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Van Gogh, retratos y amistad con los Boch

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No. 6.631, Bogotá, Lunes 10 de Marzo de 2014 

La democracia y la felicidad no producen gran literatura. 
Mario Vargas Llosa

Van Gogh, retratos y amistad con los Boch

Por: Germán Borda, especial para Libros y Letras

Podemos imaginar el mundo interior de un esquizofrénico pleno de turbulencias. Supondríamos que la traducción al color, de ese estadio demencial, demanda tonos opacos, oscuros, grises. Pinturas hijas y hermanas del grito de Munch o de los expresionistas austríacos. Un mundo creado por las calígines de la niebla  otoñal centro europea, depresivo y letal. Ámbito propicio para la depresión y la melancolía infinita.

Sorprende, conociendo la interioridad psíquica de Vincent van Gogh,  su preferencia en muchos cuadros de la luminosidad dorada. Habla de su “casa amarilla”  alquilada  en Arles para ser sede de una Castalia  de pintores. Los girasoles, impactantemente amarillos y la presencia del colorido simbiótico con el astro sol en muchas de sus obras.

En las cartas a su hermano Theo, admirador y mecenas deja una bitácora completa de su actuar; pero, más importante de su planes exhaustivos para vivir y pintar. Hace una descripción completa de su cuarto

“las paredes, lila pálido, el suelo de un rojo gastado y apagado, las sillas y la cama de amarillo, la almohada y la sábana de un verde limón muy pálido, la manta rojo sangre, la mesa de aseo anaranjada, la palangana azul y la ventana en color verde”.

No niega su predilección por lo japonés, y da una explicación de su pobreza y austeridad: “los japoneses han vivido en interiores muy sencillos”.“Esta vez se trata simplemente de mi dormitorio, por lo tanto, solamente el color debe hacerlo todo… sugerir reposo o sueño en general. En fin, la visión del cuadro debe hacer descansar la cabeza, o más bien, la imaginación… la cuadratura de los muebles debe expresar el descanso inmóvil.”

Ese mundo, su habitación, donde se sumergía en las noches en los  socavones de los precipicios de su mente resquebrajada, la pinto tres veces. Prueba fehaciente de su austeridad, un camastro, dos sillas rústicas, una mesa con una palangana. Una ventana estrecha comunica con el mundo exterior. En la pared, unos cuadros de su autoría, retratos de Boch y de Milliet. Millones de dólares colgados en el muro, posesión y creación de un hombre  que apenas tenía para subsistir. Ese lugar, su cuarto parco, epicentro y escenografía del drama que se avecina y de donde partirá rumbo al asilo y luego al suicidio.

La relación de van Gogh con Eugene Boch, pintor notable, aristocrático, acaudalado, fueron estrechas y un solaz para el holandés. Caso extraño, pues Vincent fue famoso por su carácter complejo, sus arranques inesperados y su dificultad para la amistad. Incluso le dice a Theo de recibirlo, si va a París.

Así lo describió, añadiendo sentimientos de amistad y cariño:

"Me gustaría pintar el retrato de un artista amigo, un hombre que sueña grandes sueños, que trabaja como canta el ruiseñor, porque es así su naturaleza. Es un hombre rubio. Quiero poner en el cuadro todo mi aprecio, todo el afecto que siento por él; por eso, para empezar, lo pintaré tal cual es, tan fielmente como pueda.

Pero con eso no está terminado el cuadro. Para terminarlo voy a ser un colorista arbitrario. Voy a exagerar el color rubio de su cabello, incluso con tonos naranjas, cromo, y amarillo-limón pálido.

Detrás de su cabeza, en lugar de pintar la pared ordinaria de una habitación mezquina, pintaré el infinito, un fondo lleno del más rico y más intenso azul que yo pueda imaginar y, por esta simple combinación de la cabeza clara contra el rico azul del fondo, obtengo un misterioso efecto, como una estrella en las profundidades de un cielo azulado".

Y el belga Boch, queda plasmado para la eternidad con su cara afilada, que Vincent señaló  parecida a una cuchilla de afeitar. Algo de quijote en su expresión, que ahondará en su vejez."Gracias a él tengo por fin un primer bosquejo de este cuadro, que sueño desde hace tanto tiempo. Ha posado para mí. La fina cabeza con los ojos verdes se destaca en mi retrato sobre un cielo estrellado ultramar profundo; el traje es una pequeña chaqueta amarilla, un cuello de tela cruda, una corbata abigarrada. Me ha hecho dos sesiones en una sola jornada...

...encargué dos marcos de roble para... y para mi estudio del poeta ¡Ah! Mi querido hermano, alguna vez sé perfectamente bien lo que quiero."

"Este Boch tiene la cabeza como la de un noble flamenco, de los tiempos de Guillermo el Taciturno. No me sorprendería que fuese bueno."

Y en una carta a su hermano, vaticina su “moira” (el enfrentarse al destino inapelable) su mente luminosa de alienado prevé su futuro desastroso: “... si llego a hacer este último cuadro". 

El rostro de Boch no solo interesa a van Gogh, su hermana Anna, como él, excelente pintora lo plasma, más terrenal, menos macilento y normal. Esta notable mujer, con un olfato canino, compra obras de arte de genios por conocerse. Su colección, amplia y de valor incalculable, adquiere el único cuadro vendido por el holandés, La Viña Roja.

El retrato de Boch, hecho por van Gogh, después de varias peripecias y periplos, queda en posesión de Eugene. Lo cuelga sobre su lecho, en los momentos vecinos a la muerte, cuando la existencia se resume, en imágenes y recuerdos, lo observa. No le quita vista, y nos reportan sus parientes, un halo de melancolía insondable y una frase se escucha, casi susurrante, nadie podría haberlo hecho mejor…luego se escapa de la vida, en busca del amigo, en la noche estrellada. Las estrellas donde vivió y soñó el gran Vincent.

Epilogo

Llegué a la apasionante personalidad de Boch gracias a un encuentro fugaz con su descendiente Melicent. Consideré un acto de cortesía señalarle su papel de heroína en mis novelas. Después de cincuenta años, diez meses, ocho días, seis horas, cuarenta minutos, la llamé. Contestó un serio “Herr Professor” quien, además, es príncipe. Famoso por haber demostrado la crueldad de los cuentos infantiles.

Ella no se sorprendió de su papel en mi obra, lo atribuyó a un acto de cortesía. No se acordaba de mí, lo que era obvio. Espero no haber suscitado largas entrevistas con un psiquiatra o a redoblar su guardia personal. Posiblemente se haya puesto de acuerdo con un italiano, que casó con colombiana, y decía, “Colombiani tutti mati” Los colombianos todos locos…


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