Tomado de La República/ Perú/ Por: Pedro Escribano.
En 1911, el cónsul británico Sir Roger Casement denunció en Europa a través de un informe –ahora conocido como El libro azul– las atrocidades cometidas por la Casa Arana, empresa que tenía como mayor accionista a Julio César Arana y que extraía el caucho en la cuenca del río Putumayo. Su trato a los indígenas era abusivo y se calcula que entre 1903 y 1910 se exterminaron a 30 mil indígenas.
Ante esa realidad, después de Casement, el Parlamento británico abrió investigación a Arana y envió en 1912 otra comisión integrada por los cónsules norteamericano, inglés y peruano: George B. Mitchell, J. Fuller y Carlos Rey de Castro, quienes recorrieron la cuenca del Putumayo. A esa comisión se sumó el mismo Arana quien, para tratar de desmentir con imágenes a Casement, contrató al fotógrafo brasileño Silvino Santos.
Ese registro fotográfico que hizo Santos sirvió para que Arana prepare un álbum para contrarrestar la denuncia de Casement. Las fotografías algunas producidas y otras manipuladas quieren dejar entrever que había “armonía” y que las presencia de los caucheros tenía un rol “civilizador”.
El azar quiso que el periodista loretano Jaime Vásquez halle un ejemplar que se acaba de publicar con el título Álbum de fotografías. Viaje de la comisión consular al río Putumayo y afluentes, agosto-octubre de 1912, motivo de esta nota.
Historia de la crueldad
La empresa de Arana estaba registrada en Londres como The Peruvian Amazon Company y tenía socios ingleses. Los abusos eran tan crueles que el gobierno británico comisionó a Casement, cónsul en Río de Janeiro, a hacer una supervisión de los métodos de la Casa Arana. El informe de Casement no hizo más que registrar los horrores de este empresario, pues además de obligar a trabajar a los indígenas en condiciones inhumanas, eran sometidos a castigos y torturas si no cumplían con la entrega. Incluso los aniquilaban o perseguían con mastines a quienes intentaban fugar.
El Álbum, que contiene textos de Alberto Chirif, Manuel Cornejo, Manuel Martín Brañas, Jean Pierre Chaumeil y Juan de la Serna, es un valioso testimonio gráfico de cómo se quiso tapar el sol con un dedo. Las fotos, más que ocultar la verdad, parecen confesar una mentira. Por supuesto que Silvino Santos tenía instrucción para fotografiar escenas sociales, de casa, bailes y no las de condiciones de trabajo y de castigos. No mostrarlas a pesar del contexto en que fueron registradas no solo fue ridículo sino un trabajo ominoso.
