No. 6.563, Bogotá, Miércoles 1 de Enero de 2014
La lectura no da al hombre sabiduría; le da conocimientos.
William Somerset Maugham
La genialidad de los Wittgenstein y Mauricio Ravel
Por: Germán Borda, especial para Libros y Letras.
Algunas familias judías habitantes de Alemania o Austria se asimilaron completamente a la vida y costumbres de esos países. Los Mendelsohn en Berlín, con un salón famoso por sus visitantes de altísima categoría artística, cultural y sobresaliente en otros ámbitos de la sociedad. No menos importantes los asiduos a la familia Wittgenstein en Viena. Esta familia abandonó su presencia en la sinagoga vecina a la Juden platz y siguió la ruta impuesta por Cristo — tanto la línea materna como la paterna—, y se trasladó a San Esteban o a la iglesia de San Ruprecht.
Los Mendelsohn dejan una huella indeleble en la historia con Félix, compositor excelso; y los Wittgenstein sorprenden por la genialidad de Paul. Y el filósofo Ludwig.
Dentro de la complejidad de la filosofía, que algunos señalan como la menos divertida rama de la literatura de ficción; y otros la describen encerrada para un grupo de elegidos por su dificultad, filosofía de profesores, para profesores de filosofía. Ludwig sobresale en ese terreno con voz propia y muy decisiva en territorio de gigantes.
Alumno sobresaliente del notable pensador inglés Bertrand Russell, en la universidad de Cambridge, escribe un tratado de setenta y cinco páginas.Tractatus Logico-philosophicus. Lo presenta como tesis para su doctorado, señala al comité, es muy posible que no lo entiendan en otra parte señala quizás me comprendan en el futuro.
Ese libro está considerado como uno de los principales de la filosofía del siglo xx y una cima del pensamiento universal. Dentro de un enorme bagaje en que insiste en sus principales motivos del pensamiento: la lógica, la filosofía de la matemática, la filosofía de la mente, la filosofía del lenguaje, solo el Tractatus fue publicado. El resto, un cuantioso legado, post mortem.
Uno de sus pensamientos:
“Me es indiferente que el científico occidental típico me comprenda o me valore, ya que no comprende el espíritu con el que escribo. Nuestra civilización se caracteriza por la palabra 'progreso'. El progreso es su forma, no una de sus cualidades, el progresar. Es típicamente constructiva. Su actividad estriba en construir un producto cada vez más complicado. Y aun la claridad está al servicio de este fin; no es un fin en sí. Para mí, por el contrario, la claridad, la transparencia, es un fin en sí”
Veamos una aparte de la autobiografía de Russell en que describe el carácter extraño de este personaje:
“Coincidiendo con el armisticio de la primera guerra mundial, su padre había muerto, y Wittgenstein heredó una gigantesca fortuna. Pero llegó a la conclusión que ese dinero solo sería un impedimento para su pensamiento, así que cedió todo a sus hermanos, (también a poetas insignes Rilke y Trakl, y a otros creadores) Por lo mismo carecía de medios para pagarse el viaje desde Viena hasta Holanda, y era muy orgulloso para aceptar mi ayuda… en ese tiempo pasó terribles necesidades y hambres, pero nunca hablaba al respecto pues era más orgulloso que Lucifer. Su hermana (posiblemente Margaret, la pintada por Gustav Klimt) decidió construir una casa y lo contrató como arquitecto (se había graduado como ingeniero) eso le dio medios para vivir varios años, al final regresó a Cambridge…”
Wittgenstein es un ser apasionante, de grandes extremos. Valorado en todo el mundo, profesor en Cambridge, renuncia y solicita un puesto de portero en un hospital. No cree que con la hecatombe de la segunda guerra se pueda o deba enseñar filosofía. En ejercicio en su nuevo puesto, advierte a los pacientes, no deben tomar los medicamentos prescritos. Ruega a los médicos no delaten su condición de filósofo de fama universal. También fue jardinero en Cambridge.
“Fue de la opinión…que sus ideas era por lo general mal interpretadas y distorsionadas, incluso por los que se llamaban sus discípulos. Dudaba de ser mejor comprendido el futuro. Alguna vez dijo, que sentía que escribía para personas que pensaban de una manera diferente, respiraban un aire diferente de vida. Distinto de los hombres de ese instante”
Su hermano Paul fue tomado prisionero en Polonia, mientras, –casi de manera simultánea—, Ludwig lo era en Italia. Peleaban la guerra del 18 por su patria, Austria. Pianista, ya de alguna fama, tuvo que aceptar el terrible diagnóstico, amputación de su brazo derecho. Es fácil imaginar los macabros pensamientos acostado en un hospital de prisioneros. No es de excluir que pensara en realizar lo que sus tres hermanos habían acometido, el suicidio. Miles de horas de estudio, dadas al traste por el destino, y una vida frente al vacío.
Regreso a Viena con una mano y las ilusiones resquebrajadas, pero de repente le surge una idea, solicitará obras para los cinco dedos restantes. Escribe a varios compositores de éxito, muchos le envían composiciones; pero, sin duda la más significativa es el concierto para la mano izquierda de Ravel con orquesta. El brillante compositor francés crea una obra maestra.
Usar solo la mano izquierda, tiene dificultades enormes, los dos dedos de la derecha deben tocar las melodías; los dos de la izquierda, los bajos; y el del centro, intercambiarse.
Paul, que toco a cuatro manos con Mahler y Strauss, de niño, que conoció en su casa a Brahms y a Bruno Walter, tiene un bagaje musical impresionante y comienza una carrera mundial. La amputación a la postre se convierte en una bendición, sin ella, quizás ocuparía algún lugar menor en la pléyade de pianistas. Al incitar a esos genios, en especial a Ravel, su nombre se destaca por el formidable aporte a la historia de la música.