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Zombies, cómics, ciudades en caos y futuros perdidos: la literatura para jóvenes en Colombia

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Entre el cómic, la novela gráfica, la ciencia ficción, el terror, el gótico y las sagas de villanos y asesinos, se mueve la literatura que convoca a los jóvenes colombianos de hoy. Una mirada a algunos de los subgéneros y los autores que responden a las inquietudes de este público lector.

(Ilustración de Carlos Barragán para el libro El tercer mundo después del sol)


Ya no se trata solamente de historias con las que se les habla a los jóvenes sobre su propia condición como una etapa de la vida con preguntas, dudas e intentos de definirse en el mundo, las complejidades de una vida emocional y sexual que empieza a esbozarse, o la rebeldía frente al mundo adulto y a las figuras de autoridad. Aunque esa perspectiva de la literatura juvenil es inevitable y tal vez necesaria, hoy también nos encontramos con otros modos de escribir y crear para los jóvenes que se aleja de la frivolidad, la simpleza excesiva, el lenguaje elemental o la mirada acrítica que algunos consideran un sello ineludible de este tipo de productos. A esto se suma el hecho que muchas literaturas terminan en las estanterías orientadas a este público, sin que sus autores las hayan pensado con ese fin. Hoy la literatura juvenil es un rótulo que muchos asumen con gusto, pero que se expande más allá de la intención de crear “libros para jóvenes”.

Cada generación se asoma al mundo con nuevas preguntas y también con expectativas renovadas a las que se responde, en el caso de los nuevos tiempos, no solamente a través de los videojuegos, las redes sociales y experiencias más vívidas, formatos audiovisuales y transgresiones de las formas y los contenidos tradicionales. La literatura hoy comprende esas inquietudes, las acoge con más apertura y responde a ellas con libros que no necesariamente se inscriben en el subgénero juvenil, pero que dan cuenta de las exigencias de un público lector joven cada vez más crítico y ambicioso en términos de historias y de los lenguajes narrativos en los que quiere acceder a ellas. 


Portada de Tanta Sangre Vista de Rafael Baena y Juan Gaviria (Rey Naranjo Editores)
Portada de Tanta Sangre Vista de Rafael Baena y Juan Gaviria (Rey Naranjo Editores)

Uno de esos lenguajes ha sido y es el cómic. Más allá de la discusión de si este es o no literatura -lo cual trasciende el objetivo de este artículo-, es claro que como forma narrativo-visual sigue tomando fuerza y convirtiéndose en una estrategia que acerca a los jóvenes a la lectura como ejercicio lúdico y de pensamiento. Denominado por el escritor e historiador de medios de comunicación español Roman Gubern como el noveno arte, bien podría afirmarse que el cómic empieza a ser considerado literatura. Así sucedió en 2018 cuando una historieta titulada Sabrina, creada por el estadounidense Nick Drnaso, fue la primera del género en hacer parte de los finalistas del Man Booker, uno de los premios literarios de mayor prestigio en lengua inglesa.

Aquí la sucesión de nombres es cada vez más extensa: el ipialeño Óscar Pantoja, escritor, entre otras, de las obras de novela gráfica-cómic Tanta sangre vista (Rey Naranjo) y Dientes de león. El camino del acompañamiento (PBI Colombia); el bogotano Jean Paul Zapata y su proyecto transmedia de nueve volúmenes titulado Benkoz; y la artista e ilustradora colombo-ecuatoriana Power Paola con el poderoso Virus tropical (La Editorial Común) son solo algunos de muchos ejemplos dentro de un género que gana cada vez más relevancia. Así lo expresa Pantoja, quien señala que el escenario está dispuesto: dibujantes, escritores, editores y librerías se nuclean con cada vez más fuerza alrededor de la novela gráfica y el cómic, y los lectores esperan estas novedades literarias que se sitúan como una voz que tiene todo para decir en las letras. 


