Por: Antonio María Flórez/ Tomado de “Con-fabulación”/Bogotá. El poeta sueña, en Desterrados de la luz, con aromas de olvido y paso a paso construye su noche. La luz evoca el paraíso ancestral y los territorios de la infancia y la felicidad primera. Albeiro Arias, en este sugerente ejercicio de nomadismo y soledad, sabe que sus lágrimas no pueden apagar el incendio del mundo, pero anuncia ventanas que se abren, caminos que nacen, muros que caen, vuelos que se ofrecen. Aquí, la mera evocación del mar testimonia naufragios, pero también la penumbra se anochece en el miedo y las luciérnagas se magnifican en la luz de cada hálito versal, con fuerza y enjundia vital.
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