Quantcast
Channel: Libros y Letras
Viewing all articles
Browse latest Browse all 14730

El mundo en Rosa

$
0
0

No. 6.594, Bogotá, Sábado 1 de Febrero de 2014 

Deseara yo que los libros se hiciesen para enseñar en vez de eso se escriben para hacer alarde de saber. 

Anónimo

El mundo en Rosa

Por: Enrique Patiño/ Tomado de la Revista Latitud/ Diario El Heraldo/ Barranquilla/ Colombia.

Los amores literarios pueden ser poderosos y adictivos. Sucedió así con Rosa Montero. En su caso, ni siquiera fue de la autora de quien me prendé, sino de un personaje suyo llamado Leola, una adolescente plebeya y rebelde de 15 años que se disfraza de hombre para sobrevivir en la época más brutal de las Cruzadas.

Leola, o sea Rosa, llegó en forma de regalo, empacada en papel satinado una Navidad de 2009 por intermedio de una amiga que defendía el derecho a regalar un libro y quien sabía que yo devoraba historias apasionantes.

Lo primero que descubrí fue un título poco sugerente: Historia del rey transparente. En la contraportada se hablaba de un relato de una niña que tuvo que aparentar ser lo que no era y de la época convulsa en los siglos XII y XIII en Francia. No consiguió engancharme.

Y no lo hizo al menos por dos meses más porque otros libros lograron desplazar la novela de Rosa Montero. Y eso que a la autora ya la había leído y ya me había enterado de su forma de pensar a través de sus columnas y textos escritos en el diario El País, de España.

Pero solo hasta que los otros libros cumplieron su turno abrí la historia de Leola. La sorpresa fue mayúscula: me encontré con un desgarrador inicio y viví desde el primer capítulo el drama de la niña que tiene que vestirse de caballero cuando todos los hombres de su pueblo son llevados a entregar su vida a la guerra, y a ella no le queda otra opción que protegerse tras los hierros de su traje y asumir una actitud de macho enajenado por las batallas y sin rumbo en los campos de la Provenza francesa.

Ese héroe, que en realidad es una heroína, esa mujer de una época perdida cuyo cuerpo está cubierto de heridas y pierde dos dedos y que se comporta como un hombre sin perder la sensibilidad, es la historia también de la más dura de las batallas, mucho más dura que cualquier guerra librada por un combatiente armado: la del descubrimiento doloroso de la identidad y la de la búsqueda de los ideales y del amor esquivo.

Entonces recordé que tenía otro libro de Rosa Montero que no había leído: La loca de la casa. Lo abrí, para tratar de desentrañar ya no a Leola, sino a quien se la había inventado.

Era el libro perfecto para saberlo: se trata de una alegoría a la imaginación que salta de un género al otro, pasa del ensayo a la opinión, ronda por la crónica y se apoya en la crítica, y que revela ante todo la vocación de la escritura y la necesidad de imaginar y de soñar y de volverse loco para superar la dureza de los días.

Vinieron, por supuesto, otras lecturas: La hija del caníbal, una historia tan absurda como emocionante, que en su momento fue llevada al cine; El corazón del tártaro, otro relato de imaginación desbordada; Lágrimas en la lluvia, una novela de ciencia ficción ubicada en 2019 que habla sobre la identidad y la moral en un mundo de replicantes; Instrucciones para salvar el mundo, una durísima y bella historia sobre cuatro personas desencantadas en una urbe que los engulle; y La ridícula idea de no volver a verte, publicada en 2013, sobre la vida de Marie Curie, en un texto que mezcla la investigación y una especie de diario personal.

En todas las novelas, las mismas características: una narración intensa, una necesidad de que sus personajes despierten a pesar de la realidad que los avasalla, la búsqueda de la identidad, los antihéroes, la imaginación como salvación o solución. O rebelión. Y siempre, una foto de ella en un formato de 3x4, menuda, sonriendo, con el pelo corto, haciendo las veces de Leola, pero sin más armadura que las palabras.

No he visto a Rosa Montero

Supongo que como buena parte de los escritores es una persona disfrazada de alguien común y corriente. La imagino dueña de una locuacidad memorable, siempre de afán, buena entrevistadora y mejor periodista.

Con sus mezquindades, tal cual sus personajes: gris e iluminada, furiosa e intempestiva, inestable y sonriente: humana, a fin de cuentas. Pero me he acercado a su universo y sus libros iluminan alguna región oscura como me ha sucedido con otros textos tan diversos como Mundos paralelos, de Michio Kaku; Comer animales, de Jonathan Safran Foer, o las obras de Coetzee.

Ahora sé que estará en el Hay Festival de Cartagena, junto a otros grandes actuales capaces de desentrañar el claroscuro humano, como el director argentino Juan José Campanella o el escritor holandés Cees Noteboom.

Si la viera de frente en un callejón de Cartagena no la abordaría para hablar de literatura y quizás apenas le diría un tímido “hola” como cualquier pasante. Porque de seguro me descubriría comparándola con su personaje de Leola, tratando de desentrañar qué tanto de joven medieval rebelde es Rosa Montero, qué tanto de su imaginación ha conseguido vencer a la realidad y cuántos años ha tenido que batallar para que la fluidez y la rebeldía de sus textos parezcan apaciguados cuando camina por la calle.

Tal vez solo me fijaría, al verla pasar, en la manera en que sus pasos se alejan. Porque de seguro recordaré, mientras pisa los adoquines, que en un momento dado de la vida dudé de su Historia del rey transparente y rehuí del título y relegué la lectura, hasta que terminé absorbido por su poder narrativo y su personaje, que finalmente puede ser la misma Rosa o ser yo o ser todos, disfrazados de lo que no somos mientras batallamos por llegar a ser lo que anhelamos. Miraría sus pasos para ver cómo es que a través de una cosa tan sencilla y frágil como la imaginación y las palabras esa “loca de la casa” logra dejar huella.


Viewing all articles
Browse latest Browse all 14730

Latest Images





Latest Images