Diálogo con Gonzalo Moure
- Sí, y lo seguirán cambiando. El ser humano está tan influido por la literatura como por los hechos históricos, y por poner un ejemplo recurrente, ¿quién pesa más en nosotros, el rey de entonces, Felipe IV, o el Quijote? Y nuestra vida personal, nuestra visión del mundo, es un entramado de familia, amigos y libros que moldean nuestra personalidad.
- ¿Es un género la Literatura Infantil Juvenil?, ¿qué lo caracteriza?
- Depende. No creo en la literatura “para” niños o jóvenes. Me parece previsible, ñoña, llena de lugares comunes, intenciones morales o educativas. Pero sí creo en la literatura sobre niños o jóvenes, escritos desde la madurez y la reflexión.
- ¿Debe cumplir una función el libro infantil?
- Ninguna. Y todas. Es decir, tiene que ser buena literatura, escrita de una manera sencilla (que no asequible, eso es algo que se consigue con la sencillez, la limpieza de prosa).
- ¿Qué le suma la LIJ latinoamericana a la literatura universal?
- Latinoamérica es un universo complejo y extraordinario, porque suma toda la cultura cocinada a fuego lento en Europa y las múltiples culturas indígenas, llenas de sabiduría natural. Esa suma crea un mundo único, y que se refleja luminosamente en su literatura, y especialmente en la infantil.
- ¿Cuál es su experiencia más querida en el mundo de la LIJ ?
- Sin duda el retorno que supone visitar cientos de aulas, donde encuentro todo tipo de lectores, los voluntarios, los que leen porque necesitan el alimento de la palabra, y los que leen por obligación. Es apasionante comprobar que lo que más valora un niño lector es el respeto. Uno me escribió un día: “Gracias por escribir y hablarnos con palabras que no conocíamos, pero que entendíamos”. Lo haría extensible a las historias, porque aunque les es más fácil leer lo trillado y previsible, para ellos es más apasionante enfrentarse a lo nuevo, acompañar al escritor que escribe para saber, y no porque ya sepa.
- ¿Considera que existen temas que deban excluirse de los libros para niños?
No, hay que acabar con los tabúes. Es un pacto no escrito entre editores y escritores, pero lo cierto es que evitamos instintivamente, unos y otros, adentrarnos en la sexualidad y la religión. Y es precisamente eso lo que ocupa durante más tiempo la mente de un niño: su instinto físico y sus grandes preguntas trascendentes sobre la existencia, Dios… A veces nos preguntamos por qué los niños, tan lectores, dejan de leer en la adolescencia. Y creo que la respuesta está en esa falta de valentía por nuestra parte.
- ¿Puede haber un buen lector adulto que no haya tenido la oportunidad de leer en su infancia y adolescencia?
- Por supuesto. Muchos grandes lectores aparecen después de una vida laboral muy exigente, sencillamente cuando por fin tienen tiempo. La proliferación de los clubes de lectura, sobre todo en pueblos y ciudades pequeñas, está alumbrando una generación inesperada de lectores magníficos, que de verdad buscan lo bueno, poiblemente porque saben que ya no tienen mucho tiempo para gastarlos en lecturas superficiales.