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Había una vez un circo

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Parte I

Signada por el golpe militar de 1976, la historia de la primera novela de Mempo Giardinelli estuvo marcada tanto por el azar como por el destino. Tras recibir mención en un concurso de La Opinión en 1973, al demorarse su publicación, la llegada de la dictadura la confinó a un depósito donde finalmente los ejemplares fueron destruidos. Así, con Giardinelli ya en el exilio, apareció en España La revolución en bicicleta, que de segunda pasó a ser la primera novela del autor. Pero no termina ahí la singular historia de ¿Por qué prohibieron el circo?, que hasta ahora no había conocido edición nacional. Con su publicación en Edhasa se cierra y a la vez se abre el derrotero de esta historia sobre el poder y la memoria en un pequeño pueblo llamado Colonia Perdida, que Mempo Giardinelli, repasando sus orígenes, reconstruye en esta entrevista.

Por Fernando Bogado/ Tomado de Página 12/ Buenos Aires.

Hay un lugar común que se hace obligatorio parafrasear: la historia es mentirosa, salvo dos o tres fechas; la literatura es toda verdadera, salvo dos o tres fechas. Claro que hay que puntualizar: la historia, en tanto historiografía, deja siempre la sensación de que hay datos que no están, de que hay cosas que no se dicen para dejar intacto al poder que gobierna circunstancialmente y ocultar masacres, muertes, injusticias que no pueden, no deben salir a la luz. Pero salen: de ahí el privilegio de la literatura. En ¿Por qué prohibieron el circo?, última (y primera) novela de Mempo Giardinelli, para citar un ejemplo, el intendente de Colonia Perdida, Marcelino Grande, tiene una eficaz técnica a la que recurre cuando las papas queman: pretender que nada pasó, publicar documentos para asegurar que lo que la gente ve o sabe son rumores infundados y asegurar que el objetivo principal de su gobierno es mantener la paz institucional en el pueblo. Sin embargo, esa intención de esconder el reclamo de los trabajadores del obraje El Quebrachal (vigilado por Ramiro Luján) y el algodonal de Establecimientos Algodoneros S. A. (controlado por Jesús María Pérez) no va a ser eficaz por mucho tiempo, y el llamado de huelga que lentamente comienza a apoderarse de las calles y de las paredes del pueblo le explotará en la cara a más de uno de estos personajes. El poder siempre, a través de su discurso o del ejercicio de una violencia desmedida, busca borrar o tergiversar hechos. Y a Toño, protagonista de la novela, un maestro que llega a esa comunidad casi olvidada, esta situación no lo deja para nada tranquilo.

Llamada inicialmente Toño tuerto rey de ciegos, la edición que ahora publica Edhasa viene a completar una deuda con la obra de Mempo Giardinelli que data desde hace mucho tiempo. El prólogo del autor a esta edición puntualiza los principales datos: presentada en 1973 en un concurso literario del diario La Opinión (cuyo jurado estaba compuesto por cuatro nombres intimidantes para un recien venido: Rodolfo Walsh, Juan Carlos Onetti, Augusto Roa Bastos y Julio Cortázar), el texto sale con una mención que impulsa a Giardinelli a buscar editores para su trabajo. Al año siguiente, Jorge Lafforgue decide incluir la novela en la colección Narradores de Nuestro Tiempo de editorial Losada, pero la demora de la salida empuja la fecha de publicación a 1976, después del golpe militar. Los tres mil ejemplares del libro son retenidos en la bodega de Losada y luego quemados junto a otras ediciones que nunca vieron la luz pública. Giardinelli decide, en ese entonces, partir a México en calidad de exiliado, volviendo a la Argentina en 1985.

Pero el periplo de Toño continúa: luego de la publicación en España de la primera (¿segunda?) novela de Giardinelli, La revolución en bicicleta, en 1980, el nombre del autor comienza a hacerse conocido dentro del ámbito literario, y es en 1983, en la editorial Oasis, cuando por fin ve la demorada luz –luego de las obligadas correcciones– una novela que pasaría a tener el nombre definitivo de ¿Por qué prohibieron el circo?, texto que, luego de más de treinta años, tiene por fin su edición nacional. Si la literatura se transforma en el más elocuente de los relatos de los hechos, mucho más certero y tangible que la historiografía, al menos, es porque su vínculo con la memoria es más resistente, harto más fundamental. Y este vínculo se exhibe en cada una de los obras de Giardinelli, no solamente en ¿Por qué prohibieron el circo?, en donde los documentos oficiales del intendente se oponen a los rumores, las conversaciones de trasnoche y las pintadas de los trabajadores y habitantes de Colonia Perdida. La revolución en bicicleta, por caso, es la biografía de un personaje que condensa el espíritu insurgente latinoamericano y la sed de una justicia negada, o sea, la necesidad de recuperar ese “trayecto” individual para la literatura como un gesto de recuperación memorístico, de preservación. “Lo que importa de la memoria no es tanto saber recordar como saber no olvidar”, asegura el personaje de la Nona en la novela Santo oficio de la memoria (1991, ganadora en 1993 del Premio Rómulo Gallegos), texto que despliega el árbol genealógico de la familia Domeniconelle como una indagación no tanto de hacia dónde va nuestro país sino, antes, mejor, de dónde viene. La literatura es, entonces, reservorio de la memoria de un pueblo, un documento certero de lo que constituye una comunidad.

“Esa relación entre literatura y memoria para mí es fundacional, ineludible e irrenunciable –asegura Mempo Giardinelli–. En esas 500 páginas de Santo oficio de la memoria traté de contar la historia de una familia de inmigrantes que todavía me parece que es una historia paradigmática. Memoria y literatura son un noviazgo precioso porque la tragedia de la humanidad no se comprende en ningún texto mejor que en la literatura. En Hamlet está toda la historia de Dinamarca, como La Divina Comedia de Alighieri narra la sociedad florentina del 1300 mejor que cualquier tratado histórico o filosófico. Y aquí mismo, no se entiende el siglo XIX argentino sin Facundo ni Martín Fierro, y así siguiendo, como diría David Viñas.”


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