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Dos minicuentos

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Los mendigos
Carlos Meneses (Perú). En una esquina, sentado en el suelo, un hombre con aspecto de sufrimiento antiguo y sin posibilidades de calmarlo, pedía limosna sentado en el suelo. Sus zapatos casi no tenían suela y su ropa lucía lamparones, y vejez. A veces algún transeúnte le dejaba caer una moneda en su flaca mano extendida y él la ponía sobre un poco aseado pañuelo. En la otra esquina se había aposentado mendigo diferente. Vestía un frac algo gastado, se sentaba en un pequeño taburete, lucía sombrero que lo libraba de una insolación y no extendía la mano, en el suelo había colocado un platillo de metal y un cartel en el que se leía “Necesito otro frac, ¿puede contribuir?”. De vez en cuando miraba su reloj, bebía unos tragos de agua de su cantimplora o sacaba un sandwich del bolsillo y le daba un par de mordidas. Al empezar a anochecer dio por terminada su tarea, recogió las muchas monedas del plato, se colocó el cartel bajo el brazo y camino orondo hacia la esquina donde estaba el pobre mendigo, lo miró con desprecio, sacó de un bolsillo la moneda de menos valor que tenía y se la tiró al suelo. Mientras el pobre cogía la moneda que rodaba él se adueñaba de lo poco que había sobre el pañuelo y se alejaba riendo  a paso vivo.

Historia de tantas

Para Marco Martos

No había llegado a los tres meses cuando sus padres, que habían bajado de un pueblo de los Andes a la capital, la dejaron en casa de unos señores  como quien deja una maleta con la intención de volver a recogerla. A los cinco años le enseñaron a cocinar no a leer. A los diez limpiaba ella sola la inmensa casa de los señores y su media docena de hijos, sin haber podido jugar nunca con una muñeca. A los trece una noche el señor entró en su desvencijado lecho. A los quince fue barragana del hijo mayor que llevaba algunos negocios del padre, y ella todavía no usaba zapatos. A los diecisiete huyó de esa casa con su hija recién nacida. Poco tiempo después tuvo que entregarla a una familia de buen nivel económico, para poder trabajar en un comercio con mayor libertad. A los dieciocho se prostituyó.  Dos años más tarde murió tuberculosa.


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