No. 6.538, Bogotá, Miércoles 27 de Noviembre del 2013
Si hay un infierno especial para los escritores sería forzosamente contemplar sus propias obras.
John Dos Passos
Poetas sin fronteras
Tras las huellas de Darío
Por: Ramiro Lagos/ Bogotá. Poetas sin fronteras, ésta, mi antología internacional, editada por la editorial Verbum,de Madrid, reúne a poetas hispánicos de EUA, Canadá y otros países. Su núcleo, con algunas excepciones, corresponde al desplazamiento político o lírico de las plumas errantes en busca de la libre expresión artística e ideológica La primera pluma errante por los países hispánicos fue Rubén Darío, quien, sentó reales en Madrid para publicar en 1905 sus Cantos de Vida v Esperanza, libro que abre las rutas a una vigorosa poesía hispánica y novomundana bajo aleteantes cóndores andinos. Recuérdese que este “libertador literario“, como lo llamó Borges, desde muy joven cruzó las fronteras de su país, Nicaragua, para desplazarse a Chile, donde escribió Azul, y luego vivió transitoriamente en Buenos Aires, en París, en Madrid y en la gran metrópoli norteamericana, Nueva York. Fue un poeta itinerante, cuya tendencia novomundana lo lleva desde el Momtombo de su Nicaragua nativa, a las pampas argentinas, trascendiendo las fronteras con su "canto errante", siempre "sonriente y meditabundo” por su mundo hispánico y el de su ecumenia lírica. Con Rubén Darío se hace necesario destacar también la gigante voz de José Martí, quien fue, al igual que el gran poeta José María Heredia, uno de los primeros poetas sin fronteras que vivió en Nueva York como exilado de su tierra nativa, según se testimonia en Flores del Destierro. Su voz rotunda, integradora de las inquietudes de su bolivariana América sin fronteras, resonó y sigue resonando con ese cantar de solidaridad social extendida a los desplazados o marginados del tercer mundo harapiento.
“Con los pobres de la tierra
quiero yo mi suerte echar”
Partiendo del Modernismo como homenaje a un siglo de oro de la poesía hispánica con Cantos de Vida v Esperanza, la apertura estética e ideológica con que se desfronteriza el amplio mapa de nuestros espacios líricos, vuelve a integrar a los poetas sin fronteras dentro de la poesía en movimiento que desde la época modernista se universaliza y no tuvo más fronteras que la música, la pintura, la mitología, la escultura del parnasianismo, la filosofía lírica y los cuatro puntos cardinales de miras ideológicas y poéticas: Norte y Sur, Oriente y Occidente. A través de ellos, las líneas divisorias son las cósmicas irradiadas en las siete gamas de nuestro arco iris simbólico que nos lleva a ver una poesía del color que más le plazca al ojo estético. lnclúyase el blanco color al que hay que ponerle mucha tinta para que se relieve el talento de la pluma creacionista. Inclúyase el negro, para ver que hay estrellas del mismo color en la poesía “guilleniana“. Bajo el arco iris cósmico, el nuevo mundo no pasa desapercibido a través de esas siete perspectivas con que Germán Arciniegas caracterizó el Continente de siete Colores, donde las fronteras, por idealismo de los poetas, tienden a democratizarse. Los diferentes colores, contribuyen, de todas maneras, a difundir todos los matices de nuestra idiosincracia y de nuestras formas de expresión, entre otras, la cósmica, la étnica, la histórica, la ideológica pluralista y la sociológica discriminada. El ideal sería recoger todas estas formas de expresión en la poesía de los nuevos amautas con temas que redescubran el ritmo humano de los yaravíes y las fuentes del primigenio mester de rebeldía. Tendencia novomundana de la cual fue consciente Rubén Darío cuando desde Azul le cantó a Caupulicán, como símbolo del pueblo aborigen. Y como si reflexionara que la muchedumbre la representan los pueblos de origen indígena, quiso solidarizarse con su pueblo-masa, cuando dijo:: “Yo no soy un poeta de las muchedumbres. Pero se que tengo que llegar a ellas” Con esta frase comienza a eliminarse dentro del Modernismo la frontera que hay entre la azul poesía y el pueblo masivo de Indoamérica.
Lo cierto es que Rubén Darío al final de su vida y pasando por tercera vez por Nueva York, escribe su poema “La gran cosmópolis" para abanderar una poesía de tendencia social al lado del pueblo de todas las razas con énfasis en los negros y judíos, dando una visión, como poeta sin fronteras, de la petrópoli neoryorquina así:
“Casas de cincuenta pesos.
servidumbre de color,
millones de circuncisos,
máquinas, diarios, avisos
!dolor, dolor, dolor!:
Seguramente algunos de los poetas sin fronteras, caracterizados por su absoluta sensibilidad social, comulguen con Darío que dice: "he querido hundirme en el alma de los demás", quizás socializando mas la poesía, para que esta sea la voz
de Juan Pueblo de América.