Tomado de La República/ Perú. La biblioteca personal madrileña de Mario Benedetti, de quien se cumple este año el quinto aniversario de su muerte, alberga un importante legado objeto de estudio: las anotaciones que escribió en los márgenes de sus libros, que revelan a un poeta comprometido con su tiempo y perfeccionista con su obra.
Esos apuntes reflejan que muchas veces sometía a correcciones sus propios ejemplares después de haber sido editados, como si fuera un corrector de pruebas de sí mismo, ha resaltado, en una entrevista a Efe, la directora del Centro de Estudios Iberoamericanos de Mario Benedetti (CeMaB), ubicado en la Universidad de Alicante, Eva Valero.
El autor de La tregua, quien vivió parte de su exilio en la capital de España, donó en 2006 a la Universidad de Alicante, con la que mantenía una estrecha relación, esta biblioteca personal madrileña, integrada por más de 6.000 ejemplares.
El abundante material de esta biblioteca está dividido en tres secciones: literatura, revistas (sobre todo, de temas latinoamericanos) y un apartado denominado general (antropología, cine, sociología, economía e, incluso, fútbol, entre otros ámbitos
del conocimiento).
Esta última sección también es “muy interesante”, según Valero, porque consta de ejemplares con subrayados con rotulador de color amarillo y anotaciones del poeta, que “dan la medida y la dimensión de su preocupación social, histórica y política”.
“La derrota es una acción. El exilio es una acción. Sueños de acción (...) la literatura es un producto social”, reflexiona Mario Benedetti en uno
de sus apuntes.
Curioso estudioso y preocupado por todo lo que sucedía a su alrededor, tenía asimismo en su biblioteca de Madrid, del exilio, obras de escritores coetáneos, muchos de ellos amigos suyos: Juan Gelman, Roberto Fernández Retamar, Ángel González, José Luis Sampedro, Maruja Torres, Juan Madrid, Luis García Montero, Gabriel García Márquez, Mario Vargas Llosa o Julio Cortázar, entre otros.
De la lectura de esos y otros autores extraía frases e ideas que le habían llamado la atención y las escribía como tesoros en folios que los dejaba entre las páginas de los ejemplares una vez leídos.
Como dato curioso, se han hallado dentro de sus libros “pequeños papeles donde anotaba algunos poemas suyos que iba a leer en un recital, lo que delata qué era lo que le gustaba a él de su propia obra”, así como muchísimos recortes de prensa, ha señalado Valero.