Portada de Benkoz III de Jean Paul Zapata
Portada de Benkoz III de Jean Paul Zapata

En línea con este propósito aparecen los trabajos recientes de Mario Mendoza, quien después de moverse en la novela negra, se ha adentrado en la vertiginosa travesía de la literatura juvenil con las sagas El mensajero de Agartha, El último día sobre la Tierra y Mysterion (Kaópolis y Los fugitivos), estas dos últimas de la mano del ilustrador Keco Olano. Zombies, hombres lobo, astrólogos, fuerzas malignas, hambrunas, crisis migratorias, luchas políticas y ciudades distópicas hacen parte de esta “ciencia ficción anticipatoria” entre escenarios de opresiones e insurrecciones, personajes irreales pero posibles, y caos humanos y sobrehumanos. Alrededor de ellos se han venido creando nuevos comportamientos e incluso corrientes de lectores que encuentran en esta narrativa oscura una voz que hace eco a sus imaginarios, incertidumbres y preguntas. 

Por otra parte, los temas góticos y de terror, que también suelen ser los predilectos de los jóvenes, “siempre serán un aliciente para un acercamiento genuino a la literatura, en cuyo caso la lectura no será una imposición sino un placer”, como lo señala Carolina Andújar, autora de Vampyr, Pie de bruja y La familia maldita. Para la escritora colombiana, libros voluminosos que se sienten cortos y llevan a este público a experimentar emociones intensas son dos factores clave para construir una obra que se siente cercana y se convierte en abrebocas a nuevos autores y lecturas.


Portada de Los Fugitivos de Mario Mendoza y Keco Olano (Editorial Planeta)
Portada de Los Fugitivos de Mario Mendoza y Keco Olano (Editorial Planeta)

En este horizonte también emerge la nueva ciencia ficción latinoamericana, de la que el autor nariñense Rodrigo Bastidas hizo una extraordinaria compilación a la que llamó El tercer mundo después del sol (Planeta), con relatos de sincronías, slow motion, experimentos, alquimistas, comunidades nativas y avatares, donde se puede comprender cómo en la vida cotidiana laten lo imposible y lo impensado, y los conocimientos científicos y académicos se funden con los saberes ancestrales. A estos temas se acercan los jóvenes con creciente interés, alimentados por el mercado televisivo de series y películas en formatos de streaming, con los que se crean otros modos de imaginar los futuros perdidos de los que habla Mark Fisher.

Lejos de nuestras fronteras, pero abundante en las librerías está la obra del estadounidense John Katzenbach, con sagas de villanos y asesinos que ha construido con un trabajo a profundidad en la psicología de los buenos y los malos. Así ha llevado a sus libros historias de vértigo, donde los protagonistas “son más interesantes que los criminales del mundo real” y construyen las mejores escenas en su interacción con esos buenos que también tienen muchos problemas propios con los que deben lidiar, como lo explicó el autor en una entrevista en el marco de la FILBo. Los laberintos psicológicos, las trampas del comportamiento psicópata y el rol de las nuevas tecnologías dan a la obra de Katzenbach un aire que dialoga con los lectores jóvenes que buscan una literatura de emociones y ambigüedades.


Portada de Vajda de Carolina Andújar (Penguin Random House)
Portada de Vajda de Carolina Andújar (Penguin Random House)

Las vertientes son numerosas y la literatura que leen hoy los jóvenes no se agota en un solo género. Los lenguajes son cada vez más diversos, los temas se extienden ampliamente y las preocupaciones que estos lectores buscan tramitar tienen su correlato en una literatura que está respondiendo generosa y lúcidamente a las preguntas de generaciones inquietas e insatisfechas. 


Portada del libro El fin del mundo después del sol de Rodrigo Bastidas (Ediciones Minotauro)
Portada del libro El fin del mundo después del sol de Rodrigo Bastidas (Editorial Planeta)

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