Quantcast
Channel: Libros y Letras
Viewing all articles
Browse latest Browse all 14717

Colombia curiosa*

0
0



73. El café “El Automático” uno de los más importantes de la ciudad, quedaba en pleno centro, en cercanías del Parque Santander, entre las Carreras 5ª y 6ª. Allí se reunían los más destacados poetas de la primera mitad del siglo 20. En el sitio donde antes funcionó un restaurante- establecido por inmigrantes europeos y basado en el en ese entonces novedoso sistema de auto-servicio o automático- apareció el café que llevaba este nombre. Durante varios años estuvo en ese lugar y su propietario era el paisa Fernando Jaramillo. Más tarde pasó a manos de Enrique Sánchez, también antioqueño, quien trasladó -café y clientela- a uno de los locales del pasaje que comunica el parque Santander con la Carrera 5ª. Varios son los cafés bogotanos que tuvieron nombradía por el carácter y el oficio de sus visitantes. Los hubo de intelectuales, de políticos, de ganaderos. Y de estudiantes que repasaban allí sus tareas amparados en la compra de un tinto. O en su donjuanismo con alguna apetitosa mesera. El “Windsor”, el “París”, el “Pasaje”, son recordados por quienes asistieron (en corto tiempo) a la transformación de una Bogotá aldeana en una monstruosa urbe. Así como los cafés eran en el siglo pasado el centro social de la clase media y el club de la clase alta, las chicherías cumplían el requisito de congregar la bohemia proletaria. Y no era extraño que en dichos antros se colara algún político en trance de candidato al Congreso o el poeta de frondosa melena. Como para que la oratoria y la poesía se dieran la mano, “El Automático” llenaba un vacío o, mejor, cumplía con el propósito de congregar una diversa clientela, en la cual literatos y poetas podían acompañar su ego con el aguardiente del Estado o con una cerveza de nombre germánico. Y al crítico de compleja teoría estética con el coro de pseudointelectuales comúnmente llamados lagartos. “El Automático” tuvo su auge en la época en que ciertas personas de renombre lo frecuentaban. Allí se dieron cita periodistas como Juan Lozano y Lozano, Alberto Galindo, “Rubayata” y Villar Borda entre muchos más. Y pintores como Ignacio Gómez Jaramillo y Marco Ospina. Los caricaturistas “Pepón” y Hernán Merino y el escultor Mardoqueo Montaña. Y no pocos fabricantes de versos a quienes se les debía tolerar su inspiración cuando les daba por recitar el último soneto a la amada inmortal, y que el poeta Luis Vidales solía escuchar con desdén de comunista ortodoxo. Los más asiduos asistentes a “El Automático” eran el maestro León de Greiff y el locutor de radio, Hernando Téllez Blanco. Tanto que una mesera afirmaba que ellos dormían fuera, pero vivían en el café. Otro asiduo concurrente era el chapetón Manolo Pendás, delante del cual estaba prohibido hablar (bien o mal) de España, so pena de recibir un violento chaparrón de procacidades y denuestos. A su lado, Elías Hoyos afirmaba su tesis de que La Patria de Manizales era el mejor periódico del país. Y quizás del continente. Es obvio que la figura más visible de la tertulia era el maestro León de Greiff, respetado y admirado por todos, y de quien Enrique -el propietario- decía, comentando su desaliño en el atuendo: “El maestro siempre acompaña su desayuno con dos huevos: uno para comérselo, y el otro para untárselo en la corbata”. Coincidiendo con el traslado de “El Automático” a su local de la Calle 18 -unos pasos arriba de la carrera Séptima- no pocos contertulios desaparecieron, por cambio de residencia o por muerte. Y porque Enrique -el dueño y contertulio- fue asesinado de manera atroz y misteriosa en su apartamento de la avenida 19. De todas maneras, de “El Automático” nos quedan no pocas anécdotas, a las cuales contribuyó también el espíritu retozón del popayanejo López Narváez, alias “El Toronjo”. De tan insólita clientela cabe destacar ciertos asiduos asistentes que recordamos no por su nombre de pila, sino por sus apodos: “Periscopio”, “Carepuño”, “Torosentao”, “Cachifo”, “El Churrusco”. “El Automático” nos legó así su picaresca historia. La de una tertulia en la cual escépticos intelectuales recibían cálidos elogios de sus aduladores, y hasta de emboladores y vendedores de lotería. Este tipo de café tiende a desaparecer para convertirse en cafetería. O en bar, en el que se comenta, frente a un whisky, el último escándalo de la cantante pop de moda y el salario, en millones de dólares, de quienes en un estadio, con sus extremidades inferiores, salvan el honor de la Patria (Pedro Restrepo P.). 

( * ) Tomado del libro publicado por Diana/ Planeta.



Viewing all articles
Browse latest Browse all 14717

Latest Images

Trending Articles





Latest Images