Alberto Salcedo Ramos, cronista colombiano.
“A menudo tengo una idea clara de la entrada, pero cuando trato de materializarla en la computadora, no me convence: veo que tiene más palabras de las necesarias, o que parece muy pretenciosa, o que le falta contundencia. Hay un cuento maravilloso que le escuché una vez al escritor Eduardo Galeano. Un niño distinguió un bloque de mármol en el taller de un escultor. Tiempo después, el niño vio la figura de un animal en el mesón donde antes estaba el trozo de mármol. Y entonces, con la mayor inocencia del mundo, le preguntó al escultor cómo hizo para adivinar que dentro de ese bloque de mármol había un animal. El niño, pese a su gran ingenuidad, descubrió lo que ya sabía ese genio de la escultura llamado Miguel Ángel: que el caballo está siempre dentro de la piedra. El secreto del artista consiste en eliminar con el cincel todo lo que sobra, hasta llegar a la imagen del caballo. Creo que eso pasa también en la escritura: hay que aplicarse pacientemente, con el cincel y el martillo, a la tarea de eliminar la hojarasca hasta encontrar la joya que buscamos. A veces, cuando dicto mis talleres de crónica y propongo un ejercicio de escritura, me sorprendo frente a estudiantes que en menos de quince minutos ya han escrito casi una cuartilla. Me digo: “caramba, si yo escribiera con esa rapidez tendría más plata que Silvio Berlusconi”. El caso es que son tan veloces y prolíficos porque no dudan, no se preguntan por la calidad de lo que están haciendo. Simplemente, escriben sin rodeos y sin ruborizarse todo lo que se les ocurre. Por eso siempre recuerdo – y siempre cito – esta frase de Sábato: “no conozco a un escritor por lo que escribe sino por lo que borra”.