita y Un contador de historias; y en 1954 fungió como Director de Fotografía de la mítica película La langosta azul, extraño film que contó con la dirección colegiada de Álvaro Cepeda, Enrique Grau y Gabriel García Márquez; quienes perseguían en el trópico las huellas dejadas por El perro andaluz.

Reportero gráfico de gran reconocimiento, inició su prolífica carrera en El Espectador en 1952, fue corresponsal del diario El Tiempo y jefe de fotógrafos de la revista Cromos durante 1957. Fundador de la agencia Noticia Gráfica y, en palabras de la crítica, una de las tres brújulas de la fotografía contemporánea colombiana, junto a Hernán Díaz y Leo Matiz.

Este nómada irredimible, a sus 84 años decidió exilarse en Nueva York, vertiginosa y amada ciudad donde aún reside, fiel a su argumento de que allí existen más de un centenar de galerías especializadas en fotografía y porque debido a una pensión otorgada por el imperio: “Este viajero descarriado, a sus 93 años, puede decir al fin con vanidad que es un fotógrafo aficionado”, libertina profesión que había perseguido durante siete décadas.

La semana anterior, encontrándose de paso por Bogotá, Nereo me hizo una llamada intempestiva proponiendo una cita a la que acudí sin dilación, y mientras mirábamos un torrencial aguacero por una gigantesca ventana y comíamos unos dulces que la tradición ha dado en llamar doctamente “arrancamuelas”, afirmó con extraña seriedad: “Jamás defiendo una de mis fotografías, ellas se deben defender por sí solas, como el amor…”

Luego sacó su temeraria cámara, que lo ha convertido en uno de nuestros más prestigiosos retratistas, y mientras me acomodaba como un títere en cuanto rincón encontraba de su apartamento de la Avenida Jiménez, afirmó con voz insondable: “Recuerda poeta, que si la foto sale mal es siempre por culpa del modelo. El modelo es quien debe encontrar su identidad, yo apenas soy un instrumento de la luz”.

Actualmente, en Manhattan, mientras prepara una serie de libros entre los que se encuentra NereoErótica, el compendio esperado durante décadas por las ninfas y sátiros que admiramos su ardiente trabajo, se ha convertido en un cibernauta que desconoce el sosiego y continúa febrilmente rindiendo culto a su singular mirada; por eso hoy después de recibir estas magníficas fotografías enviadas a las 4 de la mañana, cedidas exclusivamente para nuestro Periódico Virtual, recuerdo su curiosa confidencia, alusiva a su operación de cataratas realizada recientemente en los Estados Unidos: “Por el ojo operado veo doble; pero no es tan grave… pues para eso me preparé desde joven con Obregón, en nuestras interminables noches de bohemia. Por lo demás eso no siempre es un problema: como cuando se tiene al frente a Nicole Kidman, o a una anónima belleza tropical…”


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