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Adolfo Bioy Casares cumple cien años

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Por: Harold Alvarado Tenorio*/ Parte II.
Es el chisme quien da cuerpo a todo el volumen. Bioy no se cansa de anotar que Borges viene a cenar, dejando por sentado que comía prácticamente de su bolsillo. Es asombroso certificar la incansable voluntad de Bioy por no dejar pasar detalle de lo que Borges le cuenta, le comenta, le trasmite en llamadas telefónicas, sobre el extenso círculo de amistades del rico heredero de La Martona, la más grande procesadora de lácteos de Buenos Aires a mediados del siglo pasado. Un círculo de amistades que presidía otra rica heredera, su cuñada, Victoria Ocampo, otra de las argentinas más celebres, no por su belleza sino por su inteligencia y sus contribuciones a la literatura de nuestra lengua, directora de la revista y la editorial Sur, amiga de Ortega y Gasset, Neruda, Lorca, Tagore, Camus, etc. 

ABC hace del chisme, de su más desnudo ejercicio, la cicuta que nos va envenenado en la lectura de sus recuerdos de Borges. Ni la amistad, ni la prudencia y el respeto a las damas e iguales impiden, que con pasmosa ingenuidad y propósito, Bioy vaya registrando la frase ingeniosa o hiriente, la parcialidad de juicio, la tozudez contra quien se malquiere o se odia, la misoginia, el racismo, los complejos de superioridad argentinos, el anti peronismo, el anti comunismo y el escepticismo tanto suyo como de Borges, a medida que van creando una obra hecha de mutilaciones, modificaciones, suplantaciones y falacias cuyo propósito es la creación, tanto en carne como espíritu, -de eso es testimonio este libro, de una fábrica inmortal de palabras. 

Porque nadie se salva en este extenso escrutinio y saqueo del mundo, donde Borges y Bioy = Biorges, diseccionan pasajes, examinan estrofas y rimas de un verso, impugnan locuciones, festejan sonoridades, ríen de la aspereza y la ausencia de buen gusto de un autor, o rescriben poemas por el mero gusto de ejercer el oficio que mejor conocen: escribir.

El Fausto, de Goethe, “¿No te parece –dice Borges, es el mayor bluff de la literatura?”. Shakespeare es “the divine amateur”, siempre usa el “mot injuste”; el surrealismo, “contrariamente a otras ideologías invasoras de lo literario, el catolicismo y el comunismo, prescinde del propósito de lograr obras legibles”; los poemas de Alejandra Pizarnik son “absurdas cacografías”; a Ezra Pound “lo consideran el il miglior fabbro, pero nadie lo lee”;  “Thomas Mann era un idiota”; “Le dieron el Premio Nobel a Juan Ramón Jiménez… Primero Gabriela Mistral, ahora Juan Ramón. Son mejores para inventar la dinamita, que para dar premios… Gabriela Mistral no ha escrito un poema bastante bueno… Los premios no ayudan, en la posteridad a nadie…”; “¿Qué puede saber de nada un bruto como Hegel?”; (Oliverio Girando) “su obra no es nada”… “Fue un peronista inmundo”; “Neruda gusta porque a veces es cursi sin asco”; “Lorca escribió poemas horribles”;  “Ya me habían dicho que los músicos no tenían oído. Piazzolla no saber leer los versos”; “Sábato también desaparecerá, sin dejar rastro, después de la muerte”;  “Si comparás la muerte de Sócrates y la de Cristo no hay duda de que Sócrates era el más grande de los dos. Sócrates era un caballero y Cristo un político, que buscaba la compasión [...]”.

Y si el chisme es el hueso, la maledicencia es la medula que amarra esta amistad y la hace compadrazgo. Si Borges es un facón de hielo, Bioy es la perfidia misma y ambos son tóxicos y mortíferos. Bioy, entre líneas, va dejando sentado que Borges tiene una puritana antipatía por los temas amorosos y la incomodidad que siente ante las alusiones literarias a la vida sexual, justificando muchas veces que lo erótico es inferior a lo épico. Pero la cúspide de las insidias se alcanza cuando hacen referencia a las mujeres que les han interesado sentimentalmente. De Haydée Lange, la bella pelirroja libertina que fue una de sus (JLB) pasiones de madurez, quien le dejó por Oliverio Girondo y con la complicidad de Lorca hizo el amor una noche en una terraza con Neruda, dice que “vive idiotizada por el alcohol”; Estela Canto, a quien dedicó El Aleph y regaló el manuscrito que luego ella vendería en una subasta pública y que escribiera un libro sobre su relación con Borges, la considera “este pilar de la rectitud”; Silvina Bullrich es una “gorda raviolera del barrio de Flórez”; Susana Soca, una mecenas uruguaya es “una opa” y otro tanto de colores locales por las rivalidades y envidias entre las bellas y elegantísimas para Susana Bombal, Carmen Gándara, las hermanas Grondona, Wally Zenner, Marta Mosquera, Esther Zemboráin de Torres o Pipina Dile y Elvira de Alvear, a quien en su postrera locura y pobreza, Borges visita infaltable cada fin de año.

