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Voces de gratitud

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Bogotá. La Casaque fuera de José Asunción Silva, la misma en la que vivió Aurelio Arturo, siempre fue una casa de poesía. Cuando abrió sus puertas al público un 24 de mayo de 1986 con la dirección entusiasta y decidida de María Mercedes Carranza, un nombre natural e inequívoco tenía que imponerse: Casa de Poesía Silva. Se abría así un lugar donde los poetas y los lectores de poesía tendrían por primera vez en el ámbito latinoamericano un espacio maravilloso que les daba cobijo y que llamaba la atención sobre la más alta tradición de las letras colombianas.
Desde 1989 ingresó a trabajar en ella y desde 1991 en su condición de Asistente de la Dirección, Doris Amaya; desde entonces ha sido un puente entre el masivo público asistente, predominantemente popular, los poetas colombianos y de otros países y los estudiosos de una tradición que es más que un género literario: la poesía. No se explica el buen funcionamiento que tuvo la Casa de Poesía Silva sin la oportuna y cálida labor de Doris Amaya desde los días de su esplendor hasta los más lánguidos del presente. No hay poeta que haya pasado por la Casa, ni lector ni espectador o tallerista que no reconozca agradecido el quehacer y la valía de Doris.

Ahora que se retira de su cargo, los poetas colombianos quieren hoy Vienes, a las 6:30 p.m. rendirle un homenaje y manifestarle su gratitud por sus buenos oficios y por su decidida difusión de la poesía. 


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