Acaso el personaje inolvidable entre estas señoras del gran mundo porteño sea Bibiloni de Bullrich, retratada por Bioy a partir de las consejas de Borges con sus intrépidas confidencias, neologismos audaces, e imprevistas intervenciones cursis y lamentables. “Así como a usted le interesa conocer poetas y escritores, -dice a Borges, a mí me interesa conocer gente rica”; al salir de un recital de danza moderna exclama: “yo prefiero los otros bailes, con orquesta y con personas conocidas que la sacan a una a bailar"; en medio de una comida sostiene: “Soy tan inteligente, tan genial que a veces no me pueden comprender”; “A mí no me gustan pero soy tan inteligente que he descubierto que conviene estar bien con los peronistas”, etc.

Capítulo aparte merece el primer matrimonio de Borges, cuando a los 68 años, decide casarse, ante la posible desaparición de su madre, con una vieja novia de juventud: Elsa Astete Millán viuda de Albarracín, un ser de otro mundo, menos del borgiano. “Pongo mi destino en manos de una desconocida”, dice Borges. “No se parece a las que él nos tiene acostumbrados –confía doña Leonor Acevedo a Bioy-. Yo me quedo tranquila: creo que lo va a cuidar. Ya no es joven. Fue linda: ahora, ya la verás... Pero él no ve. Para él sigue siendo la de antes.” “Vieja, -anota Bioy- de piel grisácea; en actitud de sierva enamorada, postrada de admiración ante el ídolo potencialmente díscolo [...]; resuelta a rodear al hombre de cuidados domésticos y a persuadirlo de los encantos hogareños; proclive a tomar ofensa y a ofuscarse por celos; desconfiada; querendona, cariñosa y optimista; expresiva y dada al mohín”. Y más adelante los celos de Elsa con sus amigos, sus viajes, sus homenajes, mientras el viejo y ciego poeta cada vez más rico va comprándole vestidos, abrigos de piel, apartamentos, o zapatos de segunda mano.

Al final, por supuesto, llega el turno a María Kodama, con quien casó por poder 45 días antes de morir. Bioy guarda la más estricta prudencia sobre ella, quizás para no ofender la memoria de su amigo y maestro. Y anota: “Borges me dijo que para morir da lo mismo un sitio que otro. Y qué lujo: tener un amor, y aun mal de amores a los ochenta y tantos". Sin embargo: "María es una mujer de idiosincrasia extraña; acusaba a Borges por cualquier motivo; lo castigaba con silencios (recuérdese que estaba ciego); lo celaba (se ponía furiosa ante la devoción de los admiradores). Junto a ella vivía temiendo enojarla".

Bioy Casares confesó que para él la vida y la literatura eran la misma cosa, que adeudaba tanto a los libros como a su intensa existencia. Su novela predilecta fue Dormir al sol. Creyó, además, que el cuento terminará derrotando a la novela pues éste puede tener todas las virtudes de aquella, sin sus defectos, principalmente, su extensión.

Aquel 14 de Junio de 1986, un desconocido, en un quiosco de periódicos, cerca de La Biela, contó a Bioy que Borges había muerto.  “Seguí mi camino, anota Bioy. Fui a otro de Callao y Quintana, sintiendo que eran mis primeros pasos en un mundo sin Borges.” Antes de morir, apunta, alguien grabó a Borges cantando tangos: “Dicen que en esa grabación Borges ríe con la risa de siempre”.

El círculo del cielo mide mi gloria,

las bibliotecas de Oriente se disputan mis versos,

los emires me buscan para llenarme de oro la boca,

los ángeles ya saben de memoria mi último zéjel.

Mis instrumentos de trabajo son la humillación y la angustia,

ojalá yo hubiera nacido muerto.

Abulcásim el Hadramí

* Nota enviada por Harold Alvarado Tenorio